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Capítulo 4.

Belle

Antes de ir a la universidad salí a buscar trabajo, pero no pude encontrar nada que me convenciera del todo. Estaba consciente de que no es tan fácil encontrar algo que se ajuste a lo que uno quiere, ya sea el horario, la paga o ambas cosas. Y si no era una cosa era la otra, aunque nada me convenció por completo. Encontré algo que se ajustaba a mi tiempo, sin embargo, la paga era tan mala que solo me quedaba decirles que después regresaba y sí, tal vez me vi muy exigente en ese momento, aunque tampoco iba a regalar mi trabajo, así como así. No quería gastarme todo el dinero que me dejó mi mamá o el que me dio Jenn.

Anduve por ahí, dando una vuelta antes de regresar al departamento y cambiarme la ropa para ir a la universidad. Conocí un poco más de Londres y todo lo que vi me gustó demasiado, ya ansiaba tener más tiempo para recorrer sus calles y tomar muchas fotos. En uno de los edificios que estuve se alcanzaba a ver uno mucho más grande y tal vez estaba mal decirlo, aunque se miraba más imponente que los que había a su alrededor. Tenía las siglas ET. Bajé de nuevo y quise entrar a ese lugar, pero me dijeron que la entrada estaba restringida al personal y que, por lo tanto, no podía pasar.

—¿Pues quién es el dueño, el rey de Inglaterra? —bufé. Tomé algunas fotos sin que el guardia se diera cuenta y así mismo me fui. Tenía que regresar al departamento e ir a la universidad.

—Has llegado —escuché a Emily. Salió del pasillo mientras cerraba la puerta detrás de mí. Me dolían los pies por caminar tanto. No tenía una buena condición física, lo debo admitir.

—Estoy aquí —se estaba poniendo unos pendientes —. Vengo agotada —me quité los zapatos y los cogí para llevarlos a mi habitación.

—¿Encontraste algo? —negué. Ambas entramos al pasillo, Emily me siguió hasta la puerta de mi habitación.

—Nada me convenció —solté un suspiro y me dejé caer en el colchón, agotada —. O la paga es muy poca o solo necesitan quien trabaje por las tardes —me senté en la orilla del colchón. Estaba desilusionada por lo ocurrido.

—No te preocupes, vas a ver que pronto vas a encontrar algo. ¿Intentaste buscar en internet? A veces las mejores ofertas de empleo están ahí.

—No lo había pensado, pero gracias por la idea. Voy a buscar algo, pero ahora me voy a cambiar de ropa.

Aquella mañana me puse una falda no muy ajustada, me llegaba un poco más arriba de las rodillas, una blusa blanca de mangas largas y el cabello trenzado. No me veía tan mal y me sentía cómoda con esta ropa que no dejaba ver demasiado las curvas de mi cuerpo. Nunca fui una chica a quien le gustara mostrar de más, pero cuando sucedió aquello no quería llamar la atención y me cubría demás para que nadie me viera. Al asistir a terapia entendí muchas cosas y empecé a ser la chica que fui antes de aquella tragedia.

—Piénsalo y si necesitas ayuda me dices —miró la hora en el reloj que adornaba su muñeca —. Ahora me tengo que ir o me corren a patadas.

—Suerte —le dije.

—Suerte para ti también, Belle —me dijo adiós con la mano y salió de mi habitación sonriendo.

Mi celular empezó a timbrar, lo miré de lejos dándome cuenta de que era Ivet. No me atreví a coger el celular, bloquear la llamada o apagarlo. Me quedé en mi lugar hasta que el aparato dejó de timbrar. Me dejé caer al lado de la puerta y me quedé en esa posición unos minutos. Tomé largas respiraciones para intentar calmar el ritmo acelerado de mi corazón. Ivet fue de las primeras personas en darme la espalda y no apoyarme en el momento que más la necesitaba. Me hizo sentir mal por algo que no fue mi culpa y fue la responsable de todo el odio que cayó sobre mí.

Me quité la ropa y la colgué de nuevo dentro del closet y me cambié de ropa. Cogí mi mochila y salí del departamento, asegurándome de que la estufa no estuviera encendida y las ventanas y la puerta cerradas. Revisé mi mochila antes de salir y después de salir, también cuando iba de camino a la universidad tuve la necesidad de revisar que llevara todo. Hacía esto una o dos veces y podía parecer tedioso, sin embargo, ya era una rutina para mí.

Cuando llegué a las inmediaciones, me quedé de pie observando el lugar de hito en hito. Mi corazón se hinchó de felicidad al verme por primera vez aquí, saber que este era el inicio de algo maravilloso que había estado deseando desde hace mucho. Suspiré y empecé a avanzar hacia la puerta, pero antes de llegar choqué con un sujeto que me pareció algo extraño. Solo lo vi de reojo, pero lo que más me llamó la atención de él fue la cicatriz que tenía en el lado izquierdo de su rostro y esa oscuridad que cubría su mirada clara.

—Lo siento —pasé a su lado, pero a él ni siquiera le importó que me disculpara, tal parece que iba metido en sus pensamientos y solo me ignoró por completo. Pasó a mi lado y se alejó de las inmediaciones. Solté un suspiro y caminé en dirección a la entrada principal. Había muchas personas. Alumnos entraban y salían, algunos iban solos y otros platicaban con sus amigos, se reían y parecían felices.

Una sonrisa se dibujó en mis labios y me adentré a ese mundo con el que Ted y yo soñamos por tanto tiempo, pero que por una u otra razón dejé de lado. Ahora me encontraba aquí y no iba a desaprovechar la oportunidad que el universo me había dado. Jalé los puños de mi suéter cuando un par de miradas se fijaron en mí, pero fueron tan fugaces que a nadie le importó el gesto que hice y solo pasaron de largo, sin embargo, la paranoia que sentía me invitaba a hacer este tipo de cosas.

—Ojalá estuvieras aquí, Teddy —tuve la necesidad de pasar mis dedos por la pulsera que Ted me regaló en mi cumpleaños. El último que pasamos juntos, ya que unos meses después falleció debido a las drogas que consumía.

Saqué el croquis que me hizo Emily la noche anterior donde me explicaba dónde se encontraban las aulas en las que iba a tomar clases, también donde estaban los casilleros, las áreas verdes, los baños, el comedor y la biblioteca que estaba ansiosa por conocer. Fue de gran ayuda, ya que así no me perdí y pude encontrar mi taquilla a la primera, no llegué tarde a mi primera clase y cuando tuve tiempo me perdí en la biblioteca, además de que me habían pedido un trabajo para el día siguiente.

Aproveché para buscar trabajo como me lo recomendó Emily. Puse en el buscador las palabras claves, asistente, buen sueldo, empresa y de inmediato se desplegó una gran lista con ofertas de trabajo, pero la que más me llamó la atención fue la primera página que aparecía en dicha lista. El sitio estaba certificado y el nombre Enterprises Turner me convenció un poquito más para darle clic y entrar a la página.

Me mordí el dedo y seguí bajando hasta que me encontré con el anuncio. Le di clic y este me llevo a otra página, en esta aparecían los números a los que podía llamar o en todo caso el correo electrónico, pero decidí guardar los números para marcar al día siguiente a una hora prudente, ya que pasaban de las seis de la tarde y no creía que a esa hora hubiera alguien trabajando en dicho lugar. De todos modos, seguí buscando y anotando números en una hoja que guardé en mi mochila. Cuando salí de la universidad ya era de noche, casi las nueve, pero había muchas personas en las calles y muchos locales donde servían comida estaban abiertos, al igual que pubs y bares. Pasé frente a la librería en la que Emily trabajaba, pero estaba cerrada, así que compré leche, cereal, algo de fruta y regresé al departamento.

La música se escuchaba hasta las escaleras, eso no fue lo que sorprendió, sino que los demás inquilinos no se quejaron por el ruido y no es que fuera algún tipo de música satánica, simplemente que a muchas personas le desagradan los ruidos fuertes. Antes era como Emily, me encantaba escuchar música a todo volumen, pero desde lo sucedido, aquella magia y alegría que me provocaba se apagó repentinamente que lo sentí como un golpe en el estómago.

Abrí la puerta y empujé, Emily iba saliendo del pasillo, me alcanzó para ayudarme con la bolsa y la llevó a la cocina. Solo llevaba puestos unos pantaloncillos cortos, una blusa suelta y nada más, ni siquiera llevaba pantuflas.

—¿Cómo te fue buscando trabajo? —cerré la puerta tras de mí. Solté un suspiro cansado y miré a Emily.

—No tan bien como me hubiera imaginado —me separé de la puerta y avancé hacia ella para servirme un poco de agua, ya que sentía la boca seca. Emily esperó que bebiera agua —. Hay muchos trabajos, pero algunos son en la tarde y los que son en la mañana pagan muy poco —solté el aire moviendo los cabellos de mi flequillo. Mis gafas se empañaron por algunos segundos.

—Oh...

—¡Pero encontré algo! Mira —saqué el móvil y le mostré la pantalla del empleo que llamó más mi atención.

—¿Empresas Turner? —Nos miramos al mismo tiempo.

—Sí, ¿tiene algo de malo? —sacudió la cabeza y me quitó el celular. Sus ojos iban de un lado de la pantalla al otro.

—No, no es eso... Es solo que esta es la empresa más importante en toda la ciudad... Que digo de la ciudad, en todo el mundo —miré la pantalla para saber por qué lo decía, pero no llegaba a comprender —. Mason Turner es demasiado sexy, millonario, soberbio, serio. Es una cajita de sorpresas —se mordió el labio con los dientes.

—¿Y con eso te refieres a que...? —indagué.

—Es un mujeriego, pero eso no quita que sabe manejar la empresa mejor que su padre y su hermano juntos. Es un ecologista, filántropo, playboy, millonario...

¡Entendí esa referencia a la primera!

—¿Cómo Tony Stark? —Emily abrió los ojos y me señaló con diversión.

—¡Sí! ¿También te gusta Marvel? —asentí con un poco de pena —. ¿Personaje favorito?

—Bucky Barnes —musité tan bajito que no logró escuchar lo que dije.

—¿Quién? —levanté la mirada. Tenía una ceja arriba.

—Bucky Barnes —dije un poquito más alto.

—¡Eres de las mías, Belle! Mi personaje favorito es Nat —le sonreí a Emily.

Ahora empezaba a creer que tenía mucho más en común con ella de lo que me pude llegar a imaginar. Tenía que darle una oportunidad a la amistad también. No todas las personas eran cómo Ivet o Connor, también existían buenas personas cómo Ted. Una de las ventajas de venir a este lugar era que nadie me conocía, mi pasado se quedó en Jesmond junto con las personas que me hicieron daño y no planeaba que regresaran a mi vida. Tenía que darme una oportunidad en la amistad si quería empezar de nuevo.

—Regresando al tema, si entras a trabajar a ese lugar te va a ir de maravilla. Conocí a un chico que estuvo trabajando como asistente del contador y platicaba maravillas de ese lugar, todo es tan moderno, la paga es buena, te dan regalos cuando ya llevas un tiempo ahí, hablaba muy bien de todos y de todo.

—¿Y el presidente? —alcé una ceja. No sabía casi nada del mundo de los ricos, así que desconocía todo lo que tenía que ver con ese tema.

—Patán, grosero, déspota, sexi —fruncí el ceño —. Eso dijo él y cito, "más caliente que el sol" y es hetero, eh, así que cuidado, porque puedes trabajar directamente para él —me regresó el celular.

—¿Crees que alguien como él se pueda fijar en alguien como yo? —Emily se cruzó de brazos mientras me echaba una mirada molesta —. ¿Qué?

—No eres fea, Belle, eres muy bonita y no sé si alguien como Mason Turner se pueda fijar en ti, pero estoy segura de que habrá chicos que sí lo hagan. ¿Tenías novio antes de dejar tu casa?

Tuve un vago recuerdo de ese novio que casi me destruye la vida o lo hizo porque después nada fue igual. ¿Por qué me seguía atormentando con esos recuerdos cuando dolían tanto y lo único que quería era olvidar para siempre? ¿Por qué pensaba en él cuando no debía hacerlo? Lo mejor para mí era intentar olvidar.

—No, no tengo novio.

—Estoy segura de que tuviste a alguien, pero ya dije que no me voy a meter a menos que tú seas quien me lo diga —buscó dentro de la bolsa de papel —. Amo este cereal, ¿me regalas? —se me figuró a una niña que quería comer algo que adoraba.

—Claro —le dije con una sonrisa.

Emily era muy bonita, cabello oscuro, piel blanca, un rostro perfecto con la nariz salpicada con diminutas pecas. Casi siempre vestía de color oscuro y le gustaba el rock. No dudaba que tuviera una banda y me lo dijera después, ya que casi todo se le olvidaba.

—Nuestra cena será este rico cereal y leche fría —sacó el cereal y la leche, cogió dos platos para cereales y sirvió en ambos platos, después nos sentamos en el sofá para ver la televisión.

No quise hacer más preguntas respecto a ese trabajo, aunque todo parecía perfecto, lo de la buena paga llamó mi atención porque a quien no le iba a gustar trabajar y ganar bien, además me quería comprar un auto y algunas cosillas sin gastar todo el dinero que me dejó mi madre. Le prometí que lo iba a usar para mis estudios y es lo que vine haciendo todo este tiempo. Con lo que me había dado Jennifer podía pagar otras cosas, sin embargo, tenía que comprar ropa, zapatos (y era adicta a los de lona), transporte y esas cosas que al final del mes son gastos que no le quería pedir a mi padre para ello. Ya había hecho demasiado por mí y quería darle un respiro a ese pobre hombre.

Mañana iba a llamar al número que había anotado y que fuera lo que Dios quisiera para mí, pero deseaba quedarme en ese puesto y aprender un poco más. Además, sería una gran ayuda para mi curriculum.

Antes de irme a dormir me cepillé los dientes y me desenredé el cabello. Estando en el baño escuché que mi celular timbró. Me acerqué a la cama mientras me trenzaba el cabello y miré la pantalla. No tenía el número registrado, pero estaba segura de que era Ivet. Una vez más molestando cómo siempre lo hacía.

¿Qué quería? ¿Por qué insistía tanto? Les dije que no hablaría y que me dejaran en paz. Después de todo lo que me hicieron tenían el descaro de buscarme para amenazarme.

Cogí el celular y bloqueé el número. No quería escucharla ni saber nada de ella. Ya me había hecho mucho daño. Estaba empezando una nueva vida y ellos ya no formaban parte de ella.

Mason

Vine a visitar a mis abuelos maternos, ya que ellos se encontraban solos después de la muerte de mi madre. No tuvieron más hijos, así que yo era todo lo que tenían y me gustaba pasar tiempo con ellos. Mi Yayo tuvo más hermanos al igual que mi Yaya, aunque ella tuvo solo una hermana, pero tenían su vida lejos de aquí. Lo que quería decir que por ahí tenía más familia, pero no me interesaba convivir con ellos.

Ambos eran unos artistas. Mientras que mi abuela tocaba el piano siendo una de las mejores pianistas que tenía esta ciudad, mi abuelo fue un gran conocido escritor. El arte corría por mis venas y era imposible no hacerle caso. Mi madre pintaba y era la mejor haciendo, fue lo que aprendí de ella.

—Me alegra que hayas venido —dijo mi Yaya. Se enganchó a mi brazo después de venir a recibirme a la puerta —. ¿Cómo estás? No te ves bien.

¿Cómo es que las abuelas o las madres se daban cuenta cuando un hijo o un nieto no se encontraba bien? Y cuidado con mentir porque olían las mentiras a miles de kilómetros.

—Yaya, estoy bien —le aseguré con una mentira que había venido diciendo años atrás —. No tienes que preocuparte por mí —palmeé su mano con delicadeza. Mi Yaya me miró. Tuve que esforzarme para no delatarme frente a mi abuela.

—No sé por qué nunca te creo por completo —exhaló —. Tampoco te voy a obligar a decirme algo que no quieres decir —caminamos hacia la mesa de jardín que tenía en medio de su hermoso y frondoso jardín que cuidaba ella misma.

Jalé la silla para que tomara asiento y la empujé al frente cuando se sentó.

—Eres tan guapo —dijo con toda sinceridad —. Tus ojos son iguales a los de tu madre —siempre que mencionaba a mi madre había una nota de melancolía en su voz y después en el ambiente —. Si mi Ceci estuviera viva estoy segura de que se sentiría muy orgullosa de ti.

Tal vez si mi madre estuviera viva, todo lo que sucedió años atrás se hubiera evitado.

Tal vez.

—¿Eso crees? —deslicé las manos encima de la mesa y cogí sus arrugadas y delicadas manos.

—No lo creo, Meme, estoy segura —le sonreí —. Eres bueno en todo lo que haces. Eres talentoso, sabes hacer negocios, las mujeres se mueren por ti. Solo tienes que decidirte por una de ellas y te aseguro que serás completamente feliz. No quiero morir sin ver a tus hijos.

—Sabes que eso no me interesa —le dije —. No pienso en tener una novia, mucho menos una esposa —lució un poco decepcionada por mis palabras —. No es una prioridad.

—Si tuvieras hijos serían hermosos cómo tú —negué y sonreí.

—Yaya...—le pedí.

—Está bien, no voy a insistir más. Pero sabes que me gustaría ver a mis nietos antes de partir —mis dedos apretaron mucho más fuerte su mano —. Ya no tengo treinta años.

—Aún eres joven y hermosa —sus mejillas tomaron un tenue color rosa —. No digas esas cosas —asintió.

—Me halagas mi nene hermoso.

—¡El postre ha llegado! —informó mi Yayo saliendo de la cocina. Caminó hacia nosotros y dejó la bandeja con el postre frente a nosotros.

—No te hubieras molestado —tomó asiento al lado de mi Yaya. El arroz con leche se veía rico y apetecible cómo cada que mi Yayo lo preparaba. Cada que venía a su casa se metía a la cocina para preparar este rico arroz con leche. También era el favorito de mamá.

—No es ninguna molestia, Meme.

Me sentía bien estando en su casa. Con ellos me sentía protegido y querido. Todo hubiera sido diferente si me hubiera quedado con mis abuelos y no con mi padre. Tal vez no tendría tantos traumas.

Después de comer el postre entré a la casa y le ayudé a mi Yayo a lavar los platos que ensuciamos. Vimos una película y mi Yaya se quedó dormida en el sofá. Mi abuelo la miraba con tanto amor y en ese momento deseé tener a alguien a quien mirar de esa manera, a quien amar con esa misma intensidad. Deseaba tener una compañera que me escuchara y comprendiera, que no me juzgara.

—Tengo que irme —susurré para que mi abuela no se despertara. Me levanté del sillón y mi abuelo se levantó después de mí.

—Te acompaño —le iba a decir que no, pero fue inútil al verlo a mi lado yendo hacia la entrada principal. Al llegar abrí la puerta y giré para ver a mi abuelo.

—Gracias por todo —le dije. Miré por encima de su hombro hacia mi abuela y después miré a mi abuelo.

—Soy muy afortunado, ¿no es así? —asentí.

—Tienes a la mejor mujer de todo el mundo —puso su mano en mi espalda, invitándome a salir de la casa.

—Eso dices ahora, pero cuando encuentres a esa mujer vas a pensar lo mismo de ella —llegamos frente a mi auto y nos detuvimos —. Y no digas que no —metió las manos dentro de los bolsillos de su pantalón.

—Ese tipo de relaciones no son para mí. No tengo el tiempo, ni la paciencia para mantener una relación así por mucho tiempo. El amor no se hizo para mí, Yayo —negó.

—Nunca digas "De esa agua no he de beber" —sacó una mano y la apoyó en mi hombro —. Mereces ser feliz, Meme. Con quien tú quieras. Cómo tú quieras. Pero mereces ser feliz —asentí.

—Ya veremos —aseguré.

—El día que decidas abrirle tu corazón a alguien sabes que será bienvenida a esta familia —abracé a mi abuelo para despedirme de él.

—Gracias, Yayo —golpeó mi espalda.

—Cuídate mucho, Meme —nos separamos, abrí la puerta y subí a mi auto.

Conduje en dirección a mi departamento. Me quité la camisa y los zapatos para estar más cómodo en mi casa. Desde donde se encontraba el departamento se veía la ciudad y por las noches la imagen era más hermosa. Me serví un poco de vino y miré el mensaje que Murray me mandó segundos antes.

"Jefe, mañana estará listo el suero"

"Te veo mañana por la noche"

Arrojé el celular a uno de los sillones. Fue todo lo que dijimos, ni él me respondió y yo no insistí en preguntarle como habían salido las cosas. Si me había mandado el mensaje es porque todo salió bien, o eso esperaba, porque de no ser así... Murray iba a conocer lo peor de mí.

Me miré en el espejo y detallé cada línea de aquel tatuaje, cada trazo, tenía un gran significado para mí, ya que era el recordatorio de que mi vida era una mierda y que eso no iba a cambiar por nada ni por nadie. No lo hice por Jessie, no lo haría por nadie.

Desde que mi madre murió y cuando mi custodia quedó en manos de mi padre llevé una mala relación con mi familia, no es que los odiara, pero tampoco les tenía tanto aprecio, ya que sentía y pensaba que por la culpa de esa mujer mi padre dejó a mi madre y por eso ella se dejó morir. Quizá también debía culpar a mi madre por no luchar, por preferir rendirse antes que pelear a mi lado, pero en su estado ya nada se podía hacer, el cáncer invadió su cuerpo a una velocidad alucinante. Desde ese día necesitaba un motivo para vivir, para sentir que valía la pena seguir respirando. Hasta este momento no había encontrado un motivo para continuar, solo había atracción, pero no ese sentimiento de pertenencia, saber que al otro día vas a despertar y esa persona va a estar ahí, que no va a salir corriendo, que yo no lo haría porque me gustaría estar a su lado todo el tiempo. Hacía tanto que no deseaba estar con alguien sin pensar en el sexo. Hacía tanto que no sentía que estaba haciendo algo bien y que después no vendría la culpa acompañada del asco y la vergüenza.

Solo pedía que si el amor era para mí se me diera una pequeña, una diminuta señal para terminar con esta mierda de una vez por todas e intentar ser un buen hombre, aunque estaba seguro de que eso no sería posible. No lograría matar al monstruo que vivía dentro de mí.

Jessie intentó ayudarme, pero ¿cómo podía ayudarme si ella se encontraba igual de rota que yo o hasta más? No me pudo ayudar porque yo no lo quise, porque en ese momento me fue más fácil para mí alejarla de mi lado y borrar todo rastro de mi existencia de su vida.

Cuando la conocí pensé que había encontrado a mi alma gemela, que había llegado a mi vida porque ambos estábamos igual de rotos y que tal vez estando juntos nos podíamos complementar. Era una niña destruida, vacía y sin esperanzas. Prácticamente, vivía en la calle, ya no quería regresar a su casa con el violador de su padre. Decía que prefería comer de la basura que comer en la mesa con el monstruo que abusaba de ella cada noche.

Jessie era bonita, de cabello castaño y ojos cafés. La piel bronceada y de cuerpo pequeño. Tenía dieciocho años, pero se veía más joven porque no se alimentaba bien, además de que se metía cualquier droga que la hiciera sentir mejor. Era inteligente y astuta. Usaba esas cualidades para robar, porque cómo dije de un tiempo para acá prefería vivir en la calle. Quise ayudarla y muchas veces la llevé a mi departamento cuando me salí de la casa de mi padre, pero ella siempre regresaba a la calle. Fue así por meses y cuando la vi muy mal la llevé a un centro de rehabilitación para que la ayudaran, ya que yo no pude hacerlo.

La última vez que la vi ella llevaba algunas semanas en ese centro. Ya no quería arrojarme a la cabeza lo primero que tenía a la vista. Se veía más tranquila, ya no estaba pasando por el síndrome de abstinencia. Estaba superando todo poco a poco. La miré a los ojos y me sonrió. Me regaló una de esas sonrisas que te alegran el corazón, aunque por dentro te estés muriendo.

—Gracias, Mason —musitó. Esbozó una dulce sonrisa en sus labios —. Gracias por todo. Tú también mereces ser feliz.

Fue todo lo que dijo y no dije nada más. ¿Qué le decía? No quería opacar su felicidad con mi tristeza. Jessie merecía ser feliz y yo no sería un impedimento para que lo fuera.

Estaba seguro de que su vida sería mejor sin mí y no me equivoqué. Jessie merecía ser feliz y no recordar nada de lo malo que pasó en su vida. Ella merecía solo cosas buenas después de toda la mierda que su asqueroso padre le hizo pasar. Su vida ahora era mucho mejor y nunca me iba a arrepentir de haberla dejado ir porque eso significó que pudo empezar de nuevo y hacer su vida cómo tanto quería. La quise. Y la quise mucho. La quise tanto que no fui egoísta y la dejé ir. Dejé que sanara las heridas de su cuerpo y de su alma para que continuara con su vida. Nadie iba a borrar por completo lo que vivió, pero sí podía empezar de nuevo.

Lo intenté, quise cambiar cómo ella lo hizo y olvidar, pero el rencor que sentía era más fuerte que todo lo que conocía. El odio era más poderoso y se había apoderado de cualquier buen sentimiento que alguna vez llegué a albergar. Ya no existía nada bueno en mí, todo estaba podrido y muerto. Yo estaba muerto en vida y la única solución que encontraba era mi venganza. El día que la obtuviera sería libre al fin y podría irme en paz. 

🐦🐦

¡Hola! Espero les haya gustado el capítulo. 

Recuerden dejar muchos comentarios y darle amor a nuestro bebé Mason y a nuestro hermoso pajarito. Siempre leo sus comentarios y les doy y trato de responder a todos, aunque me tarde un poco.

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