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Capítulo 26

La música se ha detenido de repente y ambos miramos hacia atrás para ver de qué se trata. Kevin viene corriendo a toda velocidad hasta nosotros y ojalá no se de lo que estoy pensando.

—¡Amy, es ella, no sé qué le sucede!

Sin pensarlo dos veces ya estoy dentro de la fiesta corriendo como loca buscando por todos lados y no la veo. Solamente en segundos la música estruendosa regresa, me desoriento un poco hasta que decido subir a su cuarto dónde la encuentro llorando y con el móvil aún en la mano.

—Felicia, ¿qué ocurre? —Está llorando, está llorando mucho. ¿Por qué llora?

—E-es mi pa-papá —dice en un susurro casi inaudible.

—¿Qué sucedió? ¿Qué te pasa? —Veo en sus ojos dolor y se revuelve el pelo nerviosa una y otra vez mientras las manos le tiemblan. Pasa algo grande.

—E-está en el ho-hospital. Tuvo un accidente.  —Trago saliva con dificultad e intento tranquilizarme. Lo que menos necesita ella en este momento es que yo también me ponga mal.

Escucho a los chicos llegar detrás de mí y me giro hacia ellos concentrándome en Kevin mientras abrazo a mi amiga.

—Vamos enseguida para allá. Kevin, ve a llamar a un taxi. Ale, ayúdame a sacarla de aquí.

Ambos chicos me asienten con la cabeza y nos apresuramos a montarnos en el auto lo más rápido que podemos, dejando la fiesta atrás. De camino al hospital nadie habla y el silencio es ensordecedor, pero es que ni yo sé que decir en este momento. Las palabras no me salen y me estoy comenzando a impacientar. Llegamos al hospital y allí ya están su madre y su hermana, con las cuales no tengo una buena relación debido a todo lo que le han obligado a Felicia. Me limito a saludarlas con un "hola" y me siento lejos de ellas. Al lado mío está Alejandro y en frente de Felicia está Kevin. Ella no habla nada con sus familiares ni se acerca siquiera, pero la veo intranquila y con ganas de saber cómo está la situación. Kevin la abraza por los hombros y veo como su pecho vuelve a subir y bajar con normalidad.

Han pasado tres horas desde que llegamos aquí y no nos han dicho nada, absolutamente nada. El sueño nos está venciendo y no podemos más. Ya es como la quinta vez que Alejando me dice que mejor nos vamos, pero es que no quiero dejarla sola y se nota que Kevin tiene el mismo plan que yo. Me quedo dormida quizás por unos minutos  y me despierta Felicia tocándome el hombro.

—¿Qué han dicho? —le pregunto al abrir los ojos y orientarme un poco.

—Aún nada, pero el doctor me sugirió que nos fuéramos a casa. Dice que quedó devastado y que son operaciones de alto riesgo, así que se demoran. —Escucho su voz quebrada y me acomodo rápido en el asiento.

—¿Cómo estás?

—Estoy. Ahora lo único que quiero es descansar. Prefiero que vayamos a mi casa y que te quedes allá conmigo.

—Está bien, hago lo que sea para que estés más tranquila. —Me levanto rápido del asiento y los ojos de Ale se conectan con los míos.

—¿Y nosotros que hacemos?

—Vayan a sus casas a descansar, si tenemos noticias les decimos —responde Felicia mientras salimos los cuatro hacia afuera.

—Está bien. Llámennos si necesitan algo —Kevin le da un beso en la frente y Ale hace lo mismo, asentimos con la cabeza y ellos son los primeros en irse.

Caminamos hasta casa de Felicia y al llegar nos encontramos con el desastre del siglo. Después de la fiesta de esta anoche esto quedó hecho un asco. Nos dispusimos a recoger todo y luego de dos largas horas Felicia decide intentar dormir. La acompaño al dormitorio y ella se acuesta. Me quedo sentada al lado de ella haciéndole mimos para intentar que se quede dormida. Un momento después me agarra la mano sorprendiéndome.

—No le pasará nada a él, ¿cierto? —pide entre sollozos. Escucharla así me lastima, me lastima demasiado. Sé cuánto ama a su padre y sé que ahora está con el miedo de que todo se desmorone.

—Claro que no. Si sucede algo, que no pasará, yo siempre estaré allí para ti. — Incrementa su agarre y veo las lágrimas salir.

—¿Me lo juras? ¿No me vas dejar ?

—No te dejaré sola nunca.

Después de eso se queda dormida profundamente. Me quedo mirándola unos minutos y seguidamente me levanto para irme hacia mi casa.

Luego de un interrogatorio de mis padres logro llegar a mi cama para descansar e intentar reponer fuerzas de todo:  la fiesta, el hospital y Alejandro. Me quedo dormida, pero unas horas después me despierta el sonido de mi móvil.

Ale:
¿Qué tal estás? Me tienes preocupado, no sé de ti desde anoche y no pienso volver a perderte. Te he extrañado.

Leo el mensaje sin poder evitar sonreír ante todo lo que está ocurriendo. Paso mi dedo por encima de lo último y  empiezo a escribir en respuesta.

Yo:
Yo estoy bien, la que me preocupa es ella. ¿Y ustedes cómo están?

Ale:
Nosotros estamos bastante bien, pero no creas. Kevin no lo está del todo, tiene muchas ganas de verla, pero ya sabes cómo es él. No demostrará nada si no está seguro.

Yo:
Él sabrá lo que hace, no estoy segura aún de qué es lo que sucede con ellos pero opino que ya nos enteraremos.

Yo:
También te extrañé muchísimo pero opino que tenemos una conversación pendiente sobre el por qué acabaste con todo.

Apago el móvil y me dispongo a desvestirme cuando escucho el sonido de una notificación, seguido por una llamada de Felicia. Agarro el móvil rápido y decido contestar con el presentimiento de que no será algo bueno.

— ¿Qué pasa Fel?

—¡Me llamaron del hospital, algo va mal! — Escucho sus gritos del otro lado de la línea junto al llanto.

—Espera, no te entiendo bien, relájate. ¿Qué te dijeron?

—¡Qué fuera urgente al hospital! ¡Llamé a Kevin para que nos llame un taxi! ¡Te espero aquí!

No me da tiempo a decir más nada. Me apresuro en vestirme y salir corriendo hacia su casa. Al llegar Kevin ya se encontraba allí y nos  apuramos para llegar enseguida  al hospital.

Cuando llegamos toda la familia se había reunido por un llamado del doctor que después de unos segundos apareció con el nerviosismo y la pena en su rostro joven.

—¡Díganos, doctor! ¿Qué sucedió?— exclama la madre de Fel preocupada. Su cara está demacrada por no haber dormido lo suficiente. El doctor baja la mirada y toma aire antes de seguir.

—Lamentamos informarles que la reconstrucción de los órganos internos se vio en serias complicaciones. El paciente falleció a las seis horas de operado. Lo sentimos mucho.

Vemos a Felicia por primera vez en la vida derrumbarse. Sus manos tapan su cara mientras sus familiares gritan y lloran fuertemente. Me concentro en ella y me giro para darle un abrazo.

—¡Me dijiste que nada pasaría! ¡Me lo prometiste! —inquiere ahogada en sus propias lágrimas y apartándome.

Vuelvo a intentar abrazarla y  comenzamos a llorar juntas mientras intento que no se desarme más de lo que se encuentra. Kevin nos abraza y lo siguiente que recuerdo somos nosotros en casa de Felicia sentados mirando "a lo lejos" esperando a que alguien rompiera el hielo.

—El silencio me ensordece —suelta mi amiga de momento y todos nos giramos hacia ella.

—Y a mí. —dirijo mi mirada a Ale y este me da una sonrisa.

—¡Ay, ya! Dejemos la cara de funeral que me dió hambre —suelta ella con una sonrisa.  Los ojos se me llenan de lágrimas al ver lo fuerte que está intentando ser para nosotros y sobre todo para no reprimirse al pasado.

—Voy a cocinar algo. ¿Tienes comida en la nevera? —le pregunta Ale levantándose rápidamente para comenzar a preparar algo de comer después de casi cinco horas.

—Sí, ahí hay comida suficiente y si me disculpan voy al cuarto a cambiarme de ropa que huelo a hospital.

Felicia se gira sin más para ir a su cuarto cuando vemos que Kevin le agarra desde la silla—. ¿Segura que estás bien?

—Tranquilo, estoy bien. ¿Quieres acompañarme a cambiarme de ropa?—comenta con cara pícara.

—Será un placer. —Se levanta con una sonrisa y caminan juntos hacia su cuarto.

—¡Pongan el silenciador! —les grita Ale desde la cocina.

Se van riéndose y me levanto a ayudar con la comida. Luego de una media hora los tortolos vuelven y nos ayudan a poner la mesa. Mientras comemos hablamos de cosas normales, nadie toca el tema hasta que ella misma lo hace.

—¿Saben? Yo sabía que iba a pasar —La miramos todos y ella continúa—, sabía que papá tenía un problema con el alcohol y que eso saldría para pasarle la cuenta.

No decimos nada, así que ella concluye tras escuchar nuestro silencio—. El día en que me muera no quiero que nadie me llore, porque los voy a estar observando desde el cielo y si me lloran, les tiro un aguacero.

Nos reímos y seguimos comiendo entre plática y plática. Con estos, ya tengo la vida echa, ¿a qué sí? Con personas fuertes como estas todo se puede en el mundo.

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