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19

Horas, no minutos.

Dejé que Jisung y Changbin siguieran de amigos en la piscina, en cuanto a mí, fui directo al bar del hotel y pedí el trago más fuerte que tuviera.

Escoció mi garganta como si me estuvieran fusilando en ese preciso momento, pero no era nada comparado con la vergüenza que sentía. Se suponía que era mi luna de miel con Changbin, no entendía por qué Jisung tuvo que venir a arruinarlo todo. Era mi amigo, gracioso y un chico estupendo, pero no era el momento más adecuado para venir a "animar las noches", de eso me podía encargar yo sin la ayuda de nadie.

De pronto, mientras bebía, sentí una mano delicada en mi hombro. Supe de inmediato que no era Changbin, él sólo iba y me gritaba, o me golpeaba en el hombro o cualquier tipo de cosa infantil que por más años que pasaramos juntos, nunca dejaría de hacer como si fuéramos los mismos niños de diez años.

Giré mi cabeza lentamente y me encontré con una chica rubia, más o menos de la misma estatura que Yeji, pero con unos ojos pardo muy profundos y bonitos. Sin embargo, era muy femenina y seductora, no tenía la gracia y simpatía que desbordaba mi esposo.

—¿Qué hace un chico como tú bebiendo a estas horas? ¿Quieres que te acompañe? —me habló en inglés. Debía tener más de veinte años, se le notaba en la mirada y en la voz. Además, parecía dispuesta a todo porque la invitara a una copa.

No me apetecía hablar con ella, pero tampoco estar solo bebiendo como un condenado horas después de bajarme de un avión, así que no reclamé cuando ella se sentó en la silla que estaba a mi lado.

—¿Cómo te llamas? —me preguntó. Me miraba de arriba abajo, analizando la ropa cara que la madre de Changbin me había regalado para el viaje. Seguro pensaba que era su día de suerte.

—Lewis —mentí

Lewis era el nombre internacional de Changbin, no creía que se enojara si tomaba prestado su nombre para burlarme de una cualquiera por unos minutos. Estaba seguro que si fuera Changbin, me hubiese regalado encantado toda su identidad, le fascinaban este tipo de bromas.

—Yo soy Roa —traté de disimular mi asombro lo mejor que pude, a veces para esas cosas era bastante bueno, para ocultar mis sentimientos.
—¿No eres de aquí, Lewis?

—No, soy mitad de Australia y mitad de Corea —cada vez se acercaba más hacia mí y recargaba todo su pecho sobre el mesón del bar, su escote resistía todo lo que podía por no reventar frente a mí.

—Yo soy de Boston, Massachussetts —comencé a odiarla tan rápido como hablaba. Me contaba cosas que no preguntaba y eso era desagradable. Entonces cerca de la entrada al bar, divisé la cabellera rubia de Changbin. Ya no estaba con Jisung y parecía algo pérdido, seguramente no sabiendo a dónde ir o que hacer.

Deseé que dejara de lucir como un niño extraviado para que me fuera a rescatar de esa bruja que tenía a mi lado, que se las arreglaba para seguir hablando de sí misma sabiendo que no la estaba escuchando. Pero Changbin no era así, él era un chico todavía.

Y no sabía si amar u odiar esa parte de él. Finalmente, me vió. Y agradecí la distancia que nos separaba, porque pareció que un aura oscura lo rodeó de repente y que todo su rostro se ponía pálido. Ni siquiera esperó o esquivó a las personas que se le cruzaban, caminó a toda prisa y con decisión hacia mí. Le sonreí como nunca cuando estuvo lo suficientemente cerca como para distinguir las expresiones de mi rostro, le dediqué la sonrisa más inocente y a la vez burlona del mundo. No planeé causarle celos, pero era una pequeña venganza por lo de Jisung.

—¡Lix, cariño, te estaba buscando! —exclamó en Coreano. Roa se dio vuelta a mirarlo y se tapo la boca para reírse de Changbin. Al parecer entendió.

Eso no me lo esperaba, Changbin tampoco.

Pero me enfadó muchísimo.

Se había burlado de la camisa floreada de Changbin, el mismo que yo elegí para él.

—No admiten niños en el bar, ¿por qué no te vas a buscar a tus padres en la piscina? —le dijo a Changbin.

—¿Y por qué no te vas a ahogar en ella? —le interrumpí. Me miró incrédula y muy ofendida, seguro nadie en su vida se había resistido a sus encantos. Lástima que yo tenía ojos para un solo chico.

—Chico malo, me agrada —dijo Changbin. Ambos no reímos de sus palabras y él se apoyó en mi hombro para no caerse de tanto reír.

Roa no parecía entender que sucedía.

—Lewis, ¿qué está pasando aquí? ¿Por qué te dijo "Lix"? ¿Are you gay?

—Lo siento, es que está un poco loco —Changbin aguantaba las ganas de volver a reírse, pero en cambio, me siguió el juego. Al final Roa se fue indignada y un camarero nos echó del bar.

Nuestras carcajadas se oían por toda la isla. Admitía que el alcohol que bebí hizo su parte para decir tantas tonterías juntas, pero fue más el saber que Changbin se burlaba conmigo de esa chica lo que me hizo feliz. No estaba enojado y se lo había tomado con humor. A veces era bueno la versión infantil de él.

—Así que... Lewis, ¿quién era ella? —me preguntó de todas formas después de que el camarero nos echara y nos prohibiera volver al bar.

—Roa —le dije como si nada. Comencé a caminar hasta llegar al ascensor, Changbin me siguió el paso y me tomó de la mano. Acaricié sus dedos, disculpándome por lo sucedido en el bar, y él hizo lo mismo, cosa que interpreté por lo ocurrido con Jisung. Las puertas del ascensor se abrieron y subimos a nuestro cuarto, que estaba en el octavo piso.

—¿Y de dónde salió esa tal Roa? —insistió con el tema. Tal vez si estaba celoso, podía notar cierto brillo en sus ojos y no eran de felicidad.

— No lo sé, si me lo preguntas así, la verdad es que tampoco me interesa.

Eso no pareció convencerlo, pero no dijo nada hasta que nos bajamos del ascensor y estuvimos dentro de nuestro cuarto.

—¿Y Jisung? —inquirí cuando lo recordé.

—Oh, se fue a su hotel.

—¿No está aquí? —eso no me lo esperaba.

—Claro que no, dijo que por más que quisiera, no podría dormir sabiendo que sus amigos estarían disfrutando de su luna de miel a metros de su habitación, así que se hospedó en otro. Además, vino con un chico.

Y sabía a quien se refería, era Minho.

Jisung siempre fue acelerado en las relaciones, varias veces estuvo a punto de pedirle de rodillas matrimonio a cinco chicos en un año creyendo que eran su verdadero amor. Sólo esperaba que no ocurriera lo de años anteriores. Que sacara su lado infantil demasiado pronto, eso asustaba un poco a los chicos.

—Bien por nosotros —dije. Nos acostamos en la cama, tenía todo ordenado y no teníamos nada planeado para hoy, las actividades y esas cosas comenzarían mañana, y la verdad, estaba bastante nervioso. Encendimos la televisión, pero pronto dejamos de prestarle atención. La tensión y la incomodidad eran latentes, quería muchísimo acercarme a él, pero tenía miedo.

—Hyung... pediré algo de comer  —sentí cuando rompió el silencio, se levantó y pidió el servicio a la habitación. Después de diez minutos, nos dejaron una bandeja con comida suficiente para una semana. Lo primero que vi fue en el vino, no acostumbraba a beber, pero los nervios podían conmigo. Changbin también bebió, lo que me sorprendió, ya que él no lo hacía desde que nos emborrachamos en el campamento. O al menos no de esa forma, bebió tanto como yo y terminamos tirados sobre la cama partiéndonos de la risa.

—Lewis, ¿tú sabías que estoy casado? —decía con una voz somnolienta y embriagante, como si estuviera a punto de dormirse.

—No, ¿con quién te casaste? —le pregunté, sabiendo que se refería a mí.

—Con un chico, tiene un lindo cabello plateado casi negro. A veces creo que su cabeza no aguantará tantos tintes y un día de estos ¡Bum! Explotará —me dedicó una sonrisa y se colocó sobre mí, me abrazó y reposó su cabeza en mi pecho.

—Debe ser muy feo —le dije, casi perdiendo el conocimiento.

—No lo es, pero tú me recuerdas a él... ¿sabías, Lewis? Tu voz, es muy parecida... —por un momento pensé que se había quedado dormido, no se movió ni volvió a hablar por varios minutos, y se quedó allí acostado sobre mí. Hasta que se removió y susurró bien bajo:

—¿Lewis, quieres ser mi amante? Pero no se lo diremos a Felix, o te mataría.

Me hizo mucha gracia que me dijera eso, su voz sonaba como si estuviera en una misión secreta y mientras lo dijo se había encargado de desabrochar el cinturón de mi pantalón. Si hubiera estado sobrio, me habría dado vergüenza, como esa vez que estuvimos a punto de hacerlo pero se cortó la luz. A pesar de no tenerlo en esos momentos, lo detuve, no dejé que me quitara los pantalones.

—No, no quiero ser tu amante.

—Como quieras, porque yo tengo a Felix.

—No creo que quiera nada contigo después de que le diga que quisiste ser mi amante —enarcó las cejas y se acomodó hasta quedar con sus labios rozando los míos.

—Yo creo que eso no le importará.

—¿Cómo estás tan segu... —y tuve que dejar las palabras en el aire, porque su trasero en mi entrepierna y sus labios en mi boca fueron suficientes para callarme. Podría estar ebrio hasta confundir mi nombre y pensar que de verdad era ese tal Lewis, pero lo que sucedió después jamás lo olvidaría. Por más deseos que tuviera que fueron un momento dulce y especial para Changbin, él parecía tener otros planes. Y no iba a discutir con mi esposo tan pronto, por supuesto que no.

Después de un rato, me puse hombre y tomé las riendas de la situación. No dejaría que alguien como Changbin me controlara. Lo haríamos, lo ibamos a hacer, tener sexo por primera vez.

Sin dejar de besarlo, me impulsé y quedé sobre él. Después las cosas sucedieron muy rápido: en minutos nuestra ropa estaba desparramada por cualquier lugar de la habitación y yo tenía a Changbin bajo mi poder, gimiendo en mi oído y rasguñando mi espalda.

Luego de un rato, llegué al glorioso momento en que grité y supe que lo estaba haciendo con él, sin protección ni nada sólo porque ya teníamos el derecho de hacerlo como quisiéramos, cuando quisiéramos y donde se nos diera la gana. Fue como despertar de un limbo, ya que al darme cuenta, la habitación parecía muy ruidosa y estrecha, como si hubiésemos estado encerrados durante horas.

Miré a Changbin a los ojos y me dí cuenta de que el efecto del alcohol había desaparecido hace bastante rato, tenía los ojos vidriosos pero sonreía igual. Enterró su rostro contra mi cuello y se quedó así, respirando contra mi piel sin mover ni un músculo.

—Creo que debíamos casarnos hace años —me dijo de pronto. No evitamos reírnos. Noté que las sábanas estaban húmedas y pegajosas, pero no me dio asco.

—Entonces agradezcamos habernos casado tan pronto —añadí.

—¿Qué hora es?

—Son las... —observé el reloj que estaba colgado en la pared, más creí que estaba malo. Hasta miré por la ventana -olvidamos correr las cortinas- y me dí cuenta que en realidad no estaba averiado... —Son las ocho.

Changbin se separó un poco y me miró algo dudoso.

—¿A qué hora subimos aquí?

La verdad, no lo sabía. Sin embargo, cuando subimos el sol aún no alumbraba bastante.

Así que nos quedamos en silencio durante largo tiempo, sin saber que decir. Estaba asombrado, algo que pareció haber ocurrido en un momento, al parecer demoró unas cuantas horas.

Nada mal, Lee. Nada mal.

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