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18

Entrometido.


Desperté a Changbin con una patada en la pierna. Fue suave, nada violento, tampoco quería agredirlo. Pero eso no lo convenció cuando por accidente terminé botándolo de la cama.

—¡Me las pagarás, Hyung! —rugió levantándose con rapidez y abalanzándose sobre mí—. ¿Por qué hiciste eso? —La posición no era muy sutil, se había lanzado y se subió a mi torso, con ambas piernas a mis costados. Seguro que su idea era que yo no me escapara, pero a mí se me ocurrían miles de ideas más y no estaban involucradas con su propósito.

Pero me contuve, porque hoy era el día.

Lo tomé de la cintura y con un movimiento delicado lo bajé de mí. Me miró perplejo, ni siquiera dio indicios de ejercer fuerza o de que él pesará.

—Cálmate, Changbin. ¿A caso no recuerdas que día es hoy? —entrecerró los ojos e hizo memoria. Sonreí al verlo tan concentrado y aparté un mechón de cabello de su frente.

—Sábado —respondió finalmente.

—¿Y qué hay este sábado?

—¡No lo sé! Lo único bueno de ser sábado es que no hay escuela, que terminamos el año escolar ayer y que.. ¡Oh, por Dios! ¡Nuestra luna de miel!

Se tapó la boca con las manos del asombro, y de la torpeza de no recordar un día como este. Aún me pregunto cómo es que llegó a la boda correcta.

Le aparté las manos y me incliné sin apartar mis ojos de los suyos, él no parpadeaba, sólo se limitaba a mirarme con una intensidad que nunca antes había distinguido antes. Mis más profundos pensamientos deseaban que fuera por la misma razón por la cual me he contenido todo este tiempo. Ladeé la cabeza y lo besé no como otras veces. Este beso era especial porque ambos sabíamos que después de este viaje no volveríamos a ser los mismos. No me separé hasta que Changbin lo hizo por falta de aire, me quedé mirándolo unos minutos más, como intentaba pasar desapercibido el sonrojo de sus mejillas. Era irrelevante que llevásemos una semana de casados, yo desde hace mucho años que conocía el significado de cada uno de los gestos y expresiones de él.

—El vuelo sale a las diez, y son las ocho. A menos que queramos esperar el siguiente vuelo que es dentro de dos días más, será mejor que nos demos prisa —le dije. Changbin se levantó de la cama de un salto, corrió hasta su armario que compartimos y sacó toda la ropa que encontró.

—Bin... allá hará calor, no creo que necesites un abrigo.

—Uhmm... cierto —vaciló unos segundos, dando vueltas por la habitación, hasta que se decidió y del otro armario que tenía, sacó decenas de camisetas, shorts, uno que otro chaleco y zapatos. Sacó la maleta que tenía debajo de la cama, todo eso en un minuto lo metió dentro sin doblar u ordenar, la cerró. Y ahí tenía todo listo para un viaje de dos semanas al caribe.

—Nunca cambiarás —le dije.

—¿Y tú? No puedes decirme eso, tú estás allí acostado como si fueras un rey, ¡Haz tu maleta!

—Hice mi maleta hace dos días, arreglé los papeles para que llegásemos al hotel y también arreglé unas reservaciones para los pasaportes de ambos, reservé transporte cuando visitemos distintos lugares del caribe.

Se quedó en silencio, observándome de arriba a bajo mientras yo le sonreía con sorna.

— Me he casado con una agenda humana —dijo al final.

No me ofendí por su comentario, a menudo le hacía referencia sobre su torpeza o la falta de organización que tenía, y sabía que estaba mal ser cruel con él, en especial porque lo amaba y era mi esposo, pero llevaba años siendo distante con Jisung con el motivo de ocultar mis sentimientos, que se volvió una mala costumbre después de un tiempo. No lo hacía con querer, lo menos que quería era lastimar sus sentimientos, ya que me sentiría inmensamente miserable si eso ocurriera. Por eso, aceptaba con una sonrisa los insultos que se le ocurrieran.

—De todas formas, no te quedes allí. Ayúdame a ordenar mis cosas.

—¿Cuál es la palabra mágica? —hizo un mohín de decirlo, pero prefirió hacerse el desentendido y me dedicó una mirada asesina.

— Ahora Felix.

—¿Y el "Hyung"? igualmente, no, gracias. Estoy muy cómodo aquí, en nuestra cama con las sábanas tibias, y el colchón tan suave...

—¡Por favor! ¡Abracadabra! ¡Te amo! ¡Te lo suplico! Vamos, una de esas tiene que ser —exclamó algo más desesperado. Él era un desastre.

Y lo mejor es que ahora era mi desastre.

—La palabra mágica fue la tercera, y como la dijiste... te ayudaré —sonrió aliviado y me levanté.

Acomodé su ropa, también la doble y le elegí algunos conjuntos con los que sabía se vería hermoso. Nos vestimos en silencio hasta que bajamos a desayunar. Allí nos esperaban todos, desde MinYi la cocinera que  entregaba las galletas con la ilusión de conquistar a Changbin de niños, hasta mis suegros y mi madre.

—¡La pareja del año! —exclamó mi suegra y dio pequeños saltos de la emoción. Yeji le dijo que se calmara y su madre le respondió con un divertido "No seas amargada, Jinnie".

Desayunamos rápido, no teníamos mucho tiempo. No nos entretuvimos con despedidas muy largas ni sentimentales, volveríamos en dos semanas así que no era algo definitivo.

Él no me dejó conducir de camino al aeropuerto, seguía sin confiar en mí a pesar de haber sacado mi licencia esa semana. Llegamos justo a tiempo para procesar los documentos y pasar las maletas, abordamos el avión casi corriendo mientras la voz monótona de una mujer anunciaba que en cinco minutos el avión despegaría.

—Genial, iremos al Caribe —dijo Changbin cuando el avión se puso en marcha.

—Para pasar nuestra luna de miel —añadí, acariciando su mano en su regazo. Pero éstas le temblaban y las tenía sudorosas. Supe que estaba nervioso, incluso más que yo de pasar dos semanas solos sin nadie conocido a nuestro alrededor, de saber que ya éramos mayores de edad y casados. Podíamos hacer cualquier cosa, la que quisiéramos y nadie nos podría regañar. Yo también comencé a ponerme nervioso.

Pasamos todas las horas de vuelo durmiendo. Antes que mi celular se quedara sin señal, recibí un mensaje de Jisung que decía:

"Nada de sexo en el avión, es... es muy antihigiénico. Esperen a que estén en el hotel :D"

Me hicieron guardar el celular antes de que tuviera la oportunidad de responderle con un grandísimo "IDIOTA".

Changbin se durmió en seguida sobre mi hombro. Me puse a pensar que si las cosas seguían así él se transformaria en una especie de esposo-hijo a el cual tendría que proteger. Me encantaba tenerle a mi lado, pero lamentablemente no podía cuidarlo como a un niño. Tendría que madurar. Ni siquiera pude cuidar a mi madre cuando mi padre la abandono. No era la persona más indicada para proteger a Changbin. Lo amaba y estaría a su lado siempre, pero tenía que admitir que no era el eslabón más fuerte de esta relación. Organicé la boda, la luna de miel y todo eso sacando la mejor calificación de mi clase, pero esas cosas no implicaban velar por los sentimientos de Changbin, la persona más importante para mí.

Así que tenía dos opciones, aprender a cuidarlo o que él madurará. Y no sabía cual de las dos era más utópica. Sin embargo, haría todo lo imposible por que esta relación funcionará. O dejaría de amar a los gatos y Changbin de creer en las hadas.

El avión se deslizó al aterrizar, fue tan suave que no sentí cuando tocó piso firme y una azafata nos tuvo que despertar. Lo primero que notamos fue que hacía mucho calor. Al bajarnos, nos recibieron con unas guirnaldas florales que nos colocaron en el cuello. Changbin lucia radiante, el ambiente, las flores, el clima, las cosas que descubría en estas islas se notaba a kilómetros que era lo suyo, así que yo también sonreí cuando nos indicaron que recogiéramos nuestras maletas para ir al hotel y luego visitar la playa para una fiesta de bienvenida que hacían para los turistas.

—¿Crees que habrán bailes y esas cosas? —me preguntó cuando nos subimos a un taxi enviado por el hotel.

—No lo creo, esto no es Hawai, sino el caribe —me golpeó en el hombro y beso mi mejilla enseguida.

—Ya lo sabía, te estaba poniendo a prueba solamente.

Ambos reímos de su mentira.

Me ocupé de todo lo demás, le dije a Changbin que pedía ir a dar un paseo por la piscina del hotel mientras yo acomodaba nuestras cosas. No se opuso y salió corriendo a jugar con el agua.

Nuestro cuarto era grande, mucho más que el de Changbin en su casa.

Tenía una cama matrimonial enorme, y casi una sala de estar. No demoré demasiado en acomodar las cosas. Bajé cuanto antes a la piscina a hacerle compañía a Bin, estaría solo y no conocía el idioma y a menos que alguien le hablara en coreano, estaría perdido.

Pero lo que vi fue totalmente distinto a lo que yo imaginé. No estaba solo, sino que conversaba con alguien con los pies sumergidos en el agua. Por la distancia no pude ver quien era, pero estaba seguro que era un chico. Y recordé el día que coqueteo con ese chico en aquella tienda y me enojé y lo ignoré alrededor de un mes. Fue el peor mes de mi vida, tener que soportar a Lisa y agonizar por no permitirme si quiera a mirar a Changbin por orgullo.

Y ahora sucedía lo mismo.

Con la indiferencia de que antes sólo éramos prometidos, ahora éramos marido y esposo, algo legal. Y no podía engañarme, no podía conversar con otros chicos sin mi permiso, simplemente no podía. Yo no miraba a otros chicos, eran invisibles antes mis ojos ¿por qué él no podía hacer lo mismo con los demás?

Caminé a toda prisa, necesitaba alejarlo de aquél estúpido.

Él era mío.

No me preocupé de verle el rostro a ese idiota, sólo lo empuje al agua y tiré del brazo a Changbin para que se levantara y se fuera conmigo.

—¡Hey, Felix! ¿Qué te sucede? —me preguntó, como si fuera complicado entender.

Me reprimí, no le gritaria. Jamás lo haría.

—No hables con otros chicos, es nuestra luna de miel. Nuestra —le dije en un susurro para que las demás personas que observaban mi ataque de celos no se enteraran lo que ocurría, aun que tampoco lo entenderían, al parecer ninguno era coreano.

—¿Otros chicos? —dijo incrédulo.

—¿A quién llamas "otro chico"? ¡Se terminó, quería ser tu amante, pero ahora no! ¡Lo nuestro acabó, Felix!

Esa voz, esos gritos y esa actitud.

Changbin sonrió y acarició mi mejilla mirándome con ternura. Me dio la mano y la apretó fuerte, como cuando yo lo hacía para disculparme.

Jisung salió del agua, con la ropa empapada y me fulminó con la mirada.

—¿Por qué hiciste eso, Felix? ¡Creí que teníamos algo especial!

Pero no pude responderle, es que no era posible que él estuviera aquí.

—¿Que haces aquí, Jisung?

—Pues, animar sus noches —gritó

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