17
Secuela de desastres.
Acaricié la mano de Changbin. Ahora no lo hacía porque quisiera pedirle perdón, como acostumbré todos estos años, sino que lo hice para que supiera que estaba allí con él, a su lado y que desde este día no lo abandonaría.
—Lixie Hyung, no te duermas con el traje puesto —me dijo Changbin cuándo me acosté en "nuestra" cama. Veía las cosas como si estuvieran cubiertas de una neblina brillante y espumosa, lo único que distinguía era lo bello que seguía luciendo él a pesar de estar cansado por un día tan agotador como nuestra boda. El alcohol se me subió a la cabeza enseguida, deseaba tenerlo entre mis brazos como antes, de verdad lo deseaba. Pero reprimir mis impulsos y mantuve el poco autocontrol que me quedaba para quitarme el traje y ponerme la pijama.
—Por dios, estás tan ebrio. Juraba que volverías a besar a Jisung —no entiendo de que estaba hablando, y ¿yo besar a Jisung? Él me besó a mí.
—Soy irresistible, lo siento —río conmigo y se quitó el traje frente a mis ojos. Quedó en ropa interior y abrí los ojos ante la confianza que teníamos de pronto. Él se dio cuenta e hizo una mueca.
—Ya estamos casados, es legal. Además no es la primera vez que me ves así, si mal no recuerdo: estuvimos desnudos en esta habitación hace un tiempo —me perdí en ese glorioso momento. Aún siento los nervios a flor de piel y las imágenes eran tan nítidas dentro de mi cabeza que por culpa del alcohol me quedé imaginando y recordando lo que pasó y lo que pudo haber pasado.
—No seas un pervertido, Hyung —Changbin me lanzó una almohada al darse cuenta de lo que pasaba por mi mente. Me reí y lo invité a acostarse a mi lado.
—Disculpa, pero ahora "es legal" —le respondí con sus propias palabras.
(...)
Al otro día, mi cabeza era una bomba de tiempo. Beber dos noches seguidas no era lo más recomendable, pero se me quitó todo el dolor -o me obligué a dejar de quejarme cuando no vi a Bin a mi lado.-
¿Había sido un sueño?
Oh no, ¿y si soñé todo? ¿Si soñé que finalmente me había confesado y que nos casamos? No podría seguir viviendo así.
—¡Felix, es el día! —exclamó alguien. Era la voz de Yeji, que entró deprisa a mi habitación con los ojos tapados por su mano y se puso a dar saltos en el umbral.
—¿De qué día me hablas? —le pregunté asustado.
—¡Del cumpleaños! —gritó. Y mi vida se vino abajo. Todo había sido un sueño. Jamás besé a Changbin , jamás me confesé, jamás nos casamos.
Frote mis ojos, arruinado como estaba no quería celebrar mi cumpleaños otra vez. No sería capaz de confesarme en la vida real. Por supuesto que todo había salido de las mil maravillas y me había casado con Changbin, todo porque lo soñé.
—Jinnie, hermosa, no estoy de ánimos —le dije abatido. Sólo quería quedarme acostado hasta que me consumiera en mi miseria y muriera.
—Pero Bin te está esperando con el desayuno listo, se enojará mucho si sabe que no quieres celebrar su cumpleaños.
Me levanté de golpe—. ¿Su cumpleaños? —susurré.
—¡Lo olvidaste! Te va a matar. Estaba muy emocionado de que la boda fuera un día antes de su cumpleaños.
¡Claro! Era el cumpleaños de Binnie, lo había olvidado por una milésima de segundo por culpa de la resaca y los preparativos. Él tenía todo el derecho a matarme. Pero si mis veinte ya pasaron, eso significaba que en realidad me había casado con él, y que esto de la boda era la realidad y que pasaría el resto de mi vida con Changbin.
—De acuerdo, dile que bajo en cinco minutos.
Yeji se fue algo confundida, pero no le dio importancia.
Dios, estaba casado. Miré mi mano y en efecto, ahí estaba el anillo que confirmaba mis deseos. No podía estar más feliz.
Me vestí rápido, pero ordenado, no quería causarle una mala impresión a "mi esposo" en nuestro primer día como matrimonio. Pero me detuve en seguida, no le tenía un regalo. Era un idiota, ¿cómo se me había olvidado esta fecha?
Al menos no podría asesinarme hasta mañana, nuestros cumpleaños seguían siendo días de tregua.
—Hasta que al fin te decidiste en bajar. Tus ronquidos ya me estaban poniendo nervioso —me dijo en cuanto me vio entrar al comedor. Estaba solo sentado frente a la mesa y un millar de comida en abundancia—. Mis padres siguen durmiendo y los chicos están tirados por allí en el jardín durmiendo después de que le siguieron la fiesta aquí.
No escuché nada de lo que dijo, en parte porque el dolor de cabeza no me dejaba entender nada con demasiadas palabras porque estaba concentrado observando cómo se movían sus labios en forma de corazón.
—Feliz cumpleaños... —le dije. Él sonrió y bajo la mirada avergonzado. No podía creer lo mucho que amaba a ese chico.
—Ven a desayunar conmigo, hay comida como para un ejército.
Me senté a su lado y comimos mientras bromeábamos de lo mal que amanecieron los demás.
—Espero que Bo ri les orine en la cara —dijo entre risas.
—Y que Asesino los rasguñé.
—Su nombre es Min-ki —reclamó mientras mascaba su tostada.
—Como digas —le dije haciendo un gesto de inferencia con la mano. No cambiaría de parecer, ese emjanbre de plumas verdes y tierna con garras que me regaló parecía un asesino de cortinas. No mencionó nada de un regalo, pero sabía que lo estaba esperando y que yo no tenía ninguno. Así que me puse a pensar en una buena idea en lo que terminaba mi café.
—Apresúrate —lo interrumpí de pronto. Ya tenía el regalo.
—¿Por qué?
—Porque hoy tendremos una cita —en mi memoria no tenía ninguna cita de los dos, solos, sin los chicos ni interrupciones de su mejor amigo que intentarán quitarme a mi esposo y que después se enamorarán -cof, cof, Jisung, cof, cof-, así que este sería el día perfecto. Sin mencionar que nadie se encontraba en una buena situación como para acompañarnos. Salimos de prisa, antes de que los demás despertaran. Nos subimos al auto y le pedí a Changbin que me dejara conducir a mí esta vez, sería su chofer por el día.
—No, gracias. No quiero morir el día después de mi boda— me dijo. Pero yo refunfuñé y lo empujé al asiento de copiloto. Había mejorado bastante, así que no corríamos peligro de morir. Todavía.
Changbin fue aferrado al cinturón de seguridad todo el trayecto, seguro aún no olvidaba que había atropellado a Cherry, por lo que fui lento para no asustarlo. Primero lo llevaría al cine, después pasaríamos por el parque y terminaríamos con una cena romántica en algún restaurant.
Pero a penas llegamos al cine, vimos una fila para comprar las entradas.
Estuvimos de pie esperando alrededor de media hora y cuando fue nuestro turno, sólo quedaban dos funciones para una película alemana y otra francesa. Elegimos la francesa y compramos palomitas, aunque la vendedora se confundió y nos dio saladas en vez de gaseosas nos dio jugo. Mientras veíamos la película, ninguno dijo nada acerca de lo aburrida que era. Tampoco de lo mal que sabían las palomitas o de lo ácido que estaba el jugo. Nos limitamos a quedarnos en silencio y disfrutar de la compañía del otro, de todas formas, hubiese sido peor quedarse en casa a escuchar como Seungmin le gritaba borracho a todo el mundo, y como le decía a todos que amaba a BangChan.
Su juego favorito en la boda fue "avergoncemos a Felix frente a Changbin".
Sin embargo, de la nada comencé a oler algo fuerte, como a cosas quemadas, y un guardia entró agitado gritando—: ¡Hay un incendio, por favor, salgan de la sala! —cortaron la película y le di la mano a Bin para que no nos perdiéramos. Así que la cita en el cine no había resultado como lo planeé. Aunque aún me quedan dos alternativas.
Lo llevé hasta el parque más cercano y le dije que podíamos caminar.
—Claro, pero no nos alejemos demasiado —no entiendo porque pidió eso, estaríamos bien, conocía este lugar como la palma de mi mano.
Pero no fue cosa de ir por la mitad del parque y donde las cosas parecían ir bien, cuando se desató una lluvia de improviso que nos empapó sin piedad. Corríamos para refugiarnos en algún lugar con techo y que estuviera seco, pero toda la gente corría también para protegerse.
Se me había olvidado que en Seúl llovía la mayoría del año. Así que pasé a la alternativa tres. Una cena romántica.
Pero no encontramos ningún sitio, ya que todos se refugiaban allí por la lluvia o necesitamos reservación. Al final, entramos a un McDonalds y compramos dos cajitas felices.
Nos sentamos en un rincón apartado de los gritos de los niños que corrían de un lado a otro jugando y molestando a sus padres.
—Creo que no fue buena idea salir —le dije.
—No estuvo mal, me divertí corriendo —contestó mientras le daba la primera mordida a su hamburguesa. Sonreí por inercia y agradecí que no estuviera enojado conmigo.
—De todas formas arruiné nuestro primer día como casados y tu cumpleaños.
Se quedó en silencio unos minutos y de repente, se levantó.
—¿A dónde vas?
—Vamos, allí hay juegos y un tobogán, mostrémosles a estos niños como divertirse al estilo de la generación Z.
Me levante para acompañarlo y aproveché de tomarlo de la cintura y besarlo. Agradecía que fuera unos centímetros más pequeño que yo, y cuando me miraba hacia arriba me dejaba sin respiración.
Inmortalicé ese momento en mi memoria, de lo bien que olía su cabello y lo suave que eran sus labios, también la manera en que se afirma de mis hombros, la tierna y tímida sonrisa que se formó bajo el beso cuando nos separamos.
—Cuando terminemos de jugar, vayamos a casa, fue un día agotador —me pidió. Yo asentí y caminamos hasta los juegos, pero me detuve al recordar algo.
—Espera un segundo...
—¿Qué sucede, Hyung?
—Olvidé donde estacioné el auto.
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