07
19 años
SI o SI
El sol invernal me molestaba, habían corrido las cortinas de mi habitación y eso logró despertarme.
Estaba tan frío que ni la luz me convenció para salir de mi cama, estaba cómodo entre las tibias sábanas y la esponjosa almohada que mamá me había comprado la semana pasada. Era una paz, tranquilidad amortiguadora. Hasta que Yeji entró corriendo y se puso a saltar sobre mi cama.
—¡Es el día, es el día! —gritaba. Se tiró encima de mí y me destapó. Busqué las mantas con mi mano, pero las había apartado hasta dejarlas al borde de la cama. Genial, ahora debía levantarme.
—¿De qué estás hablando enana?— Le pregunté irritado. Los ojos verdes de Yeji brillaban de excitación, algo la tenía muy emocionada. Algo que yo no podía recordar.
—¡Es el día! —Repitió. Le tiré el cabello y la boté al suelo. Se quejó un buen rato hasta que al fin se quedó callada.
—Ahora que estás calmada y no estás aplastándome, me dirás de qué bendito día estás hablando.
—¡Es el cumpleaños de Felix!— Exclamó.
Claro, era el cumpleaños de rizos. Lo había olvidado por completo. O al menos eso intenté.
—¿Y por eso me despiertas? —Le gruñi. Yeji ya tenía dieciséis años y aún seguía siendo bastante infantil. Tzuyu cuidaba de ella como si fuera su hija, como Chaeryeong se había marchado hace ya algunos años a Canadá para estudiar, consolaba su tristeza en velar por la felicidad de Yeji. De cierta manera eso me gustaba, ni Tzuyu ni Yeji sufrían, se tenían la una a la otra cuando más se necesitaban.
—Si, es que ya es un adulto. ¡Ahora es un hombre!— Gritó otra vez. Iba a dejarme sordo antes de que yo cumpliera los 20.
—¿Y qué se supone que era antes?— Ambos miramos hacia la puerta, donde Felix se apoyaba en el umbral con los brazos cruzados sobre su pecho. Iba en pijama al igual que Yeji, tenía el cabello despeinado y se notaba de lejos que recién había despertado.
—Eras un hada — Le dediqué una sonrisa burlona y él me devolvió una mirada asesina. Tuve una larga discusión con él después de que me regalara a Bo ri, le expliqué que todos esos años creía que el hada de las galletas me las dejaba frente a mi puerta cada vez que me sentía mal. Le dije que era un acto muy dulce de su parte, pero que no lo hiciera más hasta que se me pasara el enojo por lo de Cherry, que si quería mi perdón unas simples galletas no bastarían. No rechistó y me hizo caso, como todas las cosas que le pedí después de ese día.
—Lo importante es que ahora soy un hombre...
—Y mi chófer — Agregué rápidamente, Yeji estalló en carcajadas.
Cuando Felix fue a dar su examen para conducir, se puso tan nervioso que terminó por atropellar a las ancianas de maniquí que colocaban en la pista, pinchó un neumático y vivió su primer choque en el que destrozó toda la parte delantera del auto. Seguirá siendo el mismo desastre como conductor que a los diesciete años.
El auto que papá le regaló para sus 18 seguiría estacionado en el porche una temporada más.
—Al menos tengo auto— Me dijo. Entró a mi habitación y se sentó sobre la cama. Con pijama descente. Observé mi pijama, un pantalón y una camiseta con dibujos de vacas. Por las noches hacía frío y en las tiendas no vendían nada más normal que esto. Era mejor que el pijama de flores.
—Pero yo tengo licencia — Duro golpe para él. Pude ver como se le distorcionaba la sonrisa socarrona que se había formado en su rostro — Ahora, Yeji largo de mi cuarto... Tú, rizitos, quédate.
Yeji se quejó mientras salía, todos los años le hacía lo mismo: Ella me despertaba para el cumpleaños de Felix, él llegaba y yo la echaba.
—¿Cuál es mi regalo este año? —me preguntó. Era la misma rutina año tras año, pero como a Felix no parecía molestarle ni aburrir, yo continuaba haciéndolo.
—Como ahora eres un "hombre" - puse énfasis en la última palabra para que notará el sarcasmo — Mi regalo será algo que te dará más responsabilidades.
—El hecho de que trabaje en una pastelería todas las tardes, que esté por graduarme y por conseguir una beca en una de las mejores universidades de Seúl no tiene nada de importante — Recalcó. Lo hice callar con un golpe en la cabeza, odiaba cuando se ponía así. Sólo tenía que recibir el regalo y ya.
—Si no quieres mi regalo, está bien. Se lo puedo dar a Yeji.
—Es broma, quiero ver que me darás— me dijo con tono de disculpa. Me había tomado de la mano, acariciando mis dedos. Era una manía que tenía, cada vez que se sentía culpable o me hacía enojar, me agarraba de la mano y me provocaba cosquillas con su suave roce. A veces fingía que era molesto que lo hiciera, pero la mayoría de éstas lo dejaba, era agradable.
—Si me sueltas podré entregártelo — le dije. Él apartó su mano y me dejó ir hasta mi armario. Era cruel haberlo escondido allí, pero si lo sacaba Felix lo hubiera encontrado.
Saqué una caja roja con puntos verdes y con un enorme lazo dorado en la tapa. A los lados tenía algunos agujeros para que no se muera asfixiado el regalo.
— ¡Taran! —exclamé, entregándole la caja.
Felix sonrió y la abrió. Su rostro se iluminó como las luces de navidad.
— Es hermoso... —susurró. Lo sacó de la caja y lo sostuvo con una mano, era tan pequeño y adorable que nadie se resistía a su encanto — ¿Cómo se llama?
—Es tu lorito, tú decides — Felix miró al pequeño loro y le acarició con el pulgar la cabeza. Era diminuto e indefenso, de un verde peculiar con manchitas rojas.
—Podría llamarlo "Lixxie"
— Min-Ki — casi grité. Felix me miró divertido y lo acarició por el pequeñito lomo y sus alas.
—Gracias, es hermoso — Me dijo. Me besó la mejilla y me pasó el brazo libre sobre los hombros.
—Bueno, aprovecha que hoy es tregua porque ya verás mañana si te pones así de sentimental conmigo — él rió más fuerte y asustó un poco al loro.
Es una tradición entre los dos que cada año, en nuestros cumpleaños, habría una tregua. No podríamos discutir, ni pelearnos, ni siquiera insultarnos. Si estaba permitido bromear, pero no enojarse.
Felix aprovechaba esta oportunidad al máximo, se ponía muy cariñoso y empalagoso, casi romántico, no era que estuviera malo lo que hacía, pero prefería que los demás no lo viesen cuando se ponía en ese plan.
Felix se acostó en mi cama y comenzó a jugar con Min-Ki, apenas se movía el loro, pero a Felix no le importaba. Lo trataba como a un bebé. Busqué algo de ropa para cambiarme esa horrible pijama para darme una ducha y vestirme. Me siguió con la mirada hasta que me encerré en el baño.
Desde la borrachera que tuvimos en la escuela de verano, Felix empezó a tomarse algunas confianzas. Fue de a poco, sin darme cuenta hasta que terminé por acostumbrarme. Como por ejemplo, el hecho de que entra a mi habitación como si fuera la suya y se quedara todo el tiempo que quisiera haciendo cualquier cosa. Al principio me pareció impertinente, inaceptable. Después me chantajeó con que podía ayudarme con las tareas atrasadas y así mi cuarto se convirtió en su cuarto.
Salí de la tina con el cabello estilando, me puse la bata y abrí un poco la puerta para ver si Felix seguía allí.
—Psst, pon la calefacción, se me congela el trasero acá dentro — le dije.
—No tenías que ser tan explícito.
—Menos bla bla y más acción, muévete — dejó al lorito recostado sobre mi almohada y fue hasta el pasillo donde estaba el control de la calefacción. Se activaba a las ocho de la mañana, pero desde hace una semana que se había averiado y había que encerderlo manualmente. A los cinco segundos sentí como la temperatura del ambiente cambiaba a una más cálida, me relajé y cerré la puerta para poder vestirme.
Este año no harían nada espectacular para el cumpleaños de Felix, una pequeña cena y listo. Por lo tanto, me vestí con la misma ropa de todos los días: unos jeans, botas de cuero negras, camisa y abrigo largo. Lo importante era no conseguir un resfriado.
—Al fin sales, Asesino se estaba aburriendo — me dijo Felix cuando salí del baño.
—¿Asesino? — Inquirí.
—Si, creí que Asesino era más apropiado que Min-Ki — le lancé la bata mojada sobre la cabeza y me tiré arriba de él con un salto.
—Será mejor que lo cambies o sufrirás las consecuencias — le amenacé.
—¡TREGUA! —Gritó y me calmé.
Odiaba que sacara la tregua entre medio. Me senté a su lado y jugamos toda la mañana con Min-Ki hasta que nos llamaron para desayunar. Felix no se había vestido, así que cuando bajó en pijama y se encontró con que su clase estaba allí, casi se desmayó. Tenían globos y serpentinas en la entrada del comedor, con una torre de regalos.
Atrás de los amigos de Felix, vi a BangChan, Minho y Yuna junto a Wooyoung. Corrí abrazarlos antes de que Felix se llevara su atención.
—Esto de que el cumpleaños de Felix haya caído día sábado resultó divertido —me dijo BangChan. Su cabello liso y negro se le veía tan genial y con cada movimiento que hacía éstos se desplegaba.
—No está mal, al menos no tengo que cargar con los regalos que le dan de la escuela — Le dije.
El año pasado, un total de 23 chicas y 35 chicos le regalaron algo a Felix. Eran de distintas edades, desde niñas de diez años hasta chicos de dieciocho, y la pobre persona que tuvo que cargar con la mitad de esos regalos fui yo. Algunos eran ridículos, tintes de colores, otros más prácticos, calcetines, camisas, etc. Pero otros son simplemente encantadores, como un retrato de Felix hecho con lapicera negra o una colección de pulceras. Sin embargo, a pesar de negarme, Felix me lo dió. Le dije que estaba mal regalar algo que otra persona te daba, pero dijo que nadie lo sabría. Eran dos libros viejos, desgastados pero aún así perfectos. Uno era de Alicia en el País de las maravillas y Peter Pan. Salté, grité y lo abracé de la emoción cuando me lo dió, después de que mis padres votarán a la basura todas mis cosas, no me había comprado nada más con respecto a Peter Pan por el miedo a que sucediera de nuevo.
—¿Qué le regalaste? Tal vez un beso... — Y ahí estaba Wooyoung con sus insinuaciones. BangChan y Minho al menos ya sabían que entre Felix y yo no pasaría nada, nada más de lo que ya haya pasado, y comprender que no era divertido molestarme cuando comencé a emparejarlos con Seungmin y Jisung una vez que me vinieron a visitar. Quedaron enganchados con ellos, los miraban y conversaban sin acordarse de mi. A Felix no le agrado mucho esa visita, aún se sentía amenazado por Jisung y Seungmin, no dejaba de tratarlo como si fuera su novio.
—¡Los regalos! — Exclamó alguien. Entre la multitud pude ver a Lisa, la muy víbora convenció a Felix y se hicieron amigos. No dije nada al respecto, si él quería tener esa clase de amistades yo no era quien para detenerlo. Aunque seguía sin gustarme la idea de que esa tonta pisara el suelo de mi casa. Mientras antes se fuera, mejor.
—¡Es un... Gorro! — Gritaron a coro cuando Felix rasgó una envoltura. Se lo colocó enseguida y continuó abriendo regalos.
—¡Ahora el mío! — Dijo Lisa de repente. Me molestaba tan sólo escucharla, no es que tuviera algo contra las mujeres. Lisa le entregó una pequeña caja plateada, Felix lo destapó y como si nada los colores comenzaron a concentrarse en sus mejillas. De pronto, toda su cara estaba roja, incluso su cuello.
—Gra... Gracias, Lisa — le dijo con dificultad.
A todos nos entró la curiosidad. Nos acercamos hasta rodearlos, impacientes por saber que le había dado.
—¿Qué es, Felix? —Preguntó Yeonjun, no me había dado cuenta de que estaba aquí. Aunque era obvio que vendría al cumpleaños de su mejor amigo.
—Algo, pero no puedo mostrárselos— nos dijo, con la cara encendida.
—No seas así, Lix — Le dije, y haciendo uso de nuestra confianza de la tregua le quité de las manos la caja y vi lo que había dentro. Hubiese preferido no hacerlo, pero ya era demasiado tarde cuando me arrepentí.
—¿Cómo se te ocurre, Lisa? — Le dije cuando salí de la impresión. Ella rió y se encogió de hombros, no le importaba la vergüenza que sentía Felix en esos momentos.
—Ya está grande, ¿no? En algún momento tendrá que ocurrir, si es que ya no sucedió. Y estar seguros, nunca está de más — Dijo con un deje divertido en la voz. Eran condones y lubricante, una caja llena de ellos.
Esa chica estaba loca.
Me adelanté un paso para golpearla, pero Yeonjun me sujetó del brazo y me detuvo.
—No vale la pena, Bin — me susurró al oído. Me tranquilicé mientras abrían el resto de los regalos, sin quitarle la vista de encima a Lisa.
Cuando al fin se marcharon, mis amigos me prometieron volver mañana para ir al parque de diversiones, llegarían Seungmin y Jisung para celebrar el cumpleaños de Felix y así tendríamos un día de diversión.
—Si yo fuera tú, ni hablaría nunca más en mi vida con Lisa — Regañé a Felix mientras nos sentábamos en el comedor. La mesa ya estaba servida, había café, chocolate caliente, galletas, pasteles y tostadas.
Comimos en silencio hasta que Felix habló.
—En realidad, yo le pedí eso —Escupí todo el chocolate que estaba bebiendo sobre la mesa — Bueno, los necesito ¿no? — Dijo como si nada. Yo estaba ahogándome con el propio aire que respiraba.
¿Qué él había hecho que?
—Así que el pequeño Lix es un pervertido — Le dije más como reproche que como una broma. Me acarició otra vez la mano, pero la aparté antes de que surgiera efecto. Me miró sorprendido, estaba rompiendo la tregua y no me importaba, no podía hablar de esas cosas como si fuera lo más normal del mundo, en realidad, lo era, pero tampoco quería darle la razón.
—No se por qué te pones así, sólo es lubricante, nada de otro mundo — me respondió. Controlando las ganas que tenía de zarandear, no me incómoda que me hable de esas cosas, ya estábamos grandes. Lo que en realidad me enojaba era el hecho de que se los había pedido a Lisa.
—De todas formas, no has estado con un chico desde los quince, y eso que fue tu primer novio, ¿Para qué los necesitas ahora, pequeño pervertido?
—Los guardo para un chico especial, pronto estaremos juntos y quiero estar preparado —Y ahí fue cuando los celos aparecieron.
Odiaba admitir que aún sentía cosas por Felix. Era estúpido porque el único trato que teníamos era el de hermanos, eso parecíamos. Sin embargo, esa oleada de rabia que se acumulaba en mi pecho no era casualidad, él solo imaginar que Felix pensaba en acostarse con otra persona me revolvía el estómago y me quitaba el apetito.
—Eres repugnante — le bramé y me levanté enojado. Dejé la comida a medio comer, pero no me importaba, Felix había hecho que todo me supiera asqueroso.
—¿Qué dije ahora? —Escuché que decía. Me encerré en mi cuarto y no salí de allí hasta que Tzuyu tocó mi puerta para decirme que la abuela había llegado. Demoré en bajar porque cepillé mi cabello, la abuela siempre decía que parecía un nudo de pájaros.
Abajo todos conversaban alrededor de la chimenea, habíamos dejado las luces de navidad puestas e iluminaban la estancia de modo que se viera mágica. Ignoré olímpicamente a Felix y me senté al lado de la abuela. Le di un abrazo enorme y me comí las galletas que me trajo.
A la hora del almuerzo llegó Chaeryeong, venía con una maleta ya que se quedaría todo el fin de semana, Tzuyu no paraba de sonreír y de abrazarla.
El día transcurrió tranquilo desde que los compañeros de Felix se marcharon. Por la tarde aparecieron los abuelos de Felix y con eso las visitas estaban completas, sólo faltaba la cena que tenían preparada para la noche y al fin acabaría la tregua. Las ganas que tenía de gritarle eran incontrolables.
Fui lo más educado posible con todos, evitando dirigirle la palabra a Felix. La abuela se dió cuenta y me preguntó el por qué estaba así.
—Porque es un idiota — Le contesté.
—No deberían de estar enojados, en especial hoy — quise decirle el verdadero motivo de mi enojo a la abuela, pero si se lo revelaba seguro le daba un infarto — Él se disculpara, tenlo por hecho. No resiste más de dos horas sin escuchar tu voz.
Quise saber que tan cursi sonaba eso, pero era verdad. Felix siempre se disculpaba antes de que yo lo hiciera.
—Está bien, ahí veré si lo perdono— Sin embargo, no lo hice.
Nos llamaron para cenar y Felix no me había hablado, ni siquiera me miró o se acercó. Como cuando éramos niños y nos ignorabamos el uno al otro. Pero si él creía que caería en su trampa, estaba equivocado. Conocía su plan, hacerme sentir culpable que yo correría hasta sus brazos para pedirle perdón, lo que él no sabía era que yo no me humillaría. Mamá nos había comprado unos trajes y vestido para Yeji, para la cena, considerando que hacía un frío de los mil demonios, no me pareció apropiado. Mas tuve que usarlo o de lo contrario me dejarían sin cenar.
Era un traje verde aqua, con una camisa azul junto al borde de abajo de la chaqueta del traje y corbata blanca junto con los botones. Era la réplica exacta del traje que usé la primera vez que vi a Felix, nada raro si me pongo a pensar que mamá quiere tanto o incluso más a Felix que a mí. Lo más probable es que quisiera recordar esta noche en que llegaron a nuestras vidas.
La mesa del comedor estaba espléndida, un pastel de chocolate con crema de tres pisos decoraba el centro de ésta, había un plato con pollo asado, papas doradas, langosta hervida, pato a la naranja y caldo de crema de verduras. Cuando entré al comedor mis sospechas se hicieron ciertas, Hyunjin y Yeji estaban vestidos igual que yo, aunque su traje y vestido eran menos llamativos que el mío.
—Bin, cariño, te ves hermoso — exclamó la abuela cuando me dijeron algo similar, no hice ningún comentario al respecto, odiaba este traje tanto como la conversación que tuvimos Felix y yo en el desayuno. Cuando estábamos por sentarnos, Felix bajó.
Quedé sin aliento al verlo, vestía un traje negro y un gracioso corbatín en el cuello de la camisa.
Parecía tonto mirándolo.
—Parece que te quedó bien, Felix. Changbin, no deja de mirarte — dijo mi madre. Reaccioné de inmediato y aparté la vista. Podía sentir la intensa mirada de Minho sobre mí, el traje hacía su parte también con lo borroso que debía parecer.
—Ahora que Felix es un hombre, al fin nos dirá que va a estudiar. Sabemos que postula para la universidad, pero no nos ha dado otra pista — dijo mi padre mientras bebía su vino. Ya habíamos terminado el platillo principal e íbamos por el postre.
—Es una sorpresa— comentó él. También bebía vino y los efectos parecía hacerse notar. Felix ebrio era un peligro para la raza humana.
—Bueno, mientras no desperdicies esa cabeza, te apoyaremos en todas las decisiones que tomes — dijo el abuelo de Felix.
Cantamos el cumpleaños Felix y servimos el pastel, que estaba delicioso. Cuando acabamos de comer, mi padre se puso de pie con una copa en la mano para hacer un brindis.
—Felix. Es un orgullo haberte visto crecer y que estés por cumplir todos tus objetivos. Eres como el hijo que no es nuestro, pero te amamos, nosotros — Dijo, dándole la mano a mi madre — amamos a nuestros hijos, pero tú ya tienes un lugar especial en nuestros corazones. Es un honor verte ahora y saber que serás un hombre de bien...
De repente, la abuela comenzó a soltar lágrimas rebeldes que ella se empeñó en secar con una servilleta, mamá y Hyunjin sonriendo como nunca y Tzuyu estaba a punto de echarse a llorar.
—... Y por todo el cariño que te tenemos, Felix —continuó mi padre, radiante con su traje negro que fue especialmente hecho para la ocasión — Queremos que formes oficialmente parte de esta familia. Así que nuestro regalo de cumpleaños, la mano de nuestro querido hijo Changbin.
Tzuyu no se resistió y dejó escapar las lágrimas, mamá dió un grito de alegría de tal magnitud que dejó sordo al grito de sorpresa que di yo. ¿Yo qué? ¿Comprometido? ¿Con Felix? ¿Con el chico que me crié, que crecí y que odio? Tenían que estar bromeando, ¡Esto tenía que ser una maldita broma!
Yo no me podía casar, aún no cumplía la mayoría de edad. Además, me quedaba un año de escuela todavía - Debido a que repetí un año -, no iría a clases con un anillo de casado. Ni siquiera sabía si eso era legal.
—¿Están locos o qué? — Les grité cuando dejaron de celebrar. Todos voltearon a mirarme, debía tener la cara deformada por la ira y la sorpresa — Ustedes no pueden regalarme como si fuera un objeto, soy una persona, un ser humano, no un estúpido ganado que se puede dar al mejor pasto.
Descargue toda mi rabia en cada palabra, como si fuera veneno. La fiesta había terminado, esto teníamos que discutirlo ahora mismo.
—¡Seo Changbin!, ¡no tienes ningún derecho de hablarnos así! — Mamá también estaba enojada, la única vez que me había peleado con ellos fue cuando Felix atropelló a Cherry.
—¡Claro que lo tengo, o acaso se olvidaron que yo también pienso! ¡No soy estúpido como todos creen! — le grité de vuelta.
—¡Basta, yo hablaré con él! —Todos miramos a Felix, que se había levantado y se acercaba a mí. Me agarró con fuerza de un brazo y me arrastró hasta otra habitación. Ni siquiera me había dado cuenta de que nos dirigíamos a la cocina. Felix echó a todos los cocineros y nos dejaron solos. No podía mirarlo, si lo hacía lo golpearía.
—Bin, mírame a los ojos, necesito que lo hagas para que escuches todo lo que tengo que decirte — me afirmó de los brazos, de modo que no pudiera escapar. Levanté con lentitud la cabeza, controlándome para no matarlo.
—Dilo rápido antes de que te asesine.
Respiró hondo y antes de abrir la boca para decir algo, me besó. Me pilló desprevenido, no pude hacer nada para negarme, ya que aún me tenía sujeto de los hombros. Cuando se separó, no podía parpadear ni cerrar los ojos. Felix se relamió los labios y volvió a hablar.
—Changbin, esto es importante y necesito que pongas mucha atención: Yo te amo, siempre lo he hecho, desde el primer día en que te vi cuando tenía diez años. ¿Sabes lo doloroso que fue verte y tenerte cerca de todos estos años sin poder decírtelo? Sabía que tú me odiabas, me lo dejabas claro todos los días, intenté ser distante, olvidarte, pero no pude. Te amo demasiado como para sacarte de mi mente con tanta facilidad.
Las palabras de Felix entraban y salían por mis oídos, sólo algunas frases vagas se quedaban en mi cabeza, resonando, creciendo hasta confundirme.
Felix me amaba.
De pronto, su tacto comenzó a quemarse. No podía seguir estando a su lado, no podía pensar con claridad en todas las cosas, los recuerdos, las risas y los enojos que vivimos juntos en esta misma casa, se revolvían frente a mis ojos. Podía ver a un pequeño Felix de diez años con los ojos llorosos, a un Felix disfrazado de Romeo, a otro ebrio en medio del bosque. Él siempre estuvo ahí, cuidándome y dispuesto a hacer todo lo yo le pidiera y sólo por el simple hecho de que me amaba. Ni cuenta me había dado.
El juego de los besos con Felix ahora me parecía una tortura, cuánto habrá sufrido cuando se lo dijimos. Y cuando nos besamos en la audición, tal vez al principio fue falso, pero después lo sentimos y nos gustó.
—Felix, suéltame —le dije en un intento de poder controlar mi voz. Casi no salió, fue como un susurro.
—¡No, aún no termino! —me gritó. Me obligó a observar de nuevo, a no apartar la mirada de su ojos cristalinos.
—Lee, por favor...
—¡Escuchame! Si quieres puedes golpearme, puedes gritar o amenazarme de muerte, pero primero tienes que escuchar todo lo que tengo que decirte — asentí con la cabeza, seguro de que si volvía a sacar la voz, rompería a llorar — Cuando cumplí 18, tu padre me regalo ese auto. Le dije que no lo quería, que lo que verdad deseaba estaba fuera de mi alcance, entonces... le dije que te amaba más que a mi propia vida —dejó libre mis hombros, pero afirmó mi rostro y lo acercó al suyo, casi rozando nuestros labios— Le pedí tu mano cuando tenía 18, ¿puedes creer eso? Tan Joven y ya saber con quién quería pasar el resto de mi vida —me volvió a besar mientras reunía el valor para seguir hablando, el beso, yo no hice nada salvo a aceptar el beso, estaba demasiado conmocionado como para reaccionar de otra manera —Odio hacer esto, pero tú serás mi esposo quieras o no quieras, al final te enamoraré, quiero que me ames de la misma forma en que yo a ti. Quiero tener hijos contigo, quiero besarte por el resto de mi vida, poder mirarte cada mañana cuando despiertes. Tal vez en este preciso momento sólo pienses en todas las formas existentes de asesinar a una persona, pero quiero que imagines una vida juntos. — Cerré los ojos, pero no me imaginé lo que él me pidió. No podía, las cosas estaban sucediendo demasiado rápido como para pensar.
—¿Ya acabaste? — le pregunté con frialdad. Puede que él me amará, pero eso no era una razón justificada para casarme con él. Iba a obligarme, eso no era amor.
— Casi... — su agarre se hizo débil, le di la espalda y salí corriendo a mi habitación. Fuera de la cocina, todos estaban reunidos con la preocupación en el rostro. Cuando me vieron salir, le dije.
—Que pena, porque yo si — con todas mis fuerzas me solté de alguna de sus exclamaciones.
—¡Seo Changbin!, ¡ven aquí, tenemos que hablar! — me gritó mi madre.
—¡Por favor, Changbin! —dijo mi padre. Pero no les hice caso. Corri hasta encerrarme y dejar a todo el mundo fuera de mi vida. No quería oír más, la voz de Felix retumbaba en mis oídos. "Yo te amo"
¿Por qué no podía dejar de pensar en eso? Todos los sentimientos reprimidos amenazan con salir. Si, era verdad, me gustaba Felix, pero no como para casarme con él. ¿Qué tenía en la cabeza?
Entonces recordé nuestra boda de mentiras que tuvimos en el bosque, dicen por ahí que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.
¿Qué se supone que tenía que hacer ahora? Felix estaba dispuesto a hacer hasta lo imposible por convertirme en su esposo y el que yo no quisiera no era un obstáculo para él. Porque al final él siempre conseguía todo lo que se planteaba.
Escuché que alguien tocaba la puerta, pero no la abrí. Me tapé entero con la manta de mi cama y me oculté debajo de está.
—Bin, ¿quieres hablar? — era Yeji. Se sentó a mi lado y descubrió mi cabeza— ¿Necesitas un abrazo? — asentí y se colocó dentro de la cama. Acarició mi cabello hasta que me quedé dormido, era increíble que una niña tres años menor me consolara.
[...]
Cuando desperté, las cortinas estaban cerradas y seguía siendo de noche. Yeji dormía a mi lado como una princesa, no quise molestarla así que me levanté lo más precavido posible.
No había llorado, era un verdadero logró para mí.
Me quité el traje y me puse mi pijama de vaquitas para volver acostarme. Entonces, me di cuenta de que estaba helado, la calefacción se había apagado otra vez. No tenía intención de salir, podía dormir así, pero Yeji no o se enfermería. Abrí la puerta para encender el sistema, cuando vi una canasta llena de galletas frente a ésta. No resultaría esta vez, era peor que cuando murió Cherry. La pateé estrellándola contra la pared, las galletas se desparramaron por el suelo dejando todo sucio.
Pero entre medio de ellas, una cajita de terciopelo azul salió volando. Venía con una nota, así que la recogí y la leí: "¿Te quieres casar conmigo? Si o Si"
Abrí la cajita y dentro descansaba un anillo de compromiso. Luché contra las lágrimas... Si o Si.
Felix salió de su escondite, el mismo florero de todos estos años. Aún vestía el traje, aunque ahora no se veía tan radiante como en la cena.
—¿Qué dices? — me preguntó con la voz ronca, con miedo de mi respuesta.
No tenía otra opción, él me dijo que haría todo lo necesario para que fuera su esposo así que no habían muchas alternativas.
— Si... — le dije — Ahora, enciende la calefacción o Yeji morirá congelada.
Él asintió y fue hasta el comando del sistema, la activo y en seguida el calor volvió al lugar.
—Listo, ¿alguna otra cosa? — inquirió cuando regresó a mi lado.
— No — le respondí cortante— Buenas noches.
Y antes de que me dijera otra cosa, cerré la puerta tras de mi espalda y me puse a llorar. Ahora estaba comprometido y la idea no era muy satisfactoria.
Perdón por haber tardado en actualizar 😔, he estado iniciando clases y he estado muy ocupada, pero ya volví. También perdón por si ven errores, los corregiré después.
Espero les haya gustado ❤️.
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