06
18 años
¿Te quieres casar conmigo?
—Vamos, Changbin. No hagas esto — me decía mi madre intentando controlarse, pero podía percibir en su voz que estaba totalmente desesperada tanto por la escena que estaba montando como por la vergüenza que esto le causaba.
—¡No, no me moveré de aquí! — le grité.
Estaba abrazando a un árbol, mi padre y Felix habían intentado soltarme de allí, pero no lo lograron. Me aferré con más fuerza y no me moví ni un centímetro. Agarraron mis pies y tiraron de mí, pero tampoco aflojé el agarre.
—¡Sólo es una escuela de verano, Bin! — me gritó Felix. No lo quise escuchar, si lo hacía me pondría nervioso y los brazos me flaqueaban.
—¡Cállate, esto es tu culpa! — exclamé.
Algunas personas se nos quedaban mirando, nos encontrábamos a la entrada de la escuela de verano para niños matemáticos en medio del bosque. Había reprobado matemáticas y si lo volvía a hacer el próximo semestre, repetiría el año nuevamente. Así que mi maestra conversó con mis padres y acordaron que asista todo mi verano aquí para reforzar. Para mis padres y la escuela fue la solución perfecta a mi falta de voluntad con los números, para mí significaba una nueva tortura.
Podría terminar agonizando si pasaba una semana allí. Estaba seguro.
—¿¡Mi culpa!? ¿Qué tengo que ver yo? — me preguntó Felix, tirando de mis pies.
Tzuyu se había unido a ayudarlos y ahora se hacía más difícil mantener mis brazos junto al árbol.
—¡Eres más listo, me haces parecer un tonto! — le dije.
Lo decía de broma, me importaba en absoluto parecer un tonto o un chico listo, sólo quería que me soltaran. Pero Felix pareció pensarlo y me soltó. Se fue al lado de mi madre con el rostro serio y me miró con tristeza. Me había creído. Era muy débil a la hora de detectar mentiras.
—Changbin, vamos. No es tan malo como piensas, harás más amigos nuevos y puede que te diviertas — me dijo Tzuyu.
No era tan malo si lo pone así, lo que sucedía era que yo no quería más amigos, con los que tenía me bastaba. Y los números jamás serían divertidos.
—¡No me soltaré, tendrán que apuntarme a los brazos si quieren que entre!
—Traeré la cierra — escuché que decía Hyunjin.
—¡Puedes encontrar novio allá, Bin! — me gritó Yeji. La pequeña Yeji ya tenía catorce años y en lo único que pensaba era en chicos, aún así me pareció graciosa su manera de convencerme.
—¿Tienen problemas? — dijo alguien. Moví la cabeza un poco y vi que era un hombre vestido de militar, era mayor y en su pecho tenía insignias y medallas. A su lado iba un chico de tez blanca y de estatura media, aparentaba mi edad.
Felix se le quedó mirando con mala cara, como Bo ri cuando se acercaba a Hobak, el gato de Yeji.
—Es mi hijo, no quiere entrar — le explicó mi madre. El hombre sonrió y me dedicó una mirada rápida. Me dió miedo.
—¿Reprobado, cierto?
Mi madre asintió y el hombre miró al chico.
—Mi hijo también está aquí contra su voluntad, pero de hoy en día necesitan disciplina — y dicho eso le preguntó a los chicos. Mi madre sí necesitaba ayuda para disciplinarme, ella asintió y supe lo que pasaría.
El hombre se acercó hasta donde mi padre y Tzuyu forcejeaban, ellos me soltaron, él hombre me agarró de un pie y tiró de mí. Ni aunque tuviera músculos habría seguido abrazado al árbol, caí al suelo sobre el húmedo césped y me ensucie la ropa.
Felix corrió a ayudarme. Debía admitir que desde el incidente de Cherry - que en paz descanse -, se había vuelto más atento. Seguimos peleándonos como perros y gatos, pero después se disculpaba y me regalaba galletas o un pastel de manzana que robaba de la cocina.
—¿Cómo le hace eso? Se pudo haber lastimado — exclamó Felix, dirigiéndose al hombre militar.
Él rió, su risa era tosca y desagradable.
—Calma, chico. Tu novio está bien — le dijo él. El chico de tez blanca alzó la vista, no me había mirado en todo este rato, y tampoco lo hacía ahora. Miraba a Felix.
—Él no es mi novio — dije, colocándome de pie. Me sacudí la ropa, pero Felix me detuvo para sacudirla él.
—Entonces lo parece, míralo, está sometido a ti — Felix dejó de sacudirme en cuanto el hombre dijo eso. Se sonrojó e intentó alejarse de mí, pero dió un paso y se arrepintió.
—Bueno, gracias por su ayuda. Ya puede irse — Se apresuró en decir Tzuyu.
El instinto de madre la obligaba a defender a su hijo y ese hombre estaba metiéndose con Felix.
—No se alarme, sólo bromeo — el hombre se dio media vuelta y se acercó a su hijo.
—Tú, aprende o ya verás tu castigo — el chico asintió sin mirar a los ojos, bajando la mirada.
Estaba rígido y su rostro era inexpresivo, ya imaginaba el tipo de relación padre e hijo que tenían.
El hombre se subió a un auto negro que estaba estacionado a unos metros de distancia del nuestro y se fue sin mirar atrás. Yo me crucé de brazos, el chico no se movió de allí. Mis padres bajaron mis maletas y con la ayuda de Tzuyu las entraron al campamento antes de que me arrepintiera. Hablarían con el encargado para asegurarse de que no me escapara.
—Te enviaré galletas para que no estés de mal humor — prometió Felix.
Recién me daba cuenta que estas semanas serían el lapsus de tiempo más largo en el que estaríamos separados, ya estaba tan acostumbrado a su presencia que sentía cómo la nostalgia se me incrustaba en el pecho. Pero él no tenía que saber que lo extrañaría. Yo lo odiaba.
—Gracias — le dije. El chico no paraba de mirarnos, me estaba poniendo nervioso. Tenía unos ojos intensos que incluso en la distancia eran como rayos láser. Observaba cada movimiento que hacíamos.
—¿¡Cuál es tu problema!? — le grité cuando no lo soporté más. Felix, Hyunjin y Yeji se voltearon a mirarme y después al chico.
—¿Seguro que no son novios? — inquirió. Las rodillas me temblaron con su pregunta, ¿Por qué todo el mundo creía que éramos novios?
—No lo somos y nunca lo seremos.
Me exasperaba este tema. Pero cometí un error. Miré a Felix para decirle que me apoyará. Sin embargo, él miraba hacia otro lado mordiéndose el labio inferior ¿Y ahora qué le pasaba?
—Bin, eres muy cruel con Felix — me dijo Yeji. Entonces comprendí.
Felix no quería quedar como un perdedor sin novio ante este chico.
Era tan idiota.
—¡Jisung, mi amor, volviste! — todos nos giramos a ver quién gritaba.
Del campamento salió un chico corriendo, un chico alto, de cabello rizado y negro, con una enorme sonrisa, sin zapatos y con los brazos abiertos.
Cuando llegó hasta nosotros, abrazó efusivamente al chico con el que estaba discutiendo. Ellos sí parecían novios.
—Seungmin, no, suéltame — se quejaba el que suponía ser Jisung.
—No, mi vida. Esperé todo un año para volverte a ver — le decía el otro, besándolo en el rostro. Traté de aguantar la risa, pero no podía soportarlo más.
Reí como si el mundo se fuera acabar, si Felix no me hubiese sostenido estaría rodando en el suelo por la risa.
—¿Quiénes son ellos, mi amor? — le preguntó el chico amoroso a Jisung.
—No lo sé, pero son novios.
—¡No somos novios! — exclamé, dejando de reír.
Jisung sonreía, quería verme enojado y lo estaba consiguiendo.
—¿En serio? Entonces es mi día de suerte, encontré amante — abrazando a Felix mientras le acariciaba el pelo platinado.
Y desde ese momento Felix se marchó con mis padres muy preocupado de mi bienestar, según él habían insectos peligrosos por este bosque, sin mencionar que era alérgico a todo tipo de cosas.
Seungmin lo molestó diciendo que me encontraba en buenas manos junto a Jisung y él.
A la semana, Felix volvió. Había hablado con los encargados del campamento y consiguió entrar gracias a sus excelentes calificaciones. Lo que resultaría una aventura en el bosque con dos nuevos amigos que hice por accidente sin la compañía de Felix, resultó ser siete semanas con un par de locos y un chico sobre protector.
Para horror de Felix habían sólo veinte chicas en un campamento con 500 chicos. Casi se desmayó cuando supo que los cuartos eran mixtos. No le gustaba que me relacionara con muchas chicas que no fuese mi círculo familiar y lo entendía, ellas son insoportables.
Exigió dormir en la misma cabaña que yo, donde por cosas del destino también dormían Jisung y Seungmin.
Una vez le hicimos una broma a costa de sus celos, me acosté en la misma cama que Jisung. Habíamos madrugado para que todo saliera de acuerdo al plan. Rasgamos la ropa y la dejamos tirada por cualquier lugar del piso, Seungmin desordenó las sábanas de la cama mientras Jisung y yo nos despeinábamos y así nos metimos en la misma cama y esperamos a que Felix despertara.
Nunca olvidaré ese grito. Despertó a todo el campamento. Primero comenzó a gritarnos, después me regañó, luego se peleó con Jisung y finalmente se fue donde Seungmin. Ahí entendí que el plan no era hacerlo enojar, sino para que Seungmin pudiera hacerlo su amante de una vez por todas. Y le resultó, casi. No recuerdo haber estudiado nada, me la pasaba haciendo bromas con Seungmin y nadando en el lago con Jisung. Cuando saliéramos de aquí teníamos que juntarnos en el año, eran demasiado divertidos como para dejarlos libres.
(...)
Una noche, en la que nos quedamos alrededor de la fogata, un chico que dormía en la cabaña vecina a la nuestra sacó unas botellas de su mochila.
—¡Cerveza! — exclamó. Nunca había bebido antes y tampoco llamaba mi atención. Todavía no puedo comprender qué me impulsó a tomar el primer trago.
Ya era medianoche cuando nos habíamos acabado todas las botellas, Seungmin le cantaba a Felix en el oído mientras Jisung y otros chicos bailaban a luz del fuego. Yo no sentía los pies, era como flotar sobre las nubes. El mundo daba vueltas y todo parecía más brillante a pesar de que el sol se había escondido hace mucho tiempo.
Me senté en el tronco en el que estaban los chicos, me acerqué a Felix y pegué mi nariz contra su cuello.
—¿Qué estás haciendo, Binnie? — preguntó cuándo sintió mi respiración.
No sabía la necesidad de colocar mi nariz contra su cuello, ¿Tan difícil era explicar eso?
—Te estoy olfateando — le dije. Ahora el recuerdo de esa noche era vergonzoso, nosotros ebrios éramos una amenaza para la humanidad.
—Uhh, la pareja quiere estar sola... Después vuelvo, osito — replicó Seungmin, con los ojos desorbitados. Se levantó a duras penas y se fué hacia Jisung, saltando y gritando que era el rey del mundo.
—Aquí te espero, lindo — estallé en carcajadas al oír como Felix llamaba a Seungmin.
Después de eso volví a oler su cuello, pasé mi mano por su cabello plateado con ligeros rizos y me convertí en el chico más cariñoso del mundo.
—Felixie, te quiero mucho ¿si?. También quiero a este tronco, a ese árbol, a la fogata, a Jisung, a Seungmin...
—No, a Jisung no — su aliento aprestaba alcohol, pero no me importaba, quería seguir a su lado.
—¿Por qué no? Es nuestro amigo.
—Él se acostó contigo — hizo una mueca con la boca y junto las cejas para dar el aspecto de estar enojado. Yo lo veía más tierno que temible.
—No fue verdad, era una broma... Soy virgen, lo juro — hice una cruz con mi dedo sobre mi pecho y le sonreí tontamente.
—Bien, quiero que sigas así hasta que nos casemos — Reí otra vez, recosté mi cabeza sobre su hombro y lo tomé de la mano, entrelazando nuestros dedos.
—¿Te quieres casar conmigo? — le pregunté. Era muy tierno.
—Se supone que yo tengo que hacer la pregunta.
—Ok, entonces de nuevo.
Hizo que me pusiera de pie mientras llamaba a todo el mundo, los demás se acercaron aún cantando.
Felix cortó una flor silvestre que crecía debajo del tronco en el que estuvimos sentados, se arrodilló frente a mí y me miró a los ojos.
—Seo Changbin, desde el primer día en que te vi me enamoré de ti, me ponía nervioso estar a tu lado y me sentía feliz con sólo escuchar tu voz, por eso ¿te quieres casar conmigo?
Todos comenzaron a gritar, me decían que dijera que sí, otros que no.
Estaba tan ebrio que preferí seguirle el juego, porque después de todo yo se lo había preguntado primero, aunque por una confusión.
—Sí, quiero — Seungmin fue el primero en aplaudir.
Nos abrazó y nos dijo que ya estábamos grandes, que ya no éramos sus bebés que él crió con tanto esmero por los cuales se sacrificó por educarlos.
Jisung me tomó los brazos y trató de girarme hasta marearme más de lo que estaba.
—¡Celebremos la boda! — escuché que dijo alguien, pero no podía distinguir si era conocido o no. Esa noche todos éramos amigos.
Jisung se ofreció como sacerdote, dio un discurso sobre lo problemática que fue la relación entre Felix y yo, que habíamos tenido que casarnos porque yo estaba embarazado.
Y un montón de estupideces más.
—Lee Felix, ¿aceptas a Changbin como tu esposo para comprar galletas, regalar chocolates y jugar con su perro cuando él esté durmiendo?
—Si, acepto.
Me tambaleé un poco y sentí como mi estómago se revolvía. La boca se me puso ácida y la garganta me comenzó a arder.
—Seo Changbin, ¿Aceptas a Felix como tu esposo para que apoyen su equipo de fútbol favorito juntos, despertarlo con muchos cariños y darle la mejor luna de miel de la historia?
—Sí, acepto — y después de eso, simplemente vomité.
(...)
El último día de la escuela de verano nos dieron la lista de nuestro desempeño. Pasé gracias a la ayuda de Felix, me dió todas las respuestas de los ejercicios para compensar la vergüenza que sentía por haberse emborrachado. Yo también me sentía mal por eso, Jisung y yo fuimos los únicos en recordar lo que sucedió esa noche. O lo que pasó la mitad de ella, ya que después de que vomité perdí la conciencia. Intercambiamos números con Jisung y Seungmin, y prometimos volver el año siguiente para hacer más locuras. Mis padres atribuyeron mi decisión de regresar como un avance en mi alergia contra los números. Nunca supieron que aquí bebí por primera vez.
En cuanto a Felix, era mejor que él nunca supiera que estábamos casados. Aunque fuera de mentira.
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