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—Qué fuerza, TaeTae. No recordaba que fueras tan fuerte. —Se quejó el príncipe de cabellos negros, mientras sobaba su frente.
—Lo lamento, JungKook. No me fijé y yo estaba-
—¿Tratando de escapar?
—Algo así... —sonrió el menor, tomando la mano de Kim para ayudarlo a levantarse—. ¿Quieres venir conmigo? ¿Alejarte de esta multitud de responsabilidades y de gente que espera que haga lo que ellos quieren? —Preguntó Tae, recordando lo que había dicho de esa gente JungKook, unos días atrás.
—¿Acaso me estás citando? —preguntó el azabache, divertido por las palabras del otro—. Claro que voy.
Ambos chicos, tomados de la mano, salieron del palacio y se dirigieron al jardín, enorme e iluminado, que tenían para ellos solos.
Detrás de un arbusto frondoso y de buen tamaño, se encontraba un sendero escondido, mágico como ningún otro, mismo que los condujo al escondite secreto del príncipe.
Era un lugar escondido, precioso y conocido por muy pocos. Por muy pocos, se habla de TaeHyung y su difunto padre, quien, cuando era niño, le pidió a su padre que le construyera un lugar escondido al cual pudiera ir cuando quisiera alejarse de todo.
Los únicos que, en ese tiempo, sabían de su existencia y locación, eran el rey, un jardinero y el príncipe TaeJin. Sin embargo, cuando TaeHyung tuvo edad, su padre se lo regaló y le hizo prometer que no le diría a nadie de su locación.
Y, bueno, como consecuencia del enamoramiento de Tae, JungKook también sabía dónde estaba ese escondite.
Caminaron algunos minutos por el largo sendero, mirándose de vez en cuando y platicando de lo hermosos que se veían esa noche. Dándose cuenta de que, las nubes que ocultaban a la línea unos minutos antes, ya no estaban ahí.
Llegaron a la entrada del escondite, que eran unas puertas de cristal transparente, con algunos diamantes brillando en el borde de la puerta. Entraron y JungKook quedó anonadado.
—¿Aquí es donde te escondes? ¡Es precioso, TaeHyung! —Exclamó el menor. Maravillado por la cantidad de adornos que tenía ese cuarto con paredes de arbustos, JungKook comenzó a recorrerlo todo. Había una mesa de cristal transparente, con dos sillas y una vista perfecta de su adorada luna. Suspiró profundo.
—Era mi lugar especial... —JungKook lo miró confundido, observando cómo desabrochaba su capa blanca—. Ahora es nuestro.
—TaeHyung... —JungKook corrió hacia el otro príncipe, abrazándolo contra su pecho y acariciando su suave cabellera—. No digas eso cuando sabes cuál será nuestro destino.
—Sé cuál es nuestro destino, JungKook. Y te juro, por la preciosa luna que-
—No. No jures por la luna, Tae. Yo siempre te voy a amar; como la luna ama a la noche. —Conectaron sus miradas y el rubio comenzó a llorar.
—Entonces, ¿por qué no puedo jurar por la luna?
—Ella misma nos está separando, mi amor.
—Entonces tómame, sólo por esta noche. Desafiémosla y a las coronas que caerán sobre nuestras cabezas; quiero ser tuyo esta noche, JungKook. Por favor, sé mío. —Pidió el rubio, mirando esos preciosos ojos negros, que le recordaban que ese, sería tal vez, el momento más feliz de toda su vida.
—Mi pequeño poeta, Tae —se burló el menor—. Lo que ordenes, majestad.
Dicho esto, sus labios se unieron en un salvaje beso, lleno de pasiones, miedos y consuelos. TaeHyung recorrió los brazos de Jeon con sus manos, detallado cada uno de sus duros músculos. Las manos de JungKook, por otra parte, bajaron a la estrecha cintura de Kim, apretándolo contra su cuerpo y saboreando su boca.
Ambas salivas se mezclaban constantemente, formando un delicioso néctar para ambos, mismos que disfrutaban del tacto que el cuerpo contrario tenía con el suyo.
JungKook, bajando sus besos por la barbilla de TaeHyung, llegando a su delicado cuello, comenzó a atacarlo con besos, mordidas y succiones. La saliva de JungKook ahora empapaba el cuello de Tae, quien jadeaba con naturalidad y sentía su pantalón blanco apretarse sobre su miembro.
—Kookie~ —Jadeó el príncipe rubio, ganando que el menor lo cargara y se sentara en una de las sillas que tenían ahí. Las piernas de Tae se acomodaron a cada lado de la silla, sentándose sobre los duros muslos de Jeon, mismo que, con dedicación, seguía atacando su cuello.
JungKook sólo detuvo sus acciones para gruñir alto; su pene ya estaba bastante duro debajo de su pantalón, y estaba siendo presionado y estimulado por el esponjoso trasero del príncipe Kim.
Con necesidad, el menor comenzó a deshacerse de las prendas contrarias; sacó el saco azul de TaeHyung, poniéndolo en la mesa junto con el propio. Pronto, el mayor entendió lo que JungKook amagaba con hacer; por lo tanto, torpemente, desabotonó la camisa contraria.
Jadeó grave cuando pudo observar el gran pecho de JungKook; era pálido y sus pezones estaban erectos, sus abdominales eran gloriosos. Kim se sintió excitado cómo nunca antes; Jeon tenía un cuerpo escultural.
Se volvieron a unir en un beso, mientras que JungKook le quitaba la camisa al mayor. Mismo que no podía controlar sus manos, quienes, sin vergüenza, se paseaban por todo el marcado abdomen de Jeon.
El menor no aguantó más y se levantó de la silla, logrando que TaeHyung también se encontrara de pie, observando cómo, con desespero, JungKook bajaba sus pantalones.
El primer pene ajeno que TaeHyung vio en su vida, fue el de JungKook. Era mucho más grande que el suyo y era de un precioso color rosita. Se le hizo agua la boca y tragó fuerte; al observar ese miembro tan duro, golpeando contra el abdomen bien marcado del hombre al que amaba, se lamió los labios.
—¿Puedo probarlo? —Le preguntó con gran sonrojo en sus mejillas. JungKook asintió con inseguridad, jamás había experimentado algo como eso, pero confiaba en Tae.
El mayor se arrodilló frente a JungKook, quien miraba la luna, desafiándola como TaeHyung había dicho. Sintiendo la calidez irresistible de la boca de Kim abrazar su pene, soltó un gemido agudo. Echó su cabeza hacia atrás y maldijo a todas las personas que los habían condenado a estar separados.
La saliva comenzó a aumentar, así como el ritmo con el que chupaba TaeHyung la verga contraria, succionando y lamiendo como su cerebro le daba a entender en el momento. Simplemente se dejó llevar, así como lo hizo en sus primeros besos con JungKook.
—Tae, para, por favor. —Suplicó JungKook, sentía un gran ardor en su estómago, que viajaba por todo su cuerpo y lo hacía ver miles de estrellas cuando cerraba los ojos. Sabía que iba a correrse, pero no quería hacerlo en la boca del precioso chico que le propiciaba tanto placer.
El rubio paró sus succiones y se levantó, jadeando fuerte por el dolor en su entre pierna. Estaba sonrojado, con algunas lágrimas en sus ojos y sus labios separados para poder agarrar más aire.
JungKook se acercó al chico contrario y le bajó los pantalones de un solo jalón. Finalmente, liberó la ropa interior del contrario, bajándosela con delicadeza, acariciando sus suaves piernas en el proceso.
Jadeaba en su cuello, teniendo el pecho del contrario contra en suyo, ambos respirando agitadamente. JungKook susurrándole a TaeHyung lo mucho que le gustaba y Kim gimiendo en respuesta.
Ninguno de los dos había tenido sexo antes, pero sin duda, estaban disfrutando su primera vez.
Ambos desnudos, observando sus cuerpos con admiración, gozando del tacto contrario, sintiendo sus corazones latiendo juntos; sus penes frotándose entre ellos mientras se besaban.
Entre besos y mordidas, JungKook subió a TaeHyung a la mesa de cristal, colocando los sacos debajo de él por el frío, y lo besó sobre esta. Tomó su miembro y lo pasó por la rosada entrada del contrario, quien gemía con placer y no dejaba de pronunciar el nombre contrario, cada vez más alto.
Entre susurros y lamidas en su oído, JungKook le pidió permiso a TaeHyung para entrar en su interior. A lo que Kim accedió; con la boca llena de saliva y los ojos inundados en lágrimas, miró hacia el cielo y encaró a la luna.
«Si esto está mal, cae sobre nosotros, oh, poderosa luna. Si no, danos el placer de llevar coronas hechas de ti, coronas de luna; así sabremos que te hemos ganado». Retó TaeHyung a la luna, en silencio, esperando que la luna se rindiera ante ellos.
El menor besó los labios del su chico una vez más, entrando en su interior lentamente. El rubio se quejó en voz alta por la intromisión que lo abría más de lo que alguna vez imaginó que alguien podría abrirlo.
Las lágrimas caían por su rostro, aterrizando sobre la mesa y siendo besadas por el mismo JungKook. Poco a poco, se fue haciendo camino dentro de él, tomándolo de la mano en todo momento y repitiéndole lo hermoso que su cuerpo se vía debajo de la blanca luz de la luna.
TaeHyung comenzó a gemir cuando más de la mitad del miembro del otro estaba dentro de él, la mano pálida abrazó su pene y comenzó a masturbarlo con el mismo ritmo con el que se adentraba en él. Fue cuando Kim comenzó a disfrutarlo de verdad, gimiendo el nombre JungKook todo el tiempo.
Para el menor, todo lo que salía de la boca de TaeHyung en ese momento, era como un poema de pocas sílabas, sin sentido alguno, pero aún así, como poesía para sus oídos. Ambos lo eran, a su manera, pero tenían sus propios poemas, que se dedicaban todo el tiempo.
Jeon podía jurar que, mientras embestía el interior de TaeHyung con fuerza y necesidad, los ojos de su chico brillaban como dos zafiros. Eran los ojos más hermosos que alguna ve vio, y lo besó con pasión.
Las piernas de TaeHyung se abrazaron a la cintura contraria, invitándolo a que se adentrara más en su interior, y sin ser experto en el tema, JungKook logró embestir la próstata del mayor.
El rubio se deshacía en gemidos de placer, penetrando a JungKook con su lengua en medio del beso. Abrazándolo y tratando de ser uno mismo con él.
«Perdiste. Entréganos las coronas hechas de ti, porque has perdido». Sentenció TaeHyung de nuevo, abriendo los ojos y deslumbrándose con la luz de la luna.
—Te amo, TaeHyung.
—Entonces sé mío, JungKook. —Pidió TaeHyung antes de gritar de placer.
Las embestidas aceleraron considerablemente, logrando que la próstata de Tae fuera estimulada con fuerza por el glande de Jeon, quien gemía agudamente mientras observaba cómo su pene se perdía en el interior del chico al que más amaba en la vida.
Eran chicos e inexpertos, pero eso jamás les impidió llegar al orgasmo juntos. El primer orgasmo de ambos, y el único que sería especial.
Ambos se liberaron con fuerza, JungKook en el interior de TaeHyung, llenándolo por completo de él y este último lo disparó hacia arriba.
Los dos príncipes, portadores de coronas hechas de un pedazo de luna, gimieron hacia la luna, liberando su pecado y sintiéndose completos después de haberlo hecho.
Jeon cayó sobre TaeHyung, besándolo apasionadamente en la boca, intercambiando salivas y sentimientos.
Sus pechos bajaban y subían con fuerza, sus corazones latían en sus oídos y se sentían plenos. Por su parte, TaeHyung no podía parar de pensar, en si alguna vez volvería a sentir lo mismo; lo mismo que sintió al llegar al orgasmo. Le aterraba que no, porque quería hacerlo con JungKook toda su vida. Si no era con él, temía no volver a sentir lo mismo.
Después de algunos minutos, ambos sintieron frío, por lo que se vistieron con rapidez, entre risas y toqueteos. Así, salieron corriendo del escondite, dirigiéndose hacia la puerta trasera del palacio. Se escabulleron al cuarto de TaeHyung, en donde volvieron a besarse.
Los príncipes parecían aprender rápido y jamás saciarse uno del otro, porque, en cuanto llegaron a la habitación, las prendas sobre sus cuerpos volvieron a desaparecer.
JungKook volvió a tomar a TaeHyung por la cintura, pero ahora lo colocó contra la pared, colocando su gran mano en el abdomen bajo del rubio, quien gemía con su voz grave cada vez que JungKook estaba dentro de él.
Se besaban constantemente, intercambiando saliva y volviéndose a unir uno con el otro. TaeHyung no dejaba de rogarle al príncipe de Rutermond por más; adoraba esa nueva sensación de ser penetrado con fuerza contra la pared. Siendo sostenido por el mismo JungKook, quien le susurraba al oído lo delicioso que era follarlo en sus aposentos.
Jeon descubrió una nueva obsesión: TaeHyung y su trasero. Ese trasero redondo y esponjoso que tenía el príncipe de ojos azules lo volvía loco, casi tanto como su sonrisa cuadrada y esa voz grave que le ponía los pelos de punta.
Simplemente todo de TaeHyung le encantaba, y viceversa. En la mente del mayor, no existía una monarquía, tampoco dos reinos que tenían que ser unificados o las responsabilidades; sólo existía JungKook. Jeon JungKook y su espontaneidad, su manera de mirarlo y la manera en la que lo follaba. Todo de él era intenso.
Eso le fascinaba. Y no podía dejar de gemir, hasta el punto en el que su cristalina saliva se derramaba por sus labios y era limpiada por la lengua de Jeon.
Era una escena tan erótica que incluso TaeHyung disfrutaría de verse a sí mismo, siendo tomado por el gran cuerpo del otro príncipe. Gimiendo fuerte por el placer que le causaba ese gran miembro en su interior, torturando su próstata una y otra vez. Pidiéndole a Jeon que se lo haga más fuerte.
Los adolescentes perdieron la cabeza por un segundo; todo parecía borroso, casi irreal, y el placer los estaba consumiendo. Sólo sabían que debían de respirar, y sus cuerpos reaccionaban al orgasmo que los estaba consumiendo una vez más.
TaeHyung lo comprobó: sólo con JungKook podría sentir eso. No importaba las veces que lo hicieran, todas iban a sentirse así de mágicas y abrazadoras, sofocantes. Nunca —y estaba seguro de eso— jamás, en toda su vida, iba a sentir algo así con alguien que no fuera Jeon.
Después de unos minutos, liberándose por enésima vez en la noche, ambos se arrastraron a la cómoda y gran cama del príncipe. TaeHyung descansando su cabeza en el fornido pecho del menor, regulando su respiración y a punto de caer dormido.
JungKook observó con ternura cómo, el chico más hermoso del mundo, TaeHyung, descansaba sobre él. Sintiéndose en paz, pero siendo molestado por el odio que ahora le tenía a su inocente hermana, JungMi.
La odiaba tanto, y se sentía horrible porque la chica no tenía la culpa de nada. Él deseó, durante toda la fiesta, e incluso en ese momento, poder ser una princesa. Sólo así podría permanecer con TaeHyung toda su vida.
No obstante, e ignorando a la multitud ruidosa de pensamientos que inundaban su mente, cerró los ojos y se dispuso a dormir—. Te amo, TaeHyung.
—¿TaeHyung? ¿Estás despierto? —Los príncipes despertaron, envueltos en sabanas de seda mientras se abrazaban. Era la voz de la reina la que se escuchaba al otro lado de la puerta. JungKook se escondió dentro del armario de Tae, quien se colocó su bata real y le abrió la puerta a su madre.
—Buenos días, madre. —Saludó, peinando sus rubios y desastrosos cabellos.
—Buenos días. ¿En dónde estuviste ayer? —Preguntó seria la mamá, mirando a TaeHyung, acusándolo de haber desaparecido.
—¿De qué hablas?
—¡Abandonaste a la princesa JungMi toda la noche! ¿Sabes cómo nos hace ver esa acción? ¿Estás consiente de lo que hiciste, TaeHyung? —alterada, gritaba la reina—. Esta unión es de suma importancia para nuestro pequeño reino; tienes que casarte con ella para evitar una guerra por los conflictos que puede originar el no sellar esta unión. Por la luna, ¡sé sensato, Kim TaeHyung!
—Lo lamento —habló el príncipe, mirando hacia el suelo y soltando algunas lágrimas. No queriendo desatar una guerra cuando ni siquiera era el rey oficial del precioso reino, mucho menos por no casarse como —sabía desde niño— tenía que hacerlo—. No volverá a pasar.
—¡Bien! Ahora, enviaré a los sirvientes para que te preparen, la princesa accedió a pasar dl día contigo. —Informó la reina antes de salir por la puerta y perderse en el pasillo. El príncipe cerró la puerta y vio a JungKook salir del armario sin ropa alguna.
—Kookie, yo-
—No. Está bien, mi amor. Yo ya me tengo que ir, pero volveré en la noche, ¿bien? —Jeon se acercó a TaeHyung y lo abrazó con fuerza, como si temiera perderlo.
—Promételo.
—Lo prometo. —Los príncipes se despidieron y JungKook dejó el palacio en su caballo. Fue al bosque de nuevo, a desear con todas sus fuerzas ser una princesa.
Como dijo la reina, los sirvientes arreglaron a TaeHyung y este fue a desayunar con JungMi al jardín. Era curioso que, a pesar de que la chica era, físicamente, muy parecida a JungKook, era lo opuesto a él.
Era callada, respetuosa y aburrida. En realidad no platicaba de nada, a menos de que Tae comenzara la plática. No le fue necesario pasar más de media hora con ella para darse cuenta de que, así como a él lo había criado para ser rey, a ella la criaron para ser esposa.
Kim se sintió bastante identificado con ella, claro, hasta antes de conocer a JungKook. Pero se podía ver en ella; un adolescente que no tuvo más opción que aceptar la vida que le habían impuesto. Se sentía muy mal por JungMi, y aún peor al pensar en que amaba al hermano de la que sería su esposa.
¿Podía ser peor persona?
Pero, incluso con todos los silencios incómodos que tuvieron en el día, TaeHyung llegó a la conclusión de que JungMi era una chica linda. Era muy amable y educada. Una buena compañía incluso.
Y en la tarde, se despidió de la princesa y corrió a los establos por su caballo blanco. Se subió en él y encontró a JungKook en el bosque, en el punto en el que siempre se encontraban.
Lo saludó, aunque parecía molesto. Ambos cabalgaron juntos hasta un lugar igual de solitario que ese, y fue cuando Tae rompió el silencio que había entre los dos.
—¿Qué ocurre, Kookie? —Preguntó, colocando su caballo frente al de Jeon, como lo hizo el primer día que se vieron.
—No te cases con ella.
—Kookie, tengo que hacerlo, tú escuchaste a mi madre, tenemos que-
—No. No tienes —unas lágrimas comenzaron a caer de los grandes ojos del menor, rompiendo el corazón de Tae—. No tienes por qué hacer lo que ellos te digan, Tae. Tú me amas a mí y yo te amo a ti, ¿por qué tienes que casarte con ella, entonces? ¿Te casarías conmigo si yo fuera una princesa? ¡Entonces imagina que lo soy y cásate conmigo! ¿Por qué te vas a casar con ella? —Gritaba JungKook con rabia, asustando a TaeHyung y haciéndolo llorar de la misma manera.
—¡Para poder verte a ti, Kookie! —le contestó desesperado, después de ver la rabia en los ojos del contrario—. Es la única manera en la que podré verte a ti todos los días. JungKook, si no me caso con ella, se desatará una guerra entre nuestros dos reinos; una guerra de intereses que me separará de ti por el resto de nuestras vidas. Por eso me voy a casar con ella.
El contrario sólo podía llorar, negando con la cabeza, siendo atormentado por la idea de que, el único chico que alguna vez lo entendió, se casaría con su hermana, sólo porque él resultó ser un hombre.
—Te amo, TaeHyung. Te amo más de lo que la luna ama a la noche, más de lo que las estrellas aman a la luna, que les permite brillar con su esplendor en la noche. Te amo.
—Yo también te amo más que a nada en la vida, Kook. Es por eso que me casaré con la princesa; para poder tenerte cerca todos los días de mi vida. Para poder verte todos los días y gozar de tu compañía toda mi vida.
Juntaron los caballos lo más que pudieron, y fue cuando TaeHyung tomó la nuca de su menor y lo besó con amor. Ambos llorando en medio del beso, inclinándose hacia el otro para poder mantener ese beso lleno de sentimientos y arrepentimiento.
Lo siguiente que llegó para los dos príncipes, fue una boda destructora. En la que ambos príncipes lloraron hasta quedarse dormidos, descansando en una cama diferente a la del otro. TaeHyung durmiendo con la hermana del hombre al que más amaba en su vida.
Y, como el tiempo pasa y te alcanza más rápido de lo que puedes reaccionar, la reina de Halbmond falleció a los pocos meses de la boda, dejando a TaeHyung y a JungMi como los nuevos reyes de Halbmond. Uniendo ambos reinos y en espera de un heredero.
TaeHyung a menudo iba a su escondite secreto, en el que tenía la fortuna de encontrarse con JungKook, quien siempre tenía los brazos abiertos para él.
Parecía que lo suyo había terminado tan pronto como empezó y, desde esa noche, en la que se besaron bajo la luna llena y lloraron por el futuro que los esperaba, todo se vino en picada en la vida de ambos.
Pronto, JungKook dejó de aparecerse en el escondite secreto, dejando el sendero mágico completamente descuidado. Un recuerdo más de la aventura que tuvieron.
Y todo se acabó entre los dos cuando, Park JiMin, el —ahora— consejero del rey, le llevó la noticia que lo rompería por completo.
—El heredero ha nacido; TaeHyung y JungMi han tenido un hijo.
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