☽ 𝟶𝟸
Seis días antes.
Era una mañana gloriosa, fresca e iluminada; la mejor mañana para salir de cacería, en realidad. Los sabuesos guiaban a los caballos de los caballeros hacia donde, sus experimentadas narices, les indicaban.
El príncipe Kim TaeHyung estaba teniendo una gran mañana, disfrutando de montar en su obediente y caro caballo blanco; haciendo alguna que otra broma con su mejor amigo y observando, con fascinación, el precioso amanecer frente a él.
El rubio, sin intenciones de despegar su mirada del colorido amanecer, hizo caso omiso de que todos los caballeros —incluido JiMin— habían emprendido una carrera. Los perros les anunciaron que habían olido algo, tal vez una pequeña presa o, por el contrario, un ciervo grande y glorioso. Se quedó sólo, y no se dio cuenta hasta minutos después.
El adolescente, en vista de que no encontraba a nadie, se dió la vuelta en su caballo y emprendió su propio camino.
Podía encontrar una gran calma al estar solo, sin ningún oficial que lo estuviera vigilando, o sin JiMin haciéndole preguntas incómodas. En realidad se sentía bien de estar solo.
Marcó su propio paso por el bosque y, cuando menos se percató, estaba mucho más adentrado en el maravilloso bosque, con el sol en todo su esplendor y con miles de pensamientos en su cabeza.
TaeHyung era un chico curioso, tal vez bastante. Se preguntaba cualquier tipo de cosas, incluso si eran absurdas, pero en realidad deseaba poder entender el mundo por sí mismo. No le gustaba resignarse con lo que le explicaban en sus clases privadas, o las experiencias de otros; él necesitaba comprobar las cosas en carne propia, vivirlas y decidir si quería creer en eso o no.
Había disfrutado mucho de explorar y preguntarse las cosas en su niñez, antes de que su padre, el rey de Halbmond, muriera. Sin embargo, todo eso se le fue arrebatado y reemplazado por lecciones mucho más extensas y aprendizaje genérico de la vida.
Eso había hecho de su vida un día a día miserable y sin propósito. Llegó a sentir que el tiempo pasaba sobre él, y que no podía disfrutar sus días, tenía que vivir una vida impuesta por otras personas. Repitiendo la misma rutina cada veinticuatro horas.
Es por esta misma razón, que le temía tanto a las responsabilidades que vendrían con su cumpleaños; ser mayor de edad, en esos reinos, significaba tres cosas: casarse, dirigir el reino y perder la humanidad.
Y, mientras disfrutaba de su escapada, se perdió en el bosque. Su caballo mantenía un ritmo constante, adentrándolo cada vez más, siguiendo su curiosidad y haciéndolo perder su sentido de la orientación.
El príncipe fue sacado de su propio mundo por el relinchar de otro caballo. Temió que el oficial del rey lo hubiera encontrado y lo llevara de nuevo al palacio, donde repetiría lo mismo que había hecho el día anterior. No obstante, se acercó más al lugar de donde provenía ese sonido.
Entre los árboles de coloridas flores y arbustos grandes, un rayo de luz iluminó a otra persona. TaeHyung se acercó con cautela, logrando ver bien al que parecía ser un chico, montando un caballo de color negro. Se mantuvo calmado, persiguiendo su curiosidad y saliendo a la luz.
Estaba callado, observando a ese chico más de cerca. Sus ojos se conectaron y los caballos comenzaron a caminar en círculos.
Los ojos azules de TaeHyung, silenciosamente, se encontraron con unos ojos negros y grandes. El chico contrario tenía una piel blanca como la leche, cabello negro como la noche sin estrellas y un rostro sumamente atractivo.
—Buenos días. —Fue el azabache el primero
en hablar, logrando que los ojos azules del rubio viajaran a sus labios.
—Buenos días, señor.
—¿Señor? —El blanco sonrió, completamente maravillado por la belleza del rubio príncipe frente a él. Le dedicó una gran sonrisa—. No me veo más grande que tú, ¿o sí?
—Tal vez sí —contestó el rubio, cohibido por la espléndida sonrisa del chico desconocido—. En realidad desconozco tu edad, pero no debes de tener más de veintitrés.
—Me siento halagado; tengo diecinueve.
—En ese caso, joven desconocido, soy mayor que tú. Estoy a punto de cumplir los veintiún años. —Comentó el príncipe, alzando el mentón, jugando con el azabache que lo miraba con una sonrisa.
—¡Vaya! La mayoría de edad... ¿eso es bueno, no?
—Dependiendo de quién opine. Y, creo que no me di a entender con lo anterior, ¿cuál es tu nombre? —Preguntó TaeHyung, observando que el otro chico también iba vestido con un traje de color azul, que, a simple vista, se veía costoso.
—Oh, creo que olvidé mis modales en el arrollo de allá atrás —el chico de cabellos, ligeramente, más largos, señaló el precioso río que estaba detrás de él—. Mi nombre es Jeon JungKook. ¿Cuál es el tuyo?
—Soy Kim TaeHyung —se presentó el rubio, deteniendo a su caballo y poniéndolo frente al de JungKook, bloqueando su paso—. Interesante apellido, Jeon...
—Si te refieres a lo que creo que te refieres, sí, uno de los príncipes de Rutermond. Y no me sorprendería que tú, lindo chico rubio de ojos azules y apellido real fueses... —se llevó el dedo índice a la barbilla, pretendiendo estar pensando—, el príncipe de Halbmond.
—Increíble. ¿Soy tan obvio? —Preguntó el rubio, poniendo en marcha su caballo, llevándolo al arrollo y bajándose de él para permitirle descansar y tomar agua.
—En realidad no —contestó el príncipe de ojos negros, replicando las acciones del mayor y parándose frente a él. JungKook era un poco más alto que TaeHyung y, hasta cierto punto, más corpulento—. Pero estás por cumplir la mayoría de edad, eso significa que darás una fiesta. Y, si mi memoria no me falla, mis padres me han enviado, junto a mi hermana, a tu celebración.
—Impresionante, JungKook. —El rubio le dio la espalda, ignorando lo perfectas que eran sus facciones, acariciando a su caballo blanco.
—Lo que es impresionante, TaeHyung, son tus ojos —el menor encaró, de nuevo, al príncipe rubio, mirándolo a los ojos directamente—. Son lindos.
El sonrojo que se apoderó del rostro contrario fue vergonzoso. Kim miró los ojos negros del contrario, encontrándolos preciosos de la misma manera—. Gracias... creo. Los tuyos también son lindos, JungKook.
El menor rompió el contacto visual, caminando un poco alrededor de TaeHyung—. ¿Qué haces fuera del palacio?
—¿Tú qué haces en el bosque?
—Me enviaron a un reino vecino, lo que significa que puedo ir y venir sin un oficial que me cuide. Sin embargo, tú estás en tu reino pero no en el palacio. Me pregunto por qué...
—Me escapé de la cacería. Necesitaba tiempo para mí... —Contestó el rubio, sonriendo avergonzado. JungKook le sonrió.
—Sí, creo que yo también. Por eso abandoné a mi hermana mayor en la mañana. Últimamente me molesta estar rodeado de gente.
—Yo no soy fanático de las multitudes... —Contestó el rubio, siguiéndole la plática y atando el lazo de su caballo a un tronco.
—¿Entonces, por qué darás una fiesta? —El azabache, siendo un espejo del mayor, ató a su caballo al mismo tronco, mirándolo expectante.
—Eso se hace al cumplir la mayoría de edad. Mi madre y sus consejeros se han encargado de invitar a todas las princesas casaderas del los reinos cercanos, así como a algunos reyes y socios comerciales. Quieren que elija pareja...
—Si no es que ya la han elegido por ti —terminó el menor. Emprendió una caminata por el bosque que, sin pensarlo, el rubio secundó. Este último lo miró confundido—. Lo he visto con todos mis hermanos mayores; les eligieron esposas. Y a mi hermana le harán lo mismo. No son capaces de elegir con quién casarse...
—¿Son? —El rubio preguntó. Entendía todo lo que JungKook había dicho, pero le hizo ruido que no se incluyera a sí mismo en su aclaración.
—Sí, son. Porque yo soy el menor de todos los príncipes de Rutermond. No creo que me obliguen a casarme o si quiera tener que preocuparme por dirigir el reino.
—Eso es genial... —Contestó el rubio, siguiendo su paso y sintiéndose mal por él mismo. ¿Por qué su vida no podía ser como la de JungKook? ¿Por qué tenía que merecer tantas responsabilidades?
—Hey... —habló el azabache, tomando el brazo del contrario para mirarlo a los ojos—. ¿Estás bien?
—No —se sinceró el mayor—. Tengo miedo. Comprendo que no es el tipo de cosas que le dirías a un chico el primer día que lo conoces, pero simplemente no se lo puedo decir a nadie más. Tengo miedo de ser un rey. No estoy preparado para eso.
—Pero, ¿no te han dado todas las clases y-
—Claro que sí —contestó el mayor, mirando al cielo mientras continuaba caminando sin rumbo—. Es sólo que no estoy psicológicamente listo. No sé qué es lo que pueda pasar y no estoy preparado para sentarme en el trono y ser responsable de todo esto.
—Tae, nadie lo está —el rubio dejó de caminar al escuchar ese lindo sobrenombre. Nunca nadie lo había llamado así—. Estoy seguro de que, todos los reyes, de todos los reinos, hasta la fecha, no estaban preparados para asumir el lugar. Pero es algo que tu reino necesita, y cuentan contigo para que seas un buen rey.
Sus ojos se conectaron y, TaeHyung, por primera vez, sintió que esas palabras eran reales, eran genuinas y venían del corazón. No eran sólo un discurso ensayado, sino que JungKook hablaba en serio.
»Si has estado preparándote para esto toda tu vida, es porque lo puedes hacer.
—Claro, lo dices porque tú no vas a ser rey. —Contestó el mayor, dedicándole una sonrisa a JungKook, quien llevó su mano a su pecho y frunció el ceño, dándole a entender que lo había lastimado.
—Eso dolió. Pero tienes razón, lo digo porque eres tú el que va a ser rey, no yo.
Y ambos chicos comenzaron a reír. Sus risas podían escucharse por todo el silencioso y calmado bosque, mientras que caminaban juntos hacia un precioso lugar, alto, desde el cual podían observar todo el reino.
Se sentaron y siguieron platicando tranquilamente durante horas. Siendo JungKook quien hacía chistes, y TaeHyung el que se maravillaba con la mente creativa del otro príncipe.
En realidad le agradaba platicar con alguien que tuviera un punto de vista diferente al suyo; no podía borrar su geométrica sonrisa de su rostro. Misma que, en silencio, Jeon encontraba encantadora.
Las horas pasaron con rapidez, pero los chicos parecían ignorar eso por completo; entre risas y platicas profundas, olvidaron que el sol seguía avanzando sobre ellos.
—Tae, ¿puedo preguntarte algo?
—Claro.
—Eres... es decir —JungKook tenía miedo de preguntar eso, pero en serio sentía curiosidad—. ¿Eres virgen?
—Claramente soy un chico, JungKook. No sé por qué esa pregunta tan estú-
—No, no. No me refiero a eso. Hablo de que... ¿alguna vez has tenido sexo? —Tae se ahogó con su propia saliva, mirando a JungKook y este le dio palmadas en la espalda.
—No he tenido ninguna novia, JungKook. Mucho menos esposa, y mi madre dice que sólo podemos hacerlo si estamos casados. ¡No! ¡Nunca lo he hecho!
—¡Bien! Sólo era una pregunta. —Finalizó el azabache, sintiéndose mal por la reacción que tuvo el contrario por la pregunta.
—¿Tú ya lo has hecho? —Preguntó Kim con timidez.
—No. Tampoco. Mis hermanos me hablaron de eso, y desde que tengo memoria, siempre me han contado sus experiencias, pero yo jamás lo he hecho —aclaró el menor, pensando en si debía decirle la verdad a TaeHyung o no—. Tae, ¿ya somos amigos?
—Eso creo, ¿por qué?
—¿Puedo decirte un secreto?
—Claro. Los amigos se dicen secretos, ¿no?
—Sí, pero esto no es algo normal. No es bueno, pero tengo que decírselo a alguien. —JungKook tenía una fuerte presión en su pecho, y quería decirlo a los cuatro vientos, pero tenía miedo.
—¿Cómo que no es bueno? ¿Has matado a alguien o algo parecido? —TaeHyung se acercó a Jeon, quien se puso nervioso por la cercanía y negó con la cabeza—. ¿Entonces?
—Es que... a mí... no me gustan las princesas.
—Oh... eso no es malo, ¿o sí? Hay algunas princesas muy feas, y creo que es normal que-
—No. No me entiendes. Hablo de que no me gustan las mujeres, en general —TaeHyung se quedó callado por unos segundos. Por supuesto que era algo raro, pero, ahora que lo pensaba bien, a él tampoco le había atraído ninguna chica antes—. No sé qué ocurre conmigo.
—Creo —el rubio aclaró la garganta, mirando los preciosos y grandes ojos de Jeon—. Creo que a mí tampoco me gustan.
—¿En verdad?
—Sí. Nunca me ha gustado una; es decir, ninguna se me hace linda, como tú. —El rubio reaccionó después de hablar, tapándose la boca en ese instante, dándose cuenta de lo que acaba de decir.
Por supuesto que JungKook se le hizo lindo desde el principio. Cada parte de él era hermosa; su rostro, su cabello, su cuerpo, su sentido del humor y su mente. Le parecía precioso, pero jamás pensó que pudiera llegar a gustarle.
Pero ahora, se lo había dicho y solamente quería cavar un hoyo y quedarse ahí por el resto de su vida.
—¿Crees que soy lindo? —Preguntó el blanco, tratando de hacer contacto visual con el precioso chico de piel color canela y lunares en el rostro.
—Yo- no. Es decir, sí. Pero yo-
El chico fue interrumpido por una acción que lo alarmó. Su corazón comenzó a latir rápido y abrió los ojos grande, pues JungKook había unido sus labios con los suyos.
Por supuesto que sabía que era un beso, pero jamás imaginó que JungKook, un chico, lo iba a besar. Sin avisar y por primera vez en su vida.
Estaba a punto de gritar, pero JungKook se separó de él y le sonrió—. Yo también creo que eres lindo, Tae.
Entonces, confundido por lo que había sentido; curioso por cómo se sintió; e intrigado por lo que podía pasar, TaeHyung volvió a unir el beso.
Ambos, inexpertos en el arte de besar, encontraron una manera y un ritmo para que sus labios se encontraran. Con los ojos cerrados y sus corazones hechos un desastre, se besaron sobre el pasto.
JungKook siendo quien, normalmente, llevaba el ritmo del beso. Los dos descubriendo que besarse no era tan malo, después de todo. Besar a otro hombre estaba mal, estaba muy mal pero, ¿cómo evitarlo cuando provoca tantas sensaciones extrañas?
Sus corazones latían rápido, sus respiraciones se aceleraban y sus bocas intercambiaban saliva. Se besaron durante un largo rato, hasta que uno de ellos, el mayor de los dos, recordó que era un príncipe.
Se despidió de JungKook con otro beso, prometiéndole que, al siguiente día, volvería a verlo. Y, con el corazón en una mano y mariposas en el estómago, se marchó en su caballo.
Al siguiente día, como lo habían prometido, se volvieron a ver. Se besaron otro rato, pero también platicaron. Toda la semana fue así.
Se veían después de la cacería de Tae, por horas y horas platicaban y, después de un rato, volvían a besarse. Jugaban muy seguido, a cualquier tipo de cosas.
Todo hasta el día anterior al cumpleaños de TaeHyung, cuando jugaron en el arrollo que estaba frente al palacio. Se besaron con pasión, abrazándose por un gran rato y diciéndose lo mucho que se gustaban.
Por supuesto que estaba mal, pero, ¿quién se los iba a decir?
Ahora, todo se iba a complicar. Porque después de despedirse, se prometieron que se verían en la fiesta. La fiesta que terminaría por destruirlos.
—TaeHyung, corazón —la voz de la reina distrajo a los dos príncipes, quienes se miraban a los ojos profundamente, deseando poder besarse una vez más—. Ven, por favor.
JungKook hizo una pequeña reverencia, despidiendo al príncipe y alejándose de ese lugar. Caminando con prisa en busca de la champaña; estaba molesto. Muy molesto.
—Por supuesto, madre. —Contestó Tae, viendo la ancha espalda de JungKook alejarse. Caminó hacia su madre y le sonrió a la princesa JungMi.
—Me alegra mucho que, finalmente, se hayan conocido —pronunció la reina, manteniendo una distancia considerable de todos los presentes. Volteó a ver al conde Park, y después al duque de Rutermond, hermano del rey—. Quería darles yo misma la noticia, chicos.
La princesa, hermosa y delicada como era, le sonrió a la reina, mirando al príncipe TaeHyung después y sintiéndose la más feliz del mundo. Ella, toda su vida, había sido criada para ser una buena esposa y, ahora, finalmente, tendría la oportunidad de serlo.
»Como ustedes saben, hemos decidido arreglar este precioso matrimonio, buscando crear una alianza entre nuestros dos hermosos reinos. Por supuesto, TaeHyung será el rey de Halbmond cuando yo muera y, ahora JungMi será la reina. Lo que se busca, es que, como parte de los acuerdos de la alianza, nos den un heredero; mismo que unificará a ambos reinos.
La princesa se sonrojó, mientras que Tae sintió sus ojos humedecerse. Su corazón se estrujó, él se había enamorado de JungKook, no de JungMi.
—Será un honor para mí cumplir con los mandatos que sean pertinentes para que nuestros dos reinos se encuentren en paz. —Pronunció la princesa, a lo que la reina le agradeció.
—Lo mismo digo, madre. Para mí también será un honor. —Mintió el príncipe, le sonrió a su princesa y la reina se regocijó de felicidad.
—Entonces, ahora que han aceptado los términos de la boda, les corresponde bailar el baile de apertura de la fiesta. Anden. —Alentó la reina, recibiendo una reverencia de agradecimiento por parte de JungMi.
»TaeHyung, enamórala esta noche, ¿está bien?
—Claro, madre. Con permiso. —Se excusó el príncipe, después de mentirle a su madre, para seguir a la princesa a la pista de baile.
Todos los presentes formaron un círculo al rededor de los príncipes que estaba destinados a casarse. Los observaban acercarse y, cuando los músicos comenzaron a tocar, bailaron.
TaeHyung simplemente hacía los movimientos que le habían enseñado desde niño. Su cuerpo estaba bailando con esa hermosa princesa, mientras que su mente regresaba una y otra vez a JungKook; a todas las tardes que estuvieron juntos y todos los besos que compartieron.
Los bailes parecieron durar tres segundos, cuando en realidad habían durado treinta minutos. La princesa estaba maravillada por la belleza de TaeHyung. Era el príncipe más hermoso que alguna vez vio.
Y, cuando terminaron de bailar, la princesa fue llamada por el duque de Rutermond, lo que le dio tiempo a TaeHyung para huir de ella. Comenzó a correr, tratando de salir del palacio y dirigirse al jardín; su escondite secreto estaba ahí.
Sin embargo, antes de poder salir del palacio corriendo, se distrajo y se estrelló con otro príncipe. Ambos acabaron en el suelo y una copa se rompió.
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