1
Me mantuve inmóvil al ver el objeto en mi mano. No me quería mover porque si lo hacía me daría cuenta que no era un terrible sueño lo que estaba viendo ahora mismo.
La sangre dejó de circular por todo mi cuerpo, empecé a sudar frío y me sentí supremamente débil para seguir manteniendome en pie. Tal vez se me bajó la presión.
Todo mi mundo se vino a abajo.
Un error hizo que mis sueños y metas se fueran al carajo. Un maldito error que ni siquiera recuerdo haberlo cometido.
Soy una mujer que le encanta la libertad, y esto es el extremo contrario.
Jamás tuve el sueño de volverme madre. Nunca vi gran interés en los mocosos ni tengo paciencia para soportarlo siquiera uno.
Es como si la vida me quisiera dar un golpe y derribarme.
A mis veinticinco años ya tenía un trabajo que me mantenía difícilmente a mí, y una nueva boca que alimentar era un mal sueño.
Me mordí el labio y lancé con todas mis fuerzas la prueba de embarazo. Una mierda. Entre las mujeres más estúpidas, debía yo estar ahí.
No sé en qué estaba pensado al irme a ese puto bar y embriagarme hasta tener sexo con dos mujeres que jamás en mi vida vi, o eso creo porque en ese estado no era capaz de reconocer a nadie.
No dudé en tomar mi teléfono y marcar el número de mi amiga más íntima: Rosé. Ella respondió con un simple "hmm". Seguramente estaba durmiendo.
—Necesito que vengas. —Pedí, no, ordené.
—Por un carajo, Chaeyoung. ¿Sabes qué hora es? —No respondí. —¡Son las cinco de la mañana!
Estaba furiosa, pero insistí: —Es importante, Roseanne.
Tal vez mi tono serio la hizo aceptar con un suspiro cansino.
—Está bien, iré. Espero que me tengas, como mínimo, un desayuno. Si es una maldita broma o estupidez te juro que te mataré con mis propias manos, Son Chaeyoung. —Advirtió, y por un momento me sentí atemorizada.
Ella colgó sin dejarme responder a la advertencia. Solté el aparato en la cama cuando sentí las fuertes ganas de vomitar y salí corriendo directo al baño.
Vacié mi estómago de la poca comida que consumí en estos días. Me sentía como la mierda desde hace semanas, y ya averigüé por qué.
Tanto mi cuerpo como mi mente estaban en un estado vacilante.
Me cepillé los dientes y caminé a la cocina, preparando el desayuno que me pidió Rosé. Era simple porque no soy experta en la cocina. Me mantengo con vida por la comida ya hecha.
Unos huevos con tocino estarán bien.
Di una sonrisa forzada al plato de comida que dejé sobre la mesa... no se veía tan mal.
El olor y vista a la comida me generó una sensación incontrolable de náuseas. A este punto ya estaba odiando la comida.
Cuando el timbre sonó en todo el departamento, me apresuré a abrir la puerta. Ahí estaba Rosé, con los brazos cruzados y una mirada acusadora.
—Hola. —Saludó. —Estoy muriendo de hambre y sueño, así que no te quejes que me quede a dormir.
Asentí y la dejé pasar. Nos dirigimos a la mesa y sus ojos brillaron al ver e plato de comida. No tardó en prácticamente lanzarse allí y devorar hasta el plato.
—¿De casualidad no te quieres comer la vela también? —Pregunté señalando la pequeña vela que estaba de decoración. Rosé bufó y ahora sí puso su atención en mí.
—Habla.
Qué cortés.
Yo, sentada frente suyo, crucé mis brazos sobre la mesa y me removí incómoda, dirigiendo mi mirada a cualquier parte que no fueran sus ojos.
Pero ella es mi mejor amiga, y odio que me conozca tan bien.
Escuché el objeto del objeto de metal chocar contra el plato y supe inmediatamente que dejó de comer por mí.
—¿Por qué estás así? —Recostó su mano encima de la mía. Su mirada angustiada quemó mi piel.
—Prométeme que jamás me dejarás sola.
—¿Qué? ¡Claro que no! —Se apresuró a negar y acercarse a mí. —¡¿Por qué dices eso?! —Tomó mis dos manos y me miró curiosa.
—Estoy embarazada, Roseanne.
Fui directo al grano. No tenía preparada una conversación lenta y minuciosa.
Su mirada incrédula y ojos bien abiertos me dio a entender el gran impactó que se creó en su mente. Me mantuve en silencio y ansiosamente moví mis piernas. El silencio abrumador me estaba matando lentamente.
Sus labios temblaron y apretó los labios. —¿De verdad?
Su pregunta iba con la esperanza de que yo negara y le dijera que era una broma, pero asentí.
—P-Pero Zion nunca te tocó.
—No es de Zion.
Alzó una ceja y respiró profundamente. —Vamos a sentarnos en el sofá y me contarás todo, ¿vale?
Asentí sin objetar y nos dirigimos a la sala de estar. Ambas nos sentamos en el sofá, ella recostó su espalda en el repobrazos y me miró atentamente.
Di un gran suspiro y dije: —¿Recuerdas el bar donde fuimos, hace tres semanas?
—Por supuesto que me acuerdo. —Respondió de inmediato. —Tú desapareciste por horas.
—Ya ahora sabes por qué me desaparecí.
—Espera un momento, Chaeyoung... —Frunció el ceño. —¿Es lo único que me vas a decir? ¿Ni siquiera me dirás el nombre del padre?
—No es un padre.
—¿De qué hablas? ¿Acaso dos dedos soltaron esperma?
—¡No lo sé, Rosé! No recuerdo nada, sólo que me acosté con dos desconocidas. —Dije entre dientes. Pasé mis manos por mi cabello estresadamente. Quería llorar.
La escuché suspirar y luego cerró los ojos por un momento, para luego acercarme a su pecho y envolverme con sus brazos. Mis manos agarraron su blusa y no pude contener mi llanto.
Me sentía extremadamente avergonzada y frustrada. Todo era un torbellino de emociones y pensamientos. Me esforzaba demasiado por buscar una solución correcta.
Ella acarició mi espalda suavemente y besó mi frente. —Te ayudaré en todo, Chaeng. No estás sola en esto.
—No sé qué hacer, Rosé. —Confesé ahogadamente. —Siento que mi vida perdió el sentido.
—Espera, Chaeyoung. Tienes que calmarte. —Me alejó de ella y me tomó de los hombros. —Buscaremos una solución juntas, ¿okay?
Acunó mis mejillas y con sus pulgares retiró el rastro de lágrimas. Su sonrisa me calmó poco a poco hasta que pude por fin pensar.
—Quiero abortar.
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