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𝖲𝖮𝖭𝖦 𝖳𝖶𝖮

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Desde que tenía memoria, Natsuki había sido una niña bastante dependiente. Siempre estaba acompañada de algún familiar, tenía muchos amigos (los cuales descubrió que la utilizaban por su ingenua amabilidad) y adoraba buscar animalitos. Si su padre tenía reuniones, ella podía acompañarle ya que nunca hacía ruido y era la típica niña adorable que todos adoran.

Su madre sabía que era la envidia de las reuniones por su preciosa y educada ternurita, su padre se enorgullecía de llevarla de su mano y todas las madres de sus amigos la amaban. Nadie podía odiarla, todos sonreían al verla inconscientemente y eso seguía hasta la actualidad.

Fue así como conoció a Arisu Ryohei, el niño más rarito y friki que había llegado a toparse.

— Quiero ese helado — señaló caprichosamente. La Natsuki de ocho años no estaba teniendo un buen día, y ese mocoso bajito había salido de la nada para robarla el helado que su padre la había comprado después de haber sacado un diez en inglés—. ¡Quiero un helado!

— Pídeselo a tu padre — esa respuesta no le gustó, y trató de inmediato de quitárselo de entre las manos—. ¡Oye, es mi helado!

— ¡Ahora es mío!

Comenzó un extraño forcejeo. Para ese entonces Natsuki era considerada alta para su edad, y ese mocoso delgaducho de seis años era más bajito de la media. Era una pelea injusta para él, pero aún así insistía en comerse su helado de chocolate. El último de la tienda.

— ¡Ryohei! — fueron separados cuando dos hombres llegaron. Ambos trajeados, ambos gritando por los pasillos que eran ricos con sus relojes de marca y zapatos brillantes—. Te dije que mi mocoso se llevaría bien con tu preciosa Natsuki.

— Buenos días, señor Arisu — sonrió. La faltaba un diente, lo que la daba un aire aún más adorable junto a sus trenzas y lacitos.

Aquel hombre sonrió ante el saludo, encantado de ver a su hijo mayor junto a aquella importante niña. Que Ryohei decidiera juntarse con la hija del vicepresidente de aquel conglomerado tan solo eran buenas noticias, y no pudo estar más orgulloso de él en ese momento.

— Buenos días, Natsuki — su padre apoyó una mano sobre su cabeza, dándola una palmadita de orgullo al percibir la buena educación empleada—. Él es mi hijo, Ryohei. Ryohei, ella es Nashiro Natsuki.

Los grandes ojos del niño se posaron de nuevo sobre la niña, aunque había decidido que era buena idea huir tras las piernas de su padre para cuando ella le acusara de ladrón. La niña de ojos marrones y trencitas le miró fijamente, antes de sonreírle.

— Señor Arisu, papá — llamó. Arisu cerró los ojos, esperando el regaño—. ¿Puedo ir con Ryohei a comer helado? Es mi nuevo amigo.

Se sorprendió abriendo los ojos de nuevo, notando la mano de la niña tirar de él para ponerse frente a ambos con una sonrisa ilusionada. No podía dejar de mirarla sorprendido, incapaz de apartar la mirada de la bonita niña que no estaba acusándole.

— ¡Por supuesto, mi princesa! — su padre sacó de inmediato un par de billetes, dandoselos con confianza a su hija. Conocía el valor del dinero, y sabía qué debía hacer con él—. Si el señor Arisu deja a Ryohei...

— Como no dejarlos, señor Nashiro — sonrió de igual manera, colocando un par de mechones alterados de la cabeza del niño—. Pasároslo bien, con mucho cuidado.

— No salgas del edificio, y a las siete...

— Nos vemos en recepción y me quedo con la señorita Takatora hasta que vengas — dictó, sabiéndoselo de memoria—. ¡Prometo cuidar bien de Ryohei, señor Arisu!

Entonces tiró de su brazo, y corrieron por los pasillos. Ese día el pequeño Arisu Ryohei no pudo olvidar la sonrisa cómplice de la niña al guardar el secreto del casi robo, y la adorable Nashiro Natsuki adoptó al menor como su nuevo e inseparable mejor amigo.

— Eras una niña adorable — rio Shibuki, sentada a su lado en el restaurante abandonado.

Natsuki se sonrojó levemente, comiendo aquella bolsa de patatas fritas que había encontrado. No había electricidad y el gas no iba, así que tenía que conformarse con conservados y comida basura que, de su manager enterarse, la mataría por saltarse su estricta dieta.

Había conocido a Shibuki hacía apenas unas horas, en la zona comercial de Shibuya. Salía de uno de los caros hoteles que aseguraban privacidad (ella había estado ahí un par de veces, cuando estaba demasiado cansada como para volver a Roppongi), y se encontraba tan perdida y asustada como ella. De inmediato la reconoció como Nana, y la idol confió en ella. No la gustaba estar sola, y como no podía encontrar a sus amigos por ningún lado decidió acompañar a Shibuki hasta averiguar que pasaba y encontrar a más personas.

— Me enamoré de él a los dieciséis — sonrió, avergonzada. Era demasiado confianzuda, y ya estaba contándole su vida a la formal mujer para llenar el silencio y distraerse—. No recuerdo muy bien como, pero desde entonces tengo estos sentimientos por él... Mis amigos dicen que soy muy obvia por cómo le miro, pero él es un bobo y no se ha dado cuenta.

— Estoy segura de que también siente algo por ti — la mujer la codeó con una sonrisa divertida, entretenida de ver a esa adorable chica que salía en todos los medios de comunicación sonrojarse de aquella manera por un chaval gamer y con tendencias de ladrón—. Tienes a todo Japón comiendo de la palma de tu mano, ese chico tiene que estar a tus pies de seguro.

— No lo sé... — jugó con sus manos, dejando a un lado la bolsita de patatas—. Le he escuchado hablar con mi amigo Chota de chicas...

— Todos los hombres son así — suspiró Shibuki—. Unos pervertidos que tan solo buscan sexo. Si ese chico es de esos, es mejor que te olvides o lo pasarás mal.

Hubo un pequeño silencio. La naturaleza empática de Natsuki la hizo rodear en un pequeño abrazo a la decaída mujer, siendo devuelto con fuerza. Había salido del hotel con prisa y angustiada, y desde que había comenzado esa conversación se la notaba de nuevo algo mal.

— Muchas gracias por tu consejo, Shibuki-chan — acarició su pelo liso—. Ahora me tienes a mí, puedes contarme lo que te preocupe.

— Eres tan dulce, Natsuki... No dejes que te corrompan nunca.

Asintió, secando con delicadeza las brillantes lágrimas de sus mejillas bajo la tenue luz de las velas. La noche sin farolas o carteles era demasiado oscura y tenebrosa, y sin conocer la situación todo era aún más terrorífico. No quería separarse de Shibuki, habiendo depositado su confianza en ella en aquel Tokyo vaciado.

— Averiguaremos juntas lo que está pasando, y volveremos a casa — prometió. La mayor asintió, suspirando—. Oh, ¿luces?

Shibuki se giró cuando dijo eso, localizando las luces de las que la pelirrosa hablaba. Unos grandes carteles brillaban unas calles atrás, y ambas fueron de inmediato hacia ellos. No eran carteles normales, ya que brillaban el doble de lo permitido por los protocolos de contaminación lumínica y tan solo decían una frase: el juego está a punto de comenzar.

Nana miró a la mujer que pronto había congeniado con su amable personalidad, frunciendo el ceño en confusión y preocupación.

— ¿Deberíamos seguir las flechas? — preguntó. Shibuki dudó—. Tal vez allí haya más gente, y nos puedan ayudar.

— No nos separemos, ¿sí? — pidió. Natsuki tomó su mano, y con decisión comenzaron a seguir las flechas brillantes.

Aferradas la una a la otra por la incertidumbre, la joven idol que conquistó todo Japón y la formal empresaria se adentraron en el metro, siguiendo las indicaciones.

En el metro, para alivio de la joven, había otras personas. Eran tan sólo dos hombres de no más de treinta años, pero verlos fue para Natsuki un milagro. Ellos rápido las localizaron también, aunque toda su atención se desvió de inmediato a la sonriente pelirrosa.

— ¡Hay famosas por aquí también! — dijo uno de ellos, el de piercing en la ceja. El que tenía cierto aire a Severus Snape de Harry Potter, la recorrió con la mirada. Estaban tranquilos, a diferencia de ellas dos—. ¿Es vuestro primer juego? Habría escuchado de la presencia de Nana antes.

Para suerte de Natsuki y Shibuki, se encontraron con dos personas (ellos se refirieron a sí mismos como "jugadores") que conocían los términos de aquella situación. Antes de que comenzara aquel juego, ambos les explicaron con detalle lo que ocurría. La diferencia de niveles según número y palo, los visados, lo que ocurría si salías del terreno de juego y gente que llegaba cada día. Natsuki se horrorizó, de inmediato recibiendo consuelo de ambos, tranquilizando a la menor. Ambos aseguraron que trabajarían en conjunto, y que no debía estar asustada.

Shibuki, mentalizándose poco a poco de la situación, pudo verlo: Nashiro Natsuki era capaz de hacer que la gente la siguiera solo con una sonrisa. Ella misma la había seguido en cuanto la sonrió con timidez al verla, y no dudaba en que el resto estaban sintiendo lo mismo.

Subieron al tren, y de inmediato otro cartel les dio la bienvenida.

Número de jugadores: de uno en uno
Tiempo límite: ninguno

— Parece que el "uno en uno" significa que el tren no partirá si dos o más personas están a bordo... — musitó el hombre de pelo oscuro. Natsuki estaba asustada—. Yo iré primero. Vosotros bajad, observad la situación y subid los próximos trenes.

— ¿Estás seguro? — preguntó despacio Natsuki—. Es muy peligroso...

El hombre que hasta entonces se mostró frío y calculador, sonrió levemente ante su obvia preocupación.

— No te preocupes, todo estará bien — aseguró.

El perforado apoyó una mano en su hombro, sonriendo y guiñando un ojo.

— ¡Ni se os ocurra estirar la pata! ¡Sobreviviremos a esto los cuatro juntos! — Natsuki le devolvió la sonrisa, asintiendo con más confianza. Si ellos que ya llevaban un tiempo aquí aseguraban eso, ella les creería.

Los siguientes trenes pasaron. Natsuki dejó que Shibuki pasara primero, quedando a solas con el misterioso chico. La dijo lo bonita que se veía con el pelo rosa (al parecer, era su fan) y de lo feliz que se sentía de hablar con ella al menos una vez. Ella le aseguró que, una vez salieran del juego, formarían un equipo para ayudarse mutuamente.

Tras esa promesa a medio hacer, Natsuki subió al siguiente tren. Se veía demasiado vacío y extraño, y en cuanto avanzó tuvo que sujetarse a las barras con cierto miedo. Debía ser valiente, debía confiar en que Shibuki y sus dos nuevos compañeros estarían bien.

Bienvenida a bordo
Le informamos que este tren no para en ninguna estación
Es hora de que empiece la partida
El nivel de dificultad es 2❤️

Tomó aire. Si esos dos hombres tenían razón, el dos era un nivel bajo y relativamente fácil, aunque el corazón era más complicado de superar. No explicaron el por qué, pero Natsuki no quería saberlo.

Al avanzar hacia el vagón delantero, pasando por cuatro vagones, el tren parará en la estación más cercana y el juego llegará a su fin
Uno de los vagones contiene gas venenoso letal, cuya inhalación destrozará los pulmones de quien lo respire. De abrir la puerta del vagón y respirarlo, supone Game Over
Cada jugador posee una máscara y tres bombonas de oxígeno preparadas, las cuales tienen una carga de 5 minutos. Una vez conectadas al equipo, no se detendrán hasta consumirse por completo
Tras abrir una puerta, la siguiente permanecerá bloqueada por 5 minutos
Tiempo límite: ninguno

Entonces, Natsuki localizó el equipo que mencionaba el juego. Era una extraña máscara, y tres pequeñas bombonas con un cronómetro que marcaba los 5 minutos prometidos. Eran tan solo tres, y había cuatro vagones. Debía decidir cual pasaría sin máscara, arriesgandose a morir asfixiada.

Arisu jugaba siempre todo tipo de juegos junto a ella, tratando de explicarla la mecánica de estos y los trucos ocultos. Muchas veces era incapaz de entenderle, pero la gustaba escucharle por la pasión que ponía al hablar. Tal vez por ese impulso de valentía, cargó con ella tras tres bombonas y la máscara, y abrió la primera puerta sin pensarlo dos veces. Sin máscara. Sin oxígeno. Condenada a estar cinco minutos en un lugar donde probablemente moriría. Primero contuvo el aire, aunque ya había pasado la primera puerta bajo esa boba creencia de que nadie pondría el veneno en el primer vagón. Eso supondría que no habría que romperse la cabeza para elegir. Arisu la había dicho muchas veces que las primeras cajas a la hora de elegir recompensa nunca tenían el premio grande, y lo comprobó cuando vio un jarrón de flores en perfecto estado tras unos asientos.

Tomó aire agradeciendo en su cabeza todas esas tardes escuchando a Arisu explicar todo tipo de juegos de azar. La había salvado la vida, allá donde estuviera. Cuando volviera a verle, debía contarle definitivamente aquello. Estaba segura que la felicitaría, o tal vez incluso la abrazaría.

Ahora, sabiendo que tenía tres cápsulas para tres vagones, no tenía que preocuparse por elegir. Se colocó la máscara con decisión, y comenzó a atravesar los vagones. En el segundo no había veneno, en el tercero tampoco. Fue entonces, cuando atravesó el cuarto veinte minutos después, que vio el jarrón de flores completamente marchitas. Se preguntó que habría ocurrido si hubiera usado la máscara impulsivamente en la primera ronda, o si no hubiera tenido oxígeno para el cuarto vagón. Tal vez, si hubieran tenido walkies para comunicarse entre trenes, podrían haber pasado el juego en equipo sin problemas.

El tren se detuvo en una estación cercana, y se sentó en un banco a esperar. El teléfono que aquellos hombres les habían dicho que debían tomar brilló, anunciando que tenía dos días de visado y era una ganadora. Se ilusionó, esperando pacientemente a que sus compañeros llegaran.

Sin embargo, tan solo Shibuki apareció del segundo tren, y aunque veían otros dos pasar frente a ellas mientras esperaban bajo la ciega esperanza de Natsuki, jamás se detuvieron.

Shibuki lo vio, y aunque Natsuki tuviera aún la boba idea de que podrían superar el juego si esperaban más, la morena conocía realmente lo ocurrido con aquellos dos amables hombres. Los corazones la habían hecho tirar su voluntad de vivir, aunque eso solo supuso su supervivencia. Sin embargo, ellos, aferrados a sobrevivir, gastaron sus bombonas y tan sólo debían prepararse para morir o bien de hambre o suicidarse al entrar en la cámara de gas sin protección.

— ¿Cómo supiste que el último vagón era el que tenía veneno? — preguntó Shibuki, buscando una cama para descansar aquella noche. Natsuki iba abrazada a su abrazo, y se encogió de hombros.

— No lo sabía — Shibuki se detuvo, mirándola con sorpresa—. Solo sabía que no podía estar en el primero. Arisu me dijo que los premios nunca estaban en la primera caja, he ganado gracias a él.

— ¿Confiaste en lo que dijo aquel chico sin más? — Natsuki asintió, con una sonrisa algo decaída—. Eres definitivamente alguien especial, Nashiro.

— ¿De verdad lo crees, Shibuki? — la mujer creyó ver brillos a su alrededor cuando preguntó eso—. ¡Tú también eres muy especial! Has sido muy valiente al pasar el tercer vagón sin máscara.

La morena soltó una risa leve, revolviendo su cabello chillón sacándola una enorme sonrisa. Era imposible no encariñarse con la mocosa de pelo chicle y sonrisa de anuncio, y definitivamente era algo que la podría salvar en un futuro.

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𝚂𝙾𝙽𝙶 𝚃𝙷𝚁𝙴𝙴
⏮ ⏯ ⏭

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𝑷𝑯𝑶𝑻𝑶𝑺𝑯𝑶𝑶𝑻
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Natsuki empieza fuerte en Borderland xd
Para mí en ese juego era demasiado obvio que en el primer vagón no habría gas, tipo, entonces el juego sería demasiado fácil y les sobrarían dos bombonas

Aquí sí se aprecia a Shibuki, aunque es porque Nana es una bebé que quiere a todo el mundo

Michiko la caía medio mal por un juego anterior y Minhee no la trataba  porque la trató borde, aquí no se juzga misoginamente

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