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𝖲𝖮𝖭𝖦 𝖲𝖤𝖵𝖤𝖭


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Para Chota, quien adoraba a Natsuki como si fuese su hermana, ver a Karube y Arisu llegar sin ella fue como sentir que le arrancaban el corazón del pecho. El rubio no quiso hablar con nadie, aislandose con su herida aún abierta.

- ¿Q-Qué ha pasado? - Shibuki parecía afectada por la desaparición de la idol, yendo tras ambos amigos en busca de respuestas-. ¡Respondedme! ¡¿Dónde está Natsuki?!

- ¡Se la han llevado! - gritó Karube, furioso. Con ella, con Aguni, con aquellos juegos y consigo mismo por no haber sido capaz de luchar por ella-. ¡Se han llevado a Tsuki, y por mi maldita culpa!

- No ha sido tu culpa... - trató de convencer Arisu, aún así sin poder mirarle a la cara. Ni a él, ni a Chota. Mucho menos a Shibuki, quien se alejó llorando tras murmurar que, sin seguridad en ese Tokyo, habían dejado que Natsuki cayera en manos de monstruos-. Karube, la herida...

- Ni si quiera puedes mirarme a la cara - siseó, con las lágrimas a punto de derramarse. Chota trató de acercarse para mediar la situación, pero escuchar que Natsuki estaba con probables asesinos o violadores le causaba un malestar terrible-. Me culpas. Yo estaba ahí, la tenía al lado... Y ese capullo se la llevó como si nada. No pude ni ponerme en pie correctamente para luchar por ella... ¡Venga, dímelo! - le cogió por el cuello de la camisa, fuera de sí-. ¡Fue mi culpa! ¡Culpame! ¡NATSUKI ESTÁ MUERTA POR MI CULPA!

- ¡Ella no ha muerto! - gritó Chota, queriendo olvidar la palabra muerte junto al precioso nombre de su mejor amiga-. ¡Iremos a buscarla, la rescataremos!

- Tal vez no esté muerta - soltó a Arisu, quien estaba en silencio y cabizbajo a pesar de los zarandeos agresivos del mayor-. Pero desearía que lo estuviera para que no tuviera que sufrir a manos de esos depravados.

Y encorvado por el dolor, se perdió entre los largos pasillos del centro comercial. Chota trató de acercarse de inmediato al adolescente cargado de preocupación, pero simplemente se marchó por el camino contrario sin dejar de mirar sus propios pies.

Cuando pudo abrir los ojos sin dañarse la vista por la enorme cantidad de luz, se percató de que estaba en un hotel. No en una habitación de un hotel cualquiera, sino en una lujosa suite de un hotel caro. Las cortinas estaban corridas dejando entrar la luz de una mañana de verano despejada, y en la mesita junto a su cama descansaba una bandeja con todo tipo de fruta. No podía recordar cómo había llegado allí, pero sí que antes de perder el conocimiento estaba en un juego con Karube y Arisu.

Se incorporó despacio mirando todo a su alrededor, sintiéndose extraña. Todo se veía tan... normal. ¿Dónde estaban sus amigos? ¿Quién la había traído allí? ¿Y si había sido todo un sueño y estaba de gira?

Caminó con tan solo sus calcetines por el impecable suelo de mármol claro, directa a la puerta. No había cámaras visibles, y en el exterior podían verse a personas disfrutar de una fiesta en la piscina. Todo aquello se veía demasiado corriente para el mundo en el que estaba atrapada.

Abrió la puerta despacio, aunque de inmediato hizo contacto visual con un enorme hombre de vestimenta oscura. Se sobresaltó y cerró de inmediato la puerta, apoyándose en ella creyendo que podría evitar que entraran con su ligero peso. Escuchó murmullos ahogados por la madera pulida, pasos que se alejaban y después de minutos de tensión en los que estaba rezando para que todo fuera una bonita historia de rescate y no de secuestro, más pasos se acercaron. Retrocedió asustada cuando alguien llamó cortésmente a la puerta, y se asomó de puntitas a la mirilla.

- Buenos días, querida invitada - un hombre de cabello largo y gafas de sol esperaba escoltado por más hombres de vestimenta similar. Junto a él, reconoció al hombre del juego, el señor Aguni, y a una preciosa mujer de labios rojos-. ¿Puedo pasar? Estoy seguro de que tienes muchas preguntas, y estaré encantado de resolverlas todas.

Dudó un segundo. Confiaba en aquel tono amable, y ese era el principal motivo de su duda. Karube siempre le decía que confiaba demasiado rápido en la gente, y su manager que debía ser más analítica a la hora de acercarse a alguien. ¿Qué haría Arisu? Arisu... Arisu abriría la puerta, y buscaría respuestas.

- Buenos días... -sonrió nerviosa, abriendo la puerta finalmente-. Buenos días, señor Aguni -saludó al único que conocía-. Pueden pasar, después de todo es su hotel... - susurró perdiendo un poco de valor, dejando que aquel excéntrico hombre, la mujer y Aguni pasaran. Además, iban acompañados de un hombre con gafas de marco cuadrado y una mujer de flequillo oscuro. La habitación se convirtió en una sala de reunión en menos de un minuto.

- Sentimos esta terrible confusión, has debido de sentirte terriblemente asustada al despertar en un lugar desconocido - el hombre que iba al frente sonrió con pena, tomando sus manos con suavidad. No se apartó, encontrando aquel gesto familiar tras tantas reuniones con fanáticos-. Mi nombre es Danma, pero todos aquí me llaman Sombrerero.

- Nashiro Natsuki, pero puede llamarme Nana - él se escuchaba tan sincero... -. Disculpe señor Danma, pero ¿qué hago aquí? Lo último que recuerdo es aquel juego.

- Aguni, mi fiel amigo, te trajo aquí - señaló al militar. Asintió apenas con la cabeza cuando la pelirrosa le miró-. Perdiste el conocimiento en aquel juego, y te trajo aquí porque disponemos de atención médica y recursos. Nuestra doctora, Ann, estaba bastante preocupada.

- ¿En serio? - él asintió-. ¿Q-Qué me pasó? Mi amigo Karube también estaba herido, ¿le han traído aquí?

- No era posible - negó, con un tono de disculpa-. Tu estado parecía más grave, ¡incluso has estado inconsciente dos días! No había más espacio en nuestros vehículos, y Aguni priorizó tu urgencia.

Sus amigos debían estar tremendamente preocupados por ella, entonces. Karube estaba herido, y no había podido despedirse de Arisu... ¿Qué pensarían de su desaparición repentina Shibuki y Chota? Su amiga debía estar también bastante preocupada.

- Muchas gracias por preocuparos por mí - sonrió, haciendo una pequeña reverencia-. Pero mis amigos deben estar muy preocupados, tengo que ir con ellos.

- No es seguro que salgas - se apresuró a decir Danma-. Es probable que sigas sufriendo mareos por el desmayo, además de que sería imposible encontrarlos por todo Tokyo. Si nos das su descripción, esta misma noche el equipo que salga a jugar se encargará de traerlos.

El hombre sonrió, acariciando el dorso de sus manos, y ella miró al resto de miembros de la sala. El hombre de gafas se mantuvo serio, al igual que Aguni, pero ambas mujeres sonrieron en su dirección. La de flequillo mantuvo un gesto de ternura que la dejó en claro que conocía su trabajo, y la de labios rojo mate esbozó una sonrisa más serena que la dio confianza. Todos allí se veían de fiar, e incluso Aguni salvó a Karube en la noche del cazador y la mantuvo a salvo tras la pared baja. No tenía motivos para desconfiar de ellos, ¿cierto? Además, esa clase de desmayos eran típicos en ella ante fuertes periodos de estrés o demasiado esfuerzo físico, como la ocurría en las giras o grabaciones.

- ¿En serio haríais eso? - preguntó.

- Por supuesto, como grupo buscamos a más gente para así superar estos juegos - aseguró el Sombrerero-. Los traeremos a la Playa en cuanto los encontremos.

- ¡Muchas gracias por todo, señor! - exclamó, sonriente. Se giró a mirar al resto-. ¡Gracias, señor Aguni por preocuparse por mí!

- No ha sido problema alguno, Nana - restó importancia el Sombrerero-. Come algo de fruta, debes recuperar fuerzas. Más tarde vendrá uno de nuestros hombres para enseñarte todo el resort y explicarte el funcionamiento de nuestra utopía. Bienvenida a la Playa, Nashiro Natsuki.

Asintió tomando una manzana de la bandeja de fruta, y el grupo de miembros de la Playa se retiró dándola privacidad. El sabor de la manzana la hizo cerrar los ojos, extrañando comer fruta fresca o algo que no fuera comida enlatada mal calentada. Extrañaba su casa, jugar a videojuegos con Arisu, comer ramen en la madrugada con Chota y Karube y las largas llamadas con su padre. Quería de vuelta su vida anterior, en la que era feliz sin preocuparse de si podría morir al día siguiente.

Tal vez, pensó Natsuki, mirando por la ventana a la gente disfrutar, podría acostumbrarse a aquel lugar. Quería de vuelta a sus amigos, abrazarlos y decirles que estaba bien, y solo así la Playa sería entonces esa utopía que Danma mencionó.

Como el Sombrerero dijo, la siguiente persona en llamar a su puerta fue un hombre algo mayor que ella, tal vez a mediados de los veinte. Sonrió como si verla fuera una noticia milagrosa, y ella sonrió de vuelta por cortesía. Solía recibir esa clase de sonrisas de emoción a menudo, cuando se encontraba con fanáticos.

- Bienvenida a la Playa, Nana - saludó-. El Sombrerero me ha enviado a mostrarte nuestro resort, soy Niragi.

- Claro, ya me había avisado - asintió, saliendo junto a él-. ¿Debería cerrar la puerta? No tengo la llave.

- No hay problema - restó importancia, colocando una mano en su espalda para avanzar. Se estremeció algo incómoda al no esperar tal contacto, aunque retiró su mano de inmediato-. Bien, nuestra utopía se divide en dos grupos, todos bajo las tres reglas básicas: jugadores y paramilitares.

- ¿Paramilitares? - preguntó curiosa, mirando con atención cada pasillo por el que pasaban. Todo estaba limpio, iluminado y se respiraba una tranquilidad que había extrañado-. ¿Cómo Aguni?

- Exacto, preciosa - sonrió, volviendo a apoyar la mano en su espalda para girar por otro pasillo que les dirigía al exterior-. Los Paramilitares nos encargamos de la seguridad aquí, y de que las normas se cumplan - al cruzar por recepción, y grupo de chicas chillaron emocionadas al verla. Iban a acercarse, pero con un gesto del azabache se mantuvieron en su sitio saludando efusivamente con la mano-. Primera norma, debes llevar siempre bañador.

- Oh, pero no tengo ninguno...

- Sin problema, tenemos de todas las tallas y colores - aseguró, mirándola de pies a cabeza. Se sintió algo incómoda ante aquello-. Segunda norma, todas las cartas pertenecen a la Playa, nadie se queda nada para uso privado.

- ¿Entonces somos un equipo que busca todas las cartas? - ante el plural, el militar sonrió ampliamente-. ¡Es una idea genial! Si son todas las cartas de la baraja... Oh, espera, creo que tengo una - buscó en los bolsillos de sus pantalones cortos, sacando una carta doblada. Su primera carta de corazones-. Espero que pueda servir, me parece genial trabajar en equipo. Mi lema es: todo se puede lograr si trabajamos juntos. Así superamos el juego del Pilla Pilla la otra noche.

Niragi no tomó la carta, bajando apenas su mano.

- Se la darás tú misma al número uno, él realmente aprecia la sinceridad y colaboración - asintió, metiendo la carta de nuevo en su bolsillo-. Es un lema magnífico, Nana. Creo que le utilizaré más a partir de ahora, incluso podríamos compartirlo y ser compañeros - propuso.

- Esto... - ¿estaba coqueteando con ella? Tal vez fuera su imaginación-. Claro, somos ahora todos un equipo, ¿no?

- Tercera regla - cambió de tema repentinamente-. Una vez que entras al equipo, no puedes marcharte. Lealtad a la Playa.

Un par de chicos de su edad pasaron corriendo, riendo y cargando una pelota de playa. El más alto se tiró a la piscina a propósito salpicando a unas preciosas chicas que tomaban el sol, estallando risas. A Natsuki le daba energía ver a la gente divertirse, y ella misma amaba el verano por las animadas fiestas y tiempo libre de sus amigos.

- ¿Quién querría irse? - preguntó, encontrando ilógico aquello. ¡Si parecía un paraíso! Comida fresca, agua potable, electricidad y relajación. Incluso tenían seguridad y una organización-. Se ve tan agradable.

- Y lo es, preciosa -la guió entre la gente, quienes exclamaban al verla pero no se acercaban al estar junto a Niragi. Parecían respetar la seguridad allí, a diferencia de los aeropuertos o calles cuando paseaba en el otro Tokyo real. Eso la gustó, porque respetarían finalmente su espacio personal tras largos años de acoso de paparazzis y fanáticos locos-. Vamos ahora mismo a por ropa nueva para ti, Kougami debe tener.

Ya más lejos de la gente, volvieron a entrar en el resort. Los pasillos tenían cierto eco, aunque este se llenaba con comentarios aleatorios del mayor acerca de la Playa. La explicó acerca de la lavandería del sótano, el cuartel de los Paramilitares, la zona residencial de los jugadores y la jerarquía que seguían todos allí. Ella preguntó sobre qué número sería, y él respondió que quedaba en manos del líder. Finalmente, Niragi llamó a una puerta y se adentró sin esperar respuesta.

- Claro, pasa como si fuera tu casa - ironizó una voz masculina desde el interior. Natsuki se adentró algo tímida, sonriendo escuetamente al hombre sentado entre las cajas pintando algo en un cuadernillo-. ¿Qué te trae por aquí, Niragi?

- Necesitamos ropa para nuestra nueva inquilina - rodeó sus hombros, acercandola. El hombre, de unos treinta años, la analizó pensativo hasta que chasqueó los dedos.

- ¡Eres Nana, la idol! - se puso en pie con algo de dificultad. Su pierna cojeaba, pero aún así mantenía un cuerpo atlético-. Soy Kougami Matsumoto, he trabajado en diferentes diseños de publicidad para tu empresa.

- ¿En serio? - ella amaba a su staff, pero a él nunca le había visto. Tal vez estaba en el equipo que no trabajaba con ella-. Encantada de conocerle.

- Nada de formalidades, no soy tan viejo -restó importancia con la mano, cojeando hasta unas cajas-. ¿Puedes decirme tu talla? Tengo bañadores y bikinis, y bastante ropa veraniega.

- Prefiero bikini -se acercó a él, soltandose del agarre del militar. Kougami la bajó una caja a su altura para que pudiera buscar cómodamente su talla-. ¡Son tan bonitos! La empresa no me permitía usar bikini en lugares donde hubiera gente, porque decían que debía mantener una imagen recatada y más inocente -explicó. Suponía que su manager no la regañaría allí-. ¡Mira que precioso! Justo es mi talla, me le quedo.

Niragi cogió una bolsa, y fue su perchero hasta que Natsuki tomó cada bikini de tu talla que la pareciera bonito. Preguntó más de diez veces si se estaba pasando, pero Kougami aseguró que tenían ropa de sobra al haber asaltado las tiendas de Tokyo. Incluso la dieron todo tipo de prendas para el verano, sandalias y sombreritos de playa.

- ¡Muchas gracias, Kougami! -se despidió, mientras el artista agitaba la mano con una sonrisa tranquila. Niragi cargaba con sus cosas, sin permitirla llevar nada-. Me muero de ganas de darme un baño en la piscina, ¿puedo?

- Todo lo que tú desees, preciosa.

Definitivamente podría acostumbrarse a esa libertad.

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SONG EIGHT
⏮ ⏯ ⏭

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𝑷𝑯𝑶𝑻𝑶𝑺𝑯𝑶𝑶𝑻
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Tras tres siglos, volvemos con nana 🤸‍♂️

Sí, es tan manipulable que da penita. Que sería de ella con Michiko o Minhee

Tenemos a Kougami! Y Niragi fan, que es horrible ciertamente...

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