SONG TEN
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La resaca era algo a lo que Natsuki sabía que jamás lograría acostumbrarse. La cabeza la daba martillazos en el cerebro, o tal vez fuera al revés. No estaba segura, solo sabía que cuando bajó a por un desayuno decente, la luz se convirtió en su peor enemiga. O tal vez la música del bar de la piscina.
— Pero que carita de sueño — bromeó Hideki, aunque él también parecía un fantasma—. Gracias a ti tengo día libre.
— ¿Gracias a mí? — preguntó, masticando lentamente la manzana que había troceado para mayor facilidad—. No he hecho nada, creo.
— Niragi nos ha dado día libre a los de su equipo — explicó— porque dice que tiene algo muy importante que hacer. Algo importante eres tú, claro.
— Solo me va a enseñar el resto de la Playa que aún no he visto.
— Pues explicáselo a él, porque da la sensación de que anuncia su boda — se encogió de hombros, bebiendo café calentito. Natsuki se lo tomó como una broma y rio, pero Hideki no reía—. Nana, te lo digo ya no solo como tu fan, sino como tu amigo — se inclinó hacia ella, quedando cerca de su oído no sin antes mirar a todos lados con cierta paranoia—. Cuida bien tus compañías, no le des demasiada confianza a gente de la Junta. Si están ahí, es por algo.
— Yo estoy en la Junta — frunció el ceño.
Hideki suspiró, mirándola con lástima. Abrió la boca para decir algo, pero justo en ese momento un brazo se pasó por sus hombros. Entrecerró sus ojos, alejándose de inmediato.
— Buenos días, linda — saludó. Era Niragi—. Hideki.
— Niragi — asintió, tenso.
— Hideki me ha comentado que les has dado el día libre — el militar tomó asiento a su lado, aun rodeando sus hombros—. No tenías que tomarte tantas molestias.
— Se lo merecen, son tan trabajadores y leales — estrechó la mirada ante eso, y Hideki giró la cabeza para mirar la zona de piscina—. Cuando termines el desayuno te enseñaré mi lugar secreto.
— ¿Lugar secreto? — repitió. Miró a Hideki un segundo—. Claro, tengo curiosidad.
— Perfecto — sonrió, secostandose en la silla. Su brazo se alejó al fin de sus hombros, pero mantuvo la mano apoyada en el respaldo de su silla. Hideki carraspeó tenso—. Hideki, ¿no tenías algo que hacer?
El mayor dudó. La miró, miró a Niragi y el gesto desafiante del azabache. Realmente Hideki debía ser al menos diez años mayor que el paramilitar, pero aún así se mantenía con la cabeza agachada ante su manera de hablar con autoridad. Natsuki aún no comprendía como la gente respetaba tanto a Niragi, o en general a la figura de los miembros de la Junta.
— Claro, nos vemos Nana — asintió, y se marchó a paso rápido.
Nashiro quedó con la mano en el aire a modo de despedida, comenzando a darle vueltas y vueltas a su actitud y advertencias. Miró de reojo a Niragi, pero este ya la estaba mirando a ella. El corazón la dio un salto, pero buscó disimular su gesto con una sonrisa leve.
— Tienes una sonrisa preciosa, ¿sabes? — aseguró, con media sonrisa ladeada—. Aún más preciosa en persona.
Había escuchado eso no cientos, sino miles de veces. Fans, su padre, sus amigos, y aún así nadie había logrado incomodarla tanto como Niragi. No entendía el por qué, simplemente era incapaz de abrazar los cumplidos que salían de sus labios. Se sentía horrible ante eso, ¡ella no debía de juzgar así a las personas! Niragi no estaba haciendo nada malo, solo estaba reflejando su atracción hacia ella, o era simplemente un fan amable que buscaba llevarse bien con ella. Ya no estaba segura, pero prefería evitar el momento incómodo de rechazarle, porque ella jamás podría elegir a nadie que no fuera Arisu.
— Gracias — optó por decir, comiendo manzana para así evitar intervenir más—. Niragi, ¿puedo preguntarte algo?
— Lo que sea.
— ¿Por qué realmente la gente tiene tanto miedo a la Junta?— bajó un poco el tono. La sonrisa del militar tembló en sus labios—. He oído de alguien que confiar en algún miembro de la Junta es un error, ya que todos acceden a ella por algún motivo. Le he preguntado a Hideki, pero no ha querido responderme nada.
Jamás revelaría la identidad de Hideki si de verdad había algo oscuro detrás. Tal vez se estaba arriesgando más de lo que parecía, y tal vez ella estaba de nuevo siendo la ilusa que tanto empeño puso Karube en proteger. Les necesitaba, realmente necesitaba en esos momentos un abrazo de Chota o palabras de ánimo de Karube. Necesitaba de nuevo el apoyo de Arisu, una sonrisa sincera que asegurase que todo estaba bien.
— Sígueme.
Se puso en pie, y de inmediato Nana le imitó. Contempló su rostro unos largos segundos desde su altura, después negó y la hizo un gesto para que fuera tras él. Natsuki sentía que sus manos temblaban tanto que podría tirar un vaso si se le daban. ¿Y si se acababa de meter en un lío? No quería morir, no quería hacerles eso a Karube, Chota y Arisu. Quería despedirse de ellos, al menos.
La gente de nuevo se apartaba al paso de Niragi, aunque esta vez Natsuki sentía que había cierto gesto de desconfianza. ¿Qué hacía realmente Niragi para ganar tales reacciones, obtener tanta autoridad? Sí, era imponente y atractivo, y además aseguraba haber ganado su puesto debido a su fuerza y lealtad. Estrujó hasta la última de sus neuronas en busca de crear una teoría convincente.
Los pasillos eran largos, y su cara decoración se apreciaba más fría ante los sentimientos de nerviosismo y miedo que la recorrían. A diferencia de aquella vez en la que Niragi la mostró el resort con sonrisas y comentarios divertidos, ahora se veía como una persona completamente diferente. No era el Niragi amable, era el militar Niragi.
Conforme avanzaron la gente dejó de pasar, e incluso la música desapareció. La cantidad de ventanas se redujo, y nadie se molestó en encender las luces. Era ciertamente tétrico.
— Natsuki, ¿confías en mí? — se detuvo de golpe, mirando una gran puerta. Casi choca con él—. ¿Confías en mí, en Hideki, en tus amigas?
Tragó saliva. ¿Confiaba en ellos?
— Sí.
Abrió la puerta con un chirrido.
— ¡Mirad, es Nana!
Aquel nombre llenó las calles de Tokyo apenas dos días después del estreno el show de música más conocido en todo Japón. Todos los estudiantes de secundaria habían caído enamorados por completo de la chica de apenas diecisiete años, y muchas chicas comenzaban a maquillarse y vestirse como ella.
— Uhm, es realmente linda — comentó, comiendo un trozo de pan. Niragi no podía apartar la mirada de ella, aún si había sido rechazado aquel día cuando le entregó su botón en la graduación—. Hey, Niragi, ¿es tu tipo?
— ¿Quién? — se asomó para ver también la pantalla de su teléfono. Una preciosa adolescente de mejillas sonrojadas saludaba al público. Todo su vestuario brillaba, aunque ella tenía razon: era completamente su tipo—. ¿Cómo se llama?
— Nana, es una nueva idol — tatareó el coro de la canción que cantaba—. Joder, si no fuera tatuadora te juro que me metía en una de estas compañías.
Niragi rodó los ojos ante eso, empujando su hombro suavemente.
— Tú sueñas, Mich.
— ¿Ha visto a una chica de pelo rosa?
Cada vez que preguntaba algo así, la gente le tachaba de demente. Días y días buscando, y nadie tenía una sola pista de donde podría estar Natsuki. Él no perdía la esperanza, y Usagi seguía dándole ánimos proponiendo nuevos sitios donde buscar. Apreciaba su compañía, le ayudaba a mantener la calma cuando recibía cada vez más negativas.
— ¿Estás enamorado de ella? — averiguó Usagi, cocinando un caldo casero para cenar. Los juegos no empezarían hasta la media noche aproximadamente, y tenían tiempo de comer tranquilos.
En cualquier otro momento, Arisu lo habría negado avergonzado. Desde que era un mocoso siempre había tenido miedo de enfrentar sus sentimientos, pero ahora que había enfrentado a la muerte y estaba mirándola a la cara por ir en busca de Nashiro, podría gritarlo si era necesario.
— ¿Tanto se me nota? — miró el cielo estrellado—. Nos conocemos desde que éramos unos niños.
Usagi sonrió, apagando la estufita eléctrica.
— Entonces no descansaremos hasta encontrar a Natsuki — determinó. Arisu sonrió de vuelta, sintiendo que había encontrado un fuerte apoyo en la misteriosa escaladora que le sacó de la miseria—. Come, iremos a buscar en los juegos que se abran esta noche. ¿Cuando se acaba su visado?
— Mañana — tomó el plato que le ofrecía, agreciendo en un murmullo—. Si se la han llevado debe haber un motivo, y no la dejarán morir por su visado.
La chica bebió del caldo, pensativa. No estaba al tanto de los idols y celebridades, pero cuando Arisu explicó la importancia de su mejor amiga en el mundo de la música (incluso se detuvieron porque el adolescente insistía en querer enseñarla alguno de sus álbum, y ahora cargaban con dos de ellos a todas partes), a Usagi le quedó claro que estaban usando a esa chica por conveniencia. Famosa, guapa (en los album venían decenas de fotos suyas), y lo suficientemente ingenua como para confiar en gente que no debía.
— Ella está bien, Arisu — aseguró, confiando firmemente en ello—. Natsuki es una celebridad, no la harán daño.
— Eso espero — hizo una mueca. De tan solo imaginarlo...
Cuando los primeros juegos se abrieron por todo Tokyo, Arisu y Usagi se dividieron acordando una hora y lugar de encuentro. La prioridad en ese momento era encontrar a Natsuki Nashiro, obtener información sobre cualquier lugar donde pudiese estar. Usagi había escuchado tanto de la idol que ya podría considerarse su amiga, y estaba tan determinada a encontrarla como el adolescente.
El primer juego al que llegó corriendo entre las calles fue uno ubicado en un enorme parque infantil. No se iba a arriesgar a cruzar a pesar de estar viendo a personas en el interior, aunque se aseguró de que no hubiera ninguna chica de pelo rosa y enorme sonrisa entre ellos. Prefirió mantenerse a la espera, creyendo escuchar de los teléfonos que la inscripción cerraría en menos de cinco minutos. Chica de pelo rosa, hombre enorme con ropa de militar, gente con pulseras de taquilla, Playa y coches. Esas eran las pistas clave.
Como si hubiera sido invocado, el sonido de un motor rompió el silencio de la noche. Usagi se mantuvo oculta tras unos árboles, analizando a detalle al grupo que bajaba con ánimos. Vestían ropa de piscina, parecían eufóricos y portaban armas. Encajaban con la descripción, así que dio un paso al frente.
—...ese Sombrerero se está esforzando tanto por montar el teatrito perfecto para esa mocosa famosa que la Playa se está volviendo aburrida — rio uno—. ¡Nos obligan a esconder nuestras armas! ¿Dónde va a quedar el respeto a los Paramilitares? Bastante teníamos ya con ese favoritismo al cerdo de Niragi.
— Cállate ya, haces que me duela la cabeza — espetó otro—. Al menos las ejecuciones ya no son tan llamativas. Agradece a la rosita.
— Agradezco las vistas, hombre — rieron juntos—. ¿Has visto que culo? Quien pudiera ser Niragi para andar pegado de ella todo el día.
Cuando entraron al juego, Usagi comenzó a correr. No corrió al punto de encuentro ya que aún quedaba mucho tiempo, sino que corrió hacia el juego donde Arisu había ido a interrogar. Sabían donde estaba Natsuki, tan solo debían seguir ese coche y darían con ella.
— ¡Usagi! — saludó—. ¿Qué ocurre?
— Estaban hablando de ella — los orbes oscuros del gamer se iluminaron—. Tan solo debemos seguir al coche y daremos con la Playa.
— ¡Entonces vamos! — exclamó eufórico. Él no tenía la resistencia o velocidad de Usagi, pero en ese momento fue incluso capaz de adelantarla. Su Natsuki, la preciosa chica que siempre mantuvo al grupo unido con sonrisas, estaba al fin más cerca de lo que creían.
Esperar frente al parque hasta que el juego acabase fue complicado para alguien tan desesperado como Arisu. Se movía de un lado a otro, tanto que Usagi le pidió que se mantuviera asentado para llamar menos la atención.
— Entonces han dicho que están engañando a Nat — recapituló por tercera vez—. Y hay un tal Niragi todo el rato detrás de ella...
— Sí, Arisu, por tercera vez — asintió. Era adorable verle tan emocionado, pero se volvía cansador—. Te dije que estaba a salvo.
— Nana se cree cualquier cosa si viene de alguien amable — musitó, preocupado—. ¿Crees que pueden estar obligándole a hacer algo que no quiera realmente? Has escuchado como hablaban de ella, ¿y si...?
— Arisu — cortó Usagi, poniéndose en pie—. Cállate. El juego ya ha acabado.
Las personas comenzaban a salir, más felices de lo que habían entrado. Presumían de una carta, aunque Usagi percibió que subían al coche menos personas de las que habían entrado. Arisu el impaciente ignoró el plan de seguir al coche disimuladamente, y se acercó directamente.
— Disculpad — todos se giraron a la vez—. ¿Podemos ir con vosotros?
Un par de chicos se miraron, y estallaron en carcajadas. Como si fuera un mocoso que decía bobadas, le ignoraron subiendo al coche. Trató de insistir, pero al verle acercarse a las ventanillas aceleraron para perderle en la oscuridad de Tokyo. Usagi, quien se mantenía firme al plan, comenzó a seguir al coche. No lo hizo de manera llamativa, procurando fundirse en las zonas oscuras. Tras un rato le perdió de vista, pero al menos sabían hacia que zona habían ido.
— Mañana encontraremos a Natsuki — afirmó Arisu para sí mismo, mirando el manto de estrellas sobre ambos—. La extraño.
El cielo jamás se había visto tan bonito, o al menos no cuando Tokyo estaba lleno y las luces de los establecimientos impedía que se pudiera ver algo más que la luna. Natsuki suspiró con la mirada fija en el puñado de constelaciones, preguntándose si sería la única que estaría mirando el cielo, o habría alguna persona con el alma triste que la hiciera compañía en alguna parte.
No quería hablar con nadie en ese momento. No quería toparse con Hideki, Sakumi, Miku o Tomoe. Mucho menos con Niragi, o cualquier miembro de la Junta o Paramilitares.
— Esto es lo que debemos hacer para conservar la paz aquí, Natsuki — aseguró Niragi, acariciando su pelo—. Gracias a los sacrificios que hacemos por conservar la lealtad y paz, la Playa es capaz de mantenerse en pie.
En ese momento, no podía pensar en nada más que huir. Quería salir de ahí, encerrarse en su habitación o correr por todo Tokyo en busca de sus amigos como debió haber hecho en cuanto despertó en aquel resort.
— ¿Matais por... por la paz? — titubeó, viendo el enorme salón repleto de armas—. No tiene sentido.
— Créeme, Natsuki — sonrió Niragi, estableciendo contacto visual—. Es un sacrificio por un bien mayor. Ahora no lo entiendes, pero pronto lo harás.
— No creo entenderlo jamás — insistió, temblando en su sitio. Quería salir de ahí cuanto antes—. Quiero irme, Niragi.
— No puedes — negó—. Perteneces a la Playa, eres una de nosotros. A todos les costó entenderlo, pero permanecen aquí sin problema. ¿Has visto acaso a alguien infeliz aquí? Nosotros jamás recurrimos a las armas a no ser que sea para proteger la seguridad de la gente.
Tras eso, dejó que se marchase a su suite alejada. Corrió por los pasillos evitando ver a más gente que la saludaba con alegría, y se encerró hasta que llegó la noche y salió a uno de los jardines del elegante resort.
— No sé qué hacer... — lloró, viendo el cielo borroso por sus lágrimas—. T-Tengo miedo... P-Por favor, chicos... Os necesito...
Y a pesar de que no fuera su culpa, Natsuki llegó a sentirse enfadada de su propia soledad. ¿Por qué nadie acompañó a Aguni cuando él la llevó inconsciente? ¿Por qué no la estaban buscando? ¿Dónde estaban?
— Nana... — unos pasos dudosos se acercaron a ella—. Hace frío, vas a resfriarte aquí.
— Solo quería salir a ver el cielo — se secó las lágrimas, aunque sabía que Kuina las había visto a la perfección—. Es muy bonito, ¿no crees? Dentro de poco habrá luna llena.
La mujer de rastas le miraba con lástima. En silencio se sentó a su lado mirando también las estrellas.
— Yo también extraño a la gente que me importa — sonrió suavemente—. Mi madre está enferma en el hospital, y mi novia debe estar muy enfadada porque la he dejado plantada en nuestra cita — Natsuki escuchaba atentamente.
— Seguro que cuando volvamos, ella no estará enfadada — animó—. Comprenderá por todo lo que has pasado, y verá lo valiente y fuerte que has sido.
La morena sonrió rozando sus brazos en un suave balanceo. Realmente Natsuki era un ángel que no se merecía estar ahí.
— Será la primera en recibirme, lo sé — suspiró—. ¿A quién buscas en las estrellas tú, Nana?
— A mis amigos — volvió su vista al cielo—. Nos separamos en un juego, y desde entonces no sé nada de ellos. El Sombrerero prometió traerlos aquí cuando los encontrasen, pero... Comienzo a pensar que ha pasado algo malo, o que no me están buscando. Hay tantas cosas raras en esta situación...
— Tokyo es enorme, y cada noche hay varios juegos — buscó animarla también—. No te desanimes, mañana cuando vayamos a jugar juntas les buscaremos.
— ¿Vendrás conmigo?
— Claro. Somos amigas, ¿no? —sonrió, entrelazando sus brazos. Natsuki sonrió, asintiendo, hasta que recordó el motivo de su huída al exterior. Despacio, soltó su brazo del de Kuina.
— Kuina... ¿Tú también formas parte de todo esto?
La de rastas parecía confundida.
— ¿De qué formo parte? — cuestionó. La mirada seria y temerosa de la pelirrosa la dio todas las respuestas—. Nos obligaron a no decir nada — hizo una mueca de disculpa—. Si no podía decírtelo, al menos me gustaría haberte protegido. Lo siento mucho, Nana.
Kuina no la incomodaba de la misma manera que Niragi. Él era insistente, coqueto y desprendía un aura oscura. Ella era dulce, divertida y realmente parecía arrepentida de no haberla avisado de la realidad de la Playa. Le había contado acerca de su novia aún cabiendo la posibilidad de ser alguien homofobica, estaba contandole acerca de la prohibición aún con el riesgo que conllevaba.
— Aprecio tu sinceridad, Kuina.
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SONG ELEVEN
⏮ ⏯ ⏭
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𝑷𝑯𝑶𝑻𝑶𝑺𝑯𝑶𝑶𝑻
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Volviendoooo
Abrimos una nueva línea del multiverso de MichxNiragi donde él es rechazado... Que pasará en este universo con Minhee?
Aprovecho para anunciar que me he abierto una cuenta en tiktok para hacer videos de los fics heh el link está o bien en mi perfil de instagram (link de mi perfil) o en mis comentarios del perfil de wattpad :p
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