El día de San Valentín había llegado, había pasado un mes desde que Aoi y Amane estaban saliendo. Ya no pasaban tanto tiempo juntos, pues ahora su amigo tenía una compañera y eso le ponía un poco celoso. Aunque tampoco se quejaba ya que había hecho un nuevo amigo y Nene estaba más tiempo a su lado.

Yokko y Satou también le apoyaban en todo lo que podía. Mitsuba (su nuevo amigo) se les había unido y ahora eran un grupo de cuatro, solo no estaba

Pero, al ser día de San Valentín su clase de cocina se propuso a hacer chocolates para sus personas queridas. Ahí estaba, derritiendo el chocolate a baño María pensando a quien iba a dárselo, estaban presentes sus tres amigos y su Sempai. ¿Debería darle uno a Amane? ¿A Aoi? era algo confuso.

Cuando estuvo listo lo vació en el molde de silicona junto a las almendras y lo llevó a refrigerar.

Una vez su mezcla estuvo en el congelador  comenzó a limpiar los utensilios que había usado. Miró por la ventana y los rayos del sol calentaron su cara que sintió nostalgia.

Una vez listos los empacó en bolsitas de celofán y les cerró con un lazo. Las entregó a sus destinatarios y esperó al dueño de la bolsa con dibujos de estrellas, planetas, el sol y la luna hechos con un plumón permanente.

El dueño de sus preocupaciones se acercaba con la cabeza gacha, metido en sus pensamientos. Le tapó los ojos tomando por sorpresa al menor.

—¿Quién soy?.— susurró en su oído.

—Un exorcista muy débil.— se carcajeo cuando vió al niño rubio tener una cara roja del enojo.— Oye no te enojes, te devolví el cumplido del otro día.

—¡Yo seré un exorcista muy fuerte! Tan fuerte como mi hermano.— infló su pecho con orgullo.

—¿Qué haces niño? Creí que ya te habías ido.— se hicieron a un lado para no estorbar a los demás estudiantes.

—Te iba a dar algo, pero como soy un exorcista débil quizás no mereces que te lo de.— Se dió media vuelta haciendo aún mas drama.

Amane suspiro lleno de diversión recordando como era su amigo.

—Ohhh Minamoto-kun ¡¡Sálvame de ese fantasma!! ¡Solo tú puedes hacerlo!.— la mirada indignada que le dedicó fue suficiente para detenerse (aún si su falsete era bueno).— ¡Oh vamos! Te estoy animando.

—Eres imposible, Amane.— de su mochila saco la pequeña bolsa y se la extendió con ambas manos.— Feliz San Valentín.

Tomó la bolsa con cuidado, ni siquiera se dió cuenta de que soltó lágrimas de felicidad.

—Feliz San Valentín, Kou.— lo abrazó con cariño y le tomó del hombro.— ¿Vamos a casa?

—Vamos a casa.

Estoy solo contigo
Y tú estás solo conmigo