𝑰𝒏𝒕𝒓𝒐𝒅𝒖𝒄𝒄𝒊𝒐́𝒏.
Antes de introducirse a esta obra, es importante aclarar que no está directamente relacionada con los hechos históricos de aquella época. Me inspiré en ella para crear esta historia, por lo que los eventos que se narran aquí no son reales. Solo he utilizado el nombre de la Guerra de las Dos Rosas y de las casas de Lancaster y York como punto de partida. Todo lo demás es producto de mi imaginación.
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Desde su ventana, contemplaba el paisaje con serenidad. Las hojas de los árboles se mecían suavemente con la brisa, cayendo mientras el sol se escondía tras una larga tarde. Los murmullos de las conversaciones de los súbditos llegaban desde lejos, paseando por las calles cercanas a sus hogares.
Por un momento, cerraba los ojos y permitía que la tranquilidad del momento la envolviera. Tal vez, pensaba, todo estaba bien. Había encontrado un equilibrio aceptable, con la justicia y sabiduría que el pueblo merecía.
Pero, en cuanto los abría, su realidad caía sobre ella como un cubo de agua helada. Claro que todo en el exterior parecía igual que como lo percibía al cerrar sus enormes ojos, sin embargo, estaba más que segura de que allí afuera, la pobreza y la hambruna gobernaban sus tierras. Además, las pérdidas excesivas de vidas humanas gritaban con fervor que nada estaba bien. De hecho, nada había estado bien desde hacía 28 años atrás. Desde el día de su nacimiento, la miseria ya era una realidad presente en la vida de todos.
Nada parecía estar completo en sí. Cada vez que todo aparentaba marchar bien, una sombra de infortunio se cernía sobre ella, arrebatándole la felicidad que tanto anhelaba. Con un suspiro resignado, pasó su mano por su rostro, sintiendo la frustración de no poder cambiar su realidad.
Como miembro de la familia real, ocupaba un puesto aceptable en la monarquía que su padre había establecido. Sin embargo, al reflexionar sobre su posición y el camino que el había recorrido para llegar al trono, la llevaba a pensar que su título de doncella no reflejaba su verdadero carácter. Sentía que su posición en la monarquía estaba manchada por la forma en que su padre había llegado al poder, lo que le generaba una profunda sensación de vergüenza y le hacía creer indigna de ser vista como una figura de autoridad por su pueblo.
El sonido de la puerta al ser golpeada llegó a sus oídos, sacándola de sus pensamientos. Se dio cuenta de que no podía quedarse lamentándose por lo que sucedía, ya que la vida seguía adelante. Alecia se levanta, dejando lo que hacía de lado, y se dirigió a ver quién era.
Una criada esperaba en la entrada, lo que la sorprendió, ya que había dejado claro que no necesitaba ayuda para realizar tareas que podía hacer por sí misma.
—Señorita, se solicita su presencia en el Consejo Real.
Al escuchar esto, las dudas de Alecia desaparecieron. Sabía que era parte de su rutina.
"Aquí vamos de nuevo", fue inevitable pensar.
—Gracias, allí estaré— Se limita a contestar amablemente, para por consecuente, seguir a la criada.
Mientras caminaban, trata de no mirar las paredes, sabiendo que allí estaba la imagen de su pequeño ángel. Un dolor profundo y persistente la invadió al recordarlo. La pérdida seguía siendo una herida abierta, y el tiempo no parecía haber mitigado el sufrimiento. Alecia sintió un nudo en la garganta, pero no accedería a demostrar su dolor, no de nuevo.
—Aún no hay razón de sus sobrinos, mi señor.
Al llegar a la sala del consejo real, alcanza a percibir como aparentemente ya estaban entablando una conversación. Sabía que la reunión probablemente se centraría en la desaparición de sus parientes y en las consecuencias de la batalla que había tenido lugar años atrás. La mera mención de aquellos responsables de su situación actual le generaba un profundo resentimiento.
Todo era culpa de ellos, de la casa Lancaster.
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