Insufrible (BacgroundFreaks x Senpai)
Tenia que hacerlo, tarde o temprano. Las Background Freaks son las chicas que aparecen en el fondo de las primeras dos canciones de la semana 6, por si alguien no sabia xd.
Aclaración: A la de cabello corto y negro le puse Dai, y la de trenza le puse Kaori. Pues, porque pega con ellas, según yo.
Es la primera vez que escribo algo así, así que por favor tengame paciencia.
(...)
Ambas muchachas, separadas horizontalmente por dos asientos y sus respectivas mesas. Ambas mirando la parte trasera de la cabeza de su amado, coronada por una mata de cabello rebelde rubio fresa que bajaba a un tono más oscuro. Y este mismo, encorvado en su silla sintiendo los ojos de todo su salón sobre él.
No es que despreciara sus sentimientos, solo estaba demasiado confundido sobre como corresponderlos.
La maestra daba las últimas indicaciones antes de que la campana tocara el timbre de la hora de receso, añadiendo un ¨Feliz San Valentín¨ al final.
Por un momento, Dai aparto la mirada y la dirigió a su compañera de cabello castaño, he intentó llamar su atención. Tardo unos segundos, pero lo logró. Miro el papel frente suyo y lo retorció para convertirlo en una bolita, luego se lo lanzó esperando que nadie la viera.
Kaori atrapó la bola de papel y ágilmente la desenvolvió debajo de su pupitre. Rápidamente, lo leyó todo: ¨Reúnete conmigo apenas toque el timbre. Detrás del patio de comidas¨. La pelicastaña volvió la mirada a la muchacha de cabello negro, que aun la observaba, y asintió. Dai volvió la vista al frente, satisfecha y con el rostro serio.
Para alegría de todos los presentes, el timbrazo no se hizo esperar más y apenas lo hizo, la mujer mayor tomo su bolso y se despidió de los jóvenes con un beso volado. Varios alumnos recogían sus cosas a toda prisa para acercársele a él, nerviosos y ansiosos por su respuesta.
Dai y Kaori, en cambio, se tomaron el tiempo para arreglar sus cosas. Todavía tenían la vista fija en él muchacho de rubios mechones, que terminó dejando caer la cabeza en el pupitre, abatido. Sin previo aviso, se levantó de pronto y agarro con fuerza la correa de su morral marrón. Esquivo a todos sus compañeros aun ocupados en sus tareas y salió corriendo por la puerta, perdiéndose el eco de sus pasos rápidamente. Alguien gritó ¨ ¡Senpai, espera!¨ más no hizo caso.
Casi de inmediato, el resto de alumnos se apresuraron todavía más para terminar de llevarse sus cosas e ir tras él. Dai y Kaori se miraron entre sí, extrañadas ¿Por qué tendría tanta prisa Senpai en irse? Ambas tenían una o dos teorías del porqué, pero decidieron que no dirían nada hasta encontrarse en un lugar más privado.
Pocos minutos después, caminaron en silencio hasta el lugar indicado. Ya ahí, dejaron sus mochilas sobre unas cajas limpias y se recostaron en la fría pared, allí donde la luz del sol no llegaba. Ninguna medito palabra por unos momentos.
– Tenemos que hablar sobre Senpai – Dijo Dai, más práctica. Kaori se abrazó a sí misma, sintiendo el viento frio que atravesaba la reja de cadenas helarle los brazos – En primer lugar ¿Por qué crees que salió corriendo así?
– Sinceramente, no tengo idea – Volteó la vista hacia ella y le sonrió, agotada. Tenía un presentimiento del porqué, pero no quería decirlo en voz alta. La hacía sentir rara.
– Yo sí, tengo una teoría ¿Quieres oírla? – La alentó, la pelicastaña levanto la vista hacia las nubes y asintió con los ojos cerrados – ¿Recuerdas el San Valentín del año pasado? Senpai no pudo salir a receso porque tardó demasiado en recoger sus cosas y todos se le abalanzaron para pedirle una cita ¿Lo recuerda, Kaori?
– Si, tú y yo lo vimos desde la puerta.
– Bien, pues imagino también recordaras que al final nadie salió con él y todos terminamos fastidiados. Creo que ahora quiere ahorrarse todo ese embrollo ¿No crees, Kaori?
– Uhm, tiene sentido – Asintió gravemente, eso era bastante parecido a lo que ella había estado pensando. Apretó los dientes al formular ese pensamiento.
– ¿Te pasa algo? Has estado muy callada todo el día.
– No me siento muy bien, me siento extraña. Me siento como si alguien me estuviera ... – Negó rápidamente y alejó la mirada, sonrosada.
– ¿Estuviera qué? ¿Te sientes mal? – Preguntó la más baja, notablemente preocupada.
Kaori apenas y rodo los ojos.
– No, otra cosa. Una cosa muy tonta.
Dai no dijo nada, se limitó a observar a una señora que paseaba con su perro frente a su escuela, frente a las rejas de cadenas.
– Tiene que ver con Senpai ¿Verdad?
La otra se alarmo un momento, avergonzándose. Diablos, ambas habían confesado sus sentimientos por el de orbes azules hacia un año atrás y lo sabían; sin embargo, seguía dándole vergüenza admitirlo. Temía que Dai se lo contara y él se alejara de ella.
– Yo también estoy preocupada por él ¿Sabes? – Comentó la pelinegra, dejándose resbalar por la pared hasta tocar el suelo y sentarse – Ha estado demasiado raro esta semana, cada día se veía más ansioso. Es como si hubiera estado temiendo este día desde hace tiempo.
– Si, lo he notado.
– ¿Por qué crees que sea?
– No lo sé, solo quiero que este bien – Copio la acción de su compañera y se sentó cerca suyo.
– Hoy termina nuestra amistad, eso me está poniendo un poco ansiosa a mí también ¿Eh? – Dejó caer, Kaori soltó una risita.
– Todavía podemos seguir siendo amigas luego de que él escoja a una.
– No, fui clara cuando nos conocimos. Nuestra alianza es meramente táctica, cumplimos en todo lo que nos propusimos. Y tú sabes muy bien que en cuanto llegará este día una de las dos se lo ganaría y la otra debería marcharse para siempre. Tú lo prometiste, yo lo prometí.
La de trenza volvió a rodar los ojos y a darle un codazo. Sabía que durante ese año de escuela su conexión se había ido estrechando más y más. Dai y su orgullo podrían negarlo, pero eran amigas. De hecho, era su única amiga. Para ella y viceversa.
– Estas hablando como esas chicas de allá – Señalo con la cabeza a la parte frontal del patio, donde podía llegar a oírse la risa escandalosa de un grupo de muchachas.
Dai volteó la vista, ofendida.
– No me compares con ellas.
– Lo siento, lo siento – Se rio, levantando las manos.
La pelinegra suspiro, exasperada. Hace un año, imaginaron este día como el más importante de sus vidas. Lo esperaban con ansias, esperaban el ¨Si, quiero ser tu novio¨ qué escapara de su boca. Fantaseaban con su tacto sobre sus dedos, con sus labios contra los suyos. Imaginaban pasar las manos por su esponjoso cabello rubio fresa, o verse reflejadas en sus bellos ojos azul cielo.
Ahora deseaban con todas sus fuerzas que nunca hubiese llegado, porque habían hecho una promesa y porque sabían que el cumplimiento de la misma traería como consecuencia el odio inmenso de todos sus semejantes, y el corazón roto de la contraria.
Y también estaba la posibilidad de que él no amase a ninguna de las dos.
Dai se levantó y ayudo a su compañera a hacerlo también, se asomaron por una esquina hacia el patio frente suyo. Mucha gente cuchicheaba entre si y soltaban risitas, y ambas podían imaginar porque. Un grupo de jovencitas parecían discutir entre si airadamente, cerca de los baños de los chicos. Varias de ellas llevaban cartas en sus manos, o cajitas de regalo muy pequeñas. Dai y Kaori entrecerraron los ojos, fastidiadas.
– Creo que debemos de apresurarnos o vamos a tener que esperar hasta mañana literalmente. Puede que hasta dentro de una semana – Apresuró la más alta, volviendo para recoger su mochila. La azabache asintió para sí misma y también fue a tomar su morral. Ambas se alejaron hasta una parte más bien desolada del campus y allí se sentaron a darle sus últimos retoques a sus respectivas cartas. De vez en cuando, miraban de reojo a la otra. Ambas morían de curiosidad por saber que había escrito cada una.
Dai terminó primero. Cuando la releyó y la tomo entre sus dedos un escalofrió recorrió su espalda. Sus mejillas se calentaron y colorearon de rosa, toda la valentía y convicción que pudiese haber sentido desde el año pasado hasta hoy se esfumo. Parte suya no quería entregar la carta, porque temía ser rechazada y abandonada por quien más quería, su mejor amigo de la infancia.
Miro al cielo, a un par de azulejos que se alejaban volando hacia su nido construido encima de un poste de luz. Se aferró más al papel, temiendo que este llegará a arrugarse. Cerró los ojos, y pensó en él. Quizá no pasaría nada al final. Quizá pudiesen seguir siendo amigos aun si él la rechazaba. Todavía podrían ir a jugar al parque y columpiarse juntos, o ir a tomar una soda de vainilla. Viajar en la camioneta de sus abuelos y pasar un verano en la casa de estos. Podía escuchar sus risas cuando el anciano se inclinaba y les daba una moneda a ambos para que la tirasen a la fuente de los deseos de ese pueblito. También podía verlo sentado en una banco comiendo helado junto a ella. Y recordaba su sonrisa deslumbrante y dulce, la que no había cambiado en absoluto (Más allá del tamaño, claro está).
Quizá, aun si él no la amase podrían seguir haciendo todas esas cosas que solían hace cuando niños.
Por otro lado, Kaori observaba las flores creciendo sobre el césped que se balanceaban con el viento. Sabía que Dai temía confesar su amor al muchacho de ojos azules, porque no quería que terminase odiándola. Y ella también tenía miedo, porque no quería dejar de amarlo luego de su respuesta. Acaricio suavemente el césped, recordando la sensación de sus dedos deslizándose por su cabello cuando se conocieron. La margarita que él colgó en su pelo y el cumplido que le dio después. Sonrió para sí misma.
Kaori se levantó y le puso una mano en el hombro a su amiga, que volteó lentamente.
– Hay que apresurarnos – La animó.
Dai asintió lentamente, ensimismada.
Ambas buscaron con la mirada al jovencito que las traía tan locamente enamoradas, pero no había rastro de él. Notaron que otros alumnos lo buscaban también. Recorrieron sus sitios favoritos, los que creían solo ellas y él conocían. El techo estaba abarrotado de varios colegiales de distintos grados, que se asomaban peligrosamente por el barandal. Como no lo hallaron ahí, decidieron buscar en los clubs de música y literatura ¿El de cocina? Senpai pasaba una que otra tarde ahí, pero no era parte (A pesar de sus extraordinarios dotes para la repostería). Al igual que el techo, ambos se encontraban repletos de escolares. Ni siquiera podían ver el interior de la sala, más era obvio que el muchacho no se encontraba allí.
Por último, caminaron hasta el gran árbol de cerezo que el japonés tanto amaba. Muchas veces lo encontraban leyendo o dibujando debajo de este. Él les decía que le daba paz, tranquilidad e inspiración.
Como era de esperarse, estaba colmado de gente recorriendo las pequeñas colinas cercanas y mirando a todas partes. Ambas se miraron entre sí.
– ¿Dónde crees que este?
– No tengo idea, quizá esta encerrado en uno de los cubículos del baño de los varones – Contestó la más baja, cruzándose de brazos. Observo su reloj de muñeca y noto que faltaban apenas diez minutos para el fin del receso. Debían de apresurarse, ya.
Tiro de la manga de la camisa de su amiga y ambas corrieron hasta su salón de clases. Estaba prohibido que algún alumno se quedase en uno durante el receso, por cuestiones de seguridad. Sin embargo, ambas sabían que con tan buen trato que recibía Senpai de parte de los profesores ninguno se hubiera negado a dejarlo pasar una tarde dentro, protegido del frio o de sus admiradores.
Solo lo habían visto ahí dos veces. Una en la que un balonazo del equipo de futbol le rompió el labio y la otra ... Que era mejor no recordar, porque el recuerdo era muy doloroso. Una imagen imposible, un hecho amargo. Algo que no hubiesen querido ver nunca. Algo que no hubiesen deseado jamás que le ocurriera al joven.
Los pasillos estaban más bien algo desolados, porque todos se encontraban afuera en busca del chico. Las cortinas de su aula se encontraban echadas, cosa que no había pasado antes de salir. Alguien las había dejado así luego de que todos se fueran.
Con cuidado, movieron la perilla y se asomaron al interior. Sus inocentes ojos curiosos se encontraron con los del otro, aterrados y avergonzados.
– ¿Senpai? – Dijeron ambas.
Se levanta como un resorte y hace que la silla en la que descansaba se caiga con fuerza, ocasionando un ruido horrible maxificado por el eco de la habitación. Da un paso atrás, como si no pudiera creer lo que está viendo.
– Senpai – Ya no es más una pregunta, lo afirman. Es él, allí solo, con los gritos lejanos de sus compañeros como su única compañía.
Da otro paso atrás y levanta las manos ligeramente, mostrando las palmas. Como si lo asaltaran, o como si intentara alejar a lo que se le avecina.
– Necesito – Empezó una, sin embargo se cortó de pronto. Miro a la otra por unos breves segundos y asintió – Necesitamos, hablar contigo.
Los rosas labios del chico se mueven, pero ellas no pueden escuchar que dice. Demasiado bajo para ser oído. Esta vez, mira a todas partes como si buscara una salida, una salvación a lo que sabe que ocurrirá.
– Solo danos un minuto – Habló la más alta, entrando por fin junto a la otra y cerrando la puerta con pestillo. Senpai empieza a temblar de pies a cabeza sin control alguno, se sonrojaría si el miedo no le hubiese puesto la piel pálida ya.
– Es algo importante – Añadió la azabache, acercándose un poco y levantando en su mano izquierda la carta de amor dirigida hacia él. Roses da un respingo, y se encoge un poco.
Kaori inclina la cabeza, intentando descifrar por qué su miedo. No quiere hacerle daño, o incomodarlo, pero parece que su presencia ocasiona ambas emociones. Le pone una mano encima a su compañera y esta se detiene en su andanza. Se miran por unos breves instantes, como si en sus ojos pudiesen leer lo que pensaban.
Un ruido las alerta, así que ambas vuelven la vista hacia el frente. El muchacho de rubios cabellos tira con todas sus fuerzas de la puerta de emergencia para huir. Apoya el pie en la pared y trata de abrirla, más no puede. Cuando nota que lo han atrapado, se deja caer hasta el suelo y oculta el rostro en las rodillas.
Se cubre los oídos, cierra los ojos.
Solo son ella y él. Nadie más.
Como si cayera en una espiral negra y violeta, una de la que intenta escapar moviendo los brazos para aferrarse a algo y falla miserablemente.
Los pasos que se acercan más y más. El miedo y la vergüenza que hierve en su interior. La suave mano que le toca el antebrazo, y de la que no puede apartarse. No quiere, y no puede, enfrentarse a esto.
– Senpai ¿Te ocurre algo? ¿Te encuentras bien?
La cálida y calmada voz de su vieja amiga de la infancia lo saca de su trance. Se le desnubla la vista, dejan de pitarle los oídos. Poco a poco, levanta la cara y se queda mirando al frente, hacia el casillero donde guarda el maestro sus herramientas. No puede verlas a ellas porque ambas están cada una a un lado suyo.
Una tímida lágrima cae por su mejilla y baja perezosamente hasta su barbilla. Con cuidado, la de cabellos cobrizos se la limpia con su propia carta.
– Estoy bien – Jadea, casi imperceptiblemente.
– Podemos irnos si quieres – Dice una, pero no puede identificar cual.
– No, aquí está bien. Aquí con ustedes se siente bien.
Los tres se quedan en silencio un rato. Y luego, Dai levanta su misiva y la arruga hasta hacerla una bolita de papel. La lanza lo más lejos que puede, choca contra la pared frente suyo. Kaori imita su acción, y se recuesta un poco contra la tela suave de la camisa del muchacho.
– Estoy enamorada de ti – Dice, cierra los ojos y deja que el pecho del chico suba y baje sin control. Que su corazón se acelere y retumbe tan alto que es capaz de escucharlo en todo este silencio – Lo he estado desde que te conocí, cuando me saludaste en la entrada de la escuela el año pasado. Cuando cogiste una flor y me la pusiste en el cabello y dijiste que era bella cuando todos los demás dijeron lo contrario – Levanta la vista, Senpai mira hacia la nada con gesto aterrado. Sus mejillas se colorean de rojo y enrolla su corbata con nerviosismo – Desde entonces y hasta ahora he soñado con este día. Cuando puedas saber que eres para mí.
Más silencio, es como si formara parte de ellos.
– Te he amado desde jardín de infantes, Senpai – Empieza la otra, llamando la atención de su compañera. Siempre había querido saber más sobre el inicio del enamoramiento de su amiga en vez de solo mirar fotos de cuando ambos eran pequeños – No solo porque fuese mi único amigo, o porque pasásemos tanto tiempo juntos. Había algo más, pero no sabía que. Te he amado en secreto desde entonces, no puedo señalar una cosa en especial que haya desencadenado esto, porque cada gesto tuyo hacia mí era encantador – Con que se tenía guardadas estas cosas ¿Eh? Kaori rodo los ojos y se rio un poco, sin la intención de burlarse. Dai solía ser muy orgullosa y nunca hubiese hablado así de alguien, ni siquiera de él. Ahora, y en el eterno silencio de los diez minutos que los tiene prisioneros, no tiene miedo de soltarse – Supongo que es, en resumen, lo que te quería decir hoy.
Miro su reloj, apenas faltaban tres minutos. El tiempo pasa volando, demasiado rápido.
– Lo siento – Masculla, el ojiceleste, cubriéndose el rostro y ocasionando que una bruma deprimente hondee en los corazones de sus amigas. Sin embargo, ninguna dice nada – Lo siento, lo siento. No puedo.
La de trenza se levanta y arregla sus ropas, con un gesto de cabeza alienta a su amiga a levantarse también. Está a punto de ofrecerle una mano a Senpai para llevarlo a los baños a limpiarse el rostro cuando estalla.
– ¡A mí me gustan las dos! – Grita, y de inmediato se cubre la boca con la mano. Esto si deja perplejas a ambas muchachas, que abren los ojos cuan enormes eran. Kaori suelta una risita nerviosa muy baja – Y no podía ... ¡No quería! Que las cosas sucediesen así. Cada año mucha gente dice amarme y cada año tengo que rechazarlas, y el peso es demasiado. No lo soporto más, no quiero romperle el corazón a alguien más. Mucho menos a ustedes, pero ahora – Soltó un suspiro, vaciló – Bueno, no se puede ...
Ambas se miraron entre sí. Sin sonreír, sin miradas cómplices. Se acercaron a él y cada una tomo una de sus manos. Y fue a solo a él a quien le sonrieron.
– No importa, Senpai -Dijo Dai, colocando la mano de su amado sobre su mejilla, dejando que se la acariciara – No significa que deje de amarte menos.
Kaori iba a decir algo, pero de inmediato el timbre de la clase sonó y pronto entrarían los demás estudiantes al salón. De modo que, solo atinó a inclinarse y besarle la mejilla izquierda, acción que fue imitada casi al instante por la azabache con la derecha, dejándolo como una cereza.
Los demás estudiantes entraron, sorprendiéndose por hallarlo sano y salvo dentro de su aula. Muchos de ellos cambiaron su expresión por una de enfado, incomodando y haciendo sentir culpable al rubio muchacho. Ellas lo notaron, así que, mitad para animarlo y mitad para hacerlos enfadar más, volvieron a besarlo tal y como habían hecho momentos atrás. Algunos lo notaron y montaron en cólera, apretando los puños o cruzándose de brazos.
Senpai se sentó en su pupitre y no dijo nada por el resto del día. Ni siquiera las miradas acusadoras y dolidas de sus ex-admiradores pudieron hacerlo sentir algo. Estaba por las nubes en ese momento, no pensaba con claridad. Claro que estaba avergonzado, y algo enfadado con ambas por haberlo besado enfrente de todos, pero más allá de eso, no podía haber deseado un mejor desenlace con ambas chicas. Es verdad que soñaba despierto con ser su novio, pero nunca había dado con la solución a su problema. No podía amarlas a ambas, tenía que elegir a una ¿Verdad?
Puede que nos sea así como terminaron las cosas para ese trio de amigos.
Saliendo de la institución, los tres encaminaron a un restaurante a cenar. En una posición algo incómoda para el muchacho, pues cada una de ellas estaba aferrada a cada uno de sus brazos. Los tres caminaban felices, con la mente viajando por las estrellas, con una sonrisa en los labios y coqueteos tímidos (Más por parte del chico que de ellas. Ellas no tenían ninguna vergüenza en comentarle cosas algo subidas de tono ... Bueno, dejaron de hacerlo cuando Senpai les pidió que pararan).
– Oye, Senp – Dijo Dai, acurrucándose un poco más en él. Sintiendo su calor, la fina tela sobre su piel.
– ¿Qué ocurre? – Pregunto, mientras llegaban por fin a aquel fino local.
– Si te das cuenta no vas a tener que pagar dos bodas, podemos casarnos los tres en una sola y gran boda – Exclamo, soñadora como solo ella sabe. Kaori le dio un codazo y beso la mejilla de su ahora novio, que soltaba una risita nerviosa.
– ¿Casarnos? – Preguntó, perplejo. La voz le subió una octava.
– Si, y luego podemos conseguir una enorme casa para criar a nuestros hijos – Le siguió el juego la de trenza.
– ¡¿Hijos?!- Ahora su voz no era distinta a la del chillido de un ratón.
– Me gustaría una niña ¿Tú qué opinas, Dai? – Dijo, sinvergüenza.
– Sinceramente me gustaría tener un niño.
Ambas miraron expectantes al muchacho, más rojo que un semáforo y sudando un poco. Y luego estallaron en risas que se fueron contagiando poco a poco al ojiceleste.
– Es una broma, Senp – Exclamaron ambas, dándole una palmadita en la espalda.
El muchacho sonrió, y en el fondo agradeció que las cosas hayan acabado de buena forma. Ahora solo tenía que amarlas, a ambas.
No falta decir que, en realidad, él se había imaginado a si mismo ya hace mucho tiempo, viviendo con ambas muchachas y con una hermosa y numerosa familia. Solo el tiempo dirá si su sueño se cumple o no.
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