Caprichos (PicoPai)
Daba el timbre del reloj las cuatro campanadas que indicaban el final de la jornada para los agotados estudiantes. Varios de ellos se dirigían a sus casas a estudiar, terminar los deberes o pasar una aburrida tarde. Sin embargo, cierto grupo de amigos tiene otros planes.
Pico termina de arreglar sus cuadernos dentro de un morral, muerto de tedio. A regañadientes, se arregla el cuello de la camisa celeste por petición de Cherry; más no la corbata. La muchacha bufa, ofuscada y deja de prestarle atención. Pico se cala la mochila a los hombros y emprende su camino a la salida.
Revisa en su mente los quehaceres del día de hoy. Pantano mental, y sonríe cuando recuerda la salida de esta tarde al centro comercial. Estarán todos sus amigos: Keith, Cherry y ... Y Senpai. Alá cuantos pocos amigos tiene. Es que se le hace un poco difícil socializar luego de ese incidente en su vieja escuela en Estados Unidos.
Está saliendo por el gran portón de puertas batientes de la escuela y entrando al campus cuando es interrumpido a medio camino por el peli durazno que lleva algo oculto por la espalda en la mano derecha. Levanta la mirada, extrañado.
– ¿Senpai? ¿Qué quieres? – Pregunta sin un ápice de curiosidad, fastidiado.
El otro sonríe, complacido por la pregunta, al mismo tiempo que sus mejillas se colorean de rojo ligeramente.
– Haz sido elegido para ser dueño de la cosa más preciada del universo.
Pico soltó una sola carcajada mirando al cielo. El otro enarco una ceja, ligeramente ofendido.
– ¿Qué cosa? – Pregunto ahora con curiosidad mientras se inclinaba ligeramente hacia el de mayor altura.
El otro rodo los ojos hacia el suelo tímidamente, el remolino de gente a su alrededor se pugnaba los mejores espacios para observar el espectáculo y al crush unánime. Volvió sus hermosos ojos azules hacia el de mirada blanca y confesó.
– Mi corazón – Dijo solamente, con voz firme y romántica al mismo tiempo. Algunas personas de la muchedumbre gritaron de emoción. A otras, se les rompió el corazón. Todos estaban estupefactos.
Pico incluido.
– ¿Ein?
– Me gustas Pico, y quiero que seas mi novio – Se llevó la mano izquierda hacia el bolsillo de la camisa y extrajo elegantemente un par de boletos de cine al mismo tiempo que revelaba por fin lo que tenía oculto tras la espalda: Un ramo de bellas y frescas rosas rojas. Sacudió los tickets ligeramente frente al más consternado rostro del muchacho frente suyo y rio suavemente – Sé que no te negaras a salir conmigo ¿Verdad?
Se mordió con fuerza la lengua, para no soltar un ¨A sabiendas de que soy el crush de todos¨ y arruinar el momento. No era correcto ... A pesar de que solía hacerlo a diario.
Y es que Senpai tenía todo fríamente calculado desde hace alrededor de una semana o dos. Sus sentimientos por Pico eran demasiado fuertes y quería asegurarse de que sería correspondido sin arriesgarse nada. Desde hace dos semanas se la pasaba recalcando una y otra vez que era el chico más deseado de toda la escuela, que su persona era demasiado valiosa y que el afortunado de ganárselo debería de besarle los pies por siquiera fijarse en él. También se aseguró de que a Pico le iban los tíos, preguntándole a Keith si esos rumores de que Pico y él habían salido hacia dos años eran ciertos (Y efectivamente, lo eran). Afianzo su ¨intima¨ amistad joteando con el pelinaranja casi a diario, a pesar de que normalmente era alejado con la excusa de que era un fastidio. No importaba, cuando el de iris de alabastro cayera entre sus manos ya podría darle todos los mimos que quisiera. Pico, a su parecer; era un jovencito fuerte, testarudo, ardiente y rebelde que lo había conquistado desde que lo alejo de él con un empujón en la fila de la cafetería. A pesar de que normalmente era rechazado por el carácter antisocial y antipático del chico, siempre terminaba insistiendo en seguir siendo su amigo. Estaba seguro de que lo eran ¡Y de los mejores! Obviamente.
Investigo por parte suya y de sus fans al de menor estatura. Que cosas le gustaban, que clase de personas le gustaban. Se enteró de su deseo por ir a ver el último estreno de una saga de películas de Ciencia Ficción allí mismo en el centro comercial, a la que no asistiría porque su padre no tenía el dinero para costear un boleto. Ya podría verla pirateada uno o dos meses después de que sea retirada de la cartelera.
Como es de esperarse, compro dos boletos a la función de cine de esa misma tarde tres días antes. Unos buenísimos asientos en 3D con el muchacho más popular y guapo de todo el colegio ¿Quién se negaría?
Además ... Estaba el hecho de sus compañeros de escuela a su alrededor. La presión social seria aplicada a su futuro amante y este no podría soportarla. Terminarían saliendo de la institución tomados de las manos y él con una gran sonrisa triunfante en sus labios. Se diría a si mismo ¨ ¿Lo ves? Eres irresistible¨.
Llego más temprano que de costumbre a la escuela, con el ramo de rosas en mano (Había elegido con sumo cuidado cada una de ellas de la floristería de sus padres) y pidió amablemente a la cocinera de la escuela que las dejara dentro del frigorífico de la cafetería, para que se mantuvieran frescas. Cuando llego el momento, solo tuvo que ir a sacarlo y caminar disimuladamente hasta él. Las rosas eran un gusto común que tenían ambos, que no hizo más que sonrojar al peli durazno pues su propio apellido evocaba el nombre de aquellas bellas flores: Roses.
Acorralado.
Venga, acepta.
– Saldremos esta misma tarde a ver la película que quieres y te gustará, corazón – Le guiño un ojo, coqueto. En su cabeza, ya estaban besuqueándose a lengua tendida en medio de la oscuridad de la sala de proyecciones.
Pico parpadeo con fuerza un par de veces. Miro ensimismado al ojiazul que se acercaba peligrosamente y ...
Y se hecho a reír.
A excepción del ruido de fondo, de los bocinazos de los coches que pasaban a recoger a los alumnos y los gritos de unos niños, no se escuchaba más que la risa del pelinaranja.
Cosa que, evidentemente, lastimo y ofendió a Senpai a partes iguales.
– ¿De qué te ríes? – Exigió saber, frunciendo el ceño mientras la parte superior de su rostro adquiría un tono violeta azulado, enfadado.
– Ay, ay, agárrenme que reviento de risa ¿Tú, Senpai, gustas de mí? – Se inclinó más, burlón. El otro iba a replicar cuando fue interrumpido por la mano levantada de su contrario – Quédate con tus boletos, no los quiero.
– Que tú ... ¡¿Qué?! – Grito, espantado. Pico ya se daba la vuelta para refugiarse en las entrañas de la escuela, ignorando las apreciaciones de sus compañeros que lo miraban desaprobatoriamente porque no podían importarle menos: ¨¡Dale una oportunidad!¨, ¨¿Está loco?¨, ¨¡Él debería de salir conmigo, no contigo!¨. Senpai salió de su estupefacto sacudiendo la cabeza mientras apretaba los dientes con rabia. Chilló – ¡Vuelve aquí inmediatamente! ¡He dicho inmediatamente!
Pico bufo con desagrado. Se volteo ligeramente, dedicándole una mirada de desprecio.
– No me gustas Senpai. Llévate tus rosas, tus boletos y tu corazón a otra parte porque no los quiero – Tan simple como eso, se encogió de hombros al mismo tiempo que notaba como la expresión del otro cambiaba de la furia a una de espanto y dolor.
El asiático sentía que acaban de darle una bofetada ... No, un puñetazo en el estómago. Una bofetada y un puñetazo al mismo tiempo. Quizá también una patada en las bolas, definitivamente. Hirvió de ira.
– ¡¿Acaso no sabes quién soy?!¡¿No te lo he demostrado ya?!¡Cuánta gente mataría por estar en tu lugar! – Sentía su cuerpo envuelto en fuego, en indignación ... Y en dolor, evidentemente – ¡No puedes rechazarme!
– Ya lo hice, Senpai. Madura – Se dio la vuelta y camino tranquilamente hasta las puertas batientes, para desaparecer detrás de ellas. Todos los ojos se voltearon a fijarse en el rubio fresa, pero este se hallaba ya echando a correr luego de pisar con fuerza el suelo de losas blancas. Como un niño haciendo un berrinche (Cosa que, en realidad, es).
Se guardó los boletos en un bolsillo lateral de la mochila, arrugándolos en el proceso. Tiro el ramo de costosas rosas a un bote de basura común mientras las lágrimas (Del rechazo, de la indignación y del profundo odio que sentía ahora) no tardaron en bajar como catarata por sus rojas mejillas.
Y como no, como lo haría una mimada adolecente despechada en una película juvenil; volvió corriendo a casa para abrir la puerta y subir hasta su habitación sin saludar a sus ancianos padres. Se encerró en su cuarto de un portazo y se lanzó a su cama a llorar contra la almohada más grande que tenía en su alcoba.
Ah, lo olvidaba; obviamente saco un cuadernillo de debajo del colchón de su cama donde, en rotulantes letras rojas, ponía ¨Mi Diario¨. Claro, empezó a escribir frenéticamente mientras sus lágrimas mojaban las paginas ¨Querido Diario, hoy he sido injustamente humillado frente a toda la escuela porque bla bla bla¨. Tonterías propias de un adolescente egocéntrico como él.
Siguió desgañitándose con la almohada diez minutos, su madre toco gentilmente a su puerta.
– Senpai ¿Está todo bien? ¿Te paso algo en la escuela? – La dulce voz de la anciana solo lo hizo sentirse peor. Ahogo un grito en sus sabanas y levanto la cabeza.
– ¡No quiero ver a nadie! – Gimió, volviendo a hundirse entre las telas. Su padre subió e intento razonar con él, pero terco como solo él sabe se negó a salir o a hablar del tema. Ambos se miraron preocupados y bajaron a la primera planta a seguir almorzando.
Nunca, nunca se había sentido tan humillado, desprestigiado, ridiculizado, burlado, degradado y avergonzado en toda su vida. Nunca nadie le había negado nada, mucho menos rechazado. Era él quien iba por la vida mojando bragas y boxers y rompiendo corazones, conservando siempre el suyo intacto. No entendía porque Pico había desestimado su futura relación ¡Él era Senpai, por Dios! El chico más ... Bah, ya entendéis, no entendía porque lo había rechazado como si fuese cualquier cosa, una basurilla a la que tiras al tacho sin prestarle la mínima atención. Le dolía sentirse así, y más aun siendo la primera persona por la que sintió amor sexual/romántico en su vida.
¿Qué le había dicho antes de irse? ¨Madura¨. Madurar, claro que él era muy maduro. Podía ir a la universidad y empezar a trabajar al mismo tiempo en ese mismo instante, todos lo sabían ... Y sin embargo, según el pelinaranja se estaba comportando de una manera infantil.
¿Y si era cierto? ¿Y si no lo quería porque su carácter aniñado y ególatra le disgustaban? ¡Pero eso no tenía sentido! ¡Si toda la escuela lo amaba tal y como era, con su carácter de mierda incluido! No, definitivamente Pico estaba equivocado. Era un tremendo idiota que se creía superior a todos los demás (Según él, misma razón por la cual no le importaba si su estatus social estaba por las nubes o por el piso) y que nada más lo había declinado por puro capricho.
Termino por calmarse y se sentó en la cama. Ya no estaba triste, sino ofendido. Le haría saber que perdió la oportunidad de su vida, lo haría avergonzarse por el resto de sus días de haberlo rechazado tan tajantemente. Lo haría esa misma tarde.
Esa misma tarde ... ¿No tenía que verse con Keith, Cherry y el mismo Pico? Estaba seguro que los primeros dos no estaban presentes al momento de su humillación, pero Pico si y dudaba que hubiese olvidado el incidente tan rápido. Peor aún, si llegaba y volvió a comportarse como un mocoso probablemente no duraría en volver a desprestigiarlo.
No, no iba ir.
¿O si?
¿Debía o no debía ir?
Con cuidado, abrió la puerta de su habitación y bajo descalzo hasta la sala del primer piso donde sus padres charlaban tranquilamente. Tímidamente, pidió disculpas y empezó a explicarles su pequeño problema (Omitiendo un montón de detalles para quedar como la víctima, claramente).
Su padre y su madre terminaron por consolarlo y aconsejarle con que se alejara del muchacho porque no valía la pena. Si no podía ver lo maravilloso que era, que se lo pierda. Ya llegará otra persona a sonrojar sus mejillas. Senpai fingió que entendía cada palabra, cuando en realidad tenía planeado hacer todo lo contrario.
Almorzó y se quedó sentado en el pórtico de la casa mirando a la vacia y calmada calle. Cada vez que pensaba en Pico, solo podía ver su rostro de satisfacción absoluta al momento de rechazarlo ¿O lo estaba exagerando? Pico no es una mala persona, mucho menos maquiavélica, probablemente también esté pensando en él y en lo dolido que esta.
Al final, decidió ir. Se empeñó en lucir esplendido para hacerlo sentir culpable ¨¿Me rechazas? ¡Mira lo que te perdiste!¨.
Si, lo que te perdiste.
A pesar de ya estar listo, no se movió del sofá de la sala hasta que empezaban a dar las cuatro con veinte minutos. No lo esperarían más ¡Pero tenía tanto miedo de encontrase con el peli naranja y volver a hacer el ridículo!
Saco del morral el par de boletos arrugados y recobro algo de confianza. Se despidió rápidamente de sus ancianos padres y empezó a caminar rumbo al centro comercial haciendo eco con las zapatillas blancas de caña alta que traía puestas.
En el camino, saco un espejito del bolsillo de sus shorts cortos (Si, más cortos de lo que deberían) y se miró. Intento sonreír y hacerse un alago a sí mismo para tener más confianza, pero no pudo. En vez de eso, se encontró con su rostro contraído en una expresión de miedo e inseguridad. Toco suavemente su mejilla con la mano libre ¿Acaso ... La razón por la que Pico lo rechazo era porque no era tan perfecto como solía pensar? ¿Es el color de su cabello, o de su piel? ¿Sus ojos, su altura? Había leído por ahí que muchos tíos no querían salir con personas más altas que ellos por sentirse intimidados ¿Pico era así? No, a pesar de su baja estatura, el peli naranja nunca se dejaba intimidar por los matones de mayor estatura que él (Otra razón por la cual lo trae como colegiala enamorada ... Cosa que técnicamente es, con la excepción de que se trata de un hombre). Se miró mejor de pies a cabeza, y ahora podía ver perfectamente cada pequeña y minúscula imperfección en su cuerpo. Quizá había subido de peso (A pesar de que no consumía nada de azúcar ... Oh bueno, hasta hace una semana cuando Keith insistió en hacerlo probar las magdalenas de su madre), o quizá había enflaquecido demasiado (Recordaba perfectamente las quejas de Cherry sobre su insistencia en solo comer una ensalada liviana en los recesos del cole) ¿Y si la forma de su cara no era tan bonita como solía pensar? Guardo el espejito en el bolsillo trasero de los shorts y se abrazó a sí mismo, sintiendo sus palmas frías frotar la piel aterciopelada de sus brazos desnudos. Empezó a imaginar cosas terribles sobre su apariencia ... Y su vida, en general ¿Pico sabia de la floristería de sus padres y lo ancianos que eran? ¿No quería estar con él porque lo avergonzaban esas cosas? ¿Cómo se habría enterado, en primer lugar? Nadie en la escuela sabía si quiera donde quedaba su casa ¿Y si Pico ya tenía novia, o peor aún, un novio? Pensar en el pelinaranja besando los afortunados labios de otra persona lo hace soltar un suspiro tembloroso. El viento le azota la espalda y juega con sus cabellos, mientras el sol acaricia su rostro.
Suelta un pequeño quejido mientras se le achica el corazón, un par de tímidas lagrimas se deslizan desde las comisuras de sus ojos a sus ya notan perfectas mejillas sonrosadas.
No puede ir a ver a Pico, no.
No puede ir a verlo nunca más. No después de notar la clase de persona repugnante que es.
(...)
Bueno, no es tanta verdad. Después de meditarlo un momento, decidió ir al centro comercial solo para entregarle a Keith los boletos y que él fuera quien se los diese a Pico. El pelinaranja por lo menos merece divertirse en compensación de pasar tanto tiempo con un perdedor como él ...
Tímidamente entra al local enorme, y siente los miles de ojos fijarse en él. Como si todos lo apuntaran con un dedo y lo juzgasen. Se siente diminuto y su cuerpo se encoge en sí mismo. Avanza a tientas.
¿Dónde dijo Keith que se verían? Ah, al frente de la fuente principal. Saco el móvil y tomo nota de la hora; eran las cuatro con cincuenta. No tarda mucho hasta encontrar el lugar y se esconde detrás de un aparador. Allí, bajo la luz blanca fluorescente del lugar, yacen descansado contra el muro de piedra Keith, Cherry y el mismo Pico. Parecen aburridos ¿Los habrá hecho esperar demasiado? Siempre que salían, él era el primero en llegar (¨Un caballero nunca llega a deshoras¨ solía decir ... Aunque un caballero no es tan terriblemente feo, según él). El peli azul está demasiado cerca del de orbes blancos, y llamar su atención sin incluir a los demás parece imposible ¿Y si se cubre con el brazo y deja caer ¨accidentalmente¨ los boletos frente al trio? No, tremenda estupidez. Traga saliva, y camina en dirección a ellos. Ninguno nota que se acerca hasta que ya está al lado del de camiseta blanca.
– ¿Tan tarde, hermano? – Se queja Keith, refunfuñando. Cherry se estira y cambia de posición en la pileta. La cara de aburrimiento de Pico no cambia ni un ápice, con la única excepción de que ahora sus ojos se fijan en él. Puede que demasiado, pues se siente incómodo. Nota como la sangre le sube hasta las mejillas y su brazo tiembla al rebuscar en sus bolsillos los dichosos tickets. Sin decir nada, se los da a Keith que los acepta con mirada confusa.
– Eh ... Repártelos entre ellos – ¡Torpe! ¡Pero si solo hay dos! Hace una mueca y empieza a dar media vuelta para volver a casa. Siente que alguien lo toma del codo y suelta un gritito de pánico. Se calma al notar que nada más se trata del baboso azulado.
– Viejo, ya estás aquí ¡Vamos a divertirnos! – Grita, Cherry sonríe. Pico se cruza de brazos y mira a otro lado con gesto adusto ¿Sabia la pareja de lo que sucedió en la mañana, Pico les conto?
– No puedo, me siento mal. Voy a volver a casa – Intenta sacarse de su agarre pero le es dificultoso. Sus dedos se aferran a su antebrazo con tanta fuerza que empieza a doler.
– ¿Ah, sí? – Dijo Pico de pronto. Keith y Cherry voltearon mientras Senpai intentaba enroscarse y morir ahí mismo – ¿No será por otra cosa? – Levanta una ceja y le dedica una sonrisa sardónica, se burla.
– No, de verdad me siento mal. Creo que voy a vomitar – Gime, soltándose por fin del peli azul. Corre hacia los baños más cercanos a toda velocidad y desaparece tras sus paredes. La peli castaña voltea, confusa, al de chaqueta verde.
– ¿Tú tienes que ver en esto? – Pregunta, curiosa.
– Bastante – Contesta banalmente, bosteza y le quita de las manos un boleto a Keith – Puedes quedarte con el otro, yo voy a ver algo.
– ¡Pico, no puedes dejarnos plantados! ¡Se supone que saldríamos en grupo! – Lo acusa su ex, Pico se encoge de hombros.
– Ya lo hice – Reprime una risita histérica. Oh, todavía recuerda la satisfacción al notar como aquel chico peli durazno supuestamente irrechazable se quedaba boquiabierto de la sorpresa al comprobar que, efectivamente, no lo era. Volvió a casa riéndose, porque eso de ser un rompecorazones no le iba nada mal. Contó la anécdota a su padre, que solo le dio un puñetazo amistoso y le dijo que así había que tratar a esa clase de personas altaneras, presumidas y mimadas. Agarrar bien tus huevos y demostrarles quien manda, que no tienen a toda la gente a sus pies. Se siente mucho mejor cuando eres solo tú quien de verdad les importa ...
Se para a medio camino y hace una mueca de disgusto. Eso último no le gustó mucho. No conocía muy bien a Senpai, pero hasta donde sabía en esos cinco años de secundaria no había tenido ni novio ni novia. Siempre que alguien le confesaba sus sentimientos los rechazaba amablemente y les plantaba esperanzas para que siguieran de lamebotas a sus zapatos. Mucha gente creía que le faltaba algo importante dentro como para que su corazón no hubiese latido por nadie nunca. Otros creían que tenía pareja en secreto, o que lo habían prometido en un matrimonio arreglado y que por eso no podía (Ni quería) salir con nadie. Si después de todo eso, se le había terminado confesando precisamente a él ... No, a ver, Senpai también puede ser un desgraciado malnacido. Precisamente las dos últimas semanas se jactaba de ser inalcanzable, o se burlaba a las espaldas de sus ¨fans¨ alegando que eran perfectos ilusos o idiotas. Nunca entendió porque tanta gente estaba enamorada de él si era una persona verdaderamente desagradable ... O al menos en privado, porque por fuera era un muchacho amable y educado. Solo cuando creyó que Pico había caído ante sus encantos, demostró ser quien era en verdad: Una semilla podrida escondida en la más brillante y rojas de las manzanas. Sí, eso era. Ya no se sentía tan mal. Volvió a encogerse de hombros, el rubio fresa se lo tenía bien merecido. Un rechazo por cada vez que el hizo lo mismo, un rechazo por cada burla a escondidas; un rechazo por cada tonto que deposito en él sus sueños y no sabría nunca que su caballero de brillante armadura no era nada más y nada menos que un patán egocéntrico, mimado, encaprichado y egoísta.
Si, ahora Pico ya no se sentía mal. Sonrió para sus adentros. Su viejo padre, Jhonn, siempre tan sabio.
A menos que ... Todo haya sido mentira ¿Puede ser, no? Se le insinúa por dos semanas y se le confiesa esperando que caiga en su trampa. Tiembla de ira cuando es rechazado porque su broma no le ha salido como ha querido. No tiene mucho sentido, en realidad, porque eso echaría por los suelos su reputación. Sigue siendo una opción igual de valida. Entonces, no ha ganado nada.
Se le borra la sonrisa y entra a las oscuridades del cine del centro comercial.
(...)
Keith y Cherry esperan por un rato más al ojiazul. Lo ven saliendo de los lavabos ligeramente mareado. La castaña corre a su encuentro y lo saluda, y también le pregunta si se encuentra bien. Él niega.
– ¿De verdad te sientes mal? – Pregunta, preocupada. Asiente, Cherry niega para sí misma y le hace una seña a Keith para que se vaya alejando – No hay problema, Senpai. Podemos salir otro día. Un día en el que no te sientas enfermo y en el que Pico no ande de malas – Le guiña un ojo y le saca la lengua, divertida. El otro siente por su cuerpo recorrer un escalofrío.
Se despide de ella y camina arrastrando los pies hasta el patio de comidas. Se sienta un rato a pensar, y a calmarse. Siente el cuerpo más ligero luego de volcar el contenido de su estómago en uno de los inodoros del baño, pero tampoco se siente tan bien.
Pasa un rato hasta que se digna a levantarse y a pedirse algo de comer. Está hambriento, más de lo que estuviera alguna vez en su vida. Inconscientemente, pide una orden de pollo frito y una soda mediana, junto a un pastelito de manzana y canela. Cuando ya está terminando de devorar la última pieza de pollo, se da cuenta de lo que hace y la suelta asqueado. Mira sus manos, y sus dedos ligeramente resbalosos por el aceite. Con cuidado, para la servilleta por sus labios y mejilla manchados de kétchup.
Y se asquea, podría romper a llorar o a vomitar ahí mismo, pero no lo hace. Mejor en privado.
¨A la mierda. Pico no me quiere, nunca lo hará y no lo pienso ver más. Si ya soy un jodido cerdo seboso, por lo menos voy a hacer que valga la pena¨ piensa con rabia. A regañadientes, rompe el plástico del postre y muerde con fuerza. Tiembla de ira por en lo que ahora se ha convertido y no puede evitar lamentarse. Ya hizo el ridículo frente a Pico, ya no vale la pena. Nunca sentirá sus brazos rodear su cintura en un abrazo. Nunca sentirá sus labios pegados a los suyos con cariño en su primera cita. Nunca sentirá sus dedos recorrer sus muslos y vientre desnudos, justo antes de cometer el coito. Hay tantas cosas que no podrá hacer con la única persona que lo ha hecho sentirse especial (Si, verdaderamente especial. No como todos esos halagos semiautomáticos que recibía a diario) que cierra los ojos y deja que otro par de lágrimas le mojen la camiseta. El sabor dulce del pastel no puede contra el sabor amargo de su derrota, y de su final.
Suelta el snack y se cubre el rostro con las manos. Toda su vida es una mentira ¿Y porque? ¡Por un chico! Por un chico que brilla más que mil soles en la oscuridad. Por un chico que no se doblego cuando todos los demás lo hicieron. La flor que crece contra la tempestad, es la más rara y hermosa de todas. Por el chico que no dudo en enfrentarse con aquel monstruo alienígena (Todavía le costaba creer esa parte, pero no lo puso en duda porque Pico siempre se ponía raro cuando lo hacía) para poder salvarse a sí mismo en un inocente intento de salvar al resto de sus colegas. Era el chico que había estado esperando tanto tiempo, y que ahora se le escapaba de las manos porque no era ni inteligente, ni guapo, ni agradable. Un escoria, eso era.
Siente un toquecito en la espalda. Ha de ser alguna persona que lo ha escuchado llorar y de seguro le va a preguntar si se encuentra bien. Rápidamente se seca las lágrimas y la nariz con otra servilleta y voltea, con el rostro contraído en una mueca de furia y pena ¿Qué no ven que está llorando y necesita paz? Pero al voltear su expresión cambia a una de pánico y terror profundos, pues ahí justamente se encuentra él. Pico enarca una ceja, confundido, al mismo tiempo que Senpai voltea violentamente hacia el otro lado para que no lo mire.
No, no, no, no. No por favor, suficiente ha tenido ya con lo de la mañana y lo de hace rato.
Ahoga un quejido lastimero mientras siente que su garganta se cierra. Pico se aleja y vuelve arrastrando una silla para sentarse a su lado. Él se aparta un poco e intenta bajar el volumen de sus sollozos, lo cual no sirve de mucho. Pico no dice nada, solo se limita a mirarlo. Siente que el cuerpo le tiembla sin control y también siente como se le revuelve el estómago. No, no. Peor aún que lo haya visto llorar, es que lo vaya a ver vomitar. Se muerde la lengua con fuerza y el mareo se debilita un poco. Cuando se calma, se seca las lágrimas y el rostro rápidamente con la última servilleta limpia que le queda. No se atreve a mirarlo, mantiene la vista baja.
Es Pico quien rompe el silencio.
– El cine es un asco – Se queja mientras roba una de las papas de la bandeja del peli durazno y la engulle sin pena – Estaba sucio y había un mocoso llorando atrás ¿Por qué alguien llevaría su puto bebé a una sala de cine? Ni siquiera se va a acordar de que vio esa película.
– ¿F-fu-fuiste a v-verla? – Musita, encogiéndose.
– Seh, pero luego me salí – Roba otra y la devora rápidamente – No importa en realidad, ya podré verla otro día. Ni siquiera me importaba tanto – Bosteza y se apoya en la mesa.
Senpai se abraza a sí mismo, intentando buscar calor. Siente un toquecito en el brazo. No voltea.
– Oye Senpai – Lo llama, no le hace caso – Senpai – De vuelta, pero no se va a atrever a verlo – Te tengo que decir algo importante ¿Me puedes mirar?
Duda mucho si hacerlo, así que se voltea ligeramente. Puede ver sus ojos rojos y levemente hinchados desde allí. Pico suspira, se rasca la nuca nervioso y le pasa un brazo por los hombros. El otro se sobresalta.
– Perdón – Dice, solamente. Pasan unos segundos y niega suavemente – Creo que no debía de rechazarte así, ni comportarme así contigo. Lo siento.
– ¿T-Tú lo s-s-sientes? – Masculla, temblando más. Pico asiente y el otro nota sus propias mejillas sonrosarse – No, s-soy yo el que se debería de disculpar, P-Pico.
– ¿Por qué? – Pregunta, verdaderamente intrigado.
Senpai se abraza a sí mismo y cierra los ojos para mitigar el dolor que se expande desde su pecho a todo su cuerpo rápidamente.
– Por fijarme en ti – Susurra, da un pequeño hipido y continúa – No debería haberme fijado en ti en primer lugar. No ... No a sabiendas de quien soy.
– Perate ¿Cómo así? – Pico ríe, pero solo un poquito.
– Mira ... – Se calla antes de terminar la frase, suspira – Mírame, Pico. No soy ni la mitad de guapo que todos creen que soy. Doy asco, mucho asco. Mi casa de asco, mis padres ...
– Hey – Le da un golpecito en el hombro – Eso no es verdad, viejo. Es bastante blasfemo también – Frunce el ceño – ¿Por qué dices esas cosas sobre ti?
– Porque son verdad – Termina y se recuesta un poco sobre el pelinaranja.
– Eh, pues. Yo no las creo – Intenta animarlo, limpiándole las lágrimas con la mano izquierda. Si Senpai fuera un gato, estaría ronroneando, porque las caricias del americano son demasiado buenas. Pasa suavemente los dedos por el lugar indicado y con la fuerza justa. Con cariño. Con amor.
– ¿Por qué me rechazaste, e-entonces? – Cierra los ojos para sentir mejor su calidez.
– Porque a pesar de que si estás muy bueno y no me lo pensaría dos veces en cogerte; sigues siendo muy cruel, Senpai – Contesta sin pena. Nota como al otro se le calienta el rostro. Se ríe – No das asco, pero puedes mejorar un poquito tu empatía ¿No crees?
– Oh, vaya – Se seca las lágrimas restantes con el puño y se endereza – Creo que si tienes razón.
– ¿Crees? – Le da una palmada en el muslo, con diversión – Ay, hasta cuando te consuelan sigues siendo un egocéntrico. Solo tú tienes toda la razón ...
– Perdón – Masculla, avergonzado.
– Ya, no pasa nada – Le revuelve el cabello y roba más papas todavía. Senpai le da un golpecito con la mano y Pico lo mira ofendido. El peli durazno le sonríe.
– Hey, son mis papas – Río un poco – Puedo comprarte unas si quieres.
– ¿Si? Muchas gracias. No tengo plata, se suponía que Keith y Cherry iban a contentarme hoy – Chasqueo con la lengua y busco con la mirada por el lugar – Pero vete a saber tú en donde estarán.
– Entonces ... ¿Podemos ir a pasear juntos, eh? – Pregunto tímidamente, Pico se rio.
– Supongo.
Había atardecido bastante deprisa, la compañía del ojiblanco no hizo más que alegrar al rubio fresa. De verdad que estaba profundamente enamorado de él ... Y él mismo había dicho que le parece guapo, mucho ¿Qué más podía pedir ...?
Una pequeña cosita, algo que de verdad anhelaba su corazón. Una confirmación, un deseo.
Cuando estaban saliendo del establecimiento y Pico divisaba a su padre en su viejo auto destartalado, Senpai lo tomo de la mano delicadamente y lo hizo detenerse.
Pico levanto la vista.
– ¿Qué?
Senpai se inclinó hacia él y cerró los ojos, presa de la pena.
– Pico ... – Suspiró, modulo su nombre de cierta forma que hizo que él peli naranja se sonrojara. Un gemido, un nombre dicho con fiereza – Pico ... – De vuelta, empezaba a enervarlo.
– ¿Qué? – Exigió saber.
Senpai abrió los ojos y dejo caer los hombros.
– ¿Te gustaría ser mi novio? – Pregunto tímidamente al momento en que se sonrojaba fuertemente.
Pico rebuzno, avergonzado. Soltó su tibia y suave mano.
– No – Contesto secamente.
– ¿No? – La voz se le agudizo un poco; parpadeo, perplejo.
– No Senpai, no quiero ser tu novio. Lo siento – Se rasco el brazo izquierdo e intento no mirarlo. Antes de que el otro pudiera preguntar, se le adelanto – No puedo ser tu novio porque sigues siendo muy hijo de perra, amigo. Y yo no quiero eso en un novio. Esa es la principal razón de porque no me gustas.
Se alejó rápidamente hasta la acera, donde su padre fumaba sobre el capó de su auto.
– Quizá para la próxima.
Se subió al vehículo y desapareció con el viejo militar en la oscuridad de la noche.
Aun con toda la gente a su alrededor, rompió a llorar. Oh, dos rechazos en el mismo día.
Por lo menos ya sabía porque el peli naranja no correspondía sus sentimientos. Porque era una persona de mierda.
Quizá, quizá pudiese cambiar. Por él, por si mismo. Por todos.
(...)
De vuelta en la escuela, Pico se sentó sin ánimos de hacer nada en su pupitre mientras sus demás colegas llegaban pronto. Bostezo, todavía cansado y se dispuso a hojear una revista para adultos que se robó de su padre (Tampoco es que el militante las leyera, más que nada se la pasaba teniendo sexo ¨casual¨ con su segundo al mando. Por lo menos, cuando lo hacia solía ponerse de buenas y comprarle pizza).
Terminaban de entrare los últimos alumnos cuando diviso al chico por fin. En sus manos, traía un pequeño paquete envuelto en papel de regalo y cintas de colores vistosos. Irguió una ceja, extrañado. A pesar de que lo estaba mirando fijamente, Senpai no le devolvía la mirada ¿Lo estaría ignorando?
El peli durazno se acercó a una muchacha de cabello negro y corto que empezaba a colocar sus cosas en su pupitre. La saludo animosamente y le entrego el paquete. Ella se lo acepto encantada, y sonrojada.
– ¡Ay, Senpai! ¿Cómo sabias que hoy era ... ?
– Tú siempre me regalas cosas cuando los cumplo yo – Se encogió de hombros, bajo la mirada y oculto las manos en los bolsillos, como un niño al que pillán haciendo una travesura – Pero nunca te devolví el favor, heh ... – Se mordió el labio, avergonzado.
– ¡Muchas gracias! – Dejo el regalo a un lado y salto a sus brazos, fascinada. Estaba a punto de plantarle un beso cuando él la baja suavemente.
El salón, quieto en expectante indignación, observaba la escena en silencio. Ahora sí, el cerebro de Pico había ido a dar una vuelta a las lomas de España porque no entendía nada. La muchacha sintió enflaquecer su alegría.
– No, lo siento Dai. No sería correcto seguir ilusionándote más porque nunca llegaremos a nada – Se lamentó, negando con vehemencia – Siento haberte echo esperar tanto, la verdad es que ... – Se pasó la mano por la nuca y soltó una risita nerviosa– A mí ya me gusta alguien más.
La jovencita, con rostro libido, no se movió un ápice.
– ¡Pero podemos seguir siendo amigos! – Intento alegrarla, recobrando la sonrisa – Me caes bastante bien, en realidad. Nunca te lo he dicho ... Por algún motivo sabes qué cosa quiero para mi cumpleaños cada año – Le dio un codazo amistoso – ¿Amigos?
– Eh ... – Ella parpadeo un par de veces mientras el otro sudaba frio. Pico se inclinó un poco en el pupitre para escuchar mejor su respuesta – ... Amigos –Le sonrió tiernamente, volvió a envolverse en sus brazos y se separó con cautela – Claro que podemos seguir siendo amigos ¿Pero ahora ya no me ignoraras ni te desaparecerás en la hora del receso, verdad?
– ¡No, ya no! – Le revolvió el cabello y dejo de tensar los hombros al fin – Siento eso mucho. En realidad, siento haberle hecho eso a todos vosotros – Se lamentó, dando una rápida vista a todo el salón.
¿Quién diría que uno que otro se encontraba planeando su venganza a tan estrafalario rechazo? Keith, sentado como todo un vago hasta el pupitre de atrás, se reclino contra la silla y entrelazo los dedos, satisfecho. Se alegraba que su en realidad molesto conocido empezará a dar señales de querer mejorar como persona.
– ¿Quién te gusta? – Pregunto de pronto, picara. A pesar de estar muriendo de celos y bastante triste en el fondo, se alegraba por el muchacho. Porque eso haces cuando amas a alguien con tanta fuerza, te alegras por las cosas que lo ponen feliz a el.
– Ay ... – Se inclinó hasta su oído y susurro – Un chico, heh, no se lo digas a nadie por favor. Te dejare tomarnos fotos juntos cuando empecemos a salir si eso te alegra un poco – Le guiño un ojo, y luego volteo a Pico aun con una cara confusa para guiñarle un ojo esta vez a él.
Ella asintió al mismo tiempo que el maestro entraba a clase y pedía orden. Nadie hizo muchos comentarios al respecto por el resto del día. Puede ser porque también el rubio se mantuvo algo alejado de la gente durante todo el día también (Con excepción de sus tres amigos, siendo ahora cuatro).
No falta agregar que a la pobre chica le cayeron preguntas todo el día. Inclusive los más desesperados intentaron aporrearla para obtener respuestas, siendo defendida por su ahora ex crush (Ya no tenía pensado fijarse en alguien que no la correspondería). Y cuando le gritaban a la cara de porque les había roto el corazón tan insensiblemente, les contestaba que se estaban comportando de una forma infantil y que en definitiva no pensaba juntarse con gente que no tomara el rechazo con madurez.
Tampoco falta agregar que al pobre Senpai le cayeron globos de agua, baldes de pintura, bolsas de harina, huevos y hasta según llego a escuchar por parte de los chismes de Cherry y Keith alguien intento tirarle un globo de agua con sangre de cerdo dentro, pero no lo hizo porque no lo encontró ese día; durante toda la semana. Mucha gente se negó a seguirle hablando, o siquiera a mirarlo. Evidentemente, su popularidad cayó en picada desde el momento uno en el que dijo que le gustaba alguien más.
No todas fueron malas noticias. Todavía tenía uno que otro amigo que se alegraba de que por fin diera señales de haberse enamorado de alguien. De vez en cuando seguían insistiendo en saber quién (Parece que la memoria colectiva borro a Pico y a su fallido intento de seducirlo rápidamente. Demasiado rápido a decir verdad) pero siempre contestaba con evasivas, y pedía que por favor dejaran en paz su privacidad.
En privado, de igual modo, Pico termino preguntándole como rayos cambio de una día para el otro y si no se trataba de una artimaña para que empezara a gustarle.
– Un poquito si, un poquito no ... – Sintió sonrojarse y miro hacia otro lado – En realidad mi mal carácter me negó muchas cosas en la vida, como amigos de verdad, o el cariño real de mis padres. Y a ti – Suspiro – Creo que tu rechazo fue la señal primordial que necesitaba para ponerme a mí mismo en mi lugar y mejorar como persona. No voy a llegar a ningún lado siendo tan gilipollas. Mi cara bonita no la tendré por mucho tiempo en un futuro – Sonrió con pena – Necesitaba un cambio ya.
– No voy a decirte que has madurado porque lo has hecho a medias, pero – Le saco la lengua, divertido – Un comienzo ya es algo.
– ¿Y si sigo así considerarías salir conmigo? – Pregunto con renovada animosidad.
– Oye, pensar en eso te vuelve un inmaduro – Hizo una pistolita con los dedos y le ¨disparo¨ en el corazón. Senpai fingió caer muerto al piso (Cosa que no se hubiese atrevido a hacer antes, porque su ropa era ¨demasiado preciada¨ para ensuciarse con el polvo del suelo ... Aun así si era el mismo uniforme que el del resto de los demás estudiantes). Pico se rio y lo ayudo a levantarse. Le dio una palmada en el culo solo para molestarlo. Molestarlo y sonrojarlo era divertido, siempre y cuando no llegará a lastimarlo.
– Lo considerare – Sonrió mordazmente, sintió los labios del contrario inclinarse y depositar un beso en su cuero cabelludo.
Quien diría que, después de tantos años, terminarían como una de las pocas parejas que no terminaron en divorcio de su salón. Evidentemente, el rubio fresa había hallado a su otra mitad preciada que lo hacía, hace y haría sentir especial por el esto de sus días. Y Pico encontró a aquel al que necesitaría aconsejar para no tropezar en el camino de la vida. Un chico indomable y egocéntrico y uno que lo es más y que intenta ponerle orden. Los dos juntos, ahora, como esposos, terminaron aprendiendo más del uno del otro de lo que esperarían.
A Pico le gustaba pasar sus dedos por la cabellera rubia del joven, y sacarle risitas por las cosquillas.
Y a Senpai le gustaba acurrucarse en su pecho para dormir, porque así podía sentir sus latidos lentos y pacíficos que le traían una enorme paz y que repetían cada vez ¨De verdad eres especial. Especial para mi¨.
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