CAPÍTULO TRES
Jungkook.
Salí en la noche rumbo a Busan para evitar que la gente me siguiera. Luego de casi cuatro horas llegué a casa.
Casa.
Qué extraña palabra. Desde que puedo recordar, he vivido en un hotel.
Son fáciles, tranquilos y con seguridad de primera clase. Nunca tendría que irme si no quisiera. Tengo a alguien que me compra la comida y lava la ropa. Cuando algo se rompe, hay alguien allí para arreglarlo y mis invitados son seleccionados.
El clima es más frío de lo que recordaba. Espero que la señora Jung, la empleada doméstica, empacara la ropa apropiada. Chaeyeon me tiene que enviar un nuevo traje al hotel.
Ella quería venir conmigo como apoyo moral, pero me negué. No la necesito.
No la quiero aquí. Solo de entrada y salida vendría, le dije. Salvo que salí un par de días antes de lo previsto porque necesito tiempo para verla.
Incluso si es solo para verla desde el otro lado de la calle, necesito más tiempo para recordarme a mí mismo por qué dejé la Universidad y sus sueños de pasar días incontables en un estudio estrecho y noches sin dormir viajando en autobús al otro lado del país. Necesito una visión de ella para saber que fue la decisión correcta para mí, independientemente de que la herí.
Necesito saber si ella ha salido adelante, espero que si.
¿Tendrá hijos? Si es así, ¿cuántos hijos tendrá? Y, ¿cómo se gana la vida su esposo? Espero que la trate mejor de lo que yo lo hice porque se lo merece, eso y mucho más…
Entrando al Holiday Inn, en las afueras de Geumjeong, apagué mi moto antes de que el director venga a decirme que estoy perturbando su paz. Pongo el pie de apoyo y me quito el casco, me deslizo en un par de lentes falsos y me pongo una gorra de béisbol. Sé que los rumores se extenderán una vez que ponga un pie en Geumjeong, pero por unos pocos días me gustaría ser anónimo. Tomo el estuche de mi guitarra a prueba de agua y lo desengancho de la parte trasera de la moto.
El paseo hasta el vestíbulo es minuciosamente largo. Este hotel se encuentra cerca de la autopista y el ruido está muy presente. Este es el hotel más modesto y nadie del pueblo se le ocurriría buscarme aquí.
Recuerdo cuando le dije a Chae de reservar mi habitación aquí y pensé que me mataría con tan solo decir que era un hotel de tres estrellas. Sin embargo, aquí estoy caminando en un pobre vestíbulo con la televisión a todo volumen y el café rancio en un bote junto a rosquillas de la mañana.
—¿Cómo puedo ayudarte? —La empleada está hablando incluso antes de que esté en la puerta. Su voz es muy aguda y molesta, me recuerda a un agudo y doloroso rechinido de uñas arañando una pizarra. Su pelo estirado con tanta fuerza que su rostro no tiene más remedio que sonreír. Sus labios están pintados de color rojo... muy llamativo.
No quiero ser un fijón que solo busca los errores de los demás, pero ese labial no le viene y menos si está tan mal pintado. Me golpeo mentalmente por hacerlo de todos modos. No digo hola ni tampoco le sonrío. Solo quiero llegar a mi habitación y tal vez dormir un poco.
—Tengo que registrarme —le digo. Le entrego mi licencia de conducir
y espero. Mis dedos comienzan a repiquetean sobre el mostrador mientras mira los nombres en la pantalla. Cada vez que me mira, sonríe y yo quiero dar un paso atrás.
Alguien debería decirle que usa demasiado maquillaje y que si tira más de su cabello se quedará calva.
—¿Es el señor Jeon tú papá? Él es el profesor de ciencias políticas
de mi clase —pregunta con un brillo de esperanza en sus ojos.
Niego con la cabeza, aunque la respuesta es probablemente sí. Lo sabría, pero no me habla desde que abandoné la Universidad.
—Oh, bueno, que mal. Él es realmente un gran profesor.
—Qué suerte —le digo. Su cara es inexpresiva ante mi falta de
entusiasmo.
—Si hay algo que pueda hacer por ti, házmelo saber —dice de nuevo
con su voz aguda e infantil. Ella deja las tarjetas magnéticas en el mostrador y me pide que llene la hoja de registro del automóvil. Escribo solo la información pertinente, evitando la marca y modelo de la moto. No necesitan saberlo.
Recojo las tarjetas-llave y me meto en el ascensor. Cuando entro, miro
la tarjeta y suspiro. Estoy en el sexto piso, el más alto que tienen, pero no lo suficientemente alto para mí. Esto bastará y es únicamente a corto plazo.
Solo estoy aquí para decir adiós a Yoongi y si el destino estaba a ami favor, la vería un rato antes de volver a mi vida.
Los pasillos apestan. Eso es lo primero que noto cuando salgo del
ascensor. Eso y la horrible alfombra que recubre los pasillos. Detesto el olor a tabaco rancio. Me meto en mi habitación, dejando caer mi bolso sobre una de las camas dobles. Me acerco a la puerta corrediza de cristal, y abro las cortinas gruesas y oscuras mirando las luces de Geumjeong.
Deslizo el pestillo y abro la puerta, dejando entrar el aire frío.
El sonido de cristales rotos me hace mirar a la izquierda. Ojalá no lo hubiera hecho porque sola en la distancia está la torre de agua donde Yoongi y yo, junto con algunos otros utilizábamos para subir después de nuestros juegos. Nos gustaba tener una caja de cerveza por ahí y dejar a las chicas abajo y ver quién golpeaba la cama de mi camioneta con sus botellas vacías.
—Parece que alguien está llevando a cabo nuestra tradición —le digo al viento, al notar que un grupo de chicos estaba haciendo exactamente lo mismo que nosotros.
—Yoon, ven aquí abajo. Me siento sola —grita Lía hacia él.
Las risas entre nosotros y las chicas eran suficientes para mantener un
flujo de ruido constante en el aire.
—Te amo bebé —le grita a través de sus manos ahuecadas Yoongi. —Me voy a casar con esa chica y hacer los bebés más hermosos con ella.— nos dice con una sonrisa boba en el rosto.
Empezamos a reír, pero yo sé que es verdad. Lía camina en el agua
hacia donde está Yoongi. Conozco el sentimiento. Miro hacia abajo y veo la
silueta de mi chica de pie junto a mi coche, mi chaqueta de letterman me
pone celoso porque está envuelta a su alrededor. Pero esto es la tradición.
—Lo sé —le digo, dándole una palmadita en la espalda.
—Boda doble —grita mientras escupo mi cerveza al aire.
—¡Ey! No se supone que hablemos de bodas y esas cosas —dice Suho antes de beber su cerveza. —además yo no tengo a nadie aquí, ¿cómo sabe uno que la ama realmente para querer casarse?
Yoongi sonríe bajo y decide responderle.
—Cuando amas a alguien, simplemente lo sabes.
Nada es igual y todo podría haber sido como fue planeado. Yoongi no se supone que tendría que partir. En todo caso, debería ser yo.
Cometí un error en el plan.
Entro de a la habitación, cerrando la ventana y tirando de las cortinas. Cuando miro la cama, se está burlando de mí, diciéndome que no estoy invitado. No me desea tanto y puedo afirmar que es algo mutuo.
No puedo quedarme aquí. Esta habitación me va a sofocar. Me deshago de mi disfraz y agarro mi chaqueta y mi casco, pero quizás, tal vez no. La última vez que fui de viaje en carretera tomé una decisión imprevista.
La señal de salida en color rojo encima de la escalera es más tentadora que el ascensor. Golpeo mi hombro contra la puerta y bajo corriendo las escaleras, deslizándome por la barandilla como lo hacía cuando era más joven, algo que no he hecho en mucho tiempo.
Me pongo el casco antes de
llegar al vestíbulo. Lo último que quiero es que la recepcionista empiece a tener alguna idea sobre quién soy. Para mi suerte, ella entraría en mi habitación, recostándose sobre las sábanas infestada de insectos esperando
reclamarme para ella.
Paso.
—¿Necesitas una llamada de despertador? —me pregunta mientras me apresuro a través del vestíbulo.
¿Habla en serio? Saco mi teléfono y miro la hora, son mas de las cinco de la madrugada.
Niego con la cabeza.
—Estoy bien —le digo mientras abro la puerta y me dirijo a mi moto. No hay nada como el rugido de un motor. Tan solo la vibración me consuela. Hago girar el acelerador antes de patear mi moto a todo velocidad desgastando el suelo del estacionamiento. Siento que está mirando, y apostaría cualquier cosa a que se está lamiendo los labios con excitación.
Sin destino en mente me voy por las carreteras. Cuánto menos tráfico, mejor. Solo yo, la carretera y el sol que se cierne con la amenaza de asomar su cabeza fea para empezar otro día de mierda…
Estoy impresionado cuando llegó a Geumjeong. Bueno, en realidad no.
He estado pensando en este pueblo sin parar desde que me enteré de lo de Yoongi. El pueblo es tranquilo, luces de hierro forjado iluminan el camino de las calles.
Nada ha cambiado.
Me detengo mientras hago mi camino por la ciudad. Giro a la izquierda, giro a la derecha y termino en la calle donde crecí. Cuando paro frente a la
casa de mi infancia, una luz en el exterior y otra en el interior, sé que mi padre está despierto.
Nada ha cambiado.
La casa blanca de dos pisos con la puerta roja es la misma. No hay
coches en la entrada, el césped está cuidado a la perfección. Mi habitación está a oscuras y me pregunto qué hicieron con ella.
¿Mis imágenes aún revisten el pasillo o las quitaron cuando, según ellos, los traicioné de la peor manera?
¿Qué van a decir cuando su hijo desafiante llame a la puerta y se quiera quedar a cenar?
Conduzco dos manzanas más abajo y a un lado paro frente a la casa de Kang. No soy tonto al pensar que todavía vive aquí, pero sé que no se perdería esto a menos que ella y Lía ya no sean amigas.
La luz del porche se enciende y el señor Kang abre la puerta, el
hombre que era mi suegro sale al porche. Sé que él no me puede ver a través de mi casco, pero tal vez se lo está preguntando. ¿A caso aquí todos despiertan tan temprano?
Está allí y me mira fijamente y yo a él. Ha envejecido, al igual que yo
asumo que mi padre también. Da un paso hacia abajo sobre la hierba y sé que es mi señal para irme. Golpeó el acelerador y salgo por la calle, dejando atrás al señor Kang en su patio preguntándose quién era demonios era yo.
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