CAPÍTULO DIECIOCHO
Laia
Mis manos sudan.
Miro el reloj. El minutero se mueve increíblemente lento. El eco de cada tic resuena alrededor de la tienda. Envío a Eunji a casa temprano porque seguía riéndose
de mí y nada de esto es gracioso.
Debería haber llamado y haberle dicho que caminaría a casa, pero no tengo su número y no es como si pudiera llamar a la guía telefónica y pedir el maldito número de Jeon Jungkook.
Se reirían de mí como Eunji lo ha hecho todo el día. Excepto que
probablemente cacarearían porque la guía telefónica está compuesta usualmente por mujeres mayores que no tienen nada mejor que hacer que hacerle pasar a la gente como yo un mal momento cuando pides algo total y
completamente estúpido.
Oh, Dios. Esto es como la escuela preparatoria de nuevo.
Cada vez que oigo una motocicleta afuera corro a la ventana y cuando
Eunji rió, fingí enderezar algo. Hoy la odio. Me seco las manos en mis jeans por millonésima vez. Él debería estar aquí en cualquier momento y le diré que no puedo ir con él porque no tengo casco y esos son obligatorios e incluso si no lo fueran no me subiría a esa
trampa mortal. Podría matarme por ocultarle a Junseol.
Quiero decir, eso suena lógico, ¿verdad?
La puerta suena y antes de que pueda girar y saludar al cliente, huelo su colonia. Inhalo profundamente antes de girarme.
No sé por qué pero esto se
siente como una cita cuando no lo es. Quiero decir, estoy comprometida con otro hombre y vamos a casarnos y no puedo salir con Jungkook a pesar de nuestra
historia. Necesito apagar mi cerebro.
Cuando finalmente lo miro, se ve realmente bien, el metro ochenta de él. No viste el cuero negro al que me he acostumbrado y una vez más me encuentro mirando sus brazos. Mi mente vaga sobre su brazo izquierdo y luego al
derecho. Mis dedos quieren acercarse y trazar los tatuajes. Mi corazón quiere saber si duelen, si quiere más.
Me está permitiendo que lo mire, que lo absorba y creo que me doy
cuenta de que ésta podría ser la última vez que lo vea. Puede que no quiera decirle a Jun que es su papá. Maldición, podría no querer siquiera conocer a Junseol más allá de este viaje. No estoy segura de querer eso.
—¿Estás lista, Lala? —Mi corazón vuela y no debería. Debería decirle
que no me llame así, pero no lo hago. Está mirando cada uno de mis movimientos, esperando que me asuste.
—Puedo caminar —murmuro.
Él pone los ojos en blanco y niega con la cabeza. Cuando se acerca
para tomar mi mano se lo permito. Tan pronto como me toca, es como si mil mariposas aletearan sobre mi piel. No me he sentido así en años y me siento muy mal por tener este tipo de pensamientos en mi interior. Doy dos pasos hacia él, dejando solo un pequeño espacio entre nosotros. En unos
pocos minutos lo estaré tocando y puede que no quiera detenerme.
Mi mente está confundida, pero necesito mantener mis sentidos claros. Me recuerdo que soy una mujer comprometida. El hombre frente a mí, este hombre sexy que está tomando mi mano en la suya como lo ha hecho tantas veces con anterioridad, es el mismo hombre que me rompió el corazón.
Él deja ir mi mano tan pronto como salimos. Quiero acercarme hacia él, pero sé que no es lo correcto. Sostiene un casco en la mano y me sonríe cuando me lo muestra.
—Tengo esto para ti —dice antes de colocarlo sobre mi cabeza. Todavía sonríe cuando acomoda mi cabello. Yo también sonrío, pero no puede verme. —. ¿Dónde vives?
Le doy mi dirección y observo cuando pasa una pierna por encima de la moto y se monta sobre ella.
—Pon tu mano en mi hombro y pasa la pierna. —Hago lo que dice.
Una vez situada él se pone el casco y arranca la moto. La vibración envía escalofríos por mi columna y ahora sé por qué las mujeres aman a un hombre con una motocicleta.
Él extiende la mano hacia atrás y tira de las mías hacia adelante,
envolviendo su torso con ellas. Mi parte frontal está presionada contra su espalda y es justo como imaginé que sería. Apoyo mi mentón, tanto como puedo, en su hombro y puedo sentir su cuerpo relajarse antes de poner la
moto en movimiento. Él conduce manteniendo el límite de velocidad, tomando cada curva hacia mi casa con facilidad. Nunca pensé que me sentiría tan segura en una motocicleta.
Él se detiene en la entrada y apaga la moto. Se quita el casco y me ayuda a bajar primero. Cuando me quito el casco, él comienza a reír y a negar con la cabeza.
—¿Cuál es tu problema? —pregunto mientras comienzo a aplastar mi cabello. Esto prueba por qué nunca debería usar un casco.
—Nada, solo te he imaginado un millón de veces sentada detrás de mí, pero nunca pensé que moverías el cabello hacia atrás y adelante cuando te quitaras el casco.
—¿Me has imaginado en tu motocicleta? —pregunto, mi voz apenas por encima de un susurro. Él asiente y baja el pie de apoyo para poder bajarse.
—Eres la primera chica a la que le he permitido andar conmigo. —Se
acerca, sus dedos apartan un mechón de cabello del mi rostro, pasándolo detrás de la oreja—. La única, Lala. —Se aleja, dándome un espacio muy necesario.
Necesito entender qué acaba de suceder.
Me sigue dentro de la casa, a través de la puerta que lleva a la cocina y al comedor. Mira alrededor, absorbiendo la pequeña casa. Jimin dice que
podemos mudarnos después de casarnos, pero Jun y yo hemos vivido aquí desde que dejé la escuela. No estoy segura de querer mudarme todavía.
Mi niño viene corriendo de su cuarto y abraza fuertemente a Jungkook. Los dejo para que
tengan su momento y voy hacia la cocina y comienzo a preparar la cena. Hice la mayor parte anoche para que ellos puedan tener su momento sin interrupciones.
—Jun, ¿terminaste tu tarea?
—No, ¿puedo terminarla después de que Jungkook se vaya?
—¿Puedo ver tu tarea? Quizás te pueda ayudar. — él no esperó más para correr a su habitación, con sus pasos pesados y sólidos.
—Oye, ¿Junseol? —grito.
—¿Sí?
—Por qué no juegas a algo por unos minutos, necesito hablar con Jungkook.
—De acuerdo —grita. La TV se enciende instantáneamente, el volumen en alto con algún juego de carreras de autos.
—Gracias por esto, Laia.
Sonrío y asiento, insegura de cómo responder.
—Se supone que me vaya mañana, pero Jun dice que tiene un juego el viernes y realmente no quiero perdérmelo.
Enciendo el horno y pongo la cena dentro para que se caliente. Le hago un gesto para que se siente. Él saca una silla para mí, un acto muy sencillo, pero es algo que nadie nunca había hecho, y con eso me refiero a que Jimin jamás lo ha hecho. Me siento, tomándome las manos frente a mí.
—¿Realmente no lo sabías? —pregunto. Odio preguntar, pero necesitosaberlo. Él niega con la cabeza, sus ojos fijándose en algo… cualquier cosa excepto yo. Cuando encuentra mi mirada, puedo ver el dolor... está diciendo la verdad.
— Encontré a tu agente o como sea y llamé… —comienzo a decir, odiando tener que revivir esta época de mi vida. Una época en que me sentí tan desesperada por contactarlo, cuando lo necesitaba tanto y él no estaba allí—. Dejé mensajes y mensajes hasta que alguien finalmente llamó y dijo que tú les habías dicho que no me conocías.
Jungkook toma mi mano. La lleva hacia su frente.
—No lo sabía. Hubiera venido a casa y hubiera hecho las cosas de la forma correcta.
—Jun no lo sabe. Sabe que Jimin no es su papá, pero a veces es más
fácil para él decirle a la gente que sí lo es. No quiero herirlo, Jungkook, y temo que si permito que esto suceda tu desaparecerás mañana.
—No lo haré. Sé que mi palabra vale una mierda para ti, pero haré lo que sea para probarlo. Quiero ser su papá. Se supone que él es nuestro, Lala, y yo arruiné eso.
No puedo mantener al margen las lágrimas cuando él dice cosas así. No es para sorprenderse que sea un maldito escritor de canciones y que haga que millones de mujeres se enamoren de su música.
—Podemos decírselo esta noche, si quieres…
—Quiero, pero…
—No, Jungkook, sin peros. Acabo de decirte que no quiero herirlo.
—No es eso. Tengo que regresar a Seúl e iba a irme mañana, pero me pidió que fuera a su juego así que limpié mi agenda de la semana
para poder quedarme y verlo jugar. Tendré que regresar a trabajar, pero una vez que lo sepa, puedo regresar una vez al mes para verlo. Podemos descifrar
el resto desde ahí.
Sabía que su estilo de vida dictaría qué tan padre sería. No estoy segura de si pensé que él se mudaría aquí o no.
—Lo sé —digo suavemente. Quiero decir qué hay de mí, pero tengo a
Jimin y él ha sido realmente genial conmigo y con mi hijo—. Iré a buscar a Junseol para que pueda comenzar a odiarme. — Jungkook toma mi mano, tirando de
mí hacia abajo.
—No te odiará; no lo permitiré. —Asiento y suelto su mano. Me tomo
un momento para calmarme antes de ir a llamar a Jun. Él viene corriendo con una sonrisa en el rostro. Luce igual a su padre cuando sonríe.
Jungkook levanta la mirada cuando entramos a la habitación. Si no lo supiera, pensaría que ha estado llorando. Nos sentamos y nuestro hijo está entre nosotros.
Mira a Jungkook, luego a mí, con una gran sonrisa.
—Tenemos algo que decirte.
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