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18. La Amistad◉

Aquella primera carta tras la devolución del anillo había abierto un nuevo canal de comunicación entre Hermione y Severus. Hermione había contestado a su lechuza por la mañana, sin querer que su comunicación terminara.

Al principio, las cartas tenían casi el mismo tono que las anteriores. Hermione rebatía el sarcasmo de Severus con palabras punzantes.

(...)

Su anillo nunca estuvo en peligro, así que déje los dramas. Además, todo este tema del anillo está resuelto. ¿Podemos seguir adelante?

(...)

Pero ni siquiera las palabras escritas bajo esa luz pretendían herir, y de algún modo ambos lo sabían. No importaba lo extraña o improbable que pareciera una amistad entre ellos; de todos modos se estaba desarrollando.

Ni siquiera ellos parecían entender las razones del otro para continuar. Cada carta terminaba con un comentario añadido, buscando tranquilizarse.

(...)

Hoy ha nevado todo el día. No sabía que el invierno en Bulgaria pudiera ser tan riguroso. ¿Cómo está el tiempo en Escocia?

Tuya,
Hermione

PD: Gracias por contestar.

Severus no se lo puso fácil a Hermione. Llevaba varias décadas protegiéndose de los demás, sin soltar nunca sus defensas personales. Para él tampoco podía ser fácil. Su primera reacción siempre era el ataque.

(...)

Frío, húmedo y oscuro.

Hablar del tiempo es muy interesante. Es como no hablar de NADA en absoluto.

Hasta a mis alumnos imbéciles se les habría ocurrido algo mejor con lo que hacerme perder el tiempo. Brazos rotos, destrucción de muebles, Transfiguración de partes del cuerpo, redecoración del aula... Podría pasarme los días riéndome si no estuviera tan ocupado con las detenciones y quitándole todos esos puntos a Gryffindor.

Severus Snape

PD: No le contesto porque me lo has preguntado.

Lo que Severus no esperaba era la persistencia de ella. Tal vez había esperado que ella persistiera, pero su experiencia vital no le dejaba motivos para creer que eso fuera a suceder. Pero Hermione no era como nadie que hubiera conocido en su vida. Era audaz y no le temía.

Querido profesor Snape,

Pensaba que dar castigos y quitar puntos a Gryffindor era lo que te hacía feliz en primer lugar. Creo que nunca he oído su risa y estuve todo el día distraída intentando imaginármela. ¿Qué es lo que le hace reír?

Ya que le aburriste cuando hablamos del tiempo, tal vez acepte hablar de algo más interesante, digamos, cómo sobrevivio a esa serpiente malvada. O podemos hablar de colores favoritos, comidas, música....

Quiero conocerle mejor.

Tuya,
Hermione

PD: ¿Por qué me contesta, entonces?

Decir que a Severus le asustaban unas simples palabras como "quiero conocerle mejor" parecía una locura, pero era una verdad que jamás admitiría. Su primer impulso fue cortar toda comunicación con Hermione, pero después de un día pasado de muy mal humor, que culminó con una molesta conversación con Minerva durante el desayuno de la mañana siguiente -en la que se mencionaron las tostadas hechas por los elfos de la casa-, Severus escribió una rápida respuesta.

Querida señorita Granger,

Yo no me río. Soy profesor, vivo en la miseria. Pensé que ya habíamos cubierto eso.

Mi color es el negro. El chocolate es mi comida favorita. Me gusta el sonido del piano.

Severus Snape

PD: ¿Por qué sigue escribiendo?

Era lo más impersonal posible, breve y mordaz. No obstante, Hermione se alegró al recibirla. Para ella, significaba que estaban comenzando una amistad, y lo estaba deseando. Había algo en Severus que hacía feliz a Hermione. Tal vez era el hecho de que ella intentaba hacerlo feliz y ahora tendría la oportunidad de lograrlo. Tal vez era algo completamente distinto; algo que ella no podía reconocer y que no intentaba hacerlo.

Decidió que no necesitaba ser tan cautelosa con sus palabras después de aquella última carta. Era como un lazo de seguridad para seguir adelante y conocerle mejor. También era un reto. En su respuesta, Hermione se dejó llevar por las formalidades y no contuvo ningún impulso de escribir lo que quisiera escribirle.

Querido Severus,

¿Chocolate? ¿De verdad? No creía que te gustaran los dulces, pero eso me ha hecho pensar en una nueva teoría. Creo que la razón por la que no te ríes es porque no comes suficiente chocolate. Ahora sigo imaginando que tu risa es rica como el chocolate y que todo es culpa tuya.

Helado de chocolate, chocolate caliente, tarta de chocolate, éclairs de chocolate... tu risa.

Me gusta la fruta. Las fresas, las manzanas, las ciruelas. Mi color favorito es el azul, y también me encanta el sonido del piano. ¿Tú tocas?

Eso me recuerda que tengo que preguntarte, ¿cómo sobreviviste a Nagini?

Tuya,
Hermione

PD: Porque no paras de contestar.

Severus tuvo que leerlo varias veces, sobre todo la parte del chocolate. Si hubiera permitido que su rostro revelara emociones, mostraría conmoción. Estaba... ¿coqueteando con él? Si Severus no lo supiera mejor, lo creería.

¡Merlín, éclairs de chocolate!

Esto pilló a Severus tan desprevenido que tardó un rato en darse cuenta de cómo se había dirigido Hermione a él.

Por supuesto, Hermione no tenía ni idea de lo que esta charla sobre chocolate significaba para Severus, y él no reveló nada de su reacción en la respuesta que le dio.

Querida Hermione,

Mi risa no tiene nada que ver con el chocolate. ¿Qué ridícula idea es esa?

Yo no toco ningún instrumento, pero apostaría a que tú tocas al menos tres, siendo la sabelotodo que eres.

Ese día tenía un Bezoar debajo de la lengua.

Severus

PD: ¿Quién dijo que se podían dejar las formalidades?

Su nombre en la parte superior de la carta lo delató. Hermione sabía que no se había ofendido por sus libertades. Incluso había respondido a sus preguntas sin mucho alboroto. Claro que ella no creía en la historia de Bezoar, ¡pero aun así! Estaba contenta de que él hubiera dejado de ignorar el tema.

Querido Severus,

Pensar que tienes una risa rica no es ridículo. Tu voz es aterciopelada, bastante hermosa, en realidad. Sólo podía suponer que tu risa seguiría el mismo camino. Creo que pronto lo descubriré por mí misma.

Toco el piano, pero no aprendí a tocar el violín. ¿Satisfecho ahora?

Antes de que se me olvide, un Bezoar no podría haberte salvado ese día. ¿Cómo sobreviviste, Severus?

Tuya,
Hermione

PD: Me parecía mal seguir llamándote profesor.

Definitivamente estaba mal llamarle profesor, sobre todo después de toda la charla sobre el chocolate. Había estado soñando con Hermione dándole de comer trufas, mordiendo una fresa cubierta de chocolate y lamiéndose el exceso de los labios, y eso le estaba volviendo loco.

Estaba loco por seguir alimentando esas fantasías, sobre todo porque, si había algo entre ellos, era amistad y nada más.

Dejadas a un lado todas las cosas del chocolate, Severus siguió carteándose con Hermione y se abrió a una amistad como no había tenido desde niño, desde Lily.

Era aterrador, sobre todo porque ella era mucho más joven que él. Y al igual que Lily, Hermione no dependía de su amistad para ser feliz; tenía otros amigos, gente de su edad.

Severus tendía a echar mano del anillo que llevaba en el bolsillo cuando sus pensamientos iban por ahí. Era la necesidad de aferrarse a Hermione lo que le hacía sostener el anillo Claddagh. Si le fallaba a ella también, como le había fallado a Lily....

Pero las cartas iban y venían, y mientras las tuviera -y el anillo- viviría. No necesitaba mucho; hacía tiempo que había aprendido que la felicidad era un concepto relativo.

Lo que Severus no sabía era que Hermione tenía planes muy diferentes en lo que a su felicidad se refería. Una breve carta podría haberlo advertido.

Querido Severus,

¡No eres un vampiro! Estabas muy vivo antes de que ese monstruo te mordiera... ¡y hablo de Nagini, no de Drácula! ¡Esta explicación es aún más absurda que el Bezoar, la RCP muggle y el Polijuicio juntos!

Te debes estar riendo como nunca con esto.

En fin, hoy mismo cojo un Portkey a Londres, y podremos vernos el fin de semana que viene, por fin. Escucharé tu risa rica en chocolate entonces.

Enviaré una carta confirmando la hora y el lugar.

Con amor,
Hermione

Todo había ido muy bien hasta esa carta. Severus podía manejar a Hermione a una distancia segura, y en cuanto a lo seguro, Bulgaria era perfecto, Londres era arriesgado, pero cara a cara era un desastre.

Tenía que mencionar el chocolate?

Severus hizo rodar el anillo entre dos dedos por el interior de su bolsillo, esperando encontrar la manera de evitar aquel encuentro... por el bien de su corazón.





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