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Jisung lo ignoró.
Volvió su vista hasta la carta que tenía en mano, captando como el camarero se la pedía con amabilidad. Ya había dictado su cena, por lo tanto le sonrió al chico con uniforme y le agradeció.
Eso fue un intento de llamar la atención de Minho, que parecía mirar más allá de su cabeza. Su noche estaba arruinada, por él, por ese chico que tanto amaba. Por quien entregaba alma y cuerpo, sabiendo que no lo tenía que hacer desde un principio. ¿Por qué? ¿Qué le había hecho para que lo tratara de esta manera?
Nada, no había hecho nada, y eso lo hacía llorar, pero aún más en el modo que Lee ni se daba cuenta de sus propias acciones, ¿cómo no se daba cuenta que en este momento lo estaba lastimando?
Yujin. Todo era su culpa. ¿Por qué apareció? ¿Por qué lo había enamorado de esa manera? ¿Por qué lo había dejado todo idiota? ¿O eso era de nacimiento?
No, ya estaba delirando. Él tenia la culpa: de haber dejado que Lee tomase su corazón y lo apretara con sus manos. De darle su inocente amor, de... prácticamente entregarle todo, cuando Minho, lo único que hizo fue jugar con él.
Lo había usado para olvidarse de Yujin. Lo había lastimado con duras palabras que él ni iquiera escuchaba, no sabía de las lágrimas que el menor soltaba.
Culpa. Una palabra muy pesada, ¿verdad? Pero a él le quedaba tan bien, como anillo al dedo.
Sonrió, pero sin gracia y entonces recordó:
Recordó como aquel día era uno lluvioso y como debía caminar a casa, se había quedado en la biblioteca de la escuela, quizá por casualidad se encontraba con algun libro que leer. Pero se encontró con Lee Minho; con su cabello húmedo y su ropa también, sin mencionar la cortada en su labio y una en su pómulo. Lo encontró tratando de limpiarse, sentado en las sillas de una de las más alejadas mesas, justo donde se encontraban los mejores libros de todos los siglos.
Se acercó con un poco de miedo y le quitó aquel algodón bañado con un liquido rojo. No sabía cómo, pero esa clase de confianza ya comenzaba a salir a flote y ese acto lo sonrojó. Pasó lentamente ese pedacito de algodón sobre su pómulo y entonces dijo con su tono de voz cálida:
—Déjame ayudarte, ¿sí?
Minho solo asintio y se dejó llevar por la sensación de aquellos pequeños deditos chocando contra su fría piel. Se dejó perder en esos orbes que lucían de un color miel, a pesar de ser negros como los suyos. Sintió su corazón latir cuando, inconscientemente, Jisung asomó su lengüita y la mordió con sus labios, en clara señal de que estaba concentrado.
Minho tomó desprevenido su mano y se acercó a su rostro, sin dejar de mirarlo a los ojos y susurró:
—Me gustas, Jisunggie, como no tienes idea.
Lo besó.
Aquella fricción, mientras el dulce del brillo labial sabor sandía y el sabor a metal de la sangre se unían, el menor supo que esa confesión iba a ser su perdición, pero no le importó.
Jisung lo ignoró.
Cómo me gusta alargar las cosas.
Espero que les haya gustado❤️❤️
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