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Monster

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Canción asignada: Carry you (Ruelle ft. Fleurie)
Género: Fantasía / Ciencia ficción.
Shipp: Yeonbin (TxT).
Extensión total: Introducción (+1000) -- One Shot (+6000)
Etiqueta: Jeons_BxbyGxrl

"I know it hurts
It's hard to breathe sometimes
These nights are long
You've lost the will to fight"

"Sé que duele
Aveces es difícil respirar
Noches como estas son largas
Has perdido la voluntad de luchar."


Ni siquiera en mis sueños lograba hallar paz.
Una historia utópica creada por mi imaginación o una pesadilla que no me permitiera dormir, cualquier cosa era mejor que sentir los recuerdos agolpándose en mi mente.
Cada noche sin falta, apenas cerraba los ojos, empezaban a atormentarme las escenas del pasado, repitiéndose.

Era como revivir mis antiguas memorias, mis traumas, con los sentimientos a flor de piel y mi ser expuesto; volviendo a cometer los mismos errores de los cuales me arrepentía.

Podía sentirlo, el calor y comezón extendiéndose desde la punta de mis dedos hasta mis palmas, rogando por ser atendidas y tocar cualquier superficie con tal calmar aquella necesidad.

Podía contemplar nuevamente aquel momento, las miradas asustadas de todos, viéndome como a un monstruo, y la gran cantidad de polvo chocando contra mi rostro. Las cenizas del propio incendio que había creado lo aberrante de mi actuar.

Aún recordaba el rostro horrorizado de mi madre, evitando verme. Las lágrimas cayendo por sus tersas mejillas como cascadas, y las exhalaciones temblorosas que soltaba en un intento de no agobiarse más a sí misma por el fenómeno que había tenido como hijo.

Era una rutina, tener que rememorar todo como si se tratara de un filme viejo que no se acababa nunca.
Quizás pasar tanto tiempo en soledad había logrado aquello, que mi mente se encontrará del todo desgastada, incapaz de crear un escenario ficticio diferente al de lo hechos concurridos hace tantos años.

El fin llegaba al sentir la fuerte luz golpear contra mis párpados, avisándome que ya era de día; pues a pesar de haber perdido hace mucho la noción del tiempo y de lo que era sentir el sol, aún podía distinguir cuál era la realidad en la que vivía.

Como todas las mañanas, me enderecé apoyando mi espalda contra la pared de forma cuidadosa, logrando de esta manera quedar sentado sobre mi cama, con las mantas enredadas disparejamente sobre mis piernas. Inmediatamente dirigí la vista a mi manos, soltando un suspiro de alivio al ver los guantes bien puestos, garantizando que no había provocado ningún accidente durante el tiempo en el cual había permanecido dormido.

La pequeña alarma dentro de mi celda sonó sin previo aviso, un sonido fuerte e irritante que lograba perturbar a cualquiera. Acto seguido a aquello las puertas de acero que me mantenían cautivo se abrieron para permitir el paso de alguien que me era totalmente desconocido, sin embargo podía deducir que no era nadie bueno al ver su delantal blanco de laboratorio, y las carpetas en sus manos que dejó caer estrepitosamente sobre la mesa ubicada en el centro del cuarto.

Necesito que tomes asiento frente a mi, solo vengo a darte avisos —habló con un tono de voz áspero, sobresaltándome debido a lo despistado que andaba por estar inmerso en detalles insignificantes.

Asentí con simpleza en respuesta, obligando a mi piernas entumecidas a reaccionar, pues seguramente una consecuencia directa del encierro era que mis músculos se atrofiaran, porque podía jurar que mis extremidades se sentían cada vez más débiles.
A paso lento y un tanto tenso me dirigí a la mesa pulcra en la cual se encontraba, sentándome lo más rectamente posible, y evitando hacer contacto visual debido a lo intimidante de su mirada.

Soy el encargado de informarte sobre los procedimientos que se llevarán a cabo esta semana. —explicó brevemente, dando a entender la razón de su visita —Principalmente, vamos a tener que hacerte exámenes de sangre, pues necesitamos más muestras para examinarte. También se te va a realizar una punción lumbar.

P-ero me hicieron una hace poco, quizás dos semanas, no lo sé con ce-certeza, pero no fue hace mucho. —Tartamudee inconscientemente, intentando excusarme.
Yo nunca me quejaba, aguantaba que introdujeran agujas en mis brazos con tal de extraerme sangre, aunque aquello siempre dejara dolorosos hematomas en mi pálida piel. También podía soportar los mandatos que exigían que pasara todo el día en mi cama, como si me tratara de una persona en estado vegetal, impidiéndome el disfrutar de simples movimientos.
La punción lumbar era algo totalmente diferente, pues me provocaba un dolor indescriptible, y mi cuerpo se encontraba bastante debilitado como para aguantar más intervenciones.

No es suficiente, necesitamos más de tu líquido cefalorraquídeo para obtener los resultados que requerimos, de esta forma podremos descubrir el porqué de tu... extraña condición —reveló manteniéndose sereno.

Llevan años intentando descubrirlo.

En momentos como aquellos mi mente se llenaba de incertidumbre, pensaba fugazmente en los ataques de pánico, como las personas que sufrían de ello contaban que era como si la garganta se te cerrase, y algo te impidiera el paso del aire; eso los sumía en desesperación. Sentía algo similar, las palpitaciones de mi corazón habían aumentado, acelerando mi pulso; mi respiración se estancó, y mi cuerpo empezó a temblar involuntariamente. Pasee mis ojos con ansiedad por alrededor en busca de cualquier cosa que me ayudara a mantener la calma, sin éxito, pues no hallé más que las mismas paredes blancas de siempre.

Te estas hiperventilando, tranquilízate —pidió el hombre del delantal, alzando la voz. —Deja quietas tus manos.

Su enojo no pasó desapercibido, y yo de por si me sentía bastante asustado por el simple tono que estaba utilizando. Me dispuse a guardar silencio e intentar acatar su orden; aún así, antes de poder hacerlo los guantes de mis manos se desintegraron y desvanecieron transformándose en simples partículas. Y no termino ahí, después de mis guantes siguió la mesa, empezando por los bordes hasta el centro, avanzando su descomposición hasta tornarse en un montón de polvo negro sobre las cerámicas del suelo.

Mi mente no lograba analizar la situación de forma rápida, y estaba tan consternado que ni siquiera me percaté del momento en el cual el encargado de informarme se había puesto de pie y alejado de su posición original hasta una esquina del cuarto; pero pude reaccionar apenas sentí la corriente de aire al costado de mi cabeza, además de escuchar el estruendo y ver la bala incrustada en la pared frente a mi.

No se acerque tanto al monstruo, Doctor Kim.

Mis ojos se abrieron en sobremanera y gire mi rostro  hacia atrás con tal de ver a la persona que era dueña de aquella voz, de las palabras hirientes y de sus actos justificados.
Le examiné, intentando descifrar algo sobre el, y podría aventurarme a decir que era un joven de mi edad, pero ni siquiera sabía a ciencia cierta cuántos años tenía yo. Solo podía estar seguro de lo que mis ojos percibían; su traje negro y el arma de fuego entre sus manos, la expresión de odio en su rostro y sus dedos tensos en el gatillo, dispuestos a disparar al centro de mi cráneo sin remordimiento.

Joder, gracias —soltó exasperado, el conocido ahora, doctor Kim. —No hago esto por gusto —aclaró alzando su vista hacia mi con reproche, y yo solo me encogí en mi silla intacta como si está me fuera a brindar refugio.
No pongas esa mirada de terror cuando soy yo quien arriesga su vida con tal de venir aquí, solo para explicarte por lo que tendrás que pasar.

Lo siento —susurre con voz trémula.
Él solo asintió, levantado su mano y apuntando al colchón de mi cama, en una señal de que me dirigiera hasta ahí.

Pediré que te traigan guantes nuevos para dentro de unos minutos —dijo luego de corroborar que estuviera sentado en el sitio indicado, y por un instante pude notar a través de su expresión una pizca de compasión por mi estado vulnerable —Procura no tocar nada, y no te deshagas de ellos tan rápido. —comentó, pasando sus manos por su delantal alisándolo, para luego retirarse del lugar por la misma puerta de entrada.

A pesar de sus últimas palabras, que denotaban una mínima preocupación, aún me sentía intranquilo. Él joven de vestimentas negras se mantenía en la puerta, con su rostro serio e imperturbable, y sus labios fruncidos en una mueca de disgusto.

Agradece que aún te traten con humanidad —mencionó airado, con sus dientes apretados como si se estuviera conteniendo —Si fuera decisión mía, hace mucho ya estarías condenado por ser un maldito asesino.

Luego de expresar aquello, se fue. Pero a pesar de que ya no estaba presente, su voz aún hacía eco en mi cabeza, recordándome que a quien le tenía que tener verdadero temor era a mi mismo.
Quería creer que no era el único enjaulado, al cual trataban como a una rata de laboratorio. Me consolaba pensando que debían haber mas personas como yo, sufriendo por ser diferentes, sufriendo por cualquier atrocidad cometida.
Pero... aunque no fuera el único de mi clase, para aquellos que me mantenían cautivo, era el más exótico de todos.
Porque tenía el don de destruir.

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