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I will carry you

"I know you can't remember how to shine
Your heart's a bird without the wings to fly"

"Sé que no puedes recordar cómo brillar
Tu corazón es un pájaro sin alas para volar"

Los días en los cuales estaba en la escuela primaria solían ser siempre similares, pasaban rápido y no tenía ninguna preocupación mayor que me proporcionara estrés, como lo era con las personas mayores. Era un niño feliz, inmensamente feliz, tenía padres amorosos y amigos irreemplazables, tenía una vida...

Muchas veces cuando todo va bien, somos cegados por ilusiones, y el peor error es ignorar los que nos rodea; pues a pesar de ser feliz, no podía percibir ni atesorar aquello que le daba sentido a mi simple existencia.

Hay días que son grabados en nuestras memorias, y yo siempre tenía uno en mente.

Recuerdo estar caminando hacia la entrada de la escuela, con ambas manos aferradas a las tiras de mi mochila fuertemente. Desde la madrugada había tenido ligeros mareos que me provocaban náuseas y un dolor de cabeza punzante, pero a pesar de sentirme mal, me había propuesto el tener una asistencia perfecta, y no quería arruinarla.

¡Soobin! —escuche decir a mi espalda, llamando la atención de todos aquellos que pasaban por mi lado e ingresaban a la institución por las puertas principales.
Detuve mi caminar y espere unos segundos para que mi mejor amigo se posicionará a mi costado. Recibiendo un pequeño abrazo de su parte en forma de saludo.

¿Te sientes bien Binnie? —me preguntó Seungmin al separarse, viéndome con genuina preocupación y llevando su mano hasta mi frente para ver si tenía fiebre o algo similar.
Siempre había tenido un carácter afable, y una mirada cargada de afecto. Por eso agradecía profundamente que fuera mi único y más querido amigo.
Sin embargo, ese día no tenía el mejor de los ánimos, y me sentía más cansado que de costumbre. Negué con un movimiento de cabeza ante su pregunta, apartando suavemente su mano de mi rostro, y dedicándole una pequeña sonrisa de labios cerrados para que no se sintiera angustiado por mi estado.

Pero estas pálido —insistió él, sosteniendo mis hombro para impedirme seguir avanzando —Quizás sería mejor que te devuelvas a casa, hoy nuestra jornada es más larga. Además tus labios están agrietados y un tanto morados, eso no debe ser bueno.

Lo dices como si fueras un doctor —comente riendo, para aligerar el ambiente. Pero aún así, involuntariamente lleve mis dedos hacia mis labios y los palpe para comprobar si en verdad estaban agrietados. —Debe ser por el frío, la temperatura ha bajado mucho estos días.

Era una respuesta convincente, pues el clima era bastante inestable por el cambio de temporada.
Seungmin me analizo con ojos dudosos, intentando encontrar algo que le convenciera de que lo dicho era una mentira, pero termino por asentir y retomar su paso junto a mi.

Me sentí realmente cansado a medida que las horas continuaban, y no me podía concentrar bien en nada de lo que hacía. En la ultima clase del día, la de deportes, fue cuando empecé a debilitarme; las piernas me temblaban y sentía que en cualquier momento colapsaría, mis ojos seguían con dificultad el balón de baloncesto, pues era incapaz de siquiera poder tomarlo entre mis manos y jugar con él.

Un repentino golpe en mi hombro hizo que perdiera la estabilidad, causando que quedara tendido en el piso en un instante.

Lo siento tanto —se disculpo mi compañero de salón, dueño del tiro del balón que había provocado mi caída. —¿Te duele alguna parte? —me preguntó angustiado, estirando su mano hacia mi para ayudar a levantarme.

No —respondí yo un tanto tímido, no solo por la situación vergonzosa, si no que también por la mirada del resto de personas que también estaban jugando entre los equipos. Seungmin incluido.
Con inseguridad sostuve su mano, esperando que el chico hiciera un poco de fuerza para tirarme hacia arriba, sin embargo, solo hizo una mueca de dolor en cuanto estas hicieron contacto.
De un momento para otro, la mano que sostenía se empezó a volver de un color grisáceo casi negro, y empezó a trizarse, como una estatua haciéndose pedazos. Todo paso tan rápido, que él ni siquiera alcanzó a gritar o a reaccionar de alguna forma, pues al cabo de un par de segundos lo único que se encontraba perteneciente a su cuerpo era un monto de polvo; como si hubiese sido incinerado.

Después de haber visto todo el proceso, mi cuerpo retrocedió con temor, y podía sentir mi estómago doler como nunca antes. Con dificultad sostuve mis propio peso en mis brazos y manos que se encontraban sobre el suelo.

¡¡No te mueves Choi!! —me ordenó el profesor de aquella clase, gritándome desde lejos y pidiéndole al resto que se alejara de mi, sus ojos me inspeccionaban con impresión y terror.

Aunque intente actuar conforme a lo dicho, mi cuerpo hacía caso omiso, como si tuviera vida propia, y seguía avanzado hacia atrás, formando un sendero de polvo negro con todo aquello que palpaba.

Lo que seguía de ese momento era totalmente difuso, pero era imposible olvidarme de mis padres, que no pusieron resistencia alguna cuando fui llevado por personas desconocidas; las cuales me amenazaron, obligándome a mantener mis extremidades superiores juntas y quietas. Todo para llevarme al maldito infierno en vida.

Supongo que todos en algún momento se arrepienten de algo sucedido en el pasado, la pregunta insistente de ¿Que hubiera pasado si...

Si fuera posible viajar en el tiempo y cambiar mi actuar, impidiéndome el asesinato de alguien por accidente y tener que soportar las miradas destrozadas de sus padres, culpándome por el hecho de no poder siquiera darle un entierro normal a su hijo, con su cuerpo aún presente.

Si fuera posible viajar en el tiempo, no me detendría ha analizar mi vida o ha pensar a que momento retroceder, tenía más que claro el momento y lugar; el 2 de marzo del 2011 con tan solo catorce años, sería sin duda el día que desearía cambiar. Pues mi vida se había estancado, impidiéndome el volver a ser la misma persona.

"¿Is anybody out there?
¿Can you take this weight of mine?
¿Is anybody out there?
¿Can you lead me to the light?

"¿Hay alguien ahí?
¿Puedes tomar este peso mío?
¿Hay alguien ahí?
¿Puedes llevarme a la luz?


El tiempo comenzaba a deteriorar mi cuerpo y mente, las veces en las cuales perdía la cabeza y cordura eran testigo de ello, de la misma manera era con mis manos agrietadas las cuales carecían desde hace mucho de la suavidad que las caracterizaba.

No podía salir ileso de todo el daño que cometía,  ¿verdad?. Sentía constantemente comezón en toda la piel, me abstenía de tocar mi rostro pues sabía que aquello era lo primero que vería cualquier persona, y por ende lo que me haría ver más humano. No obstante, mis extremidades no contaban con la misma suerte pues no podía evitar el rascarlas, provocándome problemas de dermatitis, en la cual mi piel se secaba, partía, enrojecía y aveces pasaba a estar de un color oscuro ennegrecido.

Era frustrante, el no poder saber cuanto tiempo llevaba encerrado en las mismas cuatro paredes, sin tener un mínimo conocimiento de mi edad o aspecto, sin saber aún quién era en verdad.

Me había convertido en alguien sin esperanzas, abandonado en el mismo cuarto, sin nadie a quien acudir.
Se sentía como estar en un foso, en el cual fui dejado a la fuerza y olvidado; al cual nadie se aproximaba por el miedo de caer en la misma perdición.

En verdad admiraba a todos aquellos que se arriesgaban y entraban a la habitación con tal de hacerme exámenes médicos, o llevarme a otros lugares para procedimientos más complejos. Aunque ellos siempre llevaran a alguien consigo que vigilara por si algo se salía de control, alguien armado dispuesto a enfrentarse a mi.

Cuando conocí a Yeonjun fue totalmente diferente. Entro al lugar con una sonrisa en el rostro, y me veía con cierta empatía. Incluso su hablar fue distinto, pues entonaba una voz grave y suave, junto a palabras dulces que no me hacían sentir mal.

Durante este mes sere tu instructor, me encargare de que aprendas a manejar bien la habilidad que tienes —me comento feliz, luego de unos minutos de conocernos, y yo solo pude mirarle sorprendido.

¿Acaso se le podía llamar habilidad a aquello que poseía yo? Lo dudaba, no cuando había hecho sufrir a tantos. Con eso en mente asumí que en realidad, él no debía saber mucho de mi pasado ni presente, además de mi monstruosa condición.

Traía una maleta consigo, lo suficientemente grande como para llevar las cosas necesarias y básicas para sobrevivir, a partir de eso entendí o intente deducir, que no solo me entrenaría durante el día, sino que también durante la noche.

La primera fase de mi entrenamiento constaba en ejercicios físicos, pasaba el día en aquel pequeño cuadrado que me mantenía enjaulado, siguiendo las ordenes que me daba Yeonjun en cuanto a que actividades realizar. Poniendo en forma mis piernas, que seguramente no se habían esforzado tanto en años.

Luego de ello, seguía lo más importante, aprender a a utilizar el fenómeno que habían desarrollado mis manos. Sonaba más fácil de lo que era.
Yeonjun hacía lo que más podía al intentar ayudarme, no se acercaba a mi, dándome mi espacio, y me citaba lo que debía hacer desde lejos.
En la maleta que había traído tenía bastantes elementos los cuales me pasó para practicar, el hecho de dominar lo que poseía tenía que ver con saber concentrar mi fuerza o energía en ciertas zonas de algún objeto, poder manejar a mi antojo las partes que quería que se desintegraran y las que no. Sin embargo, por mucho que lograra controlar eso, no podía no desintegrar nada al hacer contacto con mis manos.

Es suficiente —había concluido Yeonjun luego de tres largas semanas, y si bien podía reconocer cuánto había influido en mi, sentía que en realidad mi esencia como persona seguía siendo igual de desastrosa.

Aunque, él me ayudaba a sobrellevar todos mis pensamientos. Había pasado tanto tiempo solo, que el poder convivir con Yeonjun me había llevado a atesorarle, a considerarle un conocido, un amigo, un hermano, un padre y un primer amor, si es que aún podía sentir algo como el amor. Todo aquello que pude haber tenido en algún momento, pero que había perdido; el lograba ser todo ello y mucho más.
Su actitud tierna para conmigo nunca cambio, y ya a una semana de su partida me rehusaba a soltarlo y perderle, porque me había encariñado.

—¿Quieres que te corte el cabello? —me preguntó una noche, mientras la habitación se encontraba iluminada con una tenue luz que permitía descansar, más no dormir.
Alzó entre sus manos la afilada tijera de mango negro, provocando que yo fijara mi vista en el largo de mi pelo azabache, percatándome de que este llegaba un poco más abajo de mis hombros.

No sabía que lo tenía tan largo —sinceré, y él no hizo más que sonreír en grande, acercándose hasta la cama en la cual estaba sentado.

Es difícil mantenerlo de esa forma —opinó posicionándose a mi lado en el duro colchón. —Te lo puedo dejar igual que el mío.

Mi vista se concentró en su imagen, su cabello rojizo y con leves ondas, sus ojos rasgados, sus labios pomposos y su barbilla perfilada. Tan Perfecto e irreal.

Di un asentimiento a lo dicho, notando que estaba decido a hacer ese buen gesto para conmigo, solo por mi comodidad. Me acomode en suelo contra el respaldo lateral de la cama, entre medio de sus piernas, para que fuera más sencillo para él realizar el trabajo.

Sus manos se pasearon por mi cabeza con delicadeza, de tal forma que podía caer dormido en cualquier momento por los toques sutiles que proporcionaba.
Podía escuchar el "click" que las tijeras emitían al cortar, y sentir la cabeza más ligera a medida que se iba deshaciendo de todo el cabello innecesario.

Estaba relajado, pero eso cambio en cuanto divise la cámara de seguridad que daba en nuestra dirección, alarmándome inmediatamente.

Creo que deberías parar hyung —murmure con timidez, alejándome de su cuerpo.

¿Te pase a llevar? —me cuestionó preocupado, inspeccionándome con su mirada en busca de algún corte que hubiera provocado una herida.

Yo solo negué con un movimiento, y mordí mis labios para concentrarme en ordenar las ideas en mi cabeza en cuanto a lo que iba decir.
Es solo que... este cuarto tiene una cámara central. No creo que a tus superiores les guste que interactúes tanto conmigo.

Oooh —expresó él entendiendo mi punto, y yo hice una mueca de tristeza, pues era obvio que no me dejarían disfrutar de su cercanía siquiera. —No te tienes que preocupar por eso. Estuve todo el año pasado trabajando en el centro de vigilancia y me encargué de desactivar algunos lugares a los que enfocaba, conozco cada punto ciego en este lugar.

—¿Que se supone que significa eso? —pregunté desconcertado. Una parte de mi se sentía asustada al saber que me estuvo observando desde mucho antes de conocernos, y un escalofrío recorrió mi espina dorsal.

Yo... tenía ideado explicarte esto en unos días —una sonrisa temblorosa se extendió por su rostro y llevó una de sus manos a su nuca para rascarla nerviosamente —apóyate nuevamente en la cama y deja que termine de cortarte el cabello, mientras tanto te voy a contar todo lo que debas saber.

Regrese inseguro al lugar en donde estaba, desconfiando por primera vez de sus acciones, y pensando que en cualquier momento la tijera entre sus manos se desviaría de la parte superior de mi cabeza para atacar mi cuello.

Me imagino que quieres preguntarme algo —interrumpió, haciendo que olvidara cada cosa que surcaba por mi mente. —Puedes hacerlo, te aseguro que responderé con total sinceridad.

—¿Acaso me conoces desde antes? —cuestioné vacilante.

Se podría decir que sí —contestó soltando un suspiro. —Por eso empecé a trabajar en el centro de vigilancia y propuse el enseñarte a controlar tu extraño don.

No digas que es un don —vocifere molesto, intentando comprender lo que decía. Pero como un gran rompecabezas inconcluso, yo no lograba juntar la piezas —No entiendo, ¿Desde cuando me conoces entonces?. Yo no recuerdo haberte visto antes, aunque quizás es problema mío, ni siquiera se cuanto tiempo llevo aquí.

Cuatro años.

Ah?

Has estado aquí durante cuatro años —explicó, logrando que yo abriera la boca en un gesto sorprendido —Date la vuelta, voy a cortar un poco tu flequillo—avisó, y yo acate girando mi cuerpo. En cuanto estuvimos de frente él tomó mi mentón entre sus dedos para alzar mi rostro, y se inclinó hacia mi,

Pensé que habían sido muchos más años, juraba que había pasado mis veinte —murmure, dirigiendo mi vista a su rostro, el cual se encontraba sumergido en concentración.

Me imagino que el tiempo debió pasar lento para ti. —dijo con tristeza, mientras sacaba a relucir un puchero. —Eres alguien verdaderamente inquebrantable, yo no hubiera podido durar tanto en este lugar sin nada de entretención. Seguramente no lograría soportar una semana.

Bueno, no es como si me gustara estar aquí, es algo a lo que estoy sometido.

Él asintió con un sonido emitido, empujando su lengua contra el interior de su mejilla, para luego alejarse de mi y dejar las tijeras en algún lugar del piso; se apoyo de una forma más cómoda en la cama, cruzando sus piernas. Con una de sus manos golpeó el colchón, indicándome que me sentara al lado suyo.
Un tanto cohibido me pare del lugar en donde estaba, llevando mis manos a mi cuello para sacudir los restos de cabello que estaban, sin importarme qué cayeran al suelo.

Gracias por el corte —susurré cuando ya estuve sentado a su lado, pues ahora nada me cubría la vista.

No es necesario que agradezcas, de esta forma puedo ver mejor tú rostro —aclaró él, logrando que mi cara se calentara con vergüenza; y que involuntariamente llevara el dorso de mi mano hacia ella para poder cubrirla.
Hice una mueca de disgusto en cuanto toque la aspereza debajo de mis ojos, en las zonas de la ojeras. Ahora lo único que quería era cubrir mi rostro nuevamente.

Un leve carraspeo se hizo presente, desconcertándome; y antes de poder preguntar, él se dedicó a hablar.

Yo creo que debo aclararte ciertas cosas... —mencionó cabizbajo, recibido toda mi atención de forma inmediata —Te conozco desde un poco antes de que sucediera el accidente con Hwang en tu escuela.

Sus palabras resonaron en mi cabeza con fuerza, ¿Era necesario recordarlo?, no importaba como, la imagen de aquel recuerdo siempre volvía a mi como un imán.
Mis manos temblaron, y las sujeté fuertemente entre ellas para controlarlas, mis labios se volvieron una fina línea, y mi mente intentó con gran esfuerzo seguir las palabras que aún estaba pronunciando.

Mi instituto quedaba bastante cerca de tu escuela, así que aprovechaba de pasar por ella cuando era temprano o a la salida, solo para verte. ¿Suena gracioso no?, sabía que era dos años mayor que tú, pero no pude evitar tener un flechazo en cuanto te vi.

Es muy lindo lo que dices, a pesar de que a pasado tanto tiempo... me alegro de que estés aquí, pero no quiero que tengas lástima por mi —admití, cerrando mis ojos con pena y resignación. Intentando no prestarle atención a los latidos desbordantes de mi corazón.

No lo estás entendiendo —alegó de forma infantil —En cuanto te vi supe que eras especial, y lo pude comprobar más adelante. ¡La habilidad que tienes Soobin!, eres como yo y como muchos más —exclamó eufórico, expresándose a través de sus gestos e incrementando el volumen de su voz.

Sentí mi piel erizarse y mis manos comenzaron a picar, atrayendo esa insana necesidad de querer tocar algo para saciarme, sin embargo, esta vez la ignore.
—¿Tú también puedes-

No —interrumpió, haciendo que la emoción que sentía descendiera —Tengo una habilidad diferente, y conozco a muchos otro que igual las tienen. Estuve buscándote por tanto tiempo para demostrarte esto, que somos iguales de distintas maneras.

¿Qué puedes hacer tu? —pregunte con curiosidad, ilusionado con todo lo que me decía.

Es difícil explicarlo, pero en pocas palabras, lo he definido como "adaptación".

"You are not alone
I've been here the whole time singing you a song
I will carry you"

"No estás solo
He estado aquí todo el tiempo cantándote una canción
Yo te sostendré"


¿Que se supone que debía entender por adaptación?
Sonaba tan patético, pero al mismo tiempo era exactamente lo que podía hacer Yeonjun; según lo poco que me mostró y lo que me había contado.
Su piel prácticamente se podía adaptar a todo, se podía endurecer, volver escamosa, tener características de impermeabilidad y muchas otras cosas más que no logre comprender.

Las habilidades de las otras personas que conocía eran igual de increíbles, contando con cosas inimaginables como una fuerza descomunal, el uso de ondas y el manejo de la electricidad.

Se sentía bien el saber que habían personas diferentes como yo, pero aún así no podía evitar el sentirme triste, pues estaba seguro de que ninguno de ellos había usado aquello para dañar, y aunque yo tampoco lo había hecho con intención, lo que podía hacer era únicamente extinguir las cosas.

A Yeonjun le faltaba un día para marcharse, y un mes completo ya había pasado. Estaba agradecido con él, pues me había enseñado a controlar un mínimo de mi extraño fenómeno, y todo el proceso lo había hecho con un cariño sincero, como ningún otro antes.
Pero ese último día especial estuvo completamente callado, paseándose por la habitación un tanto alterado, cerrando los ojos de vez en cuando como si estuviera haciendo una meditación.

Necesito que me escuches bien —dijo cundo había llegado la medianoche, preocupándome.
Dirigí mi mirada hacia él, soltando un pequeño sonido para que siguiera, preparándome mentalmente para recibir unas cuantas palabras de consuelo y algún adiós con la promesa de que nos volveríamos a ver.
Tenemos que escapar juntos.

N-no puede-des estar hablando en serio... —Tartamudeé sorprendido, negando con el rostro y tragando saliva sonoramente, debido a lo seca que se sentía mi garganta por sus repentinas palabras.

No tienes que tener miedo, he planeado esto por todo un año, no te sucederá nada. —explicó, intentando convencerme, y acercándose hasta mi para hablarme más directamente.

No puedo hacerlo, soy un peligro para la sociedad hyung, puedo dañar a otras personas. Por algo me mantienen en este lugar —conteste cabizbajo, intentando hacerle entender que su idea estaba fuera de todos los límites posibles.
No estaba siendo racional.

No te puedes quedar aquí, ¡¿Si quiera sabes donde estás?! —Su voz se alzó repentinamente, haciéndome temblar por lo bajo. Moví mi rostro hacia los lados de forma nerviosa para responderle. —Estás en un laboratorio subterráneo, debajo de un hospital psiquiátrico a las afueras de Seúl. Ellos no te mantienen aquí porque puedas causar daño, estás aquí porque te están investigando; eres su arma secreta Soobin, un conejillo de Indias que pueden manejar a su antojo.

¿Tenía sentido?, ¡Claro que tenía sentido!
Todos los exámenes a los que era sometido diariamente para saber porque era de la forma que era. La mirada de Yeonjun caía expectante sobre mi, esperando que le diera la razón o que me abnegara.

Aún así... eso no tiene importancia, no cambia el hecho de que mate a alguien.

—Si tiene importancia, ¿Por qué crees que me encargaron el enseñarte a controlar tu habilidad en primer lugar?. Ellos no piensan en ti más que como en un objeto, cuando vean la oportunidad te utilizarán para cometer cosas aún peores; destruir ciudades, matar como a nada a miles de inocentes —declaró, intentando mantener su compostura, convenciéndome de aquello que me mantenía aún cegado —Créeme.

Yo... eso suena horrible —murmuré bajando mi rostro, sintiendo mis ojos humedecerse para más tarde soltar lágrimas gruesas que se deslizaron por mis mejillas —¿De verdad piensas que podremos escapar?, porque puedo asegurar que afuera de este cuarto hay muchas personas que no harán de ello una tarea fácil.

Claro que si, lo haremos juntos.

—¿Pero cómo? ni siquiera me puedo acercar mucho a ti porque puedo herirte.

Un amago de sonrisa hizo presencia en su rostro, transformándose en una mueca extraña y mal formada.
Podemos intentarlo.

—¿El que?

El que estes cerca mío, que me toques. —admitió, y se acercó a mi aún más, con sus ojos brillando.

Yo retrocedí ante ello.
No no no, claro que no. Eso no va a funcionar.

—¡Por supuesto que si! —exclamó Yeonjun, mordiendo sus labios en un gesto nervioso para luego seguir —Yo me puedo adaptar a todo, estoy seguro de que tú no eres una excepción.

Pero podrías morir.

Asumiré las consecuencias —contrarrestó, manteniendo su cabeza en alto en todo momento.

No digas algo como eso —respondí yo en un tono triste y compungido, intentando asimilar bien lo que decía Yeonjun, pues era estúpido. Yo no podría seguir viviendo con la carga de haberle quitado la vida a alguien más; mucho menos si ese alguien era él.

Pero lo haré. He estado esperando este momento por mucho tiempo, el poder estar juntos; he practicado y te he enseñado a ti todo lo que se puede sobre tu poder. No me deseches en este momento, me sentiré feliz con solo saber que lo intente.

—¿Porque estás haciendo esto? No tienes que arriesgarte por mi —dije desviando mi vista y llevando mis manos a la esquina de mi cama para tocarla superficialmente. —Yo destruyo —declaré, ocasionando que la cama empezara un tortuoso proceso de desintegración el cual terminó antes de que se completaran tan solo diez segundos.

Porque te quiero —sincero él, dejando en evidencia las lágrimas que desprendían sus ojos y eran arrastradas por las yemas de sus dedos. —Estuve un año viendo a través de una pantalla cómo sufrías, y no podía hacer nada. Quiero creer que soy como soy por algo, que puedo soportar el sostener tu mano.

Su aspecto era como el de un niño pequeño haciendo un berrinche por no ser lo suficientemente grande.
Alce mi mano a su dirección con miedo, sorbiendo por la nariz y aplanando mis labios entre ellos para no soltar un sonido lastimero ahogado en llanto.
Yeonjun repitió mi acción casi de inmediato, y lo primero que sentí fue su tacto siendo ligero, para después afianzarse entrelazando su mano con la mía propia.

Mi vista quedó enfocada en aquello, sintiéndome un tanto avergonzado por lo tersa que era su piel, para nada comparada a la mía.

Sentí como mi corazón se estrujo dentro de mi caja torácica al ver como la típica coloración negra iba avanzado por todo el extremo de su brazo hasta cubrirle por completo, era tan evidente que pasaría eso.
Yeonjun me dedico una sonrisa quebrada y un apretón débil, en un intento de expresar sin palabras que todo estaría bien.
Cerré los ojos con fuerza, solo para no ver el momento en el cual se hiciera polvo frente a mi, porque no quería aceptar la realidad. Quería devolverme al momento en el cual lo vi por primera vez y a todas las veces en las cuales me enseñó, tratándome como a una persona normal, y como a alguien importante. Quería pasar más tiempo con él, aunque fuera en aquel cuarto pequeño en el cual había estado encerrado por tanto tiempo.

Sentí el tacto de su mano dejar la mía, y en respuesta yo solo la hice puño y negué con el rostro, sintiendo nuevamente el agua salada descender.
Aunque al contrario de cómo pensaba, antes abrir lo ojos, sus brazos me rodearon y me atrajeron a su pecho.

Tu también puedes abrazarme, no me va a pasar nada —murmuró en mi oído, provocando que me estremeciera. Yo en respuesta apoye mi cabeza en la curvatura de su cuello y le abracé fuertemente, como si mi vida dependiera de ello.

Después de alejarnos, su mano acarició mi rostro. Paseándola por todo alrededor, para luego detenerse en mi mejilla y acunarla con dulzura, ladeando su cabeza para dejar un beso meloso en la contraria.

Habían varios factores que influían en el porque no pude dormir durante toda la noche. El primero de ellos era que ya no tenía más una cama en la cual recostarme, el colchón era duro y compacto, pero no estaba ni cerca de compararse a lo desagradable que era acostarse en el frío suelo. La cercanía de Yeonjun era el segundo, pues aunque me reconfortaba estar junto a él, era inevitable no sentirme nervioso cuando envolvía su brazo alrededor de mi cintura y estómago para atraerme. La tercera razón era sin duda la más inquietante, ya que en teoría, el no tener un plan era la verdadera preocupación que no me dejaba descansar siquiera.

Tenía confianza plena en Yeonjun, pero aún así me sentía nervioso al saber que no había nada ideado del cómo escaparnos de aquel lugar. Claro, el hecho de que él hubiera trabajado en el centro de vigilancia ayudaba mucho en el asunto, pues sabría evadir cada cámara para poder escabullirnos sin interrupción, aunque de quien verdaderamente debíamos escondernos no era de ellas, sino de lo trabajadores y guardias, tanto abajo como adentro de aquella gran clínica.

Cuando la mañana llego, el típico sonido del cuarto hizo presencia, y con ello la entrada del Doctor Kim Namjoon, quien según Yeonjun, fue el encargado de contratarle y también de supervisarme.
Para ese momento Yeonjun ya no se encontraba a mi lado, si no que al otro extremo de lugar, recibiendo con una sonrisa de labios cerrados y una pequeña reverencia al recién ingresado.

Este lugar esta hecho un asco —dijo el señor Kim paseando sus ojos por todo el lugar, para después dejarlos caer sobre mi, su semblante siendo serio e indescifrable.

Bueno, han sido días difíciles para el joven Choi, pero puedo asegurarle que puede manejar con mucha más precisión el fenómeno raro que posee. —Afirmó Yeonjun, tratando de desviar sus palabras hacia el tema principal, el que nos concernía a todos.

Espero que sea así —expresó él con descontento y el ceño fruncido, sin dirigir sus palabras directamente a Yeonjun.

Por supuesto, muéstrale Soobin.

Yo me puse en cuclillas, llevando mis dedos hacia la cerámica del suelo para trazar en ella un círculo mediano, zona la cual se empezó a desintegrar, más sin expandirse al exterior de lo remarcado.

Es un buena avance. —elogió, con sus ojos clavados en la zona desintegrada, viéndola de forma intensa.

—¿Verdad que si?, no es lo único que puede hacer.

Alce mis ojos con duda en dirección a Yeonjun, preguntándole a través de un gesto preocupado si de verdad era necesario hacerlo. Él en respuesta asintió suavemente, alentándome.
Mis dedos dejaron de dar vueltas dibujando aquel círculo imaginario, y proseguí a ubicar toda la extensión de mi palma en aquella pequeña área repleta de polvo. Una línea curvilínea se demarco en el suelo desintegrando todo a su paso, la cual podía manejar como se me diera la gana.

He visto suficiente, dile que pare —el Dr. Kim le ordenó a Yeonjun alzando su voz, retrocediendo con temor al ver como la degradación avanzaba en dirección suya.
Sin embargo, cuando ésta estuvo a menos de un metro de él, Yeonjun se posicionó atrás suyo, quitando en un movimiento ágil la jeringa del bolsillo de su delantal blanco, para encajarla en su cuello. Logrando que se desplomara en segundos.

¡¿No lo mataste verdad? —le grite alterado, viendo como él arrastraba su cuerpo hacia una esquina y empezaba a quitar parte de su vestimenta.

Solo está sedado —respondió con el mismo tono, igual o más nervioso de lo que estaba yo. —Deshazte de la cámara por favor —me pidió mientras cambiaba su ropa con la del doctor de forma rápida.

Yo asentí en respuesta aunque ya no me estuviera viendo, avancé hasta una de las paredes para tocarla y dirigir una pequeña línea hasta la cámara principalmente en el techo, la cual cayó estrepitosamente en el piso apenas toque su base, tomando una forma totalmente diferente a la que tenía en un principio.

Luego de eso Yeonjun colocó su mano en la parte baja de mi espalda y me hizo avanzar hasta la puerta de entrada, la cual abrió con facilidad deslizando la tarjeta especial que siempre llevaban colgada todos los que entraban al cuarto en el cual me encontraba.

Pensé que este iba a ser un lugar más protegido —murmuré a su lado mientras avanzábamos por un pasillo desconocido.

Quizás si hubieras sido mayor de edad cuando se desarrolló tu condición te hubieran mandando a un lugar mucho peor que este —él respondió susurrando, guiándome a una puerta desgastada que llevaba a un cuarto de limpieza un tanto lúgubre —Pero solo tenías catorce años, y en aquel momento se había hecho viral tu caso. Te tenían que mantener encerrado, pero en un lugar en el cual no estuvieras expuesto.

De forma un tanto desesperada empezó correr todos los artículos de aseo que le estorbaban, logrando dar con un reja metalizada que mostraba tras ella un largo camino de escaleras hacia arriba.
Sin decir nada, empezó a endurecer sus manos, volviéndolas rígidas; para luego rodear con ellas los candados que habían, aplastándolos y haciendo que se abrieran sin esfuerzo.
Luego de eso me tomo del brazo y empezamos a avanzar juntos cada peldaño, mientras subíamos se hacía más oscuro y leves murmullos se escuchaban a través de las paredes. Me sentía desorientado y surgía en mi la necesidad de preguntarle a Yeonjun hacia donde nos llevaba el camino que seguíamos, sin embargo, antes de emitir sonido alguno él rodeó mis hombros y posó su mano derecha en mi boca, dirigiendo su dedo índice contrario a la suya propia para indicarme que debía guardar silencio.

Las paredes son muy delgadas —susurró, casi tan imperceptiblemente que me costó entenderle.

El resto del recorrido me mantuve sin decir nada, pero escuchando las voces de todos aquellos que hablaban al otro lado de las paredes.

—¡¿Cómo que está suelto?!
—¡Encierren a los pacientes!
—Los del laboratorio ya avisaron que vienen fuerzas especiales.

Los gritos eran fuertes e históricos, y debido a todo lo que decían mi estómago empezó a revolverse con miedo, provocándome náuseas.

Unos metros más bastaron para dejar de escuchar las voces, y con ello llegamos al final de las escaleras, que daban a una pared de concreto, sin salida.

La persona que creo esto de seguro era jodidamente mala como arquitecto —alegó Yeonjun enojado, tocando y dándole golpes a la pared para saber que tan gruesa era.

—¿Acaso no sabías a donde nos dirigían las escaleras? —le cuestione sorprendido, golpeándome mentalmente por no haber hecho la pregunta antes de haber llegado tan lejos.

Hace meses revise la infraestructura del lugar y encontré este pasillo en planos que estaban olvidados, se supone que da al exterior, directo al jardín trasero de la clínica y muy cercano a la carretera.

—¿Y que se supone que tenemos que hacer ahora?

Voy romper el muro —concluyó. Empezó dando pequeños saltitos para relajarse, luego de eso su piel por completo se empezó a tornar de un color grisáceo, volviéndose resistente y reluciente como si fuera algún tipo metal pulido.

Pero vas a hacer mucho ruido, nos van a atrapar.

Tendremos que correr.

Durante todo mi vida había tenido un carácter pusilánime, no tenía el valor para enfrentarme a la cosas ni mucho menos lidiar con ellas, había aprendido a obedecer en todo, y ser dirigido por los demás. Pero ver lo decidido que estaba Yeonjun a sacarme de aquel lugar, prendía en mi una chispa de valentía, que me instaba a seguirle desde atrás sin retractarme.
Su cuerpo se estrelló contra la muralla, haciéndola pedazos en un instante. Manteniendo esa forma metalizada y sólida sostuvo una mis manos y la entrelazó con la suya en un agarre firme, arrastrándome con él a paso veloz por medio del jardín, repleto de árboles, flores, arbustos y bancas desocupadas debido al escándalo que estábamos causando.

Nuestra huida iba bien hasta el momento en el cual se escuchó el ruido ensordecedor de una bala, la cual rozó mi pierna, logrando formar en ella una herida abierta.
Solté un chillido ante el repentino dolor y me agaché llevando mis manos hasta el lugar dañado. Yeonjun seguía corriendo, pero al oír mi grito se giró hacia mi dirección, rasgando un trozo de su polera para simular una venda y poder parar el sangrado que brotaba de mi pantorrilla.

Estira tu pierna —pidió, y yo lo hice sin rechistar. Él se posicionó adelante mío y con sumo cuidado empezó a tratar la zona, tan inmerso en ello, que no se detuvo a pensar en quien me había lastimado.

Algo hizo presión al costado de mi cabeza y una sensación fría me recorrió todo el cuerpo, no me tomo nada de tiempo el descubrir que era una pistola la que estaba apegada a mi, y Yeonjun se percató luego de escuchar la voz del desconocido uniformado que era dueño de ella.

—¿No pensaste que te escaparías o si?, maldita mierda.

Yeonjun se movió, en un intento de levantarse, pero antes de poder hacerlo, él apego aún más su arma a mi sien, intimidándome.

Cualquiera de los dos mueve un músculo y juro que te volaré todos los sesos —me dijo directamente, provocando que sudor frío se deslizara desde mi frente.

—¿Eres el único aquí? —preguntó Yeonjun con seriedad, y la mandíbula apretada. Manteniéndose quieto en su lugar como se le había ordenado.

—¿A ti que te parece? —habló molesto, soltando una risa seca y sin gracia —Todos lo otros se formaron en la entrada de la clínica, pensando que solo podían salir por allí.

—¿Y porque decidiste venir por este lado? —dije obligándome a tragar el nudo que se había formado en mi garganta.

—¿Importa?, estoy siguiendo ordenes, sobre encargarnos de ti.

Solo mátame entonces —supliqué inclinando mi cuerpo hacia la pistola, con los ojos cargados de lágrimas que amenazaban con salir.

—¿Qué?

Puedes dispararme si eso quieres, no quiero seguir prolongado las cosas —sinceré, desviando mi mirada del rostro de Yeonjun hacia el suelo, pues ver su expresión dolida me hacía sentir culpable —Quizás este debe ser mi destino.

Durante todos los años en los cuales ha estado aquí no le ha hecho ningún daño a nadie —interrumpió Yeonjun con voz gangosa, apoyando sus palmas sobre el pasto mojado para luego inclinar su cabeza en el, humillándose. —Nos iremos lejos, muy lejos. Por favor permítenos marcharnos.

Ustedes fenómenos, si que son la escoria de la humanidad —se burló el contrario, levantando con ligereza su mano desocupada y haciéndola puño, para luego golpearme con ella la cara.

Yo tambaleé ante ello y una mueca de dolor se instaló en mi rostro, en el cual seguramente tenía el labio partido, pues sentía la sangre escurrir por este, ademas del típico sabor metálico. El arma aún seguía apuntándome, y por ello Yeonjun no se movía en absoluto, se dedicaba a ver todo con un gesto de aflicción.

—¿No vas a defenderte?

No quiero destruir más vidas —dije con una sonrisa triste, la sangre haciéndose más notoria en las comisuras de mi boca.

El joven de aparecía ruda y uniforme negro soltó un suspiro cansado ante mis palabras, y como si estas hubiera hecho algún tipo de efecto, apartó su arma y la guardo en un bolsillo especial apagado a su cinturón.

Les daré 5 minutos para que se vayan lo más lejos posible. Yo le dire a los que están en la entrada que no se encuentran por este sector, pero seguramente vendrán de todas maneras. —explicó de forma rápida, alejándose de nosotros.

Apenas estuvo a unos pasos de distancia Yeonjun se levantó de su lugar y pasó uno sus brazos por mi espalda y otro por debajo de mis piernas, cargándome.
—¿Te duele mucho? —me preguntó manteniendo un ritmo rápido.

Yo negué en respuesta, por lo menos sabía que no moriría desangrado, pues la bala no había perforado haciendo un hueco en mi pierna y Yeonjun se había encargado de cortar mi circulación con el pedazo de tela.

Al término del jardín se podía divisar la carretera, y a dos personas ubicadas en la berma de esta.

—¡¿Por qué mierda vinieron en motocicletas?! —grito Yeonjun haciendo que ellos se sobresaltaran.

—No pensamos que de verdad lo ibas a traer —explicó uno de ellos, el cual llevaba su pelo largo y negro amarrado en un coleta. De forma veloz se bajo de la moto que montaba y se subió a la de un chico peligrisáceo que estaba a su costado. —Park estaba utilizando el auto.

A lo lejos se empezaron a oír gritos, y disparos empezaron a resonar, apuntando hacia una distancia considerable tras nosotros.

Genial —se quejó Yeonjun con sarcasmo, bajándome de sus brazos para luego alzarme rectamente, ayudándome a subir a la motocicleta ahora desocupada. —¿Hueningkai no vino con ustedes? —le pregunto a los otros, al mismo tiempo en el cual daba un pequeño impulso para sentarse enfrente mío, tomando las manillas.

Le dije que nos acompañará, pero no quería dañar sus alas —rechistó el de pelo gris.

—Da igual —expresó Yeonjun dejando de lado ese tema, para luego girar su cabeza hacia atrás y verme por sobre sus hombros —Sostente fuerte, te prometo que no nos demoraremos tanto.

Apenas aceleró, yo enrollé mis brazos alrededor de su torso, apegándome lo más que pude a él.
A medida que avanzábamos se podían ver autos persiguiéndonos, pero estos iban demasiado lejos, y la carretera estaba tan vacía que Yeonjun simplemente aumentaba la velocidad cuando lo necesitaba.

El aire golpeaba contra mi rostro con fuerza, y hasta cierta medida era aterrador el estar sobre aquel transporte de dos ruedas sin seguridad alguna. Pero no importaba, porque por fin había logrado escapar, había obtenido libertad.
Quizás nunca lograría controlar mi poder, pero tenía a Yeonjun a mi lado, y eso era más que suficiente para mi, porque podía tocarle sin temor.



Nota: cualquier error ortográfico será corregido en breve.

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