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Severus se paseaba por su habitación delantera en un estado de frenesí. No podía creer lo que le estaba pasando, ni cómo había reaccionado ante Hermione. Había sabido que ella estaba allí en cuanto había empezado a desmontar las guardas, pero se sentía como una mierda, así que ni siquiera se molestó en detenerla. Sabía que en algún momento tendrían que verse, pero no estaba preparado para lo que le haría ver a la mujer. Sus emociones habían sido contradictorias por momentos, el dolor de verla luchando con el impulso de reclamarla, como un cavernícola, y arrojarla a su cama y tomarla.
La rabia era algo que no había previsto, pero su indignación descarada lo había sorprendido y lo había puesto muy furioso. Había pensado que al menos ella habría sido sincera con él, o se habría arrepentido, tal vez. Si ella le hubiera pedido perdón, él podría haber cedido. Pero la estúpida bruja lo había desafiado, lo había enfrentado con sus propias acusaciones, y algo dentro de él se había roto. Se pasó las manos por el pelo y tiró de los mechones grasos con frustración, y luego se sentó, desinflado, en el sofá. No había querido ponerse en su contra. A pesar de sus sentimientos, nunca querría hacer daño a Hermione. El recuerdo del terror en su rostro lo acosó y cerró los ojos en un vano intento de bloquearlo.
Hermione entró lentamente en la habitación y se quedó mirando la nuca de Severus. Era difícil juzgar su estado de ánimo desde su punto de vista, así que se desplazó hasta situarse junto a la ventana. Se apoyó ligeramente en el alféizar de la ventana, con los brazos cruzados sobre el pecho. Durante algún tiempo, ninguno de los dos habló y, como de costumbre, Hermione odiaba el silencio y no podía soportar el ambiente entre ellos.
"¿Qué hacemos ahora?", dijo en voz baja, con la voz cruda por las lágrimas no derramadas.
Severus la miró con desprecio y negó con la cabeza. "No hacemos nada. Puedes hacer lo que quieras", dijo con frialdad.
Hermione había querido resolver las cosas, hablar y averiguar qué demonios pasaba por su cabeza, pero su actitud hacia ella la hizo hervir.
"Lo que quiero, estúpido, es saber por qué piensas que me estoy viendo con otra persona", dijo ella.
Severus se puso de pie y la miró fríamente, pero no se movió. Hermione sintió un temblor de alivio, porque no estaba segura de confiar en él después de lo que había pasado antes.
"No hacía falta ser un genio para darse cuenta, Hermione. Los horarios tardíos, las convenientes invitaciones a cenar que sabías que yo rechazaría. Qué perfecto debe haber sido" dijo, con la voz baja y suave.
Hermione lo miró con incredulidad. Sintió que la había apuñalado y se aferró al alféizar de la ventana para apoyarse mientras intentaba en vano ocultar el dolor.
"¿Cómo puedes pensar eso de mí? Yo... te amo.." usurró, con el labio inferior temblando mientras intentaba luchar contra las lágrimas. "No hay nadie más, Severus. Nunca ha habido nadie más que tú. Lo sabes."
"¿Amor?", siseó. "Qué fácil es para ti decir esa palabra. ¿Me pregunto si se la dices a él? ¿Y él te cree, como yo?"
"Severus, estás haciendo el ridículo. He estado trabajando hasta tarde porque necesito completar mi trabajo, y si hubieras venido conmigo a todos esos horrendos eventos y cenas, sabrías la verdad", dijo Hermione con tristeza. "Quería que vinieras conmigo, siempre. Pero no quisiste, por tu preciosa necesidad de permanecer oculto. Puede que no te hayan metido en Azkaban, Severus, pero has creado tu propia prisión, aquí mismo."
Severus le devolvió la mirada, con la mandíbula desencajada y los ojos brillantes. Hermione vio que su puño se cerraba con fuerza a su lado y buscó su varita en la manga para tranquilizarse.
'Pensé que confiábamos el uno en el otro", dijo Hermione. "Pero tal vez me estaba engañando a mí misma. Supuse que me amabas, pero nunca lo has dicho, ¿verdad, Severus? Ni una sola vez. Ojalá hubieras estado conmigo cuando gané el premio. Te necesitaba tanto esa noche".
"Estuve allí", dijo Severus, "sí fui". Se había relajado al escuchar sus palabras, sus ojos eran suaves al mirarla, y a Hermione le pareció que tal vez estaba empezando a ver su error de juicio.
"Lo sé, y estaba agradecida, de verdad", dijo Hermione, sonriendo al recordar cómo la saludaba. "Pero no era lo mismo que tenerte a mi lado. Podríamos haber bailado juntos. Nunca lo hemos hecho, ¿verdad? Todas esas noches, Severus, realmente necesitaba tu apoyo".
"Muéstrame.." dijo él, acercándose a ella con un poco de incomodidad.
Hermione lo miró fijamente a la cara. Se sorprendió al darse cuenta de que no conocía realmente al hombre que tenía delante. Era más complejo e inseguro de lo que ella había imaginado, y no iba a cambiar, nunca. Con una certeza cada vez mayor, Hermione sabía lo que tenía que hacer, y así siguió adelante antes de perder los nervios y desmoronarse ante él. Ella sabía precisamente lo que él quería hacer, pero negó con la cabeza con tristeza.
"No, Severus, esta vez no. Si no puedes confiar en mi palabra, entonces no veo que tenga mucho sentido seguir con esto, ¿verdad? Necesito a alguien que esté a mi lado. Alguien que pueda dejar de lado su propio malestar de vez en cuando para apoyarme. Tú no podrías hacer eso. No te culpo, Severus, realmente no lo hago. Pero necesito amor incondicional, y ni siquiera sé si tú me quieres" dijo ella, con los ojos llenos de lágrimas.
"Bruja tonta", susurró él. Levantó la mano y apartó una lágrima mientras caía, y Hermione le cogió la mano y le besó la palma suavemente antes de dejarla caer.
"Adiós, Severus", dijo en voz baja.
"Hermione, no... Lo siento." Severus jadeó, haciendo un intento inútil de alcanzar su brazo mientras ella se dirigía a la puerta.
"Sé que lo sientes" contestó ella con tristeza, y mientras las lágrimas empezaban a nublarle la vista, salió de la casa, se alejó y desapareció antes de que él pudiera detenerla.
Hermione se derrumbó en cuanto aterrizó en la cocina de la Cabaña, y su garganta se desgarró dolorosamente por los sollozos que brotaban de ella. Nunca había sentido tanta angustia, y lloró durante horas mientras repetía una y otra vez su relación con Severus. Exhausta, acabó por quedarse dormida, con la mejilla apoyada en el frío suelo de baldosas y el cuerpo hecho un ovillo.
Severus se quedó mirando la parte trasera de la puerta de su casa, deseando que Hermione volviera a entrar por ella. Después de diez minutos, se dio cuenta de que no iba a suceder, así que se dirigió aturdido a la cocina y sacó una botella de Whisky de fuego del armario. No se molestó en tomar un vaso.
Se dejó caer en el sofá, se llevó la botella a la boca y bebió un trago, dejando que el líquido le quemara los labios, la boca y la garganta. Se calentó y, mientras el alcohol corría por sus venas, se deshizo en lágrimas al ver la realidad.
Hermione se había marchado de su vida, y sabía que era su propia y estúpida culpa, lo que lo hacía aún peor. ¿En qué estaba pensando? Después de todo, era un espía. Podría haberla seguido y haber descubierto la verdad, y probablemente estarían acurrucados juntos en su cama de la Cabaña de la Colina, amándose.
Realmente la amaba, con todo su corazón. Debería habérselo dicho.
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