Capítulo Único
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"La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco." - Platón.
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• 𝑩𝒂𝒍𝒂𝒅𝒊́ •
𝐵𝑦: 𝐷𝑒𝑘𝑒𝑖
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¿En qué momento todo se había vuelto tan extraño entre los dos? Sin dudas no había sido el preciso instante en el que ella arribó a Piltóver para estudiar en la Academia. Tampoco podía darse el lujo de volver tan atrás en el tiempo, cuando él tan sólo era un niño solitario que jugaba en el río y ella, una pequeña curiosa que se le acercó un cierto día para convertirse en la única amiga que tuvo en su tierna infancia.
Ah, todo parecía tan sencillo en ese entonces, cuando sus interacciones no pasaban de los inocentes juegos y simpáticas charlas. De vez en cuando se confabulaban para planificar inventos, artilugios y teorías, quizás no con el conocimiento de los eruditos de la ciencia, pero sí con el interés y entusiasmo propios de los jóvenes.
Luego, Viktor se fue de Zaun y más tarde le siguió Sky, para su sorpresa. El destino les repetía desde su puericia que estaban destinados a encontrarse, casi obligados a coexistir en compañía del otro por lo que les quedara de vida. Primero en los rincones ocultos del distrito suburbano; ahora, en su suntuoso laboratorio en la ciudad del progreso.
Eso estaba bien, al menos para Viktor. Su amiga era una joven indudablemente brillante y ciertamente se gratificaba de tenerla en su equipo, pero había algo más. Un factor inesperado que, como científico, no podía asimilar, pero como humano se volvió una necesidad para él sin darse cuenta.
La atracción.
Sí, quizás pasaron algo de tiempo separados, y en ese lapso el castaño se olvidó casi de todo lo que vivió en sus años pasados para enfocarse en su brillante y promisorio futuro; pero incluso en momentos así, de vez en cuando se colaba en su mente uno que otro remoto recuerdo que le sacaba una sonrisa. Viktor en algún punto cayó en la cuenta de que Sky figuraba con frecuencia en esas mismas memorias que tan plácidamente revivía, cómo si la distancia que hubo entre ellos por más de una década no hubiera afectado el lazo que habían creado.
Ese mismo vínculo, que parecía flaquear como el más delgado de los hilos con cada año que transcurría, vio su oportunidad de fortalecerse en el momento en que Viktor se presentó ante Sky con la propuesta de convertirla en su asistente, ya que la consideraba alguien capaz, además de una persona de confianza.
Hasta ahí todo iba normal, "iba" porque luego las cosas, como todo en la vida, tuvieron que cambiar. Esa atracción, que Viktor percibía como algo "extraño e inexplicable", hizo una repentina aparición en el corazón del científico, de imprevisto, sin saberlo.
Nuevamente, esto no ocurrió al momento de conocerla en aquel río, ni cuando se la volvió a topar en Piltóver después de tantos años. Simplemente ocurrió, quizás al tenerla tan cerca suyo cada vez que trabajaba en su laboratorio con Jayce.
Al inicio, cuando ella recién comenzó a trabajar con ambos, nada mágico ocurrió, al menos para él. Tampoco supo el instante exacto en el que todo empezó, pero sí sabía que las cosas se habían vuelto diferentes... muy diferentes.
Empezó a prestarle más atención de la debida, a veces con la mirada, o a veces con el oído cuando la escuchaba hablar. Se sentía de pronto intrigado por saber qué haría en su tarde después del trabajo o si es que tenía algún pasatiempo además de leer y practicar natación.
Comenzó como una chispa, una que Viktor no quería acrecentar ante sus escépticas y vagas ideas sobre el amor. Pero prontamente sus deseos se vieron contrariados por cosa del destino.
Como quien sopla una llama para avivarla, una serie de "coincidencias" lo hicieron desistir poco a poco de su idea de olvidar aquel sentimiento. Casualidades simples, pero fuertes y, sobretodo, constantes.
Una mirada discreta que ella pensaba que él no notaría, la lentitud de los pasos de Viktor al pasar a su lado, las palabras afectuosas de despedida que los dos se dedicaban mutuamente al llegar el fin de la jornada e incluso, uno que otro roce cuando la mujer le entregaba directo en sus manos algún libro o herramienta que él necesitara... cualquiera de estas acciones era suficiente para ralentizar los latidos de ambos al grado de un paro o, por otro lado, para acelerar desmedidamente el palpitar de sus corazones.
"Un asunto baladí" pensaba Viktor. No quería darle importancia, no debía. ¿Cómo iba él a distraerse por algo así? Debía avanzar, progresar y asegurar a su vez el progreso a todas las personas. No podía estancarse por un par de ojos diáfanos.
Unos ojos que lo estaban sacando de quicio.
Pero no; no iba a olvidarse de eso tan fácil. De nuevo, todas sus intenciones de permanecer alejado de aquella babélica cuestión se vieron frustradas una noche en particular, cuando Sky le hizo tímidamente la petición de acompañarla a casa y él aceptó.
Adentrándose en las apacibles y solitarias calles de Piltóver, iniciaron su recorrido en la mitad de la noche. En algún punto, mientras atravesaban un parque, detuvieron su caminar y se sentaron juntos en una banca, con la excusa de que tendrían un "pequeño descanso".
Viktor se revolvía en su mente, inquieto. Cada vez dudaba más de lo que quería y de lo que debía hacer. Siempre había sido una persona que creía firmemente que todos los problemas tenían solución pero, al mirar nuevamente a la fémina que tenía justo enfrente, su propia filosofía comenzaba a titubear.
El límpido aire corría suavemente, y revolvía parte de los cabellos de ella. Cuando Sky por fin decidió alzar su mirada cohibida, le quedó claro a Viktor que su problema no tendría solución... al menos, no la que él esperaba.
Los ojos de la mujer chocaron con los suyos y Viktor los observó detenidamente, con profundo arrobo.
¿Cómo se supone que iba a detenerse ahora?
El hombre acercó su mano y la posó sobre la mejilla de la fémina. Sky sentía que estaba viviendo una especie de ilusión quimérica de la que no quería despertar. No esperaba esto, aunque sí que lo quería. Siendo las cosas así, ella no lo rechazó y se limitó a cerrar lentamente sus párpados mientras sentía las suaves exhalaciones de Viktor cada vez más cerca de su rostro.
Y en ese mismo segundo en que sus labios presionaron delicada e inocentemente los de ella comprendió que no debía considerar aquel asunto como un tema baladí, mucho menos merecía tratársele como un "problema" que debía ser resuelto.
El progreso, sus ideas... todo simplemente se desvaneció como el mundo mismo por ese breve instante en que ambos compartieron el beso más dulce e inocente que se haya visto jamás, casi asemejado al de dos niños curiosos por conocer el afecto. Al separarse sólo tuvieron algo en mente: ya no se trataba de una cosa, un sentimiento sin importancia y no merecía la pena seguir conteniéndolo u ocultándolo.
A partir de ahí, todo sería aún más "extraño" entre ellos. Aunque para Viktor, ya estaba totalmente esclarecida la cuestión que tanto le intrigaba sobre aquella nueva emoción.
No era más una atracción. Ahora lo sabía, era amor.
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