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Mi hermana pequeรฑa me mira con esa sonrisa condescendiente de "a mi no me engaรฑas" y un brillo pรญcaro en los ojos. Es la รบnica que se ha dado cuenta de mi mentira.

โ€”Lo encontramos al principio de la calle y la bolsa es suya โ€”dice mi abuelaโ€”. Ayer me dijo que se pasarรญa por casa a traerme unas cosas de su madre, pero despuรฉs se me olvidรณ.

Estรก recogiendo con mi madre el contenido de la bolsa que han esparcido sobre la mesa de la cocina. Puerros, guisantes, unos cuantos tomates y dos tarros de moras, una cebolla mรกs grande que mi puรฑo y un apetitoso chorizo rojo descansan todavรญa sobre el hule de flores. Entre los alimentos, destaca una cartera negra, un objeto extraรฑo que atrae mi mirada una y otra vez. Mi abuela supone que es del misterioso hombre que ha llamado a la puerta. Para sorpresa de nadie, cuando me preguntaron si le habรญa oรญdo, me hice la loca.

โ€”No, no he escuchado nada en toda la tarde โ€”respondรญ.

Pero mi hermana Esther siempre caza mis mentiras. Tiene 13 aรฑos, la aguda inteligencia de un zorrillo y la mirada afilada de un bรบho. Me dio un codazo antes de salir de la cocina con mi otra hermana.

โ€”Es el hijo de Eulalia โ€”le cuenta mi abuela a mi madre mientras recogen la mesaโ€”. Su tรญo, Domingo, se ocupaba antes de la torre. Os habrรฉis cruzado con รฉl alguna vez, cuando vais al mirador.

Mi madre responde que sรญ, que lo conoce. No necesito ver su cara โ€”estรก frente a la encimera, de espaldas, preparando la ensaladaโ€” para saber que es mentira. A mรญ esos nombres me suenan a chino, pero continรบo escuchando mientras pelo los guisantes, es decir: los saco de su vaina, la tiro a una bolsa y los guisantes los meto en un bol. Una tarea nada apasionante, pero me ayuda a mantener las manos ocupadas y a pensar.

โ€”Su tรญo sufriรณ un accidente en primavera. Nada grave, pero le ofreciรณ a su sobrino ocupar su puesto en la torre hasta que termine el verano y รฉl pueda volver. El joven es bastante majo. No lo conocรญa mucho porque estuvo trabajando fuera, viajando de un lado a otro, pero el aรฑo pasado se asentรณ en Madrid. Ahora ayuda a su madre en el huerto y reparte lo que les sobra.

El joven. Por lo poco que habรญa podido ver, el tipo ronda los treinta aรฑos. Casi seguro que tendrรก diez aรฑos mรกs que yo. Pero para mi abuela es el joven, posiblemente porque lo haya conocido de pequeรฑo. Entonces me doy cuenta de que, para mi abuela, mi madre, mis hermanas y yo siempre seremos sus niรฑas. Se me escapa una sonrisa que trato de ocultar detrรกs de la bolsa de guisantes.

โ€”Ahora que me acuerdo... Tรบ, Conchi, deberรญas conocerle tambiรฉn. Estuvo allรญ el dรญa de tu boda, ยฟte acuerdas?

Mi madre asiente de nuevo aunque me apostarรญa un meรฑique a que no se acuerda.

Las dos escuchamos a mi abuela en silencio. Es como mi madre, cuando empieza a hablar no hay quien la pare.ย 

Pronto cambian de tema.

Pelo guisantes mientras intento pasar desapercibida. Lo รบltimo que deseo es que mi madre recuerde mi presencia y se le ocurra la peregrina idea de mandarme a devolverle la cartera al tipo ese.

Mi mente regresa a mi novela. ยฟQuรฉ puedo hacer con Sierra? Su historia me estรก gustando, y eso que solo pretende ser un experimento, nada ambicioso, mi primera novela en Wattpad para probar suerte en la plataforma.

Un guisante se me escapa de entre los dedos, cae al suelo y rueda hasta el pie de mi madre. Me quedo mirรกndolo con la vaina vacรญa en la mano. Y maldigo mi suerte.

Al levantar la vista de la bolita verde, me encuentro con sus grandes ojos negros.

โ€”Leyre, ยฟquรฉ te parece si le llevas la cartera y de paso te das un paseo?

Todos sabemos que es una orden disfrazada de pregunta. Abro la boca para protestar, pero mi abuela se adelanta.

โ€”No, dรฉjate de paseos. Su casa estรก bastante lejos y estรก a punto de anochecer.

โ€”Irรฉ yo, asรญ salgo a correr un rato โ€”Natalia entra en la cocina vestida con unos leggins azul oscuro y una ancha camiseta de tirantes de un rosa tan chillรณn que se verรญa a kilรณmetros de distanciaโ€”. Volverรฉ antes del anochecer.

Mi abuela acompaรฑa a mi hermana a la puerta. Oigo cรณmo le explica dรณnde estรก la casa del anรณnimo pierdecarteras. Cuando me giro hacia mi madre, me parece captar un leve gesto de reproche en su mirada, pero da igual.

Aliviada por no tener que llevarle yo la cartera, continรบo pelando los guisantes y pensando en mi historia.

๐Ÿ…๐Ÿ†๐Ÿฅ•

Anochece. Esther y yo jugamos al fรบtbol antes de cenar, aprovechando las รบltimas horas de luz y el aire fresco del ocaso.

La casa de mi abuela estรก situada al final del pueblo, al borde del bosque. La calle de la Fuente que pasa frente a nuestro porche se convierte en un camino de tierra poco despuรฉs. Se llama asรญ porque desemboca en una fuente โ€”sรญ, su nombre no es un derroche de creatividadโ€” de agua no potable que usan los agricultores para regar sus huertos. Jugamos en esta calle porque no suelen pasar coches y, como el edificio de enfrente es un gran taller, no hay donde se nos pueda colar el balรณn.

Esther me devuelve la pelota con demasiada fuerza. La calle estรก en pendiente hacia el camino de tierra, asรญ que la pelota pasa revotando, rapidรญsimo, a mi lado sin que me dรฉ tiempo a reaccionar. Me doy la vuelta y entonces veo a Natalia llegar corriendo.

Patea la pelota hacia mรญ. La freno con el pie y me agacho a recogerla. Ella cruza el patio en un suspiro, abre la puerta de casa, se gira hacia nosotras y nos grita por encima del hombro:

โ€”ยกSe llama David!

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