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𝐜𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐭𝐰𝐨



𝟐. 𝐇𝐨𝐥𝐚, 𝐀𝐫𝐢𝐳𝐨𝐧𝐚.


—Tus amigos son unos raritos.

Bufando por lo que pareció ser la décima vez aquella mañana, Olivia abandonó su puesto junto a Emmett en la barra de la cocina y cogió su desayuno, desplazándose hacia el sillón donde se encontraban Jasper y Edward.

—¿Sabes qué? Eres realmente insoportable —protestó Olivia, rodando los ojos a la vez que escuchaba las risotadas de su hermano.

La chica había cometido el error la noche anterior de contarle a sus padres la graciosa anécdota que había vivido con los chicos cuando se disponían a abandonar La Push. Mike, siendo Mike, había decidido que lo mejor para entrar en calor tras horas de surf en las gélidas y revueltas aguas de la reserva era pegarse unos bailes; el rubio, sin embargo, no había contado con que el traje de neopreno que estaba usando era de hacía unos años y el material estaba algo pasado, además de que el muchacho había crecido considerablemente desde que lo compró. Trágicamente para el rubio, el neopreno terminó por rasgarse por la parte baja de la espalda y Mike terminó —literalmente— con el culo al aire.

Olivia había considerado tan divertida la cara que había puesto su amigo que no había podido parar de pensar en ello. Cuando llegó a casa, toda su familia se encontraba reunida en el salón esperándola a excepción de Emmett y Jasper, quienes estaban esperándola en el porche. El moreno no tardó en incordiar a su hermana pequeña, indicando que los chicos de Forks iban a convertirla en "una de esas chicas que ven pelis raras y suspiran por las esquinas" —típico de Emmet el chinchar a la rubia cada vez que tenía la oportunidad—. Mientras Jasper suplicaba por un momento a solas con Olivia, el resto de los Cullen sonrieron con alivio al ver a la medio humana subir la escalera a la primera planta sana y salva, y además, con una gran sonrisa pintada en el rostro.

—¡Oh, vamos! —dijo Emmett entre carcajadas— Yo solo digo la verdad, hermanita. Sólo espero que no acabes por traer a uno de esos chicos a casa. 

Olivia se hundió aún más en el sofá mientras sentía la sangre subir a sus mejillas, odiando internamente al moreno por sus mofas. Aunque el objetivo de la rubia se centraba en ese momento en encontrar la manera de matar al grandullón de su hermano mayor, no pasó desapercibido la mirada que intercambiaron Jasper y Edward tras las palabras del muchacho. Al principio, pensó que se trataban de simples celos de hermano mayor. Pero supo que se equivocaba cuando Edward, posiblemente leyendo sus pensamientos y percatándose de que la rubia los había visto, cambió de tema y se levantó del sofá.

—¿Me he perdido algo? —habló la chica, dirigiéndose exclusivamente a Jasper. El vampiro más reciente sonrió de lado e imitó el gesto de Edward antes de caminar hacia ella.

—Probablemente tu gusto para elegir amigos.

—¿Estás de coña? ¿Tú también? —protestó, aunque el rubio ya había abandonado el salón. 

—No les hagas caso —intervino Alice. Si no estuviera acostumbrada a sus apariciones estelares, a Olivia le habría dado un infarto—. A mí me caen bien. 

—Gracias. Al fin alguien con sentido común. 

Alice no pudo evitar sonreír con ternura ante la imagen que se presentaba frente a ella. Su adorada hermana pequeña, el tesoro de la familia, creciendo y floreciendo como una flor en primavera. Aunque comprendía la necesidad de protección que se había generado en torno a Olivia desde que se mudaron de vuelta a Forks —y lo compartía, sin duda alguna—, Alice no podía evitar sentirse satisfecha al ver cómo la pequeña de la familia encontraba su sitio en la vida y hacía amigos. Ninguno de los Cullen podía llevar una vida normal debido a su condición, así que ver a Olivia hacerlo a la vez que alcanzaba la felicidad era más que suficiente para la vidente.

—Oh, se me olvidaba —habló la de pelo corto—. Hoy vienes conmigo y con Jasper. Esperaré en el estudio a que termines de desayunar.

—¡Espera! Esta semana me toca a mí llevar mi coche.

—Cambio de planes —dijo, encogiéndose de hombros mientras sonreía risueña—. Cogeré nuestras cosas.

Olivia alzó una ceja ante la actitud de sus tres hermanos y optó por terminarse el desayuno cuanto antes. Alice seguía siendo Alice: excéntrica, alegre. En definitiva, un pequeño duendecillo, como Carlisle la había definido en más de una ocasión; a Jasper siempre lo había conocido como una persona enigmática, pero nunca había estado al tanto de que le ocultara secretos; y lo mismo iba para Edward. 

Si bien es cierto que el vampiro más reciente del clan de los Cullen había mantenido una actitud un poco rara desde la última vez que visitó el claro con Olivia, la chica no lo había tenido demasiado en cuenta. Pensó que tal vez había pasado demasiado tiempo desde que había estado de caza, ya que sus orbes habían perdido el tono dorado y habían dado paso a la más profunda de las oscuridades. Pero no se imaginó en ningún momento que su hermano podía estar ocultándole algo. 

—¿Estás lista? —preguntó Jasper cuando divisó a la rubia caminar hacia su Mercedes clk 350 rojo.

—¿Para vivir un día más de mi tediosa vida estudiantil? Me muero de ganas —respondió Olivia irónica antes de montarse en el coche. El rubio le dio una mirada divertida por el retrovisor y arrancó el coche. 

No habían pasado ni cinco minutos de trayecto cuando Olivia sintió que iba a explotar. Alice no dejaba de girarse hacia Jasper y la rubia pudo percibir la advertencia en sus ojos, como si estuviera suplicándole al vampiro que hiciera algo. La menor de los Cullen no comprendía tanto secretismo, ya que nunca había vivido algo así con su familia en sus diecisiete años de vida —es decir, eran vampiros. Sus vidas eran un secreto y lo que faltaba era que se ocultaran cosas entre ellos—. En el momento en que Alice posó la mano sobre la de su pareja, que descansaba sobre la palanca de cambios, las palabras escaparon de los labios de Olivia antes de que pudiera recapacitar sobre estas.

—Vale, ¿alguno puede explicarme qué está pasando y por qué nadie me lo dice?

La pareja se giró sorprendida ante el arrebato de la rubia y se giraron momentáneamente a verla. Mientras tanto, Jasper aprovechó para chequear las emociones que corrían por el interior de su hermana; había estado tan ocupado en aparentar que no pasaba nada, que había pasado por alto el elevado nivel de estrés al que estaba sometida la joven.

—No sé de qué estás hablando —

—Jasper —interrumpió Alice, dándole una mirada seria al susodicho—. Tiene derecho a saberlo.

—¿Saber el qué? Me estáis asustando.

Hubo un par de segundos de silencio en el Mercedes, exactamente hasta que el vampiro más reciente se armó de valor para dirigirse hacia Olivia. Ni sabía cómo iba a reaccionar ni quería saberlo. Simplemente, deseaba que tal cosa no hubiera sucedido jamás.

—Hace unos días, en el prado... Cuando recogía flores para Alice —

—Sé a que te refieres —le cortó la medio humana, deseando que su hermano fuera al grano—. Por favor, dime qué demonios está pasando. 

—Lo intento —contestó Jasper, mirándola a través del retrovisor—. Había alguien con nosotros allí ese día. Tú no lo notaste porque no conoces su tufo, pero era un hombre lobo. 

Olivia frunció el ceño por un instante, sin comprender en absoluto por qué la presencia de un Quileute era de relevancia en los acontecimientos que habían revuelto la paz de sus hermanos. Hasta que recordó su encuentro del día anterior. La sola aparición del Quileute en sus pensamientos había provocado que se le erizara la piel —algo que le llevaba pasando desde que había establecido contacto visual con el apuesto chico de ojos oscuros—. 

Jasper notó inmediatamente la distracción de su hermana, al igual que sintió los nervios  que se habían instalado en la boca del estómago de esta. Su corazón y respiración se habían acelerado notablemente en apenas segundos, por lo que el vampiro detuvo su relato y volvió a mirarla por el retrovisor.

—¿Olivia? —se adelantó Alice. La morena estiró una mano y la colocó sobre la rodilla de su hermana, quien se estremeció ligeramente cuando la sacaron de sus pensamientos— ¿Sabes quién era? ¿Lo conoces?

—N-no —tartamudeó Olivia—. ¿Por qué?

—¿Estás segura, Liv? Por favor, es importante.

«Paul. Están hablando de Paul.», era todo lo que Olivia podía pensar. No sabía por qué, pero no podía evitar pensar que el haberse encontrado con el apuesto Quileute no era una coincidencia.

—Edward dice que conociste a un chico en la reserva ayer.

—¿Qué?

—No, dijo que "se habían chocado" —corrigió Alice a su pareja, ignorando la mueca de fastidio que ensombrecía la cara de su hermana—. También dijo que no podías parar de pensar en él.

—¡Esto es...! —clamó Olivia con impotencia mientras se revolvía en su asiento— ¡Pensaba que habíamos pasado de la época en la que se metía a cada instante en mi cabeza! ¡Esto tiene que ser una broma!

—Liv, por favor. Lo ha hecho por tu bien.

—¡Oh! ¡¿En serio?! —protestó la rubia con molestia. Se sentía violada y no comprendía cómo Edward había podido hacer eso a sus espaldas— ¡Y yo qué pensaba que todos estabais de acuerdo en dejarme llevar una vida normal!

—Está imprimado, Olivia. 

Si algo tenía que decirse para poner fin a la verborrea de la chica, eran esas mismas palabras. Olivia ni siquiera notó la bocanada de aire que escapó de sus pulmones y la dejó momentáneamente sin oxígeno. Sin duda, su cerebro notaría cuándo el aire volvería a ser necesario para su supervivencia, pero seguramente se encontraba pensando en cosas más importantes en ese momento.

—Probablemente no sería una casualidad que lo conocieras —continuó Jasper, aprovechando el momento de shock de su hermana para explicarle la situación—. De alguna manera supo que estarías ahí y quiso contactar contigo, por breve que fuera el momento. Para él supuso como sumar años de vida. 

La menor del clan no supo qué decir, así que optó por guardar silencio. Ahora comprendía por qué Jasper había estado actuando de manera extraña desde aquel día en el prado, o por qué Edward rara vez la había mirado a los ojos esa mañana. Pero también entendió por qué había sido incapaz de sacarse a Paul de la cabeza —incluso había soñado con él—. Sin duda, Olivia tenía un par de cosas que asimilar antes de entrar a clase.

Cuando entraron en el parking del instituto, Olivia divisó el Volvo de Edward y a Emmett abandonar su Jeep de la mano de Rosalie. La rubia sabía que Edward no la juzgaría, pero no sabía cómo su hermana mayor podría tomarse la noticia.

—¿Lo saben?

Jasper ya había quitado las llaves del contacto y estaba apunto de abandonar el asiento del piloto, pero volvió a cerrar la puerta antes de girarse hacia la chica.

—Sólo Edward. Es tu decisión contárselo a los demás. 

—¿Quieres mi consejo? —añadió Alice, que no soportaba ver el conflicto en los ojos de su amada hermana. Cuando Olivia asintió, procedió a hablar— Carlisle sabrá lo que hacer. Siempre lo sabe. No hay nadie que pueda ayudarte ahora más que él.

Inmediatamente después de escuchar las palabras de Alice, los tres escucharon tres toques en la ventana del conductor. Al girarse hacia el sonido, se encontraron con un sonriente Emmett y su dedo corazón pegado a la ventanilla. Al menos, eso hizo sonreír a la joven brevemente. 



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Olivia no podía estar más agradecida de que Rosalie y Emmett estuvieran en el último año de clase, lo que quiere decir que no tendría que verles hasta la hora de comer. Tener la mayoría de clases con Alice y Jasper la alivió en gran medida, pues tampoco sabía cómo tocar el tema con Edward. 

«Hey, ¿qué piensas del hombre lobo que se ha obsesionado conmigo? Guay, ¿eh?» 

«No, imprimado. Ahora soy la más rara de la familia, Eds.»

Evidentemente no. ¿Cómo demonios debía aparentar normalidad cuando el enemigo natural de su familia—literalmente— había decidido que ella sería su alma gemela?

—¡Liv! ¿Vienes?

La voz de Alice la había sacado de su pensamientos incontables veces a lo largo de la mañana, algo que no pasaba en absoluto con normalidad. Pero, una vez más, la situación era cuanto menos cotidiana.

Antes de responder, un brazo se pasó por sus hombros e inmediatamente se sintió más relajada. Cuando alzó la mirada y vio los ojos oscuros de Edward, sonrió con calidez.

—Estoy seguro de que es la primera vez que te veo sonreír hoy. ¿Estás bien?

Olivia se aseguró que sus hermanos avanzaba en dirección a la cafetería antes de pronunciarse. Lo último que quería era que los acontecimientos llegaran a oídos de sus hermanos, y menos en el instituto.

—Confusa, supongo —murmuró la rubia—. ¿No se supone que nos odian? 

—La imprimación no es algo que puedan controlar —respondió Edward en voz baja. Aunque su tono era neutro, Olivia notó el desprecio reflejado en las facciones de su hermano—. Aún así, no estás obligada a hacer nada al respecto. De ningún modo permitiría que se te acercara. 

—No digas eso —dijo la menor de los Cullen, tal vez más rápido de lo que le habría gustado. Rápidamente notó cómo Edward se giraba a mirarla—. Quiero decir... Tú mismo has dicho que no está en sus manos. No podemos culpar a las personas por tener sentimientos. 

El vampiro no tardó en sonreír de lado, tratando por todos los medios no entrar en la cabeza de su hermana en esos momentos. Sin embargo, le resultó innecesario en cuanto vio sus mejillas sonrojadas y escuchó el alterado latir de su corazón.

—Vaya, así que te gusta ese chico...

—No digas tonterías —contestó rápidamente antes de escuchar la risa de su hermano—. ¡Edward! Lo digo en serio, no tiene gracia. 

—Sabes que no voy a dejar a ningún chico acercarse a ti, ¿verdad? Mucho menos a un hombre lobo —indicó el que leía mentes, apenas a unos pasos de la puerta de la cafetería. Cuando Olivia bufó, Edward sonrió con sorna—. Espera a que se entere Emmett.

Olivia sintió que se le iban a salir los ojos y saltó sobre su hermano. Ambos caminaron entre empujones a la mesa donde se encontraban el resto de los hermanos Cullen, ignorando las miradas que se posaban sobre ellos. La rubia estaba más que acostumbrada a sentirse observada, en especial cuando iba acompañada de Edward; incluso había escuchado reiteradas veces los rumores que decían que estaban juntos.

—¡Olivia! 

Girándose hacia la voz que clamaba su nombre, Olivia se encontró con la mesa en la que se encontraban sus amigos. Devolviéndoles el saludo con la mano, la chica se giró brevemente para despedirse de Edward y se dirigió a la mesa desde la que le había llamado Eric. Mientras caminaba hacia el grupo, notó una cara nueva entre ellos.

—¡Hola! —saludó la rubia antes de sentarse junto a Jessica. Al otro lado de la chica, divisó a la cara nueva que tanto le había llamado la atención— Soy Olivia. Tú debes ser Bella. 

—Sí, eso me temo —respondió con timidez la morena. 

Antes de que pudiera hacerle alguna pregunta, Jessica le puso una mano en el hombro a la joven Cullen y esbozó una de sus sonrisas.

—Deberías haber visto a Mike. ¡Tyler le ha tirado de la silla! Bella se ha convertido en el juguete nuevo.

—No se parecen en mí para nada. Yo soy mucho más maduro —añadió Eric, provocando las risas entre sus amigas.

—Ignora a los chicos, con dos neuronas no les da para mucho —dijo Olivia, rodando los ojos cuando escuchó la hazaña de sus amigos—. Ayer conocí a tu padre. Me dijo que te mudas desde Arizona, ¿no es así?

—Sí, es un rollo. 

—Ya —contestó la rubia, comprobando que Bella no era una chica de muchas palabras—... Vete acostumbrando a que Mike te llame así, es un coñazo.

—Es verdad —rió Angela—. Se pasó un semestre entero llamando a Olivia "Alaska". 

—Acabas acostumbrándote, supongo. Son buenos tíos —habló Olivia mientras veía a Bella asentir—. ¿Podemos ayudarte en algo?

Bella subió la mirada por un instante, estableciendo contacto visual con la joven Cullen por solo unos segundos. Poco después volvió a desviar la mirada, centrándose exclusivamente en su almuerzo vegetariano.

—Pues... aún no he ido a esa clase pero... al parecer necesito compañero de literatura. 

—¿Tienes clase con el señor Berty? —una vez más, Bella asintió— ¡Genial! Somos compañeras, entonces.

—Genial —sonrió Swan, una sonrisa que por primera vez desde que llegó a Forks fue sincera. 

—¿No comes con nosotros? —preguntó Angela cuando vio a Olivia levantarse de la silla. La rubia negó con simpatía y señaló a sus espaldas.

—No me encuentro muy bien, así que creo que voy a irme a casa. Pero nos vemos mañana, ¿vale? 

La chica odiaba tener que mentir. En su familia podía hablar de todo abiertamente y nadie la juzgaría por ello, pero la cosa se complicaba cuando salía de su lujosa casa en los confines del bosque y se acercaba a la civilización en Forks. Evidentemente, Olivia no podía enfermar debido a su condición. Pero tenía que ponerles alguna excusa si quería marcharse del instituto y no provocar sospechas —lo que implicaba que iba a tener que inventarse otro relato antes de llegar a la mesa donde estaban sus hermanos—.

Olivia necesitaba ver a ese chico cuanto antes, y ni siquiera sabía por qué se le iba la vida en ello.

Después de que sus amigos le desearan una pronta mejoría y las chicas prometieran llamarla más tarde, Olivia se dio media vuelta y se dirigió a la mesa en la que normalmente se sentaban los Cullen. La sorpresa, sin embargo, se la llevó cuando todos sus hermanos tenían la mirada sobre ella —excepto Edward. Él seguía con la mirada fija en la mesa de donde ella venía—.

—¿Me habéis pegado algo en la espalda? —fue lo primero que pensó Olivia, procediendo a palparse la camiseta, como comprobando que Emmett no le hubiera pegado un papel en una de sus bromas.

—Es ella, Liv —dijo Alice, y la menor del clan pudo ver cómo le brillaban los ojos a la morena—. La chica de mis visiones. 

—¿Te refieres a Bella?

—La que huele a banquete de acción de gracias —añadió Emmett. Sin embargo, ninguno de sus hermanos le rió las gracias—. Venga, todos habéis pensado lo mismo que yo.

—Es un poco tímida, pero es muy guapa —habló Olivia antes de darle una colleja a Edward. La chica sabía que a su hermano le llegaría el momento de conocer a su alma gemela, pero no esperaba que fuera a suceder en ese mismo momento—. Deberías hablar con ella.

—No es tan sencillo, Olivia. 

La menor de los Cullen guardó silencio por unos segundos mientras analizaba la fúnebre expresión que portaba su hermano. Aunque era consciente de que al moreno le costaba la propia vida el expresar sus sentimientos, no llegaba a comprender cómo se mostraba tan impasible ante la llegada de la pareja que había estado toda la vida esperando. Olivia conocía todas y cada una de las facetas por las que Edward había pasado antes de unirse al clan de Carlisle. Tras las adversidades y las penurias, la joven estaba convencida de que Bella podría aportarle lo que necesitaba para ser feliz.

—¿Eres tonto? No me hagas enfadar, por favor —dijo Olivia, haciendo reír a toda la mesa—. Voy a casa, se me han olvidado las cosas de español. 

—¿Quieres que te lleve? 

—No, no te preocupes —le respondió a Jasper. El rubio rápidamente pareció saber las verdaderas intenciones de su hermana pequeña, por lo que le regaló una sonrisa divertida. por suerte, Edward estaba demasiado sumido en sus pensamientos como para meterse en los de su hermana—. ¡Nos vemos después!


A Olivia le faltó tiempo para escapar de la penetrante mirada dorada de los Cullen y salir de la cafetería con las llaves del Jeep de Emmett en la mano.  La chica tardó mucho menos de lo esperado en llegar a su casa, en más de una ocasión percatándose de que tenía que levantar el pie del acelerador. Olivia culpaba el rápido latido de su corazón a su naturaleza curiosa, pero también a la necesidad que sentía de llegar lo antes posible al claro que frecuentaba con su hermano. No sabía por qué —seguramente prefería no saberlo—, pero tenía la certeza de que si quería ver a Paul, sería allí.

Tras dejar el coche en el camino que daba al hogar familiar, Olivia se puso la chaquetea y emprendió el camino más corto hacia el prado. Mientras atravesaba los árboles y sentía la humedad calarle en los huesos, la rubia comenzó a rebobinar al día anterior. No solo pensó en aquellos ojos oscuros que se le habían tatuado en el alma, sino en la persona que le acompañaba. Entonces, Olivia entendió lo que la imprimación de Paul en ella podía llegar a suponer. Había un tratado de por medio y dos clanes enfrentados.

«¿Qué puede salir mal?»

El prado había sufrido las consecuencias del frío y húmedo invierno de Forks, pero la breve llegada de la primavera hizo que los primeros capullos de las flores se hicieran notar. Caminando con lentitud, Olivia empezó a sentirse estúpida por haber pensado que podría encontrarse a Paul en ese lugar, tal y como ocurría en las películas. Justo cuando la temperatura de sus mejillas estaba a punto de explotar y los nervios parecían que iban a estallarle en el pecho, decidió que marcharse era la mejor alternativa. Pero al dar media vuelta, supo que no era una opción.

—¿Ya te vas? Si acabas de llegar. 


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