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tres

スター
Strange; capítulo tres
«pensamientos enredados antes de una nueva misión»

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La simpleza de ella era algo... interesante y estresante a la misma vez, ya que cualquiera a fuera de su círculo íntimo podría hasta resultarle fingido como actuaba la fémina, o su manera de expresar. Algunos podían percibir esa curiosidad brillar en esos misteriosos ojos blancos, haciendo que se pregunten a sí mismos que es lo que le resultaba curioso para esa chica, si por una sola cosa tan banal sus ojos mostraban curiosidad.

Ni siquiera podían llegar a justificar el comportamiento extraño de la mujer, hasta llegaban a pensar que era una niña en un cuerpo de un adolescente. Pero sus rasgos la hacían ver otra persona, tan fuertes y maduros pero uno ve sus ojos y piensan que es una niña por ese resplandor de intriga al ver cosas banales, o hasta por una conducta normal de otra persona.

Itachi no podía expresar con exactitud que era lo que pensaba de la fémina, a parte de ser interesante y extraña. Aquel manto que la rodeaba solo intensificaba sus inmensas ganas de saber que era lo que la hacía ser tan... ella. La veía caminar con tranquilidad hacia la cueva luego de haber llegado de otra misión, sus ojos blancos se desviaron del suelo para posarse en su rostro y frunció su ceño al notar de nuevo ese brillo en mirada. «¿Qué es lo que le da curiosidad?» Se preguntó el menor para después irse a su habitación con confusión, todo en ella le daba esa sensación ya que no podía leerla, no podía saber que es lo que pensaba al notar ese brillo.

Se sentó en su cama y miró sus manos con detenimiento, las movió con tranquilidad pero suspiró al verlas con sangre. Cerró sus ojos tratando de borrar esa ilusión que su mente provocaba, volvió a abrir sus ocelos oscuros e hizo una mueca al ver sus blancas manos sin ningún rastro de ese líquido carmesí que fue de esa gente que asesinó.

Unos toques en su puerta interrumpió ese hilo de pensamientos que solo torturaban su mente cada vez más y dio permiso a la persona para adentrarse a su habitación. Miró con una mirada neutral a su compañero de equipo y le pidió con la mirada qué era lo que hacía en su recámara.

—Hola, Itachi —saludó el tiburón apoyando su espalda en la puerta.

—Kisame —asintió en modo de saludo, se irguió para buscar su capa y ponérsela.

—El líder nos llama —dijo para después salir de ahí con una pequeña sonrisa, se dio cuenta que el menor se encontraba muy metido en sus pensamientos y creyó que era por la misteriosa mujer de ocelos blancos.

Ambos se dirigieron donde estaba Pain y el menor se sorprendió al ver a Ayanami a unos pasos de él. Ella cruzaba palabras con el líder y éste mantenía su rostro serio mientras asentía levemente a lo que decía la fémina, quien se había ganado un poco el respeto por parte del peli-anaranjado. Éste al ver a los nuevos miembros de la organización se acercó junto con la fémina y habló.

—Kisame, Itachi, les tengo una misión que harán junto con Ayanami —comenzó a decir el de perforaciones, manteniendo esa seriedad en su semblante—. Irán a Takigakure no Sato y deberán ir al Clan Hoshi, deberán extraer unos pergaminos que ayudarán al rendimiento de su compañera a parte que deberán infiltrarse en la oficina del Kage para sacarle unos documentos que servirán en un futuro a Akatsuki, ella sabe cuales son. Parten al amanecer.

«¿Hoshi? ¿No será el clan de Ayanami?» Se preguntó Itachi pero asintió ante la orden del líder. Observó por unos segundos a la mujer, quien había continuado con su charla junto con el mayor, y frunció levemente sus cejas para después irse a su recámara y preparar lo que debía llevar.

Hoshi asintió solemne dando por terminada la conversación que tenía junto con el hombre y se dirigió hacia la habitación que casi nunca usaba, solo para mantener sus cosas ahí y cambiarse. Se miró a sí misma y suspiró con pesadez, sus vendas estaban manchadas por sangre y su capa también; se apresuró a llegar a su destino y se sacó su túnica y la dejó a un lado junto con las vendas que cubrían su intimidad, dejando todo su torso desnudo y las pequeñas y largas cicatrices que marcaron su feliz pasado.

Agarró las vendas de repuesto y comenzó a vendar todo su pecho hasta cubrir gran parte de sus costillas, exponiendo su plano y leve marcado abdomen. Al terminar su trabajo se vio su cuerpo y la ropa que usaba y recordó algo que le hizo sonreír. Se parecía a su madre en cuestión de vestimenta, la cual consentía en las vendas, un pantalón negro que llegaba a la cadera, las habituales sandalias ninjas del mismo color del pantalón y la banda en su cuello.

—¿A qué me parezco a ti, madre? —preguntó al aire luego de inspeccionarse y se colocó una capa nueva. 

El camino iba a ser largo, por lo que buscó más vendas y las guardó en los bolsillos de su pantalón, agarró un par de kunai y las puso en su respectivo lugar y buscó entre sus pocas pertenencias el sombrero de paja. Se preguntó a sí misma que más llevar y agarró dinero, ya que debía comprar un par de cosas para alimentarse cuando pasen por algún puesto de comida.

Se aseguró de tener todo y salió de la cueva para apreciar la linda noche, dentro de varias horas debían partir y lo único que deseaba era que no hayan saqueado nada de las casas que estaban en su clan, si no ella se vengaría junto con la ayuda de las estrellas. Se sentó en su habitual lugar y dejó el sombrero a un costado, alzó su mirada y permitió que los astros le den una gran cantidad de energía que hizo que su ojos blancos brillen en armonía junto con las esferas de plasma. 

La verdad es que Ayanami temía, muy al fondo, que todo lo que estaba haciendo no valiera la pena, que la guía de las estrellas había sido en vano y que las consecuencias llegaran tarde o temprano, tal vez arrebatándole algo que quería o acabando con su propia vida. Era demasiado confuso para ella, porque siempre que lo pensaba terminaba más confusa de lo que ya estaba; las estrellas siempre estaban guiándola al camino que creían correcto pero, ¿si ese camino no lo es? ¿Si todo lo que hizo solo empeoró las cosas que sucederían en futuro? Su mente era una tormenta de preguntas sin respuestas, lastimándola con cada interrogante y haciendo que de alguna manera se canse mentalmente, como si esa energía que le daban los astros no llegara a su mente ni a su corazón.

—¿Ayanami?

Frunció sus labios y le dio un vistazo a su lado izquierdo encontrándose con el sereno rostro de su nuevo compañero temporal, parpadeó varias veces escapando de esa tormenta que residía en su interior y abrió sus labios para soltar suavemente el nombre del chico.

—Itachi.

Lo miró con detenimiento, unas leves ojeras se acentuaban debajo de sus ojos dándole un aspecto cansado al chico, sus ojos de un color casi parecido a una noche oscura sin estrellas estaban opacos, sin aquel brillo que caracterizaban a los niños de su edad. «Tal vez vivió algo demasiado fuerte.» Pensó con cierta curiosidad. Siguió observando el rostro cansado del Uchiha y dirigió sus ocelos blancos en las líneas que se encontraban a un lado de su nariz, dándole un aspecto muy misterioso y atractivo. Arrugó su entrecejo ante esa última descripción, tal vez le afectó el estar tanto tiempo sola.

—¿En qué piensas? —preguntó Itachi curioso al verla medio ida y manteniendo fija su mirada en su rostro.

—En nada —contestó un poco brusca volteando su cara hacia el otro lado, sintiendo como un extraño nerviosismo se apoderaba de su sistema, confundiéndola por completo. «¿Cuándo fue la última vez que me sentí nerviosa?»

—Si tu lo dices —murmuró con seriedad, endureciendo su semblante ante esa brusca respuesta.

—¿No dormirás? —cuestionó Ayanami luego de unos minutos en silencio—. Debemos partir al amanecer y no quiero que tu falta de sueño se interponga en la misión.

—Dormiré en un rato —habló sereno. Por su mente pasó el recuerdo cuando nombraron un clan que tenía el mismo apellido de Ayanami—. Ayanami, ¿eres del Clan Hoshi?

—Sí —asintió con una leve sonrisa.

—¿Qué sucedió para que te vayas del clan? —interrogó con curiosidad. Se sentía como un niño preguntando el porqué las nubes son blancas.

Ayanami soltó un largo suspiro a la vez que rascaba su mejilla con su dedo índice, dudando en responder.

—Mis padres junto con mi clan fallecieron, dejándome como la única sobreviviente, por lo que ya no tenía nada que hacer ahí.



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