treinta y uno
スター
Strange; capítulo treinta y uno
«una estrella incompleta»
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Más de ocho meses de un basto entrenamiento, perfeccionando aquellas técnicas que debía usar si es que quería cumplir con aquel plan que tenía en su mente, aquel plan que decidiría que rumbo tomar y que precipicio esperar. Más de ocho meses en donde su mente maquinaba cada minuto, alejando pensamientos vulnerables que querían entrar a su psique para atormentarla, querer susurrarle que no podría lograrlo porque era alguien débil, y tomando aquellas reflexiones que solo aumentarían su manera de expresar y ver la vida. Más de ocho meses que sus brazos se volvieron livianos y su mente rápida, que sus ojos ya no transmitían aquel brillo curioso por lo que veía a su alrededor.
Ella ya no podía sentir curiosidad si sabía que todo terminaría, que sus pecados arrasarían su alma con vehemencia cuando aquel precipicio aparezca al frente de ella.
Suspiró bajando su mirada a sus pies, encontrando el cuerpo inerte de aquel inocente muchacho de hebras rojizas y se agachó para detallarlo aún más, solo era un niño. Lo alzó entre sus brazos con sus ojos blancos sin brillo y notó como su pareja le dedicó una última mirada para después desaparecer junto con Kisame.
Cerró sus ojos por unos segundos, pensando el las cosas que estaba haciendo mal en esos precisos momentos y abrió ligeramente sus párpados para ver el rostro tranquilo de Gaara, sintiéndose terriblemente mal al ser una de sus asesinas aún cuando sabía que su estrella aún no estaba completa.
—Lo siento —murmuró viéndolo y llamando la atención del par de artistas.
—¿Qué lamentas, Maestra Ayanami? —le interrogó el rubio mirándola de reojo, encontrándose con los ojos blanquecinos de ella mirarlo fijamente con una seriedad casi fría.
—De arrebatarle la vida a una estrella incompleta —exclamó frunciendo su ceño y soplando el rostro del menor, logrando que las hebras rojas de él se despejen de su frente—. No lo entenderías, Deidara.
—Y no es como si quisiera hacerlo, la verdad.
Se quedó inmersa en sus pensamientos, sin ser consciente de la corta charla que entablaron los dos varones pero volvió en sí cuando escuchó un gran estruendo y luego observó un grupo de shinobis, encontrándose con una mirada azulada clavarse en la persona que tenía entre sus brazos.
—Entonces, me pregunto cuál de ellos es el jichuuriki —murmuró Deidara obteniendo que Naruto se ponga furioso.
Ayanami tragó saliva al observar como los rasgos de aquel chico de cabellera rubia se volvían salvajes y sus ojos cambiaban a un color rojizo, se sintió culpable por ser una de las causantes del estado del hijo de Kushina y Minato y una solitaria lágrima recorrió su mejilla izquierda, impactando en la mano de Gaara y que un punto brilloso apareciera en aquel sitio en donde aterrizó la gota de agua.
—¡Malditos bastardos! ¡Están muertos!
«Me lo merezco.» Pensó la Hoshi acomodando el cuerpo del menor para que se le sea más fácil realizar alguna maniobra sin el temor a que Gaara se le caiga, «pero aún la estrella debe cuidar a una persona especial.».
—¡Gaara! ¡¿Cómo puedes estar dormido en un momento como éste?! —exclamó Naruto haciendo que los ocelos blancos que portaba Ayanami se cierren con lástima—. ¡Levanta! ¡Gaara! ¡Hey, Gaara, ¿estás escuchando?! ¡Déjalo ya, Ayanami!
—¡Suficiente, Naruto!
«Perdónenme, Kushina y Minato, soy la culpable del dolor de su hijo.» Se dijo a sí misma, silenciando a su alrededor para no seguir escuchando los exclamos llenos de dolor que soltaba Naruto y menos las provocaciones que decía Deidara, que parecía estar divirtiéndose con el dolor ajeno. Pareciera que todo iba tan rápido que ni siquiera se dio cuenta cuando ya estaba arriba de una ave de arcilla creada por el de las explosiones, ella solo quería que todo se acabase de una vez por todas, pero veía el cuerpo inerte de Gaara y solo le hacía ver que no iba a poder suceder aquello que tanto deseaba. Ayanami suspiró cuando el artista los sacó de aquella cueva y ambos estaban viendo al pequeño rubio y al peli-plateado.
Negó apretando con más fuerza el cuerpo del chico, quería hacer algo bien pero eso implicaría problemas. Miró de reojo a su compañero de hebras rubias y cerró sus ojos desapareciendo en pequeñas partículas blancas junto con el cuerpo inerte de Gaara, haciendo que ambos rubios se sorprendieran por su acto. Ayanami tragó con fuerza sacando el kunai de su clan del árbol, el cual anteriormente había clavado aquella arma por si requeriría escapar, y comenzó a correr hacia una zona en la que estaría a salvo y dejando algunos rombos blancos en el suelo, esperando que encuentren el camino al cuerpo del pelirrojo.
—Lo siento, Gaara —pidió disculpas la mujer aumentando la velocidad—. Pero todo se solucionará, no dejaré que tu estrella se quede incompleta, niño.
Llegó a un prado y dejó el cuerpo en el centro, tragó saliva arrodillándose a un lado de Gaara y suspiró relajando sus músculos, sería la primera vez que haría algo como aquello y necesitaba estar centrada, aunque el que sea de día solo implicaba las cosas.
Realizó los sellos que se había memorizado hace tan solo unos cinco meses atrás y rebuscó entre las estrellas que se encontraba en el espacio la de él, le llevó más de quince minutas lograrlo pero ahí estaba Gaara, conversando con los padres de Naruto y sonrió acercándose a las personas, teniendo la mirada de varia gente en su anatomía.
—¿Interrumpo? —interrumpió con una sonrisa ligera hacia ellos, recibiendo miradas sorprendidas por parte de la pareja y el pelirrojo.
—¡Ayanami! —exclamó la pelirroja saltando sobre la fémina de ojos blancos haciendo sonreír a la menor, la cual la abrazó con fuerza—. ¿Cómo es que estás aquí? ¿Moriste?
—Vengo por Gaara —informó haciéndolo retroceder, ella había sido una de las personas que lo mató.
—¿Para qué? ¿Para volver a matarme? —espetó con brusquedad el pelirrojo.
—No, para que vuelvas a vivir y ser feliz junto con los tuyos —Ayanami contestó viendo a una mujer acercarse con felicidad—. Quiero enmendar mi error trayéndote a la vida. Pero primero creo que quieres conocer a tu madre.
—¿Mi madre?
Ayanami vio como la mujer rubia abrazaba con fuerza al chico mientras soltaba un bombardeo de preguntas y besos en el rostro de él. La fémina desvió la mirada, un poco abrumada por el basto amor que tenía aquella mujer con el menor pero solo sonrió ligeramente al escuchar como Gaara lloraba de la emoción.
Al menos hizo algo bien.
Miró a los padres de Naruto e hizo una reverencia disculpándose, logrando que ellos la vieran con una sonrisa.
—No te disculpes, Ayanami, él tiene que entender que en esta vida siempre habrá dolor —le dijo Minato poniendo una mano en el hombro de ella.
—Disculpa —la mujer de hebras azabaches se volteó para ver al pelirrojo que sonreía aún con sus ojos brillosos—. Creo que ya es momento de irnos.
—Pronto nos volveremos a ver, hijo, pero por los mientras mantente vivo —exclamó Karura abrazando por última vez a su hija y Ayanami se despidió con un asentimiento de cabeza.
—Elemento Estrella; Jutsu prohíbido del Clan Hoshi, Jutsu Comienzo del Río Estelar —soltó Ayanami poniendo una mano en el hombro de Gaara y una luz blanquecina cegó el lugar.
La Hoshi abrió sus ojos, descubriendo que un manto del mismo color de sus ojos envolvían sus cuerpos y puso sus dos manos en el pecho del varón, suspiró y dejó que la energía estelar que tenía de la estrella de él se incrustara en esa parte y llegue a esa estrella vacía del muchacho, rellenándola hasta quedar en el mismo punto en el que estaba antes de ser secuestrado. Ayanami sintió muchas punzadas atravesar su cuerpo al estar usando también un poco de la energía que le proporcionaba las estrellas y cerró sus ojos gruñendo por los dolores.
—Vamos, Gaara, despierta —exclamó con fuerza la chica, teniendo varias miradas de sorpresa a unos metros de ella—. ¡Vamos, Gaara!
Apretó más su mano contra el pecho y una onda de chakra blanco se expandió por todo el sitio, dejando una brisca fresca en el aire. Ayanami soltó un gruñido notando que pequeños rombos salían de su cuerpo y se incrustaban en el pecho de Gaara, poniendo energía de la estrella que habitaba en ella.
—¿Dónde... estoy?
Alejó sus manos cansada y miró al pelirrojo, encontrándose con una mirada turquesa claro que la miraba con un ligero brillo en sus ojos. La de ocelos blancos solo le sonrió ligeramente parándose de manera tambaleada y un cuervo aterrizó en su hombro, mirándola con preocupación que solo la hizo sentir mareada.
—Gracias...
—Ayanami, Hoshi Ayanami —respondió la mujer mirándolo de reojo y desapareció en pequeñas partículas blancas junto con el cuervo no sin antes escuchar un grito de felicidad.
Itachi la recibió en aquel claro que había usado para empezar a practicar el proceso para tener el poder de su estrella y ella ni siquiera alcanzó a dar un paso hacia él cuando ya se había desplomado en el suelo, preocupándolo.
Tal vez el usar demasiada energía de ambas estrellas y chakra había sido el detonante a que algo dentro de ella apareciera nuevamente.
Al menos, había sido capaz de traer a la vida al pequeño pelirrojo y hacer feliz a Naruto.
Una buena acción para su consciencia.
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