treinta y seis
スター
Strange; capítulo treinta y seis
«propuesta»
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¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste?
Su corazón no permitió el dolor y su alma se ahogó.
La seguridad reinaba de a segundos a su sistema, amplificando aquel sentimiento pero que se reducía cada vez aún más al notar la mirada curiosa del varón clavarse en su rostro blanquecino. Los repiqueteos de su corazón aumentaba de manera imprevista y rápida, logrando sentir sus latidos justo al lado de su oído, aturdiéndola por instantes. El miedo también exploraba su anatomía como si fuera una serpiente deslizándose sobre la yerba en busca de una presa a cual atacar, y ella se sentía la presa en esos momentos, buscando por todos lados una vía de escape para no terminar en la boca del animal.
Suspiró relajando sus hombros aún sintiendo la mirada oscura de su pareja recorrer todo su rastro en busca de algún indicio que lo lleve a una premisa, aunque los ojos blancos de ella que se encontraban mirándolo de manera inexpresiva no ayudaba en nada para llegar a una conclusión.
El aire recorría sus cuerpos sin temor a ser atrapado aunque la que se sentía atrapada era la mayor, aquella mujer de hebras oscuras como la noche y ojos como estrellas se encontraba atrapada en ese preciso momento por sus sentimientos, todos apuntándola con un arma y llevándola al borde del abismo, esperando que pronuncie algo si es que no quería ser víctima de la oscuridad.
—A veces el tiempo es el mayor enemigo del ser humano y éste debe aceptarlo sin poner peros, solo disfrutar del tiempo dado —soltó.
Itachi la observó analizando las palabras dichas por su pareja, algo desconcertado por el tema en que estaba hablando la mujer. Ladeó su cabeza achinando sus ojos, buscando alguna señal en los ojos de la de ocelos blancos pero terminó asintiendo, concordando con lo dicho. Ayanami tomó una bocanada de aire, pensando en qué diría en los próximos minutos de esa tortura mental que tenía adentro suyo.
La inquietud se apoderó de nuevo y sus manos comenzaron a temblar levemente, haciendo que la mayor tuviera que esconderlas dentro de su pantalón para aparentar que estaba bien, aunque solo hizo aumentar el nerviosismo al sentir la textura del anillo que era el dueño de sus pensamientos. Se mordió el labio, indecisa. Estaba segura del amor que sentía por Itachi, de eso no había duda, pero lo que no sabía es si él estaría feliz de la posible unión que quería realizar ella.
Sus pensamientos jugaron en contra, poniéndola al frente de un enorme cartel que decía "No te ama" y quiso tener algo para desquitarse por las jugadas malditas que creaba su mente para hacerle perder la cabeza.
¿Por qué lo hiciste?
Está llorando buscando ciegamente las partes de su alma, tropezando con trozos rotos de su corazón.
—¿Sabes? Siempre veía a mis padres felices, sin importarles que en cualquier momentos algunos de los dos moriría —dijo la mujer sacando una de las manos de su bolsillo y acercarla a la mejilla del hombre, acariciándola con cariño y nerviosismo—. Se amaban, se respetaban, entrenaban juntos, los dos siempre buscaban hacer el bien al clan y nunca los vi discutir. Es más, siempre jugaban entre ellos o se golpeaban en los brazos cuando alguno de los escuchaba momentos vergonzosos del otro.
Itachi frunció el ceño, buscando a dónde quería ir Ayanami con todo aquello ya que no le encontraba lógica hablar de repente de ese tema. La Hoshi aplanó sus labios al ver la confusión en la mirada del menor, sabiendo que él no sabía a qué se refería. La mujer se preguntaba mentalmente si lo que quería hacer era lo correcto, el sentimiento de ser rechazada estaba ahí latente, oculta debajo del golpeteo de su corazón buscando el momento para aparecer y destrozar aquel órgano que tanto dolor puede traer a la mujer.
—Yo lo he pensado mucho, demasiado, en serio —habló Ayanami apretando con firmeza el objeto que tenía apresado en su mano derecha—. Y me encantaría que nosotros tuviéramos la misma felicidad que tenían mis padres.
—¿A qué te refieres?
—¿Quieres casarte conmigo?
De su bolsillo sacó su mano, mostrándole aquel anillo de oro blanco que brillaba ligeramente, como si sintiera que aquel momento era para brillar. Ayanami tragó saliva, expectante a la reacción de su pareja, quien veía fijamente el anillo que le estaba tendiendo y a su mano firme, a pesar de que el nerviosismo florecía dentro suyo con rapidez. Itachi la miró y la miró, la miró hasta que notó como la mujer bajaba su mano con una lentitud horrible y suspiró bajando su mirada a la vez que apretaba sus puños.
¿Por qué? ¿Por qué ese afán de hacerle sentir hasta el más profundo dolor?
Sus manos están cortadas y aún así busca desesperadamente reparar su alma y corazón.
—Yo... de verdad quisiera que fueras mi prometido, es como si algo en mí brillara al imaginar eso —murmuró con una sonrisa apenada, tocando con suavidad su propio corazón que latía erráticamente.
Observó sus pies, sin saber que pronunciar o decir hacia su pareja, sin poder creer que ella le estaba proponiendo matrimonio y exhaló levantando su mirada para verla, encontrándose con unos ojos blancos que brillaban inocentemente y la sonrisa apenada que tanto amaba de ella.
—¿Qué dices, Itachi? ¿Quieres casarte conmigo? —volvió a preguntar, nerviosa por el silencio del varón.
—Lo siento.
Las manos de Ayanami temblaron bruscamente y las terminó bajando sintiendo un nudo en su garganta, frunció levemente su ceño con sus labios temblando y parpadeó rápidamente sin poder salir del estupor en que se encontraba. ¿El había dicho... "lo siento"? Su mente pronto se apagó hasta dejar una pequeña mariposa dorada, esa mariposa de esperanza porque sus demás sentimientos habían desaparecido para alojarse a su nervioso corazón.
Vida, ¿esa era tu jugada? ¿Hacer que sufra aún más? ¿No te bastó con ver como su vida se oscurecía más y más?
—¿Q-Qué? —su voz tembló, mirándolo con sus ojos blancos cristalizados y su acompañante apartó su mirada, sin querer ver lo destrozada que estaba ella—. ¿A qué te refieres con eso?
—Lo siento, pero no —murmuró lo suficiente fuerte para que ella escuchara y vio de reojo como una solitaria lágrima bajaba con lentitud por la mejilla izquierda de la mujer para después ver una sonrisa triste teñir su rostro blanquecino—. No me quiero casar contigo.
—O-Oh.
Ayanami retrocedió bajando su mirada, dejando caer esas calientes lágrimas que no pudo retener y soltó una risa ligera que aparentaba mostrar que estaba bien pero que terminó siendo sollozos, logrando que el Uchiha apretara sus puños y la mirara por breves segundos para desaparecer en una ola de cuervos. La Hoshi se abrazó a sí misma dejando aquel anillo que era de su madre en el centro de su pecho, sin saber como parar el dolor que estaba recorriendo con espinas todo su ser a la vez que lo despedazaba.
¿Por qué? ¿Qué te hizo para merecer tal rechazo?
Grita internamente al clavarse las partes rotas en sus manos y pies, deambula entre la oscuridad que se formó dentro suyo en busca de esa luz que le fue arrebatada después de ese rechazo.
¿Por qué? ¿Fue a propósito o qué...?
Llora por no saber que hacer y llora por no pensar en esa opción, de ese rechazo.
Y la pequeña mariposa dorada, desapareció.
¿Por qué? ¿Por qué...?
Poema usado en el capítulo es mío, y se llama: ¿Por qué?
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