doce
スター
Strange; capítulo doce
«una promesa a Shisui»
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La mente de Ayanami estaba trabajando demasiado y eso lograba que un ligero dolor punzante aparezca en su cabeza, palpitando en varias zonas de forma constante e intensificando el dolor. La mujer tenía su cuerpo apoyado en el fresco piso, haciendo que su anatomía tomase esa frialdad y la llevase a cada átomo de su piel para que se relajen. Había terminado su entrenamiento matutino de la madrugada, luego de que un chico con su rostro tapado viniese por parte de Orochimaru y le cure la costilla rota, y su mente estaba en otra parte buscando respuestas, contestando preguntas y queriendo responder otras; y todo por algo que les hizo entender las estrellas.
La estrella que vivía en su interior estaba absorbiendo demasiada energía, y que si seguía así se le estimaba que viviría solo un mes.
Iba a morir en un mes, solo por lo poderosa que sería su estrella. Suspiró apretando con fuerza sus párpados para después abrirlos y mirar las estrellas que vivían en el nocturno cielo. Su cuerpo fue envuelto por aquel característico cálido manto de lo astros, los cuales le dieron una gran cantidad energía y un suspiro de alivio brotó de los labios de la adolescente. Pero sintió algo diferente, una energía distinta a la de las estrellas de su clan.
—¿Quién me dió su energía? —preguntó en un susurro.
No era muy común que estrellas ajenas le diesen demasiada energía, solo las de su clan, y que una le haya dado una muy poderosa la hacía sentir agradecida. Escuchó un bufido divertido a su lado derecho y giró su rostro hacia donde vino tal sonido, encontrándose a un joven pelinegro de grandes ojos negros y que tenía una leve sonrisa en su rostro.
—Es un gusto verte, Ayanami —saludó el espectro que tenía energía de estrella.
—¿Shisui, no? —dudosa cuestionó, obteniendo un asentimiento de su acompañante—. ¿Qué haces aquí, Shisui?
—Preguntaste algo y yo vine a responderte —se encogió de hombros el Uchiha y Ayanami sonrió ligeramente—. Yo fui quien te dio esa energía.
—Muchas gracias, Shisui —se enderezó e hizo una reverencia con su cabeza, agradeciendo el amable gesto que hizo el joven amigo de Itachi—. ¿Por qué lo hiciste? Tengo entendido que estrellas ajenas a mi clan no daban su energía a la líder de éste.
—La madre de Itachi se comunicó con tus padres, y éstos le dijeron sobre tu estado, y Mikoto me pidió que te diera un poco de mi energía porque, según ella, tu debías seguir con vida para cumplir la promesa —dijo con un sonrisa el chico soltando un suspiro al final—. Estás demasiado mal, Ayanami.
—Lo sé, pero es algo que pasaría —hizo una mueca la chica tocando el pecho del chico y éste se sorprendió al sentir una calidez pasar por su cuerpo, además de que no vio que el dedo índice de la muchacha traspase su cuerpo transparente como creía que pasaría—. Tu estrella no estaba completa cuando falleciste, Shisui.
—¿No? No sé mucho sobre tu clan así que no sabría que decirte al respecto —la miró con ojos apenados y Ayanami solo alejó su dígito mientras cerraba sus ojos con fuerza—. ¿Qué sucede?
—Tu estrella es demasiado poderosa y me llegó a abrumar, por más que no esté completa es poderosa como su portador —soltó abriendo sus ojos blancos—. Además de que es demasiado parecida a la de Itachi.
—Hablando de él, ¿qué te traes con él? —preguntó firme.
Por más que le caía bien la chica, no sabía del todo sus intenciones para estar tan cerca de su mejor amigo y quería cuidarlo, por más que ya no esté en tierra.
—No lo sé —dijo sincera la mujer haciendo que el Uchiha frunciera su ceño desconcertado, no se esperaba tal respuesta—. Es demasiado confuso todo esto.
—¿Por qué?
Shisui la observó fijamente, detalló todos sus rasgos y no encontró nada que le diera alguna pista de lo que le sucedía, a parte del defecto de la tradición. Era un lienzo casi en blanco. Se sentó en forma de indio y ladeó su cabeza esperando que diga algo la adolescente que era dos años menor que él.
—He vivido ocho años sola, por más que esté en Akatsuki aún me siento sola, y no sé muchas cosas con respecto a las emociones o situaciones mundanas que suceden entre dos personas. Solo me es demasiado nuevo todo lo que estoy viviendo en el último mes. Pero te aseguro que mis intenciones con tu amigo son buenas.
—Eso es algo que me gustó escuchar —sonrió cerrando uno de sus ojos el varón, logrando que una comisura se elevase por parte de la Hoshi—. Y me gustaría que cuidases a Itachi, aunque el sea fuerte necesita a alguien que lo cuide porque quedó algo afectado con respecto a la matanza del clan.
—Le prometí a Mikoto que cuidaría a su hijo, y eso lo haré, Shisui —asintió decida la mujer mirando al amigo de Itachi, aunque un sentimiento de tristeza la embriagó al ver unas pequeñas partículas desprenderse del cuerpo transparente del Uchiha.
—Oh. Parece que el cielo nocturno me llama —rio en voz baja parándose y estirando su cuerpo. Ayanami hizo una mueca y se paró para poder despedirse del joven—. Nos veremos pronto, Ayanami.
—Shisui —lo paró antes de que éste desapareciera. El chico conocido como el Cuerpo Parpadeante la observó confundido ante la acción que hizo la chica—. ¿Si yo encontrara la forma de regresarte a la vida, tú que dirías?
Estaba tanteando un terreno peligroso ante esa pregunta pero valía la pena. Ella al haber notado que la estrella del chico estaba incompleta había hecho que un poderoso sentimiento de querer hacer justicia la invadiese; si ella lograba volverlo a la vida él podría completar su estrella y también poder pasar una larga vida junto con su amigo.
—¿En serio podrías hacerlo? —la cuestionó impresionado el varón.
—Las estrellas serán testigos de mi estelar promesa; yo, Hoshi Ayanami, te prometo a ti, Uchiha Shisui, que encontraré la forma de regresarte a la vida —una estrella, como el símbolo de su clan, apareció en el hombro de la mujer y en el del chico, como registro de la promesa—. Cuando la veas desaparecer es porque cumplí mi promesa.
—Tu... —balbuceó señalándola y una lágrima recorrió su mejilla mientras que una sonrisa aparecía en su rostro—. Muchas gracias.
Y desapareció en el aire pero su presencia estaba en ese nocturno cielo, a la espera de que la líder del Clan Hoshi cumpliera esa promesa. Ayanami sonrió bajando su mirada y nunca estuvo más decidida en cumplir su segundo juramento; porque el primero era el cuidar de Itachi.
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