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diez

スター
Strange; capítulo diez
«aniversario de la muerte del Clan Hoshi y una charla con los astros»

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La vida y el destino, tan jodidos a la vez. ¿Quién podría creer que esa dupla podría ser tan amable a veces y otras una jodida mierda? Ayanami creía que si el destino te jugaba esa misteriosa carta que definiría el rumbo de tu camino sería el comienzo de un largo juego sin fin, uno del cual no sabías si terminarías ganando o perdiendo; la leve esperanza de conseguir la primera permanecía aún en ella luego de haber tomado esa carta con una sonrisa, aunque ahora se sentía confusa ante la reacción que ella tomó al ver ese juego propuesto por la vida y acatado por el destino.

—¿Madre? ¿Padre? 

Había dicho ella preocupada al no ver a sus progenitores en casa, además de que se encontraba un poco temerosa al ver a su clan en los patios acostados sin moverse y sin respirar. «¿Y si tal vez están jugando a quién aguanta la respiración y sin moverse de su lugar?» Pensaba con inocencia la niña de siete años parándose en seco al notar un cuerpo inmóvil frente suyo, era uno de los Sabios del clan y parpadeó confundida ante el nulo gesto que hizo el señor al haberlo tocado en la mejilla, esperando que despierte.

—¿Sabio? ¿Está bien? —lo movió un poco y sus labios temblaron pensando lo peor. Se arrodilló y llevó su oreja al pecho del hombre, unas lágrimas se acumularon en sus ojos blancos al no escuchar ningún ruido provenir del corazón del Sabio—. ¿Usted ya se fue hacia las estrellas, Sabio?

Tocó con su dedo índice el pecho del viejo y no sintió nada, la estrella que residía en el cuerpo del Sabio ya no estaba. Se sacó sus lágrimas que estaban a punto de escapar y sonrió levemente cerrando los ojos azules del señor, alzó su mirada y sacudió su mano hacia la noche estrellada, creyendo que el Sabio la vería desde allá.

—Espero que esté bien allá arriba, Sabio —murmuró con alegría la niña parándose y sacudiendo su vestido azul al notarlo sucio—. Ahora a buscar a mamá y a papá, se pondrán contentos que el Sabio ya cumplió con su camino y que ahora será un linda estrella.

Caminó rápidamente hacia el pequeño prado que estaba ubicado al final del distrito y sonrió alegremente al ver a sus padres apoyados en un tronco con una sonrisa en sus rostros. Corrió sin querer tropezarse con los pequeños pozos que habían en el suelo y levantó sus manos eufórica, esperando para contarle a sus padres sobre el Sabio.

—¡Mamá! ¡Papá! —se dejó caer sobre ellos soltando una leve risa, pero que se desvaneció en el aire al no sentir la dulce voz de su madre en su oído o las fuertes manos de su padre sacarla encima de ellos y sentarla correctamente. Ladeó su cabeza confundida sentándose al frente de ellos y tocar con delicadeza las manos entrelazada de la pareja de esposos—. ¿Mamá? ¿Papá? ¿Ustedes también están jugando a lo mismo que están jugando el resto del clan? ¡¿Me puedo unir?!

Esperó unos minutos sin recibir respuesta alguna y tocó inconscientemente con sus dedos índice los pechos de ellos, sin sentir esa linda estrella que ellos tenían. Una temblorosa sonrisa apareció en la cara de Ayanami sintiendo arder sus ojos, exhaló profundamente y los abrazó por una última vez.

—Espero que estén bien allá arriba, padres —exclamó con una sonrisa ligera cerrándoles sus hermosos ojos y se permitió derramar una lágrima que sacó con delicadeza, la observó con tristeza y suspiró—. Con esta lágrima derramada por Hoshi Ayanami, yo permito que las estrellas de mis padres brillen con fuerza en esta linda noche.

La gota de agua salada se elevó con rapidez hacia el cielo y dos estrellas brillaron con demasiada fuerza, logrando que una sonrisa pequeña se formara en el rostro de la nueva líder del Clan Hoshi. No faltó mucho para entender que todo su clan había fallecido en esa hermosa noche, ya no podía sentir ninguna estrella de ellos pero se aseguró que todas éstas brillen con demasía en el cielo oscuro.

Ayanami sonrió débilmente mientras se acariciaba su pecho, buscando que un pequeño calor se formara en el lugar de su corazón para no sentirse sola en esa noche que había marcado una gran parte de su niñez. Tragó saliva arrodillándose en el suelo y apoyó sus dos manos en el suelo para luego derramar varias lágrimas que cayeron en su piel.

—Con estas lágrimas derramadas por Hoshi Ayanami, yo permito que las estrellas de mi clan brillen con fuerza en esta especial noche —habló con suavidad alzando su triste mirada hacia el cielo nocturno, vio como las estrellas brillaban con esa increíble fuerza que las caracterizaba y de nuevo varias lágrimas recorrieron sus mejillas—. ¿Ocho años ya, no? 

Sintió una leve caricia en su mejilla y un sollozo salió de sus labios al creer que esa caricia le había dado su madre. Había retenido tanto tiempo sus sentimientos por esos largos ocho años que ahora con la edad de quince ya no podía lograr controlarlos por todo el caos mental que tenía en esos momentos. Su psique se rompió de tal forma que ahora ya no sabía como poder reparar ese daño que cometieron sus memorias, el defecto de la tradición y tal vez... alguien.

Ella, a lo largo de esos ocho años en lo que no tuvo a alguien para apoyarse, no se demostró vulnerable si no que fuerte y poderosa; pero todo se fue a la mierda desde la llegada del Uchiha, era como si él hubiese logrado entrar sin esfuerzo alguno a esa cúpula que rodeaba su mente, corrompiéndola hasta el punto de que su control emocional se vaya a la borda. ¿A caso, él sería otra carta que le está entregando el destino?

El golpeteo errático de su corazón fue lo primero que percibió luego de haber salido de sus pensamientos, se acarició esa zona mientras se sentaba y bajó su mirada hacia su regazo, sin poder creer que ya haya pasado ocho años desde su clan y familia ya no se encontraba a su lado. Pero, lo aceptó. Aceptó desde antes de que la tradición apareciera de que ellos en cualquier momento se irían de su lado y ahora debía recordar eso para seguir su camino con serenidad.

La mujer se acostó en el suelo cerrando sus ojos, descansado su vista y su mente. Pero también dándole la oportunidad del sujeto, que se encontraba viéndola, que aparezca y le pregunte el porqué de su acción. Su ceño se frunció abrumada, la energía de la estrella de Itachi era abrumadora al tener semejante poder en su interior. ¿Él... tiene tanto en su cuerpo como para poder hacer su estrella tan poderosa?

—Itachi, sé que estás ahí —pronunció en voz alta sin abrir sus ojos y escuchando los pasos del menor acercarse hacia ella.

El Uchiha se sentó a un costado de ella con un aura tranquila, la miró de reojo y no pudo evitar hacer una mueca; ya estaba informado sobre el pasado del clan de la chica y una parte de él le advertía que, si ella se enteraba de lo que hizo, Ayanami se alejaría de él.

—No deberías creer que me alejaré de ti al saber lo que hiciste con tu clan.

Itachi abrió levemente sus ojos impactado ante las palabras sinceras de la chica y giró su rostro mirándola sorprendido.

—Después de todo, tu lo hiciste por una buena razón.

—¿Cómo sabes eso? —la interrogó frunciendo su ceño.

—Las estrellas. Algunas de ellas son de tu familia, y ellos me contaron lo que sucedió —relató con simpleza abriendo uno de sus ojos para mirarlo con fijeza—. Uchiha Shisui me dijo que pronto todo se arreglaría y que la paz que ustedes dos luchaban llegaría.

Los ocelos oscuros del prodigio se cristalizaron ante lo dicho por Ayanami y se acercó aún más a ésta deseando escuchar más palabras de su mejor amigo. Intentó pedirle en voz alta pero solo salían balbuceos ante su estado.

—Tiene una muy hermosa estrella, hasta es parecida a la tuya —dijo con un brillo en sus orbes blancos la Hoshi y suspiró tranquila volviendo su vista a las estrellas—. Y ahora me dice que necesitas entrenar para poder superarme, que te encuentra algo flojo —aquello logró que una risa salga de los labios del Uchiha, el cual confiaba en la capacidad de leer lo que le decían las estrellas y en especial la de su tan querido amigo—. ¿Quieres decirle algo? También tus padres se comunicaron conmigo.

—¿En serio? —preguntó con una genuina emoción el adolescente y Ayanami asintió con una comisura elevada.

La líder del Clan Hoshi tocó el pecho del menor logrando que éste pueda escuchar la voz de su amigo y la de sus padres en su mente, hasta creyó verlos frente a él con una gran sonrisa en su rostro. Comenzó a pedirles disculpas por todo lo que hizo, que se alegraba de verlos felices allá arriba y demasiadas cosas que habían hecho entristecer a la portadora del Kekkei Genkai de la Estrella; ella desearía poder escuchar a sus padres sin embargo su poder no servía en ellos y en nadie de su clan, solo los podía comprender pero nunca escuchar. Observó al chico Uchiha, quien se secaba las lágrima con una sonrisa y le agradecía en voz baja a la Hoshi por lo que hizo.

—No es nada, todos merecemos hablar con nuestra familia, por más que se deba usar unos extraños métodos para lograrlo —soltó con suavidad la chica retirando su dedo del pecho del prodigio y agarró con delicadeza los dedos de Itachi, los cuales tenía rastros de lágrimas de él—. ¿Deseas hacer que esta noche la estrella de tu amigo y de tus padres brillen aun más?

—¿Puedes hacerlo? —cuestionó con un brillo en sus ojos que dejó cegada a la mayor, ésta asintió tontamente.

—Con estas lágrimas derramadas por Uchiha Itachi, yo permito que las estrellas de Uchiha Shisui, Uchiha Fugaku y Uchiha Mikoto brillen con fuerza esta noche —exclamó con fuerza logrando que las gotas saladas que se encontraban en los dígitos del menor se eleve hacia el cielo y desaparezca en el aire, pero haciendo que las estrellas de la familia de Itachi resplandecieran un montón, llegando a opacar a las demás.

Itachi junto con Ayanami vieron los astros con una leve sonrisa en sus rostros y ojos brillando, apreciando cada momento en que esas hileras de puntos blancos sigan resplandeciendo por el resto de la noche. La mayor lo miró de reojo y cerró sus ojos sonriendo al verlo dormir tranquilamente, tal vez ya no aguantó el sueño. Se sacó su capa para tapar al menor y suspiró mirando el cielo nocturno, su comisura se elevó mientras que un leve sonrojo se esparcía por sus mejillas al escuchar algo que la hizo sentir nerviosa.

—Te prometo que cuidaré a tu hijo, Mikoto.


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