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diecinueve

スター
Strange; capítulo diecinueve
«Kushina y Minato»

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La noche llegó sin más dilación, dejando a la vista las incontables estrellas que resplandecían en aquel nocturno cielo, reinando junto con la Luna. Unas cuantas nubes se dejaron ver aclamando un poco la atención de la noche y, ante la falta de atención de ésta, dejó que aquella tristeza se presentara y lo demuestre con las infinitas gotas de agua dulce. Ayanami alzó su vista aperlada al sentir las lágrimas de las nubes y las acompañó con su dolor, aquel nefasto dolor que sentía pasar por cada centímetro de su cuerpo dejándola sola en medio de ese caótico mar de sufrimiento. 

A su lado se encontraba Shisui mirándola expectantemente a la misma vez que le daba de su energía, esperando que de esa manera todo el dolor que se encontraba sintiendo desaparezca y pueda seguir con su camino; no lo estaba logrando. Cada vez que observaba sus facciones le hacían recordar aquel momento en que se suicidó y en el que vio la dolorosa expresión que puso Itachi al verlo saltar. Apartó su mirada de la adolescente y suspiró bajando su rostro sin saber que más hacer.

Ayanami sentía aquellas frías gotas acariciar su piel como si fuera una caricia para calmar su dolor, cerró sus ojos reteniendo sus lágrimas y soltó una exhalación al percibir como una ola de calma y cálida cubría su anatomía con delicadeza. Ladeó su cabeza hacia un costado dejándose llevar por aquel sentimiento y una leve sonrisa tironeó en sus labios ante eso.

El Uchiha que la estaba acompañando, desde que la primera estrella apareció en el cielo, miró a la mujer con sorpresa, todo su cuerpo estaba siendo rodeado por una bruma blanca y brillante pero tenía una forma de brazos. Entrecerró sus ojos queriendo buscarle otra forma y soltó un jadeo al notar a dos personas abrazando con delicadeza a la Hoshi, quién seguía sonriendo levemente. 

Una de las personas que estaba abrazando a la menor comenzó a acariciar las hebras azuladas de ella, atrayéndola a esa calma que necesitaba; mientras que la otra la atraía a su pecho con un sentimiento paternal. Ambas cabelleras rubias y pelirrojas sonrieron al escuchar un agradecimiento salir de Ayanami y siguieron con su labor de traerle tranquilidad.

—Kushina, ¿ésta era la niña de que me hablabas? —preguntó el rubio en voz baja mientras observaba a su esposa, ella asintió sonriendo.

—Así es 'dattebane —dijo la pelirroja acariciando la tersa piel de la menor—. Es muy fuerte, Minato.

—Me di cuenta —susurró abrazándola.

Shisui carraspeó dejando notar su presencia y la pelirroja lo saludó con su mano, alegre. El Uchiha se la quedó viendo para después posar sus ojos negros en los del Cuarto Hokage, hizo una reverencia mostrando su respeto y Minato solo sonrió divertido; aún después de muerto le seguían mostrando respeto.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó sereno el adolescente y se dio cuenta que la menor media ida ante las caricias proporcionada por la esposa del rubio. 

—Ayanami es alguien que merece ser amada, ¿sabes? —habló la madre de Naruto a la vez que seguía acariciando las hebras azuladas de la niña—. La vi solo dos veces, ella había ido a Konoha junto con sus padres para hablar de algo con Minato, ella me vio y sonrió como ella solía hacerlo antes. Me dijo que tenía una bonita estrella y que era cálida, como la de una madre. En ese momento la vi con sorpresa, sus palabras habían sido pronunciadas con una tranquilidad que me hizo cuestionarme el cómo había podido conocer a una niña tan dulce.

« La amé con solo verla, tenía esos ojos blancos que me llenaban de curiosidad 'dattebane.

—Pero su clan falleció y ella me visitó una última vez, en ese tiempo yo estaba embarazada y me dijo que mi hijo iba a ser poderoso y alguien cálido, como yo —soltó una risa baja apreciando los rasgos faciales de la menor—. Y hace poco me enteré que ella había muerto y que estaba luchando por una enfermedad mortal para este tiempo, le di de mi energía y ella me agradeció sin saber que era yo. Y ahora la veo y me pregunto: ¿Cómo puede una niña sufrir tanto y seguir sonriendo con tranquilidad?

« Ella es alguien que merece ser amada.

Shisui miró a la mujer pelirroja comprendiendo lo que decía; Ayanami era alguien digno de cuidar y de amar, su sola presencia lograba tranquilizar a las personas que la rodeaban pero, aún así, ella tenía un estado deplorable que era por una enfermedad que no sabía como habia tenido, y seguía luchando con una sonrisa ligera.

—Nosotros estamos aquí para ayudarla en su situación, le daremos de nuestra energía para que su estrella siga luchando con esa enfermedad y así ella pueda tener una vida que siempre quiso —contestó Minato soltando una exhalación al final, la adolescente se removió entre sus brazos dejando salir un quejido y Shisui se acercó para fijarse en su estado.

—Tiene otra costilla rota.

—Mi niña —susurró Kushina sintiendo una opresión en su pecho y se tragó las lágrimas que querían salir—. Ya todo se solucionará.

—Kushina, Naruto es un niño asombroso —dijo Ayanami abriendo ligeramente sus ojos y con un hilo de sangre bajar por sus labios, alterando a los presentes—. Tiene los ojos y el cabello de Minato, su querido "dattebayo" es parecido al tuyo y tiene una personalidad parecida a ambos; es un digno hijo de ustedes.

Kushina sonrió mientras intentaba limpiar la sangre pero no podía, la miró con pena pero la adolescente solo la miró con tranquilidad. Alzó su mano acariciando la mejilla de la pelirroja y tosió nuevamente poniéndola intranquila, Minato la comenzó a mecer como si fuera un bebé y pronto la mujer se calmó al igual que su tos.

—Gracias, Minato —agradeció la fémina sintiendo sus párpados pesar, cerró sus ojos blancos soltando un leve suspiro y su cuerpo brilló ligeramente al recibir una enorme cantidad de energía por parte de su clan y de los tres presentes.

Shisui la miró con tristeza, su estado estaba empeorando y no sabían el porqué. Si su mejor amigo se enteraba de la condición de Ayanami se volvería loco, había notado que Itachi le estaba tomando aprecio y sabía que le iba a ser difícil aceptar que en cualquier momento la mujer podría irse para siempre; y esperaba que eso no sucediese en muchos años.

Tragó saliva al ver su propio cuerpo brillando al igual que el de los esposos y cerraron sus ojos desapareciendo de aquel terreno lluvioso; su presencia ya no podía estar ahí hasta nuevo aviso. Ayanami se quedó sola en medio de ese campo cubierto por árboles y flores silvestres, abrió lentamente sus ocelos blancos y soltó un "gracias" que llegó hasta las estrellas; ella lucharía para seguir con vida a pesar del dolor.





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