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cuarenta

スター
Strange; capítulo cuarenta
«la partida de una estrella completa»

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Era feliz, lo fue a pesar de haber recorrido un largo tramo lleno de oscuridad y soledad. Fue feliz. Sus ojos blanquecinos brillaron por todo y por él, brillaron de amor, alegría, cariño, tristeza, dolor y felicidad. Nadie iba a poder negar aquello. Suspiró alzando su vista al cielo, pensando en el cuervo que se había alojado en su hombro y se frotaba con cariño sobre su mejilla, se despedía. Tal vez Itachi pensaba que no lo había perdonado, que lo había odiado por haberla rechazado por tal propuesta pero era todo lo contrario, él  había hecho por una buena razón.

Todo iba a terminar, pero como ella lo había dicho antes, él terminaría ganando porque ella haría la jugada final.

Dirigió su mirada blanquecina al cuervo y acarició la frente de éste, sintiendo picar sus ojos por no poder estar cerca en ese preciso instante de su amado y el cuervo soltó un graznido al ver la primera lágrima bajar por el pómulo izquierdo de la muchacha que solo sonrió comenzando a caminar hacia la cueva en donde reposaba su mejor amigo, teniendo cuidado de que el cuervo no viese el rostro de Shisui, era sorpresa.

—Amigo, debo irme —musitó haciendo que el cuervo y el Uchiha la mirasen con distintas emociones—. Te extrañaré.

—Yo igual, Ayanami —se acercó el mayor y miró por breves segundos al cuervo que era de su amigo y se acomodó aún más a capucha de la capa para luego rodear el cuerpo de la fémina en un abrazo, sintiendo un piqueteo en su cabeza por parte del animal, sí que era celoso—. Gracias por todo.

—Cuídalo por mí, Shisui —correspondió el abrazo y suspiró despejando las lágrimas que se acumularon en sus ojos—. Ve cuando sea el momento indicado, él lo necesitará.

—Tenlo por seguro —aseguró deshaciendo el abrazo para mirarla una última vez, notando en los ojos de la mujer un extraño color que no quiso darle importancia—. Te quiero, amiga.

—Yo también te quiero, amigo —se sonrieron y la mujer dejó el cuervo con el Uchiha, pidiéndole que lo retenga por un tiempo.

La mujer se dio la vuelta para correr hacia esa localización en donde su pareja estaba luchando con su hermano menor, dejando atrás a un triste Shisui que apretaba el cuervo hacia su cuerpo, sintiendo como el animal quería ir tras la mujer. El hombre sonrió viéndola alejarse entre los árboles, la extrañaría y por ese mismo motivo se atrevió llorar por todo lo que vendría después. Ella lo había ayudado a regresar a la vida, protegió a su mejor amigo y lo cuidó como a él le hubiese gustado, le dejó ser su amigo y ahora la veía partir hacia ese abismo, ese abismo oscuro pero sincero.

—Te voy a extrañar, Ayanami —y el cuervo se giró a verlo con preocupación, ¿por qué había dicho aquello con tanta tristeza? y notó como los ojos de aquel hombre brillaban de una tonalidad rojiza con tres tomoes y todo se distorsionó.

Ayanami antes pensaba que nadie podría entrar dentro de esos muros que la rodeaban, que nadie lograría hacer que sus pensamientos tan rectos evolucionaran y que solo giren en torno al bienestar de esa persona, que nadie podría llegar a tocar su corazón con tranquilidad y cariño, que nadie podría llegar a salvarla de esa oscuridad. Pero él sí lo pudo, Uchiha Itachi si lo pudo hacer con tanta lentitud y sin intención alguna, lo logró y eso la desconcertó, ¿cómo él, un hombre dos años menor que ella, que tenía males detrás de sí y un pasado que lo arrasaba, pudo hacerle sentir esas extrañas mariposas en su estómago? ¿Cómo lo logró y por qué la aceptó? No tenía nada ella, no tenía demasiado chakra y solo usaba la energía de las estrellas, no tenía un clan poderoso como el de él, tenía una maldición que acortaba sus años de vida, no tenía un doujutsu ni tampoco era experta en las ramas ninjas, no podía decir con certeza que era el orgullo de su clan.

Solo era Hoshi Ayanami, una muchacha de veintitrés años que tenía una conexión con las estrellas y que era líder del clan Hoshi solo porque era la única con vida, una mujer que se enamoró perdidamente de ese hombre de ojos negros y cabello atado a una coleta baja, de rasgos delicados y hermosos, de un prodigio, de un hombre que logró conquistarla con una sola acción, compañía.

Y ahí iba ella, dispuesta a que ese hombre no merezca tal final como lo vio en esos escenarios.

Saltó en el aire, tomando todo el chakra que podía y la energía de su propia estrella y realizó los sellos que tenía en ese pergamino secreto de su clan. Siendo ignorada por el par de hermanos pero siendo vista por el Zatsu blanco y el negro, quienes murmuraban que técnica haría ella y gritó.

—¡Elemento Estrella, Justu Cúpula de la Noche Estrellada! —y una inmensa cúpula rodeó el cuerpo débil de Itachi, encerrándolo en esa fortaleza que nadie era capaz de romper, solo ella. 

Itachi abrió los ojos sorprendido por la técnica que siempre escuchaba decir su pareja y vio como la fémina aterrizaba frente de él y le sonreía poniendo una mano en la cúpula, esperando que el hombre también haga lo mismo. Se acercó con rapidez, pidiéndole que lo libere y que salga mientras ponía su mano derecha en la izquierda de ella, viendo como ella solo lo miraba y lo miraba con una sonrisa. Y la siguió teniendo luego de un sable haya traspasado su estómago y que el arma toque la cúpula, sin hacerle daño a ésta.

—Ayanami... —susurró conmocionado viendo como la mujer tosía sangre y se alejaba para sacar el arma de su cuerpo y mantenía una mano sobre su herida. Golpeó la cúpula gritando que lo liberara y vio detrás de la mujer como su hermano miraba con molestia a su pareja, preparado para luchar con ella—. ¡Ayanami, déjame salir ahora!

—Sasuke, ¿por qué? —preguntó la mayor esquivando cada ataque que podía, sin querer hacerle daño a su cuñado—. ¿Por qué llegar a esto?

—¿Quién eres? ¿Por qué proteges a un asesino? —interrogó él lanzando una bola de fuego a la fémina que se protegió con un muro de agua que hizo rápidamente.

—Porque una estrella debe cuidar de alguien especial —le sonrió con un hilo bajando por su barbilla para lanzarle una patada en la quijada del menor luego de que se haya distraído viéndola—. ¡No lograrás nada con esto, Sasuke! ¡Si matas a Itachi te arrepentirás después!

—¡Él mató a mi familia, a nuestro clan! ¡Claro que no lo haré! —exclamó oyendo detrás los gritos de su hermano querer salir de la cúpula que lo retenía—. ¿Quién eres? ¿Qué eres de él?

—Hoshi Ayanami, pareja de Itachi.

Y Sasuke no pudo evitar molestarse, mientras él trataba de hacerse más fuerte su hermano vivía cómodamente con una mujer. Molesto creó el Chidori dispuesto a vengarse de su hermano, pero en lo que más, probablemente, le dolería. Corrió hacia la mujer, logrando que ella solo volteara a ver a Itachi con una sonrisa para luego ser impactada en un muro por la fuerza de la técnica que recibió de lleno su abdomen que estaba destruido. Lágrimas de dolor recorrieron sus mejillas y encerró con lo último de chrakra que tenía a su cuñado en hilos, que lograban hacerlo gruñir por no poder zafarse.

—Sasuke, ¿nunca quisiste averiguar sobre lo que pasó aquel día? —le preguntó mientras caminaba de manera tambaleada hacia el menor que la miraba con furia—. ¿Nunca preguntaste antes de irte por ese camino?

—¡Ayanami! ¡Déjame salir! —gritaba Itachi golpeando la cúpula con furia y preocupación al ver a su novia terriblemente herida y enfrentándose a su hermano.

—¿Sabes? Tus padres me contaron todo hace unos años, sabían por qué hizo aquello tu hermano y, ¿sabes que dijeron? "Itachi lo hizo porque era su deber, y nosotros estamos orgullosos de él. Después de todo, lo que íbamos a hacer nosotros iba a ser peor" —le sonrió liberándolo, notando su mirada confundida—. Nunca escuchaste a Naruto cuando él decía que una mujer había hablado con sus padres y te sugería que me encuentres y puedas hablar con los tuyos.

—Tú... —apretó el puño y golpeó el pecho de la mujer, desquitándose con ella mientras que su hermano mayor aún gritaba para que la deje en paz—. ¡¿Por qué no viniste conmigo y me lo contabas?!

—¿Por qué no lo hiciste tú? —preguntó ella deteniendo el puño del adolescente, agarrando aquella extremidad para que escuche lo que estaban diciendo sus padres en ese preciso instante.

Fugaku y Mikoto estaban siendo expectantes de aquella batalla de hermanos y cuñada, la mujer con lágrimas en sus ojos por no poder intervenir y el hombre sosteniéndola para que tuviera un apoyo. Sasuke abrió sus ojos sorprendido al ver a sus padres ahí y caminó hacia ellos, liberándose del agarre de la mujer pero no pudo ver nada más.

—¡¿Dónde están?! ¡Me mentiste! —encaró a la fémina y la golpeó una vez más, haciéndola toser sangre y que se cayese en el suelo.

—¡Ayanami! —Itachi ya era otro, sus lágrimas caían por su rostro incapaz de hacer algo por ella, sin poder alejarla de las garras de su hermano—. ¡Por favor, libérame!

—Toma mi mano, Sasuke, y nunca la sueltes. Solo de ese modo los podrás ver y oír —la miró dudoso, ordenando sus pensamientos pero lo hizo, agarró con lentitud la mano extendida de la fémina y vio a sus padres frente a él, mirándolos con decepción en sus ojos pero con un destello de alegría.

—Papá, mamá, ¿son ustedes? —sus labios temblaron alzando la mano desocupada y tocó la mejilla de su madre, sintiéndola fría.

—¡Hijo! —lo abrazó Mikoto soltando más lágrimas y pronto Fugaku lo hizo, tenso.

—Los extrañé.

Itachi veía todo encerrado pero su mirada estaba fija en la débil sonrisa de su novia, quien lo miraba a él disculpándose con la mirada. Sus gritos llamaron la atención de Mikoto, Fugaku y Sasuke, Ayanami había caído en el suelo aún sin liberar el agarre de la mano de su cuñado. Mikoto entreabrió sus labios sollozando y acercándose a la muchacha que estaba resistiendo por mantener sus ojos abiertos, la mujer Uchiha le pidió disculpas por parte de su hijo menor y le preguntaba que podría hacer para ayudarla. Itachi no sintió aquella cúpula separarlo de su novia y corrió hacia ella, se arrodilló a un lado de la fémina y puso su cabeza en sus piernas, dejando que sus lágrimas caigan en la tersa piel de ella.

—¿Lo logré? —preguntó Ayanami al cielo, como si estuviera hablando con alguien, y sonrió suspirando aliviada—. Lo logré...

—Ayanami, linda, ¿por qué lo hiciste? —cuestionó mordiéndose el labio el prodigio, siendo visto por toda su familia—. Estarás bien, lo estarás, ¿si?

—Cariño, cumplí con mi camino —alzó su mano desocupada y acarició la mejilla del hombre—. Ah, se siente bien saber que pude evitar tu muerte.

—¡Karin, ¿dónde estás?! —gritó Sasuke luego de notar la pérdida de sangre de la fémina, necesitaba tenerla con vida para seguir viendo a sus padres.

—Cariño, tus ojos no tienen brillos, ¿por qué? —preguntó con inocencia sintiendo algo de sueño entrar su sistema.

Todos, y sorprendentemente Sasuke también, tenían un nudo en la garganta por lo triste que estaba siendo ese momento. La pelirroja llegó con la respiración entrecortada y vio con sorpresa a ambos hermanos estar cerca de esa extraña mujer que tenía una enorme herida en su estómago, rápidamente Sasuke le ordenó curar a la Hoshi pero ésta negó con una sonrisa.

—Ya no pueden hacer nada por mí, Sasuke —musitó logrando que la familia Uchiha se tensara.

—¿Por qué...? Tu estrella —concluyó Itachi tocando rápidamente el pecho de la fémina, sintiendo de a poco aquella frialdad se iba lentamente—. No, tu no, Ayanami.

—¿Te acuerdas cuando te pedí matrimonio? —sus ojos blancos estaban tomando otro color lentamente, un celeste casi gélido, logrando que Itachi sollozara—. Sabía que pronto moriría, y quise tener en mi mente un recuerdo tuyo diciendo acepto y yo diciendo orgullosamente que eras mi esposo. Pero nunca creí que hubiera pasado aquello...

—Lo siento, lo siento tanto —Sasuke le lanzó una mirada a su compañera de grupo, ordenándole que se vaya porque su presencia ya no era necesaria ahí y ésta se fue cabizbaja. Todos sabían que ese momento era familiar—. No quería hacerte sufrir cuando Sasuke me matara, pero si hubiera sabido eso...

—¿Te quieres casar conmigo, Uchiha Itachi? —preguntó para sorpresa de todos, la mujer sacó con esfuerzo el anillo blanco, que tenía en el bolsillo de su pantalón, y trató de sentarse correctamente, a pesar de que le doliera todo al hacerlo.

—Claro que sí, Hoshi Ayanami —dijo con un nudo en su garganta el hombre, viendo como la fémina soltaba una risa contenta y ponía con una sonrisa feliz aquel sencillo pero hermoso anillo en su dedo anular izquierdo.

—Ahora eres mi esposo, Itachi —lo miró con felicidad y tosió hasta quedar sin aire, logrando que su pareja la agarre con fuerza y le repitiera que todo estaría bien—. Se siente lindo saber que me iré habiendo tenido un lindo esposo, ¿qué dirá mi familia cuando se entere?

—Ayanami, no digas eso, por favor —rogó Itachi y de fondo pudo escuchar los sollozos de su madre, logrando que su corazón se partiera aún más.

—Cariño, cuéntale todo a tu hermano, él merece saber toda la verdad. Ambos deben ser felices como debieron serlo antes.

Sasuke apartó la mirada, esa mujer logró rápidamente que le tomara cariño, su mirada antes blanca le había transmitido cariño más fraternal y eso solo logró desconcertarlo. Ahora él sería la persona que asesinó a Uchiha Ayanami, la esposa de su hermano.

—Mikoto, cumplí mi promesa —le dijo ahora a la mujer que la miró con lágrimas en sus ojos, ella nunca pensó que esa promesa llevaría tal final—. Me siento... feliz.

—Ayanami, cariño, ¿qué puedo hacer? Dime qué puedo hacer para que no te vayas —tomó con desesperación el rostro de la fémina, incapaz de querer pensar que el amor de su vida se iría de sus manos—. Cariño, dime.

—Nunca me iré, Itachi, estaré allá arriba cuidándote —sonrió ladeando su cabeza y bostezó—. Tengo sueño, cariño.

—No, no tengas sueño —negó desesperadamente.

—Itachi, sé feliz al lado de tu hermano, hagan las pases, cuídense entre ustedes —comenzó a decir mientras miraba a su ahora esposo—. Además, estarás acompañado de alguien muy especial.

—Ayanami, no te despidas, seguirás conmigo y formaremos una familia.

Ayanami le sonrió soltando varias lágrimas, le estaba costando irse y el rostro de dolor de Itachi lo hacía peor. Exhaló, poniendo su mejor sonrisa y tomó el dedo anular en donde estaba reposando el anillo de compromiso y beso el dedo, logrando implantar un sello en forma de estrella, uno que solo podría usar el hombre para usar jutsu básicos del elemento estrella y que las estrellas lo cuiden.

—Con este sello podrás hacer jutsu básicos del elemento estrella y serás protegido por las estrellas de mi clan, ¿entendido, cariño? —le preguntó mirándolo con el color natural de sus ojos, un celeste frío pero que transmitía calidad—. ¿De qué color son mis ojos?

—Celestes, un hermoso celeste —musitó de manera entrecortada el hombre para besar rápidamente los labios de la mujer, con el temor de que ella se vaya de repente sin dejar que él se despida—. Quédate conmigo, Ayanami.

—Ya es tarde, cariño —bostezó una vez más y se acomodó en los brazos de su pareja, viendo de manera un poco borrosa la silueta de los padres de Itachi y del hermano de éste—. ¿Sasuke?

—¿Qué?

—¿Podrías prometerme que mantendrás un ojo sobre Itachi? Para que no haga alguna locura —soltó una pequeña risa y el menor asintió en silencio, haría lo que sea por esa mujer que le permitió ver a sus padres una vez más—. Itachi, te amo, cariño.

—Yo también te amo, lo hago demasiado —besó la frente de la mujer, escuchándola suspirar.

—¿Me prometes que seguirás feliz aún si no estoy? —lo observó con sus ojos brillando.

—No preguntes eso.

—Por favor.

—L-Lo haré —le sonrió tristemente y golpeó con dos de sus dedos la frente de a mujer, arrebatándole una risa leve—. Te amo.

—Yo también lo hago —le hizo una estrella en la frente del hombre, haciéndolo llorar aún más—. Perdón por hacerte sufrir.

—No te disculpes, ya pasará —le restó importancia tragando el nudo en su garganta.

—¿Podrías enterrarme en el lugar en que nos conocimos, en ese tronco caído? ¿o, en ese prado en donde teníamos una tienda de campaña? Eso me haría... feliz —sonrió con lágrimas en sus ojos sin querer sollozar o liberar algún sonido que delate el dolor que tenía en su corazón.

Mikoto abrazó a Sasuke, sollozando mientras golpeaba el pecho del menor, descargando la tristeza que estaba sintiendo en su hijo menor. Fugaku exhaló sin querer mostrarse débil ante la situación y acarició la espalda de su devastada esposa, para tratar de tranquilizarla.

—Lo haré —le sonrió intentando aparentar que esa larga despedida ya no le dolía, le ardía, le quemaba pero quería hacer que su pareja se vaya con la imagen de que él estaba bien.

—Tengo sueño —murmuró bostezando y parpadeando lentamente, apoyando la cabeza en el hombro de su esposo—. ¿Puedo dormir, cariño?

—Te diría que no, pero es... inevitable.

—Te estaré viendo desde allá arriba, cariño —lo miró con sus lindos ojos y sollozó pero aún así le sonrió.

—Nos volveremos a ver, linda —él estaba peor que ella pero le correspondió la sonrisa—. Te amo, Ayanami.

—Te amo, Itachi —y cerró sus ojos sonriendo, dejando que su sistema se sumerja en esas olas de tranquilidad y sueño hasta dejar de respirar tranquilamente.

Itachi iba a hablarle a su esposa, le iba a pedir que abriese sus ojos y le repitiera que lo ama una vez más, pero vio como algo blanquecino salía del cuerpo de ella para posarse a unos pasos de él, sonriéndole y despidiéndose mientras movía su mano de un lado a otro para desaparecer en pequeñas partículas blancas hacia el cielo que se tiñó de un azul oscuro, y pudo notar que sus padres hicieron lo mismo para acompañar a su esposa en su nueva vida lejos de él.

Ayanami se había ido, su linda esposa ya no estaba aún lado de él.

Sintió un agarre en su hombro y alzó su llorosa vista para encontrarse con una sonrisa triste y ojos oscuros que largaban lágrimas. Estaba su mejor amigo ahí, vivo y acompañándolo en su desgracia. Y una sonrisa se apoderó de su rostro, Ayanami no se iría de ese mundo sin dejarle un pilar de apoyo.

—Shisui.

—Hola, Itachi.


Ayanami, la estrella completa

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