capítulo especial; parte dos
Strange; parte dos
«si el destino hubiera sido diferente; destino alterno»
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Los Uchiha se miraban de frente en ese día en que uno debería de morir, sin saber que ese camino cambiaría con una sola decisión. Itachi lo pensó viendo el brillo apagado en los ojos de su hermano menor, recordándole vagamente a una noche sin estrellas y se quedó con esa definición en mente. Como si una corazonada le hubiera llegado de repente, pensó en una posibilidad extraña que lo hizo sentir temeroso. Él era la noche misma, y Ayanami era las estrellas; ¿qué pasaría si la noche se queda sin sus estrellas? Eso quedó en su mente por un largo rato, sentado en ese trono con aparente calma antes de iniciar esa batalla que, en teoría, acabaría con la vida de uno.
Pero no, porque las palabras que ella siempre decía resonaron en su cabeza; una estrella debe cuidar de una persona especial. ¿Y si ella impedía su muerte, y si ella moría en el intento?
No podía imaginar que la vida de ella era arrebatada por una lucha, una lucha de ellos dos.
—Lo siento, Sasuke, pero no puedo morir hoy —negó el Uchiha, yéndose del lugar sin darle la oportunidad al menor de pronunciar algo.
—¡Tengo que matarte! —gritó Sasuke a unos metros de él, con su ceño fruncido y su sable en mano—. Tengo que hacerlo.
—Y yo tengo que volver con ella —dijo Itachi deteniéndose en las hileras de árboles, sintiendo que estaba haciendo bien al huir de esa batalla—. Tengo que volver con ella.
—¡¿Quién es ella?!
—Mi razón de vivir.
Se alejó usando el kunai que le había regalado la mujer, escuchando detrás de él los gritos furiosos de su hermano menor. Él lo entenderá en el futuro, de eso no había duda pero en esos precisos momentos su prioridad era encontrarla. La encontró corriendo hacia él, con esos orbes ligeramente celestes fríos que estaban dándole paso a las lágrimas; se detuvo al tenerla al frente de él, observando sus rasgos con una sonrisa triste para luego lanzarse hacia ella para abrazarla pidiéndole perdón ante la idea de que ella muriese por su culpa o por simplemente irse de su vida. La escuchó sonreír mientras rodeaba su torso con sus brazos, apoyando su mentón en el hombro de él acariciando su espalda para calmarlo.
—Creí que debía arriesgar mi vida para salvarte, estrella mía —susurró ella con dulzura, sin importarle saber que su propia estrella había retrocedido su estado completo para avanzar junto con la estrella de Itachi hasta que ésta esté completa—. Creo que estaré muchos años contigo, Itachi.
—¿Por qué lo dices?
—Mi estrella se enlazó con la tuya, si tu mueres yo muero —exclamó Ayanami soltando una pequeña risa para separase y acariciar las mejillas del menor que sonreía levemente—. Si tu saltas, yo salto. Si tu sonríes, yo sonrío. Si tu estás feliz, yo estoy feliz. Si tu vas a una batalla, yo iré contigo. Si tu lloras, yo lloro. Y si tu mueres, yo moriré contigo porque eres y serás mi único amor, Itachi.
—Quiero casarme contigo, Ayanami —espetó él con una sonrisa emocionada, tomando las frías manos de la Hoshi que se sonrojó notablemente ante la declaración que no esperaba escuchar—. No quería antes porque temía que mi partida te provocase más dolor, pero ahora no porque estoy seguro que yo seguiré avanzando porque eres mi razón de vivir.
La mujer solamente sonrió con sus mejillas siendo decoradas por un tierno arrebol que había quedado grabado en la mente del Uchiha que abrió ligeramente sus labios al ver como la Hoshi sacaba del bolsillo de su pantalón ese mismo anillo que ella había usado para proponerle matrimonio. Ella se hincó tragando saliva, alzando su mano mientras mostraba ese anillo que pasaba de generación a generación; dijo sus palabras, mismas que había pronunciado hace tan solo unos minutos atrás, repitiéndole al Uchiha que ella no dudaría en arriesgar su vida para que él esté bien.
—Uchiha Itachi, ¿me harías el honor de casarme contigo? —preguntó Ayanami con una hermosa sonrisa, viendo como el pelinegro sonreía ligeramente mientras asentía con un brillo en sus ojos negros.
—Hoshi Ayanami, tu me haces el honor al casarme contigo —pronunció con tranquilidad el de coleta, viendo como su pareja le ponía aquel anillo en su mano izquierda y precisamente en el dedo anular con felicidad—. Vámonos de aquí, hagamos una vida feliz lejos de todos —susurró él sobre los labios de la Hoshi que ya estaba parada y sonriendo.
—¿No quisieras verlo antes?
Lo tomó de la mano, jalándolo en dirección a la cueva en donde estaba Shisui a la espera de ese preciso momento para aparecerse cuando haya fallecido Ayanami, como ella anteriormente le había dicho. Itachi parpadeó con lentitud cuando su esposa estaba a unos metros de un sujeto que parecía conmocionado al verla ahí y apretó ligeramente el agarre que tenía en la mano de ella para alertarla pero dirigió su mirada sorprendida a la persona que se había sacado la capucha de la capa, dejando a la vista ese rostro que tanto recuerdos le traía. Sintió como la de ojos blancos y de pequeñas partes celestes soltaba su mano, dándole el aliento para que se acercase a Shisui que tenía su mirada cristalizada.
—Itachi, es bueno verte luego de tanto tiempo —le sonrió divertido el Uchiha mayor para luego sentir al de coleta abrazándolo con fuerza—. Ya estoy aquí, ya estoy aquí...
—¿Cómo es qué estás vivo? —sus ojos negros recorrieron la silueta del mayor que lo observaba con diversión.
—Pregúntale a tu esposa —inquirió juguetón mientras le picaba las costillas Shisui cuando notó un anillo adornar la mano de su mejor amigo que le dirigió una mirada fulminante ante su claro juego—. En verdad, pregúntale a Ayanami.
—Yo traje a la vida a Shisui, cumplí mi promesa —le mostró su hombro, solo dejando a la vista el único tatuaje temporal a su vista y no los otros dos más que debería de haber—. Tenía tres. Uno era el volver a ver a Naruto, cosa que hice; y el segundo era traer a la vida a Shisui, cosa que ya logré —le sonrió al Uchiha mayor que susurraba nuevamente un gracias—. Y el que me queda es una que le hice a Mikoto hace un largo tiempo.
—¿Cuál? —cuestionó Itachi con curiosidad.
—Cuidarte.
El tiempo pasó y junto con ello la guerra acabó; los cuatro Uchiha pasaron a la prisión de Konoha junto con la Hoshi, ya que la última era una criminal de rango S y que era una miembro de Akatsuki. Sin importar que los cinco hayan ayudado en la guerra, sus demás crimines debían ser pagados como debían y eso estaba de acuerdo la estrella que tenía su mano entrelazada con la de Itachi, el cual tenía unas esposas que anulaba el uso de chakra y una venda cubriendo sus ojos que mantenía cerrados con tranquilidad. Ayanami estaba recostada en el frío piso, pasando su mano de entre los barrotes para tomar la de Itachi que parecía buscar a ciegas la suya ante la necesidad de sentir su piel para calmarse en ese frío amiente; ambos sonrieron cuando sus manos se habían entrelazado y estuvieron así durante varias horas en donde fueron vistos por los diferentes ANBU que custodiaban sus celdas y el Hokage que los visitaba para poder sacarles información que serviría para anular sus condenas.
La celda de Ayanami fue abierta y dos ANBU la sacaron de ésta, logrando que el agarre que tenía con la mano del Uchiha se desvaneciera y que éste frunciera el ceño intentado oír en donde estaba su mujer.
—¿Me puede decir a dónde me lleva? —escuchó Itachi la serena pregunta de la fémina y una desesperación recorrió su cuerpo al identificar que se la llevaban—. Por favor.
—Quedas en libertad por tus buenos actos en la guerra y por haber salvado al Sannin Jiraiya.
—¿Puedo decirle algo a mi esposo, por favor? —los dos enmascarados se vieron entre sí para asentir luego de haber soltado un suspiro, sabiendo que debían dejarla por orden del Hokage que ya estaba al tanto de la relación de ambos jóvenes—.Estaré esperándote, cariño.
—¿Lo prometes? —la oyó reírse con levedad.
—Todas las estrellas serán testigos de mi promesa estelar; yo, Hoshi Ayanami, te prometo a ti, Uchiha Itachi, que te esperaré todo el tiempo que seas hasta que salgas de la cárcel y estaré esperándote para formar una vida feliz, juntos.
Sintió un ligero cosquilleo en su hombro, producto de la promesa de la joven estrella que sonrió despidiéndose y saliendo del sitio, dejando un ambiente cálido detrás de sí. Una sonrisa se apoderó de rostro al saber que ella hizo esa promesa estela que tanto poder tenía sobre ella y esperó pacientemente a que ese día, en donde él salga de la prisión, llegase para estar al lado de su esposa y hacer una casa en ese claro en el que tantos besos compartieron.
Sasuke se acercó hacia él con una expresión tranquila para acomodarle el traje de novio, dejando a aparecer una sonrisa de lado al verlo tan nervioso ante su boda que ocurriría en unos minutos. El joven lo observó con una ceja alzada para darle un ligero golpe en el hombro, sacándolo de ese mundo de nerviosismo en el que estaba. Había pasado unos meses para que por fin lo soltara y, justo el día en que iba a buscar a su esposa, aparece su hermano junto con los otros dos Uchiha diciéndole que debía alistarse para su boda que se haría en la noche para que sus familias estén presentes de manera estelar.
—¿Por qué estás nervioso? ¿Dudas del amor que te tiene Ayanami? —inquirió con una ceja alzada Sasuke, apretando la cinta que rodeaba la cintura del hombre para luego mirar de reojo una pequeña liga con una estrella de adorno apoyada en el mueble. Se acercó hacia el objeto esperando una respuesta por parte de su hermano, del cual finalmente escuchó la historia verdadera y estaba en buenas pases gracias a la ayuda de Ayanami, y se dirigió hacia el mayor para tomar esa liga roja e intercambiarla con la otra que tenía un significado más especial si se podría decir.
—No es eso, es solo que en el clan de Ayanami cuando se van a casar y uno tiene un apellido que no es del clan, la persona pasa a ser Hoshi. Yo sería Hoshi Itachi, pero ¿y ella? —frunció su ceño con notable concentración—. ¿Tu que opinas?
Sasuke negó con una pequeña sonrisa, sin poder creer que su hermano mayor, el prodigio, tuviera una duda tan surrealista como lo era el intercambio de apellidos.
—Itachi Uchiha de Hoshi, suena bien para mi —le informó encogiéndose de hombros el Uchiha menor, burlándose en su interior de su hermano al oírlo susurrar lo que dijo él en voz baja con un notable orgullo.
—También suena bien para mí —oyeron ambos e inmediatamente vieron como la Hoshi los observaba con una sonrisa pequeña reluciendo sus orbes y su traje de novia que era simplemente perfecto.
Itachi no pudo ocultar su sonrojo cuando se le quedó mirando, su traje de novia era uno tradicional que solamente en su clan usaba y realmente le quedaba bien. (imagen de referencia del vestido en multimedia). Carraspeó cuando la mujer se le acercó con sutileza, tomando unas partes de su vestido para que no se ensucie y sonrió hacia los dos Uchiha logrando que puedan ver estrellas a su alrededor; sin embargo, la sonrisa de la Hoshi era la más feliz que alguna vez los dos vieron y eso logró derretir sus corazones.
—Gracias por ayudarlo, Sasuke —agradeció la mayor, obteniendo un asentimiento por parte del menor para irse luego de la habitación dejando a los dos esposos solos—. ¿Estás listo?
—Estoy nervioso —susurró con pena el hombre—. No sé que hacer, ni siquiera tengo un discurso en mente.
—Si tu estás nervioso, yo lo estaré nerviosa —le dijo con calidez mientras tomaba las manos blanquecinas del joven Uchha—. Si quieres puedo decir que no habrá boda.
—Por supuesto que lo habrá —pronunció frunciendo su entrecejo, haciéndola reír ligeramente—. No me dejes nunca, Ayanami.
—Nunca lo haría —articuló antes de darle un ligero beso en la frente del varón para mirar hacia la ventana que daba hacia el bosque en donde se realizaría la boda y sonrió—. Ya es hora.
Ambos caminaban agarrados de las manos a la misma vez que miraban hacia el cielo estrellado que alumbraba su caminar dejando pequeños destellos en cada una de sus pisadas. Los ojos de Itachi brillaron cuando dieron con todo su clan sentados en sus respectivas sillas, identificando en las primeras filas a sus padres que sonreían orgullosos por él y sonrió de igual manera para ver a su esposa que saludaba con su mano a los padres de éstas y al resto de su clan que chillaban de la emoción al mirar como su líder estaba hermosa con ese vestido y que se casaría. Avanzaron y con cada paso que daban, se acercaban a ese futuro que ambos habían deseado y al estar ambos con sus respectivos anillos de casados no pudieron evitar soltar una lágrima al pensar en las cosas que hubieran cambiado si es que Itachi hubiera tomado la decisión de seguir con la batalla con Sasuke, y se alegraron que en esa realidad en la que vivían su amor era fortalecido por las alianzas que tenían en sus dedos.
—Si tu saltas, yo salto —dijo Ayanami sonriendo mientras acercaba su rostro para besar los labios del joven que también hacía lo mismo que ella.
—Si tu caes, yo caigo —murmuró con una pequeña sonrisa acariciando la nariz de la contraria para luego besar los labios de su esposa que rodeó su cuello sonriendo mientras ambos escuchaban los gritos de alegría del clan Hoshi y los sonoros aplausos del público estelar y mortal.
—Porque eres mi razón de vivir —terminaron ambos, juntando sus frentes con un inmenso brillo en sus ojos.
❝Cuando me preguntaste algo ese día, tu no lo sabías y yo tampoco, pero ese día fue el inicio de un cariño y amor que perduraría milenios y milenios. Pero ambos supimos muy en el interior que nuestras almas se entrelazaron para siempre en ese preciso instante.❞
Las estaciones pasaron, los árboles crecieron, las hojas cayeron, las aldeas avanzaron, alianzas perduraron, y un amor seguía latente aún con el pasar de los años. En un claro algo grande había una casa de madera de dos pisos, mirando al lago que había sido testigo de las travesuras de aquellos dos seres que se amaban eternamente, formando en ese lugar ese nido de amor. Una mujer ya adulta sonreía sentada de un tronco que ella junto con su esposo habían traído de una de las bases de Akatsuki, mirando el cielo nocturno que brillaba producto de las estrellas que le mandaban energía como los anteriores años y sonrió aún más cuando un pequeño cuerpo se lanzó hacia ella. Sostuvo al pequeño infante que estaba escapando del patriarca del clan, y comenzó a acariciar las largas hebras negras que había soltado para poder peinarlas con sus dedos para relajar a su hijo ante la carrera que hizo.
—Mamá, ¿te gustan mis ojos? —preguntó Hisoka con timidez, fijándose nuevamente que su lado reservado desaparecía estando con su madre que le dedicó una sonrisa.
—¿Y tú los míos? —preguntó ella, mostrándole sus orbes blanquecinos con toques celestes, mientras que los de él eran negros con toques blancos.
—Son hermosos los tuyos, mamá —sonrió un poco el niño con sus mejillas sonrojadas.
—Y los tuyos lo son aún más —agradecía que la tradición de su clan se haya visto un poco disuelta con sus hijos al no ser Hoshi puros, por lo que vivirían mucho más tiempo de lo que usualmente los integrantes de su clan no pudieron—. Por cierto, ¿qué hace tu padre con tus hermanos? —interrogó con curiosidad, haciendo nuevamente la coleta baja de su hijo de siete años que miró a los lados en busca de la presencia de su hermana mayor y su pequeño hermano menor.
—Akiko quería practicar jutsu de el clan Hoshi, pero papá quería que practique del clan Uchiha, y Kazuya intentando pararlos con tranquilidad solamente recibió una negación por parte de ellos y yo, bueno, dije que quería aprender el estilo de hielo —se encogió de hombros.
—¿Y por qué corrías, cariño?
—Porque papá activó el Sharingan y me dio miedo —susurró con vergüenza para luego escuchar la suave risa de su madre que se paró mostrando un abdomen un poco abultado que era cubierto por un vestido suelto de color negro que tenía en su espalda el logo de su clan junto con el de Itachi. Sostuvo entre sus brazos el cuerpo de Hisoka que se agarró del cuello de la mujer para mirar desde la alta altura de ella todo el terreno desde arriba con una pequeña sonrisa que ocultó en el cuello de la fémina.
Ayanami avanzó con tranquilidad por todo el camino de piedras que ella junto con su pareja habían hecho cuando hicieron la casa en la que vivían. A pesar de ya estar en los treinta años aún conservaba su belleza que siempre halaga Itachi cada vez que había una oportunidad, y luego de tener una niña y dos niños seguía con su marcada figura que ahora ya no tenía por estar en su tercer embarazo. Sopló silenciosamente al aire, mandando pequeñas partículas de estrellas que iluminaron el camino y logrando que el pequeño que tenía entre sus brazos mire con un brillo el jutsu que había hecho.
Unos pequeños chillidos se comenzaron a escuchar y se quedó parada en el final del camino de rocas, que terminaba justo en el campo que despejaron para que sea uno de entrenamiento, para ver con una sutil sonrisa como Itachi reía intentado alcanzar a sus hijos que escapan de él con una sonrisa en su rostro y lanzándole débiles ráfagas de aire intentando que no lo agarren.
Akiko, la mayor de los mellizos, tenía siete años y poseía su cabellera azulada pero lisa como la de su padre, sus ojos tenían heterocromía porque su ojo derecho era de color negro con pequeñas partes blancas y el izquierdo era celeste con partes de igual manera blanca. Su actitud era parecida a la madre de Ayanami, juguetona, a veces seria y siempre demostraba su cariño con abrazos o sonrisas que hacían encoger los corazones de los casados. Hisoka era el menor de los mellizos, sus ojos negros con pequeñas motas blancas eran el gran tesoro de los casados que siempre le repetían que sus ojos eran hermosos porque el varón pensaba que eran feos; su actitud era parecida a la de Ayanami, reservada y tímida, pero que en ocasiones se parecía a Itachi en cuestión de inteligencia y tranquilidad. Y el pequeño de cinco años se llamaba Kazuya que era el casi vivo retrato de su padre, solo que con los ojos celestes y un poco blanquecinos de ella; era alguien inteligente para su edad, pacífico con temas que eran de violencia y siempre con esa aura serena rodeándolo.
Y venía un nuevo integrante a la familia, el cual aún no se sabía que sexo sería pero según Kazuya sería una niña.
—¿Por qué no nos invitaron a jugar? —preguntó la matriarca del clan bajando a Hisoka para que vaya con sus demás hermanos para tocar su abultada panza con una sonrisa que rápidamente fue correspondida por Itachi que se acercó a trote para apoyar su mano arriba de la Hoshi que miró con un brillo en sus ojos al pelinegro—. Está pateando.
—Lo sentí —asintió Itachi dándole un fugaz beso al abdomen de su esposa para luego tomarla en el estilo nupcial teniendo cuidado con su bulto—. Niños, ¡el que llegue último deberá quedarse con el tío Sasuke!
—¡¿Qué?! ¡Yo no me quiero quedar con ese emo ni con con la loca rosada! —gritaron los tres, sin querer ir a Konoha y precisamente a la casa de sus tíos. Y Ayanami se sorprendió de que sus dos hijos menores hayan salido de sus estribos solo con esa broma de Itachi que soltó una carcajada comenzando a correr sin hacerle daño al bebé que venía en camino. La Hoshi golpeó divertida el hombro de su esposo cuando escucharon los quejidos de sus hijos a varios metros de ellos, y no pudo evitar seguirle la risa a su compañero de aventuras.
—Eres malo con nuestros hijos —murmuró con una sonrisa la mujer siendo dejada con suavidad en el tronco para seguir recibiendo la energía de estrellas—. Sabes que Sakura se la pasa rompiendo cosas de los nervios, y eso les asusta.
—Unas pequeñas vacaciones no nos vendrían mal, ¿sabes, cariño? —inquirió rodeando los hombros de ella con su brazos derecho para atraerla hacia él y posar su mano izquierda en la panza de ella con plenitud.
—Si tu saltas, yo salto —susurró Ayanami citando las mismas palabras cuando se casaron, logrando que un pequeño sonrojo decorara las mejillas del Uchiha al recordar aquel momento—. Si tu caes, yo caigo. Si tu vas a una batalla, yo iré a una batalla. Si tu estás feliz, yo estoy feliz; y si tu mueres, yo moriré contigo porque eres y serás el único amor de mi vida.
—Si tu saltas conmigo, yo agarraré tu mano para agarrarte. Si tu caes conmigo, no dudaré en protegerte del impacto. Su tu irás a una batalla conmigo, haremos el mejor equipo de todos. Si tu estás feliz conmigo, yo lo seré aún más contigo. Y si tu mueres conmigo, te buscaré en todas las vidas posibles para seguir este ciclo sin fin, porque siempre serás mi único amor y mi principal razón de vivir.
Ella sonrió, recargando su cabeza en el hombro de él, feliz de pasar su vida al lado del hombre que amaba y con el que tenía una hermosa familia y soltó una pequeña risilla que endulzó los oídos del joven Uchiha de veintiocho años. Él seguía igual de guapo que cuando tenía veintiún años, aún con sus ojeras decorando su rostro contento y una brillo aún más potente reluciendo sus ocelos negros. Había alcanzado la altura de la mujer que luego de unos meses aumentó considerablemente, superando el metro ochenta y en el que él se había quedado por lo que la tradición siempre seguiría, él alzando su rostro para besarla y ella sonriendo viéndolo de arriba mientras le hacía una estrella en su frente y él un poke en el de ella.
—Te amo, Ayanami —susurró mirando sus manos entrelazadas.
—Te amo, Itachi —pronunció Ayanami dándole suaves caricias a la mano blanca del hombre, ambos sonriendo cuando escucharon los gritos de sus hijos acercándose hacia ellos.
❝Las montañas son altas, los mares profundos, pero nuestro amor es lo más grande que existe en este mundo y eso lo demuestra la cantidad de estrellas que habita en ese cielo nocturno, cariño.❞
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