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two • sunnyvale sucks

STILL ALIVE
CAPÍTULO DOS

SUNNYVALE APESTA.

DEENA RODÓ LOS OJOS mientras se dejaba caer en uno de los asientos del autobús, ignorando los comentarios sobre su presencia. No había querido estar ahí, pero las circunstancias la obligaron. Observó a Bonnie y Kate acomodándose el uniforme con una sonrisa cómplice, y su frustración aumentó.

—Estas y sus hormonas calientes —murmuró con una mezcla de irritación y cansancio. No tenía paciencia para su romance en ese momento, pero parecía imposible escapar de eso.

Al mirar a Simon, lo vio disfrazado con la cara pintada de bruja y sosteniendo una escoba. Él, por supuesto, parecía más que feliz con su look absurdo, como si se preparara para una fiesta en lugar de la vigilia a la que todos se dirigían.

El autobús avanzaba por la carretera, y aunque algunos intentaban relajarse, los chicos seguían gritando y haciendo bromas.

Bonnie suspiró con irritación cuando pasaron por el cartel de "Shadyside" que había sido vandalizado, ahora mostrando las palabras "Fin de Mierdiside" en letras grandes.

El contraste entre los dos pueblos siempre había sido evidente, y aunque todos se dirigían al mismo evento, el resentimiento entre los habitantes de Shadyside y Sunnyvale se podía cortar con una simple tijera.

[ • • • ]

—No quería estar aquí de esta forma —Will Goode, el alcalde, se encontraba hablando—. Quería estar como un fanático. Y que nuestros Demonios de Sunnyvale y las Brujas de Shadyside nos dieran nuestro querido fútbol americano. En cambio, me encuentro aquí en calidad de esposo, padre, vecino. Y sí, como el alcalde de Sunnyvale. En nombre de todo nuestro pueblo, les digo que Sunnyvale llora con ustedes.

—Seguro —susurró sarcástica Kate, la cual era abrazada por Bonnie desde atrás—. En serio parece que les importa. Solo vinieron de Sunnyvale los que tuvieron que hacerlo.

—El equipo, las porristas y la banda —continuó Bonnie apoyando su cabeza en su hombro.

Kate no pudo evitar sonreír un poco. Echó su cabeza hacia atrás y le dio un beso en la mejilla.

Ambas se quedaron en silencio por un momento, observando cómo Deena se alejaba discretamente, seguida por Samantha.

Las luces del campo empezaron a apagarse, y las velas comenzaron a iluminar tenuemente el lugar.

[ • • • ]

—Mi familia ha estado aquí por muchas generaciones, y ahora mi hermano es el alcalde, y yo, el alguacil —esta vez era Nick Goode quien hablaba, hermano mayor del alcalde y el alguacil de ambos pueblos—. Hemos prosperado aquí. Pero he visto a mis vecinos de Shadyside sufrir una tragedia tras otra. Es fácil, en momentos como este, el preguntarse por qué... por qué pasó esto. Pero sé bien que no hay respuestas que brinden alivio. No hay paz en el pasado.

Bonnie hizo una leve mueca, rodando los ojos.

—No debemos caer en la oscuridad —dijo el hombre—. Debemos recurrir a la luz.

—¡Claro! —exclamó un chico de los que usaban uniforme rojo. Era de Sunnyvale—. Lo que deberíamos hacer es encender una mecha e incendiar Mierdiside.

—Sí —secundó otro chico a su lado, tal vez su amigo.

—¿Qué dijiste, imbécil? —espetó Bonnie soltándose del agarre de su novia para acercarse. Ella intentó detenerla, pero fue en vano.

—Dije que no es una tragedia si pasa todas las semanas —respondió Peter, avanzando hacia ella con una sonrisa arrogante—. Es una broma.

Bonnie estuvo a punto de lanzarse sobre él, pero antes de que pudiera hacerlo, Kate se interpuso, sujetándola por los hombros.

—Bonnie, no vale la pena —dijo, su voz teñida de preocupación—. No caigas en su juego.

—Suéltame, Kate —Bonnie intentó zafarse del agarre, su mirada fija en el chico como si fuera a partirle la cara en cualquier momento.

El ambiente a su alrededor se tensaba rápidamente.

Otros chicos de Shadyside, al ver el enfrentamiento, empezaron a avanzar, mientras los de Sunnyvale hacían lo mismo, formando dos bandos opuestos.

—¡Dilo otra vez, malnacido! —gritó Steve, un chico del equipo de Shadyside, empujando a uno de los jugadores de Sunnyvale.

Esa fue la chispa que desató todo. Peter empujó a Steve de vuelta, y en un abrir y cerrar de ojos, los puños volaban por todas partes. La pelea entre los dos pueblos había comenzado.

Gritos de ira llenaban el lugar.

Bonnie, furiosa por los comentarios de Peter, no dudó en lanzarse hacia él. Lo empujó con fuerza, haciéndolo retroceder unos pasos. Kate, aún detrás de ella, intentaba evitar que la situación se saliera de control, pero sabía que detener a Bonnie en ese estado era inútil.

—¿Crees que es gracioso burlarte de la gente que ha muerto? —gritó ella mientras avanzaba hacia aquel chico de nuevo.

Peter se rió con burla, pero antes de que pudiera responder, otros jugadores del equipo de Shadyside se unieron a la pelea. La pelea se extendía rápidamente, arrastrando a más jugadores e incluso porristas.

Simon, con su escoba en mano y la cara aún pintada de bruja, no podía contener una sonrisa emocionada mientras miraba el caos. Sin embargo, cuando vio a Peter lanzarse sobre uno de sus compañeros, decidió intervenir. Con una habilidad inesperada, golpeó a Peter en la espalda con la escoba.

—¡Toma eso, imbécil! —gritó Simon tras enseñarle su dedo del medio, antes de empezar a correr cuando Peter, furioso, comenzó a perseguirlo.

Kate, atrapada en medio del caos, miró preocupada a su novia, quien ya estaba enredada en una pelea con una chica de Sunnyvale. Intentó alcanzarla, pero fue empujada al suelo por un chico que no vio venir.

Bonnie le propinó un golpe a la chica rubia que había intentado escapar, pero escuchó un último grito de su novia y al voltear, la vio tirada en el suelo retorciéndose de dolor.

—Mierda, Kate —susurró por lo bajo, antes de tener que levantarse para ir con ella.

Su novia no estaba hecha para peleas de cuerpo a cuerpo.

[ • • • ]

—¡Malditas mierdas! —gritó Kate con furia, sosteniendo una bolsa de hielos en su mejilla para aliviar el dolor, mientras iban de regreso a su pueblo en el autobús.

—¡Sí! —gritaron los demás.

—¡Creen que pueden hacer todo lo que quieren! —gritó ahora Bonnie, alzando una mano.

—¡No!

—¡Arruinaron nuestra vigilia y se escabullen a sus mansiones como si fuéramos basura que pueden pisotear! —continuó Kate.

—¡No!

—¡Pues no somos basura! —gritó de nuevo Bonnie.

—¡No!

—¡Esta mierda se acaba hoy! —sentenció Kate, sonriendo.

—¡Sí!

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó eufórico Simon, levantándose de su asiento.

—¡Mataremos a esos ricachones idiotas! —dijo la castaña poniendo su mano en su hombro.

—¡Eso! —celebraron todos, menos Deena, la cual estaba acostada hasta los asientos del fondo—. ¡Bon y Kate! ¡Bon y Kate! ¡Bon y Kate!

La castaña se sentó en un asiento, y su novia se sentó en su regazo, como solía hacer siempre. Aquel griterío había servido para desahogarse.

—¡Digo "Shady", contestan "side"! —gritó Simon poniéndose de pie—. ¡Shady!

—¡Side!

—¡Shady!

—¡Side!

—¡Digo "Shady", contestan "side"! —volvió a gritar el rubio—. ¡Shady!

—¡Side!

—¡Shady!

—¡Side!

—Como adoro este pueblo —Bonnie sonrió.

Kate la miró con cariño, sonriendo, y luego la agarró del rostro con su mano libre y la besó dulcemente.

Deena, quien no se había levantado, alcanzó a ver cómo una luz de un auto se acercaba por detrás del autobús. Se levantó de su asiento, frunciendo el ceño, y se acercó a la ventanilla de la puerta trasera.

Se trataba del mismísimo Peter, persiguiendo el autobús en su auto con dos personas más adentro. Un amigo, y Sam.

—Malditos imbéciles de Sunnyvale —murmuró Deena, y se sobresaltó cuando una botella chocó contra el vidrio—. ¡Chicos! ¡Vengan!

Sus amigos se acercaron al oírla. Otra botella impactó contra el vidrio, haciendo que Deena se encogiera.

—No puede ser —murmuró la pelinegra, incrédula.

—Son unos pedazos de mierda —dijo la castaña, furiosa.

—Oigan, ¿no es? —intentó preguntar el rubio, pero su voz se perdió entre los gritos.

—Sam —concluyó Deena con desdén, y después agarró la hielera.

En un impulso, Simon se bajó los pantalones y puso su trasero contra el vidrio.

—¡Sunnyvale apesta! —dijo sonriendo.

Otra botella chocó, y Simon se hizo a un lado mientras se subía los pantalones.

—¡Abran la puerta! —les dijo Deena a sus amigas, quienes se miraban entre sí—. ¡Abran la puerta!

Kate, dudando un momento, finalmente abrió la puerta mientras Bonnie agarraba el otro extremo de la hielera.

—¿Seguro que es una buena idea? ¿Deena? —preguntó, observando la determinación de su novia y amiga—. Amor, ¿en serio?

—A la cuenta de tres —dijo Bonnie, ignorando la preocupación de la chica.

—¿Están seguras?

—Uno, dos... —empezó a contar Deena.

—¡Chicas! —gritó Kate, dando un paso atrás, alarmada.

—¿Qué? —respondieron ambas amigas al unísono, confundidas.

—¡Sus narices!

Bonnie soltó la hielera y se llevó una mano a la nariz. Efectivamente, estaba sangrando.

Deena, sorprendida y desconcertada por la situación, no pudo soportar el peso de la hielera y, en un descuido, esta cayó del autobús.

La hielera chocó contra el auto, haciendo que Peter, que no podía ver bien con la máscara de calavera que tenía puesta, perdiera el control del volante y fuera a parar directo al bosque.

—¡No! —gritó Deena, aterrorizada—. ¡Deténgase! ¡Detenga el autobús!

[ • • • ]

Bonnie, Kate y Simon siguieron a Deena por el bosque, sintiéndose nerviosos por lo sucedido. Su amiga iba más adelante en busca de la rubia.

—¡Mierda! —dijo Simon, agachándose junto a la rubia y a la morena que estaban en el suelo, viendo la sangre que manaba de la nariz de Sam—. ¿Qué te pasó?

—No deberíamos estar aquí —dijo Kate, pasando sus manos nerviosas por su falda mientras observaba a su amiga.

—No debemos estar aquí —respondió Bonnie, mirándola con seriedad—. Es el bosque. Está... lleno de osos y quién sabe qué más.

—¡Cállense y ayúdenme a cargarla! —les dijo Deena, un tanto brusca, mientras trataba de mantener la calma.

—¡Debemos irnos! —le dijo Kate, alzando un poco la voz, inquieta por la situación.

—Debemos destaparle la nariz —dijo Simon, intentando tocar la nariz de la rubia con cuidado.

—¡Deja! —exclamó su amiga, dándole un manotazo.

—¡Oye! Sé qué hacer. Tranquila. Sé qué hacer —contestó Simon, alzando sus brazos en señal de rendición. Luego le enseñó tres dedos a la otra chica—. ¿Cuántos dedos tengo?

—Tres —musitó Sam con algo de dificultad, su voz entrecortada y débil.

—¿Ves? Está bien.

Pero de repente, Sam vomitó sangre, justo en su camiseta.

—¿Qué diablos? —se quejó el chico, levantándose rápidamente y alejándose de ella.

[ • • • ]

—¿Deena Johnson? —preguntó el alguacil Goode, su tono serio.

—Con doble E —aclaró la morena, manteniéndose serena a pesar de la tensión.

—¿Me dices qué pasó? —insistió el alguacil, su mirada fija en ella.

—El auto chocó —respondió Deena, intentando mantener la tranquilidad.

—¿Los perseguía? —volvió a preguntar, sin quitarle los ojos de encima.

—Iba detrás del autobús —dijo, fingiendo una calma que no sentía—. ¿Eso cuenta como perseguir?

—El conductor dijo que alguien abrió la puerta de emergencia —dijo Nick, revisando lo que había anotado en su libreta y luego mirándola de nuevo.

—No recuerdo eso —respondió Deena, haciendo un esfuerzo por sonar convincente.

—¿No? —Nick sacó una sonrisa de lado, como si estuviera disfrutando del juego—. Te vio con el refrigerador.

Deena alzó una ceja.

—¿Alguien más lo vio?

—Quizás solo... te divertías. Se te fue de las manos. Solo dime qué pasó —dijo él, su tono insinuante.

—No lo sé. Supongo...

[ • • • ]

—A veces hay accidentes —dijo Kate, intentando restarle importancia a la situación mientras se cruzaba de brazos.

[ • • • ]

—Perdimos el control —dijo Peter, mirando al suelo, como si recordara el momento del choque. Era la única vez que se ponían de acuerdo en algo: mentirle a la policía.

[ • • • ]

—Un accidente raro —comentó el amigo de Peter, encogiéndose de hombros, sin mucha preocupación.

[ • • • ]

—Chúpela, poli —dijo Simon, con su mano en la cintura, desafiando a Nick.

[ • • • ]

—Váyase al carajo —dijo Bonnie, mostrándole el dedo del medio con una falsa sonrisa en el rostro.

[ • • • ]

—Fue solo un accidente —dijo finalmente Deena, sintiendo que debía poner fin a la conversación.

—De acuerdo —suspiró Nick, rindiéndose—. Pues, si te acuerdas de algo, llámame. Estoy de tu lado.

—Por supuesto —respondió Deena, sin creerle del todo, antes de asentir y alejarse hacia sus amigos.

Bonnie se iba a acercar a ella para preguntar qué tal le fue, pero alguien la agarró del brazo, girándola de golpe.

—Mi auto quedó destruido —reclamó en voz baja Peter, acercando su rostro al suyo con intensidad.

—Papá te comprará uno nuevo —ella se encogió de hombros mientras se soltaba de su agarre.

Peter notó que el alguacil los miraba, por lo que abrazó a la chica con una sonrisa claramente falsa, pero ella hizo una mueca, incómoda.

—Suelta a mi novia, imbécil —dijo Kate, acercándose a ellos, molesta, mientras lo empujaba lejos de Bonnie.

—Basuras de Mierdiside —dijo Peter con asco—. Dense... por muertos —amenazó antes de irse, lanzando una mirada despectiva a los demás.

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