twenty two • full moon
STILL ALIVE
CAPÍTULO VEINTIDOS
➜ LUNA LLENA.
LAS AMIGAS CAMINARON UN POCO más por el bosque hasta que vieron la casa de esa extraña mujer, escondida entre la maleza.
—¿Estamos seguras de esto? —preguntó Sarah.
Lizzie y Violet asintieron, y fueron las primeras en acercarse a la casa. Sarah y Hannah las siguieron, sintiendo que la tensión aumentaba con cada paso.
—¿Viuda Mary? —llamó Violet, pero no obtuvo respuesta, así que se adentraron más en la casa—. ¿Viuda Mary?
—No está —dijo Lizzie con un tono de voz bajo—. Busquen las bayas.
Las dos parejas se separaron, buscando entre los estantes y los rincones oscuros de la cabaña en busca de las codiciadas bayas.
—Las encontré —avisó la castaña después de unos minutos, sosteniendo un pequeño puñado de bayas brillantes.
Lizzie y Hannah se acercaron rápidamente a ella y comenzaron a meter las bayas en la canasta que llevaba la pelinegra.
—¿Y Sarah? —preguntó Hannah, frunciendo el ceño al darse cuenta de que la morena no estaba con ellas.
Se miraron entre sí antes de dirigirse a la dirección por donde Sarah había ido. En un instante, se detuvieron en seco al ver a la Viuda Mary, con un cuchillo en la mano, apuntando directamente hacia Sarah.
—¿Sarah? —jadeó la rubia, el terror en su voz.
—¡Salgan de aquí! —gritó la Viuda, soltando a la joven, quien dio un paso atrás, visiblemente asustada—. ¡Salgan! ¡Salgan!
—¡Vamos!
Sin dudarlo, agarró la mano de Lizzie, mientras que Sarah tomó la mano de Hannah. Las cuatro comenzaron a correr, sus corazones latiendo con fuerza, sintiendo la adrenalina y el miedo mientras se alejaban de la casa de la Viuda.
[ • • • ]
Tiempo después, las chicas volvieron a Union. El ambiente nocturno ya se había asentado sobre el pueblo, y las estrellas brillaban en el cielo, debajo de la luna llena que Lizzie tanto había mencionado.
Al acercarse a la reunión de adolescentes, vieron a Isaac y a Abigail sentados junto al fuego, riendo y conversando con los demás.
—Hoy habrá luna llena —dijo Lizzie con una sonrisa traviesa, sacando las bayas de su canasta y extendiéndolas hacia el grupo.
La atención de todos se centró en las pequeñas frutas, y sin dudarlo comenzaron a comerlas. El grupo ya estaba un poco borracho. A medida que las bayas circulaban, la euforia en el ambiente aumentaba.
Lizzie y Violet fueron las últimas en tomar las bayas. Ambas compartieron una sonrisa cómplice, como si el momento fuera solo suyo.
—Por los frutos de la tierra —dijo ella con una sonrisa mientras llevaba las bayas a su boca.
Violet la imitó, y por un instante, sus miradas se encontraron, conectadas por una sensación que iba más allá de las palabras.
[ • • • ]
El ambiente en la reunión de los jóvenes se había vuelto descontrolado, bajo la influencia del alcohol y las bayas que habían consumido. Los cuerpos se movían torpemente al ritmo de una música que no existía, mientras algunos se despojaban de parte de su ropa, dejándose llevar por la embriaguez.
Violet y Lizzie seguían intercambiando miradas desde lejos, sus cuerpos moviéndose de manera despreocupada en diferentes partes del lugar.
Sarah y Hannah también compartían momentos similares, conectadas en su propio mundo.
Pero todo cambió cuando un chico borracho, Jacob, se acercó a Violet y la agarró con brusquedad.
—Acompáñame al bosque, bonita —le murmuró Jacob, intentando arrastrarla con él.
Ella trató de zafarse, pasando de la molestia al miedo cuando se dio cuenta de que él no la dejaría ir fácilmente.
—¡Suéltame! ¡Basta! ¡Basta, Jacob! —exigió mientras forcejeaba.
—Deja de coquetear conmigo.
Antes de que Violet pudiera hacer algo más, Lizzie apareció de la nada y empujó al chico con fuerza, separándolo de su novia.
—¡No te está coqueteando, imbécil!
Jacob se tambaleó, pero recuperó el equilibrio, esbozando una sonrisa burlona.
—¿Qué? ¿Estás celosa? —dijo con voz arrastrada—. Lizzie Schmidt, ¿tú también quieres un beso? Si no fueras una maldita zorra que se acuesta con cualquiera...
Antes de que pudiera terminar la frase, Lizzie le soltó un puñetazo directo a la mandíbula, mientras en paralelo Sarah hacía lo mismo con Caleb, que había estado molestando a Hannah.
El sonido de los dos golpes resonó en el aire, haciendo que todos los presentes se detuvieran y miraran en su dirección. Una carcajada general se desató entre los jóvenes cuando vieron a Jacob tambalearse por el golpe de la joven.
—Aquí está tu beso —dijo Lizzie con rabia—. Y si aún quieres más... seguro hay alguna mula atada que pasará por alto tus defectos —señaló con desdén su entrepierna.
Las risas se intensificaron, burlándose de la humillación de Jacob.
Las dos chicas no esperaron más y, siendo ignoradas por la multitud, se tomaron de la mano y se dirigieron hacia el bosque.
—Estás completamente loca, amor —dijo Violet riendo, mientras ambas se adentraban más en el bosque.
—No siento miedo... cuando estoy contigo —respondió Lizzie, con una sonrisa suave.
Ella soltó una pequeña risa, pero la intensidad en los ojos de Lizzie la hizo detenerse por un segundo. Ambas bailaron distraídamente bajo la luz de la luna, sus movimientos eran ligeros, casi como si flotaran sobre el suelo cubierto de hojas.
—Deberíamos regresar —murmuró, mientras la chica, sin responder, se recargaba contra una piedra cercana.
Sin decir nada, Lizzie se inclinó, recogió una pequeña flor del suelo y con delicadeza la colocó detrás de la oreja de Violet.
—¿Deberíamos? —preguntó en tono coqueto, acercándose aún más a su novia, sus manos deslizándose suavemente hasta posarse en los hombros de ella.
Violet sintió el calor de las manos de Lizzie y sonrió, sintiendo cómo su corazón latía más rápido. La cercanía de Lizzie siempre lograba ponerla nerviosa. Sin querer apartarse, dejó que la tentación se apoderara de ella.
—Tal vez no... —susurró mientras la distancia entre ellas se reducía.
Lizzie no perdió tiempo, y sin dejar de sonreír, deslizó una de sus manos desde los hombros de Violet hasta su cuello, inclinándose un poco más hasta que sus labios finalmente se encontraron.
El beso fue suave al principio, pero pronto se volvió más intenso, lleno de deseo. La castaña cerró los ojos, perdiéndose en el momento, y rodeó la cintura de su novia con sus brazos.
Ambas continuaron riendo entre besos, ajenas al resto del mundo y completamente entregadas a ese instante solo para ellas.
De repente, escucharon el crujido de unas ramas, haciendo que se separaran rápidamente, asustadas.
—¿Qué fue eso? —preguntó Violet con los ojos bien abiertos.
Vieron una sombra moverse entre los árboles, apenas visible.
Lizzie y Violet se miraron con pánico antes de echar a correr hacia el pueblo, mientras el sonido de las hojas crujía bajo sus pies.
—Había alguien —dijo Lizzie, sin aliento y con preocupación en la voz cuando se detuvieron, lejos ya del bosque pero lejos de la multitud que ya se estaba yendo a sus casas por lo tarde que era.
—No puede ser —respondió Violet, mirando a su alrededor con paranoia—. Hemos mantenido esto en secreto desde principios de año y ya estamos en octubre. No... no debería estar pasando esto ahora.
Lizzie tragó saliva, su mirada llena de duda.
—¿Y si fue la Viuda... o Jacob, o incluso Caleb?
Violet entrecerró los ojos, tratando de pensar con claridad, aunque el miedo también comenzaba a instalarse en su interior.
—Ese dúo apenas puede saber dónde tienen sus penes, Lizzie.
—Pero si alguno de ellos nos vio... si lo cuentan...
Violet no podía negarlo: si alguien lo sabía, estarían en peligro. Las consecuencias iban a caer en ellas o en sus familias.
—No le temo a esos dos puercos consentidos —contestó, aunque su preocupación comenzaba a ser evidente.
Lizzie, aún asustada, la miró fijamente, intentando confiar. Pero el temor no se iba.
—Nos colgarán, amor —dijo, casi en un susurro, tomando el rostro de su novia entre sus manos, tratando de que su mirada se encontrara con la suya—. Lo sabes. Si nos descubren, nos matarán.
Ella tragó saliva.
—Que nos cuelguen —dijo, intentando mantener el control—. No me sentía viva antes de empezar a salir contigo. Te amo, Lizzie Schmidt.
Lizzie sonrió, a pesar del terror que las envolvía. Acercó su rostro al de Violet, sus labios encontrándose en un beso, lleno de amor y temor al mismo tiempo.
Lo que no sabían era que, desde la distancia, Jacob las observaba entre los árboles. Una sonrisa torcida se dibujó en su rostro.
—Pecadoras... —susurró, riéndose entre dientes.
[ • • • ]
A la mañana siguiente, Violet se encontraba en casa de Lizzie, tratando de ignorar la tensión creciente.
—La pasé bien anoche... —susurró Lizzie mientras vertía agua en una jarra.
—Igual yo —respondió con una sonrisa suave, apoyándose en un mueble mientras miraba a su novia.
El silencio se instaló por un momento, pero Lizzie pronto lo rompió.
—Aunque no dejo de pensar en lo que vimos anoche —dijo, acercándose a ella, la preocupación reflejada en su rostro—. Hannah me dijo que su padre estaba actuando extraño. Que es como si... algo oscuro se hubiera apoderado de él. Se ve como él, pero no es él, Lettie. La acompañé y había algo muy mal con él. Su madre y mis padres fueron a la sala de juntas para hablar de ello.
Violet frunció el ceño, intentando procesar lo que Lizzie le contaba.
—Tal vez solo necesita medicina —respondió—. Puedo hablar con tus padres para que le digan a la madre de Hannah.
—¡No! —Lizzie casi gritó, interrumpiéndola mientras la tomaba por los brazos—. Mi padre no puede saber que estuviste aquí. No puedo volver a verte, Violet.
La voz de la chica se quebró, llena de miedo y desesperación.
La contraria se cruzó de brazos, el dolor de la declaración clavándose en su pecho.
—¿Por qué no? —preguntó en voz baja.
Lizzie se limpió una lágrima que resbalaba por su mejilla, temblando ante la confesión que estaba por hacer.
—Él lo sospecha. Sospecha de nosotras. De nuestra relación. Y no es solo nosotras... Hannah y Sarah hicieron lo mismo, y ahora... el Pastor Miller está enfermo. Hannah cree que algo horrible está ocurriendo —Lizzie tragó saliva antes de terminar—. ¿Crees que lo causamos nosotras cuatro? ¿Que esto es nuestra culpa?
Violet la miró fijamente. Estaba por responder, cuando de repente la puerta se abrió de golpe.
—¡Tú! —gritó el Sr. Schmidt, señalando con furia a la chica.
Antes de que pudiera reaccionar, el hombre la agarró del cabello, tirándola al suelo con una fuerza brutal.
—¡John! —gritó Olivia, la madre de Lizzie, horrorizada ante la violencia de su esposo.
—¡Padre! —Lizzie intentó acercarse a Violet, desesperada por ayudarla, pero fue detenida por una bofetada que resonó en toda la habitación.
—¡Cierra la boca! —bramó su padre, con el rostro enrojecido por la ira—. ¡Jacob las vio anoche! ¡Thomas vio a Hannah y Sarah en el pueblo! Ambos lo están contando a todos —el hombre apuntó con desprecio a la castaña—. ¡Invitas a esta bruja a nuestra casa! Ahora veo lo que realmente eres. Una abominación que ha corrompido a mi hija. ¡Fruto de la perversión!
—¡Señor Schmidt, por favor! —Violet suplicó, temblando de miedo mientras el hombre la levantaba del suelo y la empujaba fuera de la casa.
Cayó al suelo, raspándose las manos, sus oídos llenos de los gritos del Sr. Schmidt.
—¡Dios sabe lo que eres, muchacha! ¡Implora clemencia por tu alma condenada!
Violet se levantó como pudo, cuando Sarah llegó corriendo hacia ella, con el rostro igual de sucio y lleno de miedo.
—¿Estás bien? —le preguntó Sarah, ayudándola a ponerse en pie.
—Sí... —respondió con la voz temblorosa, aún en estado de shock—. ¿Y tú?
—Me pasó lo mismo —dijo Sarah, su voz apenas un susurro—. La Sra. Miller me echó como si fuera una plaga.
Ambas miraron alrededor, dándose cuenta de que el pueblo entero las observaba, con miradas de desprecio. Nadie decía nada, pero sus ojos lo decían todo: ya no eran bienvenidas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro