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twenty six • the hanging tree

STILL ALIVE
CAPÍTULO VEINTISEIS

EL ÁRBOL DEL AHORCADO.

VIOLET FUE LA PRIMERA EN SALIR, seguida rápidamente por Sarah. Ambas se levantaron, aturdidas, y se dieron cuenta de que estaban en la sala de juntas.

Bajaron del tribunal y abrieron las puertas, saliendo casi a paso lento por el dolor y el cansancio en su cuerpo. Al cruzar el umbral, se encontraron con el pueblo reunido afuera, conversando en voz baja.

Lizzie y Hannah, que estaban recostadas en el suelo cerca del pozo, en el mismo estado que antes, se sentaron al verlas.

La castaña o pudo evitar sonreír al ver a su novia, quien solamente la miraba asustada. Eso hizo que frunciera el ceño.

La morena le devolvió la sonrisa a Hannah, que, aunque le sonrió un poco, no pudo ocultar la preocupación en su mirada igual que la chica a su lado.

De repente, alguien las agarró con fuerza por detrás, y entendieron el por qué de sus caras.

—¡Encontré a las brujas! —gritó el idiota de Solomon, irrumpiendo la breve tranquilidad del momento.

El pueblo comenzó a acercarse, y Lizzie y Hannah compartieron una mirada de alarma antes de volver a mirar a sus parejas.

—No... —murmuró la rubia, con la voz temblorosa.

—¡No! —exclamó Lizzie, intentando levantarse desesperadamente en vano. Las cadenas alrededor de sus muñecas se lo impedían.

—Oh, carajo —dijo Thomas, quien se encontraba al lado de Isaac y Abigail, sus rostros reflejando el mismo horror.

—No puede ser —susurró Abigail, con una lágrima deslizándose por su mejilla.

Primero su hermana, y ahora su amiga.

[ • • • ]

Al amanecer, todo el pueblo conducía encadenadas a Violet, Lizzie, Sarah y Hannah hacia un lugar apartado.

Se detuvieron en un claro del bosque, el cual escazeaba de árboles, excepto por uno que se alzaba solitario en medio.

—¡La pena por practicar brujería es la horca! —anunció Elijah Goode con voz autoritaria.

—¡Cuélguenlas! —gritaban todos, con fervor, a excepción de los amigos cercanos a ellas.

—¡Cuélguenlas! —exclamó Jacob, eufórico, mientras Caleb lo secundaba.

—¡Confiesen! —les gritó el jefe a las cuatro chicas—. Confiesen todos sus pecados o ardan en el infierno.

—¡Cuélguenlas!

—¡Confiesen!

Violet hizo una pequeña mueca y miró a Lizzie, quien le devolvió la mirada, inquieta. Sarah y Hannah también intercambiaron miradas de preocupación.

Estaban a punto de ser ahorcadas por algo que ni siquiera habían hecho.

Los gritos del pueblo se mezclaban en un coro aterrador de exigencias de confesión.

—Lo confieso —dijeron Sarah y Violet al unísono. La morena miró a su amiga, negando con la cabeza, intentando disuadirla, pero esta la ignoró.

La rubia y la pelinegra negaron con la cabeza, lágrimas acumuladas en sus ojos.

—¡No! —protestaron rápidamente.

—¡Lo confesamos! —reiteraron el par de amigas, esta vez alzando la voz para que todos las escucharan.

—¡No! ¡Mienten! —exclamó Lizzie mientras Elijah las agarraba.

—¡Nos asociamos con el diablo! —declaró Sarah, sabiendo que no podía convencer a su amiga de que se negara.

—¡Cada una durmió con él por separado! ¡Yo desde antes! —añadió Violet, su voz temblando.

El jefe del pueblo había alejado a las dos jóvenes Miller y Schmidt, que luchaban por liberarse.

—Embrujamos al buen pastor —dijo la morena.

—Y también a... Lizzie Schmidt y... —continuó la castaña.

—Y a Hannah Miller —concluyó la de cabello rizado.

—Le nublamos la mente. Le nublamos la mente —insistió la Crane—. Fuimos solo nosotras. ¡Fuimos nosotras! Todo fue por nosotras.

Lizzie lloraba, impotente.

—Siempre nosotras. Lizzie y Hannah son inocentes.

—Suéltenlas —dijo Solomon, refiriéndose a las otras dos chicas.

—¡No! —gritó Hannah, luchando contra el agarre de su madre.

—¡No! ¡Suéltanos, desgraciado! ¡Suéltanos! —protestó Lizzie, mientras la alejaban del árbol.

Solomon se acercó a aquellas jóvenes, colocando cadenas alrededor de sus cuellos con completa seriedad, sin una pizca de arrepentimiento.

—La verdad saldrá a la luz —comenzó a decir Sarah, en voz baja—. Quizás no hoy... quizás ni mañana, pero saldrá a la luz. La verdad será tu maldición. Te acecharemos toda la eternidad. Te vamos a atormentar las veces que podamos. Les mostraremos lo que hiciste. Jamás... te dejaremos en paz.

—¡Cuélguenlas!

—¡Cuélguenlas!

—¡Brujas!

—¡Cuélguenlas!

Las chicas sintieron que sus pies ya no tocaban el suelo, y la presión alrededor de sus cuellos creció hasta que no pudieron respirar.

—¡No! —el grito de Lizzie y Hannah fue lo único que resonó en el aire.

Abigail comenzó a soltar lágrimas silenciosas. Thomas la abrazó por los hombros, incapaz de evitar que una lágrima también cayera por su mejilla.

Isaac bajó la mirada, sin soportarlo.

Hannah intentaba zafarse del agarre de su madre, pero era en vano.

Lizzie, sentada en el suelo, tenía la cabeza entre las piernas, llorando desconsoladamente.

[ • • • ]

—No podemos dejarlas aquí —dijo Thomas cuando el grupo más cercano se quedó a solas con los inertes cuerpos de las chicas. Todos los ciudadanos regresaron a sus casas, como si nada importara.

—Solas. Debajo de este horrendo árbol —coincidió Hannah, con la voz quebrada.

—Merecen un entierro apropiado —añadió Abigail, secándose una lágrima.

—Movámoslas, enterrémoslas en otro lugar —propuso Isaac con tono suave—. Así nadie sabrá dónde están.

Todos asintieron en acuerdo.

—Excepto nosotros —dijeron al unísono, con una tristeza compartida.

Lizzie permaneció en silencio. No podía encontrar palabras después de lo que había sucedido.

Había perdido a quien consideraba el amor de su vida.

Thomas ayudó a Isaac a inscribir en una piedra: "Las brujas vivirán por siempre".

Luego, Hannah y Lizzie quedaron solas con los cuerpos de Sarah y Violet. Sus amigos se alejaron para darles espacio.

Hannah colocó la corona de flores que había hecho sobre la cabeza de la morena, dejando caer una lágrima en el proceso. Suspiró, dándole una última mirada a su amiga antes de alejarse.

Lizzie volvió a llorar mientras acariciaba el rostro pálido y frío de la castaña.

—Lizzie... —dijo Abigail al acercarse—. Ya es hora.

Ella asintió levemente, secándose las lágrimas mientras se levantaba.

Thomas sacó una pala y comenzó a enterrar a la joven Fier, y a la que siempre consideró su hermana menor.

Con el tiempo, musgo comenzó a crecer sobre el lugar donde enterraron a esas dos chicas, hasta ser el mismo bosque en el que fue el accidente en 1994.

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