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twenty one • the widow

STILL ALIVE
CAPÍTULO VEINTIUNO

LA VIUDA.

LAS DOS AMIGAS, que estaban limpiando sus cuchillos, compartieron una mirada antes de ir con el hermano menor de la morena.

—Hay uno más —les dijo Henry cuando las vio llegar—. Viene de nalgas.

—Sostenla fuerte —le dijo Sarah mientras se acercaban.

Violet se agachó junto a la cerda, comenzando a hacer lo que sabía hacer mejor.

—Lo siento. Está luchando por salir —dijo, notando cómo el animal se retorcía—. Es recio el cabrón.

—¡Sostenla! —volvió a decir Sarah a su hermano, quien parecía un poco distraído observando a su amiga, especialmente cuando la cerda se movió más intensamente.

—¡Disculpa!

—Tranquila, bestia —murmuró Violet en dirección a la cerda, intentando calmarla.

—Los perdemos. Los perdemos a ambos —dijo Henry, preocupado por la situación.

—No lo haremos —respondió su hermana con firmeza. Sacó el cuchillo que llevaba para el trabajo que habían estado haciendo antes—. Sin titubear, Henry. A la cuenta de tres, ¿sí?

Le pasó el cuchillo a Violet, quien lo tomó con determinación.

—Sí.

—Uno... dos...

—Tres —terminó la castaña, metiendo el cuchillo sin más.

La sangre salpicó en su cara.

[ • • • ]

Violet tocó la puerta de la casa de su mejor amiga, ya cambiada y limpia, con una canasta alrededor de su muñeca.

Unos segundos después, Sarah salió de su casa, sosteniendo uno de los cerditos en su mano, envuelto con una manta.

—¿Para qué lo traes? —curioseó mientras comenzaban a caminar hacia el pueblo.

—Se lo daré a Solomon —dijo Sarah con simpleza.

Violet hizo una mueca al escuchar ese nombre, recordando las historias que habían circulado sobre él. El hombre no le daba buena espina.

—Hoy habrá luna llena —comentó hacia cierta pelinegra mientras avanzaban.

—A probar los frutos de la tierra —dijo Lizzie, sonriendo a su novia en secreto y enseñando disimuladamente la botella que llevaba en su canasta.

Ambas se sonrieron mutuamente, cómplices de un pequeño secreto.

—Las dejaré solas —les dijo divertida Sarah, de las pocas personas que sabían de su "relación", alejándose un poco para darles privacidad.

La castaña se acercó a la pelinegra con una sonrisa disimulada, como si fueran solo amigas. Y eso eran a los ojos de los demás.

—Irás, ¿no? —curioseó con un deje de diversión.

—Claro que iré —Lizzie sonrió—. Y, antes, iremos con Hannah a casa de la Viuda a buscar bayas.

—¿Qué? Una cosa es que nosotras dos hagamos negocios con esa vieja bruja, pero es muy distinto que también lo haga la hija del pastor —dijo Violet, frunciendo el ceño.

—¿No te da un poco de curiosidad... —Lizzie se aseguró de que nadie las escuchara—, amor? Además, solo iré si tú vas conmigo. ¿Por favor? Sabes que me da un poco de miedo ir sola.

Violet sonrió ante los pucheros de su novia, abriendo la boca para responder, pero la puerta de la casa de la chica se abrió de golpe.

—¿Por qué tardas tanto? Necesito ayuda con... —su madre se detuvo al verlas demasiado juntas—. Dios mío. No anden así cuando están en peligro de todo el mundo —miró a su hija con desaprobación—. Tienes suerte de que haya sido yo quien haya salido y no tu padre.

—Sí, mamá —murmuró Lizzie, sintiéndose un poco avergonzada.

—Solo... asegúrense de que no las vea nadie —dijo la mujer antes de entrar de nuevo a la casa. No le gustaba para nada la relación cercana de ambas, y sospechaba que su amistad fuera más allá, pero sabía de lo que sería capaz su esposo si se enteraba de sus sospechas.

Y le tenía más amor a su hija.

—Parece que tenemos a alguien más que lo sabe —comentó Violet, mirando a su novia con incomodidad.

—Sí. Lo siento, pero me presionó y me dijo que ya lo sospechaba. Tuve suerte de que sea de mente abierta. Pero...

La chica la tomó de la mano y las llevó hasta detrás de su casa. Se aseguró de que nadie las estuviera mirando antes de acercarse a ella y besarla.

Violet se sorprendió ante aquel acto inesperado de Lizzie, pero correspondió al beso, pasando sus manos por su cintura.

El beso duró unos minutos, hasta que la falta de aire las obligó a separarse.

—¿Nos vemos más tarde? —preguntó la pelinegra con un tono algo coqueto.

—Por supuesto, Schmidt —respondió la castaña, sonriendo de vuelta.

Se sonrieron antes de que Violet se alejara para buscar a su mejor amiga. La vio a punto de adentrarse en el bosque.

Estaba por ir, pero se detuvo al ver a Caleb acercándose tambaleándose por el camino.

—Sé que guardas un secreto, muchacha —le dijo con una sonrisa burlona.

—Que tengas un buen día, Caleb —respondió ella, con un tono sarcástico.

—¿No quieres escucharlo, linda muchacha? —Caleb se acercó más, su mirada intensa—. Buena muchacha. Veo todo. Todos los oscuros secretos de Union.

—Debes estar ocupado, ricachón —replicó Violet, intentando alejarse.

Pero él la agarró por detrás, deteniéndola.

—¡Veo oscuridad en ti, muchacha! —exclamó Caleb—. Sé que sales con la bella de Lizzie...

—¡No la toques, imbécil! —gritó Thomas, apareciendo detrás de ellos y empujando a Caleb lejos de Violet.

—Claro. El borrachito viene a salvarla como siempre —se burló él—. ¿Acaso la princesita no puede cuidarse sola?

—Solo vete, imbécil —respondió Thomas en un tono amenazante—. No sabes de lo que soy capaz.

—Sí, claro. Me iré... pero volveré, ¿eh? —dijo Caleb, alejándose mientras sonreía de forma arrogante.

—¿Estás bien, Lettie? —preguntó el mayor, acercándose a su mejor amiga con preocupación.

—Sí. Gracias, Thomas —respondió la joven, dándole una pequeña sonrisa que intentaba ocultar su nerviosismo.

—Si te vuelve a molestar con lo de ya sabes qué, me dices y lo mato a golpes, ¿sí? —dijo Thomas, tratando de aliviar la tensión.

Violet rió ante su comentario.

—Claro —respondió, sintiéndose un poco más tranquila.

Thomas le sonrió amablemente antes de alejarse. Violet se dirigió al bosque a encontrarse con Sarah en el camino, en dirección a la casa de Solomon Goode.

[ • • • ]

Pasaron unas horas y la oscuridad envolvió el bosque, mientras Violet, Lizzie, Sarah y Hannah caminaban juntas, dirigiéndose a casa de la Viuda Mary.

—Las bayas te hacen ver un mundo más allá —comentó Lizzie, entrelazando su brazo con el de su novia, sonriendo al sentir la cercanía.

—¿Qué hace una anciana con eso? —preguntó Sarah, con un tono escéptico.

—No es solo una anciana —corrigió Violet—. La Viuda tiene mil años. Se nutre de la sangre de las vírgenes.

—Ustedes dos están a salvo —bromeó Sarah, recibiendo miradas reprobatorias de sus amigas y una risa de la rubia—. ¿Qué? Es verdad. Han tenido... relaciones casi desde que empezaron a salir en secreto.

—Hay algo que se llama "aprovechar" —respondió Lizzie con una risita—. De todos modos, ella sacrificó a su marido para desposar al diablo y obtener vida eterna.

—Oí que frecuentaba a los indígenas y que incluso se enamoró de uno —dijo la chica Fier, recordando lo que había escuchado—. Por eso se exilió. Aprendió su medicina. Me lo contó Solomon. Él le llevó a su mujer tras el parto fallido, pero ya era tarde.

—¿Están seguras de que es por aquí? —preguntó Hannah, con un tono de duda mientras miraba a la pareja—. ¿Cómo saben el camino?

—Ya hemos ido —respondió Violet con un encogimiento de hombros.

—¿Recuerdan el anillo de fuego de Abigail? —inquirió Lizzie.

—Se rascaba como un perro durante el sermón —rió Hannah—. Mi madre dijo que durmió con un demonio. Que era el obsequio del diablo.

—O más bien, era Thomas —respondió Violet, divertida por la rara relación de esos dos.

—Como sea, Abbi nos obligó a Lettie y a mí a ir a casa de la Viuda —continuó la pelinegra mientras mantenían el paso, el bosque oscureciéndose a su alrededor.

—¿Y la curó con brujería? —curioseó la rubia, intrigada.

—Sí, con brujería. Y con una pasta maloliente para rameras como Abbi Berman.

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