twenty five • are you!
STILL ALIVE
CAPÍTULO VEINTICINCO
➜ ¡ERES TÚ!
SARAH TOCÓ DESESPERADAMENTE la puerta de aquella casa.
—Vete, Elijah —escucharon que dijo Solomon, el cual unos segundos después de que insistieran con los golpes, abrió la puerta—. Elijah, ¡basta!
—Por favor, ¡ayúdanos! —suplicó Sarah y ambas entraron a la casa sin dejarlo decir nada.
—¿Sarah? ¿Violet? —preguntó con notable confusión Solomon, mientras la castaña cerraba de golpe la puerta.
—Somos inocentes, idiota —le dijo Violet algo más aliviada, llevando una mano a su pecho para recuperar el aliento.
—Lo sé...
—Lizzie y yo. Hannah y Sarah. ¡No fue ninguna de nosotras!
—Están sangrando —les dijo Solomon intentando tocar el rostro de la morena.
—Escúchannos —lo interrumpió Sarah dándole un manotazo—. Volvimos al bosque, a la casa de la Viuda.
—¡Chicas!
—¡Está muerta, Solomon! ¡Alguien la mató! Y allí había... un libro... con... instrucciones, con un conjuro.
—¿Un conjuro? ¿Para qué? —preguntó Solomon confundido.
—Sí. Creemos que... Creemos que alguien hizo un pacto con el diablo —intentó explicar Sarah gesticulando con las manos—. Le entregó el pueblo.
—¿El pueblo?
—Sí, quizás a cambio de poder —asintió Violet rascando su frente con un deje de frustración—. Oye, te juro... que nosotras no hicimos eso.
—Chicas... —el hombre suspiró, procesando sus palabras—. Les creo —dijo, relamiendo sus labios—. ¿Quién más lo sabe?
—Nadie —respondió la morena, con la respiración un poco más calmada.
—¡Solomon! —se escucharon los gritos de los demás del pueblo acercándose a la casa.
—¡Rápido! ¡Escóndanse!
Las amigas se escondieron en el baño y cerraron la puerta. Se apoyaron en esta y se deslizaron hasta el suelo, asustadas y angustiadas.
—¡Salgan, Sarah y Violet! —se podían escuchar los gritos de Jacob y Caleb desde afuera.
Pudieron ver a alguien pasar por afuera del baño con una antorcha, lo que las hizo apartar la mirada. Y Sarah la vio. Una puerta que llevaba a quién sabe dónde.
Ambas compartieron una mirada. Violet se atrevió a abrir la puerta y, para cuando alguien se acercó por la ventana del baño a revisar, ninguna de las dos estaba ahí.
Habían entrado al lugar.
Veían pasos desde arriba. En el lugar, solo se encontraba la comida. O eso era lo que aparentaba. Vieron como una luz salía por un hueco. Fruncieron el ceño para después agacharse y entrar.
Mala idea.
Gatearon un poco hasta llegar a algo así como una cueva. Un símbolo estaba en el suelo tallado.
Sarah agarró una antorcha y lo prendió con el fuego que salía en medio del símbolo.
Había una cabeza de un animal a un lado del símbolo. Ambas hicieron una mueca de asco. Violet vio algo negro y espeso por dentro del símbolo y decidió pasar la mano. Era sangre.
—Oh, mierda —murmuró y se limpió en el abrigo.
Entonces, vieron el libro de la Viuda, abierto justo en la página donde salía cómo hacer un pacto con el diablo, y los pasos para hacerlo.
Y en ese momento, apareció Solomon. Las cosas empezaron a cuadrar.
Abadón...
Arimán...
Azazel...
Bael...
—¡Tú! —dijo Sarah, incrédula—. ¡Eres tú!
Rimón...
Samael...
Lucifer...
Gorgona...
Belcebú...
Lucero del alba...
Satán.
—Eres tú.
—Sigo siendo yo —respondió Solomon sin inmutarse—. Siempre fui yo. Solo me cansé de que la fortuna me diera la espalda.
—¿Cómo pudiste? —Violet lo miró con asco, mientras se alejaban de él al ver que comenzaba a acercarse a ellas.
—Siempre desconfiando de mí —dijo Solomon sarcástico—. ¿Y cómo pude qué? ¿Tomar lo que todos desean? ¿Para lo que vinimos todos? Poder, prosperidad, legado. Piénselo, chicas... por un alma... —se acercó a la pared, donde estaba el nombre del pastor—. Solo una.
—El pastor Miller —dijo Sarah empezando a entender.
—Y a cambio, lo que ninguna plegaria podría darme. Una persona cada tanto no me parece un precio tan alto.
—¿Una persona? ¡El pastor mató a 12 niños! —reclamó Violet, notablemente molesta—. ¡A dos que consideraba mis hermanos pequeños! ¡Personas que eran inocentes!
—Inocentes —rió Solomon—. ¿Quién es inocente? ¡Sus vecinos las persiguen, las abandonan, maldicen sus nombres! ¡Nos rodea la ignorancia! ¡Y el terror! ¡Y ustedes se resignan! Tienen miedo ya que saben que son diferentes. Y lo son —ambas chocaron contra la pared, lo que hizo que quedaran acorraladas—. Se rehúsan a conformarse con las normas de estos dogmáticos, esperan más de este mundo. Son como yo.
—¡No somos como tú!
Sarah le clavó el cuchillo en el abdomen.
Solomon cayó al suelo. Las dos jóvenes intentaron correr, pero él las agarró a ambas de sus abrigos.
—¡No!
Solomon agarró una roca y golpeó por reflejo a Violet, la cual sabía que le tenía más odio guardado.
El hombre intentó acercarse a ellas de nuevo, pero Sarah agarró la antorcha para evitar que atacara a su amiga otra vez. La morena la ayudó a levantarse y las dos aprovecharon que estaba herido para escapar.
—¡Sarah! ¡Violet!
Las amigas caminaban por toda la cueva, intentando buscar una salida a la vez que escuchaban los gritos del hombre llamándolas.
—¡Chicas! ¿Chicas? ¡Chicas! ¡Chicas, regresen!
Sarah y Violet entraron a una especie de cueva extra donde vieron algo así como un corazón palpitando sin parar. El lugar estaba lleno de moscas.
Sarah...
Violet...
Ambas se horrorizaron pero vieron que del otro lado seguía el camino. Con asco pasaron por un lado del corazón.
—¡Sarah! ¡Violet!
Las dos chicas siguieron escapando pero Fier se resbaló y se sujetó de su amiga, lo que hizo que ambas cayeran al suelo.
Se levantaron y Sarah volvió a agarrar la antorcha, ya que se le había caído cuando ellas cayeron. Pasaron por un pasillo, sin saber que Solomon estaba por alcanzarlas.
Entonces, finalmente vieron una salida. Una luz a través de un hueco.
—¡Sarah! ¡Violet!
Ambas fueron hasta la pared donde arriba estaba el hueco. Sarah tiró la antorcha al suelo. Intentaron subir con la ayuda de las rocas. Violet sentía que la sangre por el golpe con la piedra caía por su frente.
Casi llegaban hasta arriba, de no ser porque alguien agarró a Sarah y la tiró al suelo.
—¡Sa...! —la misma persona agarró a la castaña y también la tiró al suelo, del lado contrario a la morena.
—¡No! —gritaba ella viendo cómo Solomon se le acercaba y la intentaba atacar—. ¡No! ¡No!
—¡Detente! ¡Basta! —le decía el hombre—. Por favor, ¡no hagas que te lastime! ¡Te amo, Sarah! ¡Te amo! ¡No te resistas! No quiero...
La otra chica había quedado aturdida por la caída, y apenas veía.
Sarah empujó a Solomon lejos de ella; sin embargo, él se levantó con un cuchillo e intentó clavárselo, de no ser porque su mano se interpuso entre el arma blanca y su cuerpo, lo que hizo que cortara un poco su muñeca.
Gritó de dolor.
Solomon hizo a un lado la mano herida de Sarah, quien intentaba hacer fuerza, lo que hacía que la mano fuese saliendo de su muñeca poco a poco.
Sarah quedó sin mano.
Violet, por el grito desgarrador, se sobresaltó. Vio la escena y se alarmó. Sacó el arma que había en su bolsillo y disparó dos veces a ciegas. Las balas cayeron en los dos hombros de Solomon, lo que lo hizo caer al suelo.
Rápidamente se acercó a su amiga, la cual no dejaba de retorcerse de dolor. ¿Y cómo no hacerlo? Ya no tenía una mano, y se la arrebataron cruelmente.
La ayudó a levantarse y pasó su brazo bueno por sus hombros para ayudarla a caminar. Se alejaron del lugar y se detuvieron para que Sarah se vendara su... bueno, muñeca.
La Fier se quitó su abrigo como pudo y se lo pasó a su amiga. La Crane rompió un trozo del abrigo y le hizo un torniquete en la muñeca para que ya no sangrara más.
Una vez más o menos curada, siguieron caminando. Sarah intentaba no gritar por el dolor, mientras sentía cómo unas lágrimas resbalaban por sus mejillas.
Hasta que vieron luz nuevamente. Las dos se miraron y rápidamente fueron hacia ese lugar, sintiendo esperanza.
Se agacharon y comenzaron a arrastrarse por el suelo para escapar. Después de un rato, vieron que había madera arriba de ellas.
Sarah comenzó a respirar algo más tranquila de haber hallado una salida por fin.
—Tranquila, todo... estará bien —le dijo Violet cansada—. Dios, quiero matarlo por lo que hizo.
Vio que ella estaba demasiado adolorida, así que comenzó a golpear con sus piernas la madera para poder romperla con suerte.
Respiró hondo para después golpearla una última vez, ya casi sin fuerzas, pero finalmente lo logró.
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