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seventeen • i loved him

STILL ALIVE
CAPÍTULO DIECISIETE

LO AMABA.

Vuelve a ramificarse aquí —les dijo Cindy mientras caminaban—. Quédate a la izquierda.

—No puedo creer que funcione —dijo Alice apuntando alrededor con la luz de su linterna.

—Oigan, ya tardan demasiado. Tommy ya debe estar en el campamento —les dijo Arnie.

Alice miró a Cindy.

—Si tuvieras que matarlo, ¿lo harías? —preguntó con curiosidad.

—Antes, cuando Mary lo atacó, yo... me paralicé, no pude hacer nada —admitió Cindy, con la voz rota—. Así que no, no podría matar a nadie, y mucho menos a Tommy. Solo imagina una vida para Bonnie, sin un padre.

—Buenas noticias. Yo lo mataría con gusto —respondió Alice con honestidad, pero había un deje de amargura en su tono—. Además, si es que sobrevivimos, te ayudaríamos a cuidar de la mocosa.

Cindy rodó los ojos ante lo último.

—Incluso ahora, después de lo que pasó, sigues siendo una imbécil.

—De acuerdo, lo siento.

—¿Sabes? Sinceramente, nunca pudimos entender qué le veías —comentó Arnie, mirando a su mejor amiga—. Y eso era antes de que lo poseyera la bruja.

—Tommy... Tommy era dulce —dijo la pelirroja, sus ojos fijos en un punto en el suelo—. Me hacía sentir... que todo iba a estar bien. Lo amaba. De verdad. Y cuando supe que quedé embarazada y se lo conté, en vez de enojarse o algo así, él... se emocionó mucho y me dijo que quería... formar una gran familia conmigo.

—Es como yo con Arnie. Amo a este bruto imbécil —dijo Alice, dándole un golpe en el hombro a su novio, con una pequeña sonrisa divertida.

De pronto, escucharon unos ruidos.

—¿Oyen eso? —les preguntó Arnie apuntando con la linterna en dirección a donde venían los ruidos.

—Hay un espacio más adelante —dijo Cindy viendo el libro—. Los caminos conducen aquí.

—¿No hay otra salida? —preguntó confusa Alice.

Su amiga negó con la cabeza.

Comenzaron a acercarse hacia aquel lugar. Veían muchas moscas y una sustancia negra extraña en el suelo.

—¿Qué carajo? —murmuró Arnie, el cual iba adelante de ellas, con el ceño fruncido.

—¿Moscas? ¿Qué es esto? —Alice frunció el ceño.

—Está repleto —dijo Cindy.

La rubia vio algo en el suelo, y comenzó a asustarse y a preocuparse.

—¿Chicos? ¿Qué es eso?

Arnie y Cindy voltearon hacia donde miraba ella. Abrieron los ojos como platos.

Era una especie de corazón que no dejaba de palpitar. Muchísimas moscas volaban a su alrededor.

—Salgamos de aquí —sentenció Cindy, tragando saliva.

La pelirroja empezó a retroceder.

Alice...

Alice...

La rubia puso su mano sobre esa cosa. Unas imágenes de todos los asesinos de Shadyside y de Tommy casi matando a Arnie pasaron por su mente.

—¿Alice? —la pelirroja se acercó a ella y puso su mano en su hombro.

Ella la miró y, alucinando, la vio muerta. Sus pies la llevaron corriendo lejos de ahí. Y conforme corría, veía a muertos en el camino. Vio a niños sin ojos.

De pronto, su pie pasó de largo y cayó. Gritó de dolor cuando se dio cuenta de que el hueso de su tobillo se había salido.

[ • • • ]

Alice se quejaba de dolor, con los ojos cerrados, intentando no mirar su herida.

—¿Preciosa? —Arnie apareció junto a su amiga, ambos preocupados—. ¡Santo cielo! —exclamó al ver su tobillo.

—Estuve en el pasado —susurró con la mirada perdida.

—Tranquila.

—Vi a los asesinos —dijo Alice, con dolor—. Mataron a mucha gente, y sigues tú. ¡Eres la próxima, mierda!

—No. Eso no es verdad. Estoy aquí —respondió Cindy, extrañada y preocupada por su estado.

—Fue la bruja. Hizo todo esto. Maldijo Shadyside. Mary tenía razón —siguió diciendo la rubia.

—Lo sé —la interrumpió la pelirroja—. La cueva estaba viva, Alice. El Tylenol no hace eso —miró mal a Arnie, el cual le mostró el dedo del medio—. Tenían razón. Soy una soplona. El día en que robamos el reproductor del Sr. Evans, Harold Hines me vio con él.

—Maldito Harold Hines —maldijo Alice con una mueca.

Arnie le arrebató el bolso a Cindy y tiró las cosas que había en él. Entre las cosas, vio algo para las heridas.

Se aseguró de que no le prestaran atención, y dejó el hueso de vuelta en su lugar, de golpe. Alice se quejó de dolor y le dio un sape.

—¡Lo siento!

—¡Avisa antes! —exclamó su novia, intentando contener las lágrimas mientras el chico se concentraba en su tobillo.

—Terminé en la oficina del director —continuó diciendo Cindy, ignorándolos—, y mi padre no podía ir porque había huido con una chica no mucho mayor que yo ahora. Y mi mamá estaba bebiendo unas copas en O'Connell's. Y en ese momento supe... que era como todos en Shadyside. Estaba maldita. Creí que si era perfecta, si hacía todo bien, podría superarlo. Los delaté, me hice nuevos amigos y comencé a vestirme así. Y empecé a salir con Tommy. Trataba de evitarlos, pero no podía evitar a Ziggy. Porque siempre me recordaba toda la verdad. Que este pueblo, este lugar... está maldito. Igual que nosotros. Ahora lo sé. Ella tuvo razón... todo el tiempo. He sido una mala hermana. He sido una mala mejor amiga. Debí... faltar a clase, ir de fiestas, tener sexo, divertirme.

—Lamento informártelo, pero toda la diversión... no es más real que tu camiseta polo —respondió Alice luego de que Arnie terminara de curarla, en silencio—. Por algo uso pulseras. Y no solamente es porque son bonitas.

La rubia se quitó las pulseras y le enseñó sus cicatrices. Su novio hizo una leve mueca, aunque ya sabía de eso, y la abrazó por los hombros.

—Todos lidiamos con Shadyside como podemos —dijo Arnie—. Siempre trato de ser divertido, para ocultar mi miedo y mis preocupaciones —dijo sincero.

Pero entonces, Cindy vio musgo pegado en el cabello de la chica frente a ella.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —preguntó Alice, confundida ante el cambio de su expresión.

—¡Este musgo me manchó la camiseta en los retretes! —dijo y se levantó del suelo—. Está por todos los retretes. El campamento. ¡Estamos cerca!

Alice se incorporó lentamente, ignorando el dolor punzante en su tobillo.

—¿De verdad? —preguntó, su voz cargada de una renovada esperanza—. ¿Podríamos estar saliendo de aquí?

—Sí, definitivamente —afirmó Cindy, ajustándose el cabello con rapidez—. Si el musgo está aquí, el campamento no debe estar lejos.

[ • • • ]

—Vaya —dijo Bonnie, luego de que su tía hiciera una pequeña pausa para que los cuatro amigos pudieran digerir toda la información que les dio hasta ahora—. Así que estuve en el campamento todo ese tiempo.

—Yo te salvé —dijo Ziggy a su sobrina, con una sonrisa tierna—. Aún falta un poco para esa parte.

Bonnie asintió levemente mientras se mordía su labio inferior, algo pensativa.

—Por casualidad, ¿no tendrás alguna foto de mi mamá guardada? —se atrevió a preguntar, con un deje de esperanza asomándose en su voz.

Ziggy asintió con lentitud. Se levantó y dejó el libro a un lado para después ir a su habitación, seguramente en busca de una fotografía.

Los gruñidos de Sam y Kate seguían resonando en el fondo.

—¡Cierren la boca! —les gritó ya harta Deena, olvidando que eran su novia y su mejor amiga las que estaban poseídas. Pero no habían parado en casi todo el relato. Ziggy tuvo que parar un par de veces por eso mismo.

Un gruñido por parte de Sam se escuchó.

—¿Soy yo o te reclamó? —bromeó Simon, riendo a pesar de todo.

Ziggy regresó con ellos, con una foto en sus manos. Se la extendió a su sobrina, que la tomó con manos temblorosas.

Bonnie, insegura, miró la imagen. Era una foto de Cindy con ella en brazos, tal vez de los primeros días que tuvo de nacida. La ternura de la imagen hizo que el pecho de Bonnie se apretara.

—Te extraño, mamá —susurró, mientras una lágrima caía por su mejilla.

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