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fifteen • tommy?

STILL ALIVE
CAPÍTULO QUINCE

¿TOMMY?

—¡Alice! —la llamó Cindy mientras los buscaban con unas linternas—. ¡Alice! ¡Por favor, esto es un asco!

—¡Estamos cerca! —gritó Alice desde más adelante—. ¡Berman, resiste!

—¡Alice! —Cindy avanzó un poco más—. Juro por Dios... —una rama rasgó su camisa—. ¡Mierda! —hizo una mueca de frustración—. ¡Se arruinó!

—Más palabrotas —intentó bromear Tommy.

—¿Quieres que te mate? —la miró, pero  no pudo evitar preocuparse cuando se dio cuenta de su mal estado—. ¿Estás bien?

—Sí. Sí, estoy bien.

De repente, un grito resonó.

—¿Alice? —preguntó Cindy, y ambos se acercaron a sus amigos.

Vieron cómo Alice salía de un agujero en la tierra, con la ayuda de su novio.

—Tengan cuidado —dijo, limpiándose las rodillas.

—¿Alguien cavando una tumba? —preguntó Tommy, incrédulo.

—Tumbas —respondió Alice, señalando otras con su linterna.

—Mary. ¿Dónde está...? —Tommy se agachó y tomó el libro, levantándose rápidamente—. La X. Miren. Miren, aquí. Marcó dónde cavó.

—"Pero sin su mano, se quedó en este plano, y la maldición durará hasta que la mano y el cuerpo se unan" —volvió a leer Alice.

—Quizás Mary buscaba la mano —les dijo Tommy—. Y acabar con la maldición.

—Que enloqueció a su hija —concluyó Alice.

—Chicos, por favor. Es una idiotez —les dijo cansada la pelirroja.

—Sí —soltó Arnie, haciendo que lo miraran—. Tengo que mear.

Se alejó de ellos.

—Déjame ver eso —dijo la rubia, intentando agarrar el libro, pero la otra chica lo tomó antes.

—Te lo daré, pero primero dame las drogas. Si Mary las tomó y enloqueció, son muy peligrosas.

—¡Dios mío! —Alice rió—. ¿Qué te pasó? ¿Recuerdas cuando siempre nos divertíamos? ¿Antes de volverte una soplona?

—Ya basta.

—Te es fácil decirlo. Maldita traidora.

—¡La hallé! —gritó Arnie de pronto, llegando corriendo—. ¡Hallé la casa!

Alice sonrió.

Todos lo siguieron hasta llegar a una especie de casa.

—¿Era la única que esperaba una casa hecha de caramelo? —preguntó la chica riendo.

—Quizás haya dulces aquí —respondió su novio de la misma forma.

Alice se acercó a la entrada, y Arnie fingió empujarla. Ambos rieron tontamente.

—Sarah, ¿tienes dulces ahí? —llamó la rubia, mirando hacia la entrada de la casa—. Estamos drogados y con hambre —sonrió—. ¡Sarah Fier!

—Ya vimos suficiente.

—Entonces vuelve a casa con su hija, Berman. No caminé todo esto para nada.

Alice le mostró el dedo del medio y entró en la casa.

—¿Estás loca? ¡Alice! ¡Alice!

—Alguien ha estado aquí —les dijo ella después de unos segundos dentro.

Cindy decidió bajar por curiosidad, seguida de los chicos.

—Hace poco —añadió, observando todas las cosas que los rodeaban: velas, libros, frascos y botellas, entre otros objetos—. Miren todas estas cosas de brujería. ¡Es Sarah Fier!

—Sarah Fier no es real —replicó la pelirroja, con desdén.

—Alguien encendió esa vela —dijo la rubia, acercándose a una especie de entrada a una cueva—. Sarah Fier, ¡si estás aquí, di algo! Quizás es tímida.

Alice entró en la cueva.

—Ali... ¡Alice! —intentó detenerla Cindy, pero al ver que no se detenía, la siguió.

Dentro, había un tallado en el suelo con símbolos extraños.

—Parece relacionado con la magia negra... —dijo Alice—. Adoración al diablo —miró a su novio—. Buen fetiche.

—Sí —rió Arnie, mientras la abrazaba por la cintura.

—La marca de la bruja —dijo Cindy, observando con atención el tallado, sin darse cuenta de la ausencia de su novio.

—¿Qué? —preguntó su amiga rubia, confundida.

Cindy abrió el libro y buscó la página donde aparecía aquella marca.

—"Hizo un pacto con el diablo; Sarah Fier se cortó la mano embrujada sobre la piedra de Satán a cambio de una vida eterna y dejó en la tierra debajo de la marca de la bruja, y a la tierra la oscuridad trajo".

—Eso —dijo Arnie, llamando su atención—. Es paracetamol.

—Arnie, ¿de qué hablas? —preguntó Alice, incrédula.

—L484. Acabo de darme cuenta. Es Tylenol. No es nada.

—¿Estás seguro? —cuestionó Cindy, algo insegura.

—Totalmente. Vamos, Alice. Larguémonos. Seguramente, a Joan le queda hierba si le pagamos.

Arnie regresó con Tommy, quien no los había seguido y se había quedado atrás, sentado en el suelo.

—Si vuelves allá, ¡dile a Joan que no le acerque esa estúpida hierba a mi hija! —gritó Cindy desde la distancia.

—¡Sí, señora mandona!

Alice se acercó a la pared. Cindy hojeaba unos libros cuando de repente escuchó voces llamándola. Sacó algunos libros del estante y se dio cuenta de que la cueva continuaba por el otro lado.

Una mano en su hombro la asustó.

—Debes ver algo.

—Aquí atrás hay un hueco —respondió Cindy, señalando el orificio en medio del estante.

—¡Ahora! —Alice la hizo levantarse con urgencia y ambas se acercaron a una pared—. Cyrus Miller. Billy Baker. Ruby Lane.

—La hija de Mary —murmuró Cindy.

—Sí —asintió Alice, bajando la luz de su linterna hacia otro nombre—. Isaac Milton, Harry Rooker. Todo el mundo los conoce.

—Los asesinos de Shadyside.

—Sí. Excepto por uno.

Alice señaló el último nombre más reciente en la pared:

THOMAS SLATER

—¿Tommy? —Cindy, frunciendo el ceño, sacudió la cabeza—. Alice, no es para nada gracioso.

—¿Crees que tallé el nombre de tu novio, mi único amigo, en una roca con las uñas? —Alice la miró con un deje de obviedad—. Fue alguien más.

Cindy se giró hacia donde estaban los dos chicos, sintiendo como el ambiente se tensaba de repente. Regresaron con ellos y vieron a Tommy agarrando un hacha, como si estuviera en trance.

—¿Tommy? —preguntó su novia, asustada.

Tommy ni siquiera la escuchó. Levantó el hacha con la intención de atacar a Arnie, pero Alice fue más rápida y lo sujetó de la mano, llevándolo con ellas.

El hacha se incrustó en el suelo, lo que les dio una ventaja.

—¡Vamos!

—¡Mierda! —maldijo Arnie, asustado por haber estado tan cerca de la muerte, mientras regresaban a la cueva.

—Por aquí —dijo Cindy, acercándose a la estantería donde estaba el hueco—. ¡Ayúdenme!

Alice y Arnie la ayudaron a tirar del estante. Vieron cómo Tommy entraba a la cueva, lo que los desesperó aún más. Su mirada era completamente diferente, como la de un loco.

—¡Entren!

Alice fue la primera en entrar, seguida de Arnie. Cindy miró una última vez al que alguna vez fue su novio y luego se unió a sus amigos.

Sin embargo, Tommy agarró la pierna de Cindy. Ella le dio unas patadas mientras Alice la jalaba hacia ellos.

Arnie recogió una pequeña piedra del suelo y se la lanzó a Tommy en la cara, lo que lo hizo retroceder. Pero de repente, muchas piedras comenzaron a caer, dejándolos encerrados.

Cindy comenzó a sollozar.

—¿Oyen eso? —preguntó Arnie al escuchar una especie de quejidos del otro lado.

—¿Sigue vivo? —preguntó Cindy, algo incrédula.

—No puede alcanzarnos —respondió Alice.

Cindy volvió a llorar, escondiendo la cabeza entre sus piernas. Alice se acercó a ella cuidadosamente y la abrazó por los hombros.

La pareja compartió una mirada de preocupación.

—Oigan, ¿por qué siento que olvidamos algo? —preguntó Arnie, pensativo, pero luego lo recordó—. Oh, mierda.

—Bonnie... —murmuró Cindy, sintiendo que la angustia regresaba a su cuerpo.

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