three
❝ spiral fall. ❞
El siguiente evento estaba por comenzar, y Rory sentía los nervios a flor de piel, porque no tenía idea sobre el paradero de su padre. Según Johnny, había salido temprano para resolver unos asuntos, pero ya habían pasado horas sin un solo mensaje de su parte.
Caminaba por los pasillos de la sede, cerca del área de los gimnasios, con el teléfono pegado a la oreja mientras intentaba contactarlo nuevamente.
Sam le había prometido que lo buscaría y que le mandaría mensajes para mantenerla tranquila, aunque ni ella misma estaba segura de poder localizarlo a tiempo.
—¿Papá? —dijo, con un leve temblor en la voz debido a los nervios—. ¿Dónde estás? Me estoy preocupando. Por favor, si ves esto, llámame.
—¡Más rápido! Vamos.
La voz que escuchó la hizo detenerse de inmediato.
Eran gritos acompañados por el sonido de golpes. Supuso que alguien estaba entrenando, pero había algo inusual en la agresividad del tono.
Frunció el ceño y, llevada por la curiosidad, se acercó a la sala de donde provenían los gritos.
Al asomarse con cautela, se llevó una sorpresa: era Axel, el capitán de Iron Dragons, y su sensei.
Se pegó a la pared, apenas asomando la cabeza para observar.
—¡Para! ¿Qué estás haciendo mal?
El chico lucía confundido, incluso un poco nervioso, mientras sacudía ligeramente la cabeza. Antes de que pudiera reaccionar, el hombre lo golpeó en la espalda, provocando que Rory se sobresaltara y entreabriera la boca, sorprendida.
—De nuevo.
Axel volvió a intentarlo, sus movimientos rápidos y certeros, pero evidentemente no eran suficientes para su sensei. Este tiró las manoplas al suelo con brusquedad y comenzó a golpear directamente a su estudiante.
Rory observaba todo con los ojos muy abiertos, su mente una mezcla de incredulidad, miedo y tristeza. Era impactante ver cuán agresivos podían llegar a ser algunos senséis con sus alumnos.
Había escuchado de la manipulación que había puesto Terry Silver sobre sus estudiantes en su tiempo en Cobra Kai, pero aquello era otra cosa.
Y Axel la notó.
Su mirada se suavizó al cruzarse con la de ella, aunque seguía marcada por la mueca de dolor. Había algo más ahí: vergüenza. No solo por los golpes, sino porque alguien lo había visto en una situación tan humillante.
Rory no supo qué hacer, solo se alejó rápidamente, sujetando su botella de agua con fuerza.
Cuando llegó al área común donde estaban los demás participantes, el bullicio la rodeó.
Buscó a su hermana y a sus demás compañeros, pero frente a ella había dos equipos de personas altas que le bloqueaban la vista.
Sonrió con timidez y comenzó a abrirse paso. Algunos se apartaron para dejarla pasar, pero justo cuando lograba salir de entre ellos, chocó contra alguien.
El impacto fue lo suficientemente fuerte como para que casi perdiera el equilibrio, pero la persona la sostuvo justo a tiempo, con ambas manos firmes alrededor de su cintura.
—¿Todo bien? —preguntó Kwon, con una sonrisa divertida mientras la ayudaba a estabilizarse.
Rory levantó la vista, encontrándose con sus ojos. El contacto la hizo ponerse rígida, y las palabras tardaron en salirle.
—Y-yo... lo siento —balbuceó, sintiendo cómo el calor le subía al rostro al notar sus manos aún en su cintura.
Kwon arqueó una ceja, sin dejar de sonreír.
—¿Tanta prisa tienes por verme? Deberías haberlo dicho antes y yo te habría ido a buscar.
Rory soltó un suspiro nervioso y se apartó rápidamente, sin saber cómo responder. Su mente seguía aturdida tanto por el encuentro como por lo que había presenciado minutos antes.
—Gracias... y de verdad, lo siento.
—Oye, espera —intentó llamarla Kwon, su tono más suave ahora, como si buscara entablar una conversación—. En serio, preciosa, si tienes tiempo luego, deberíamos...
Pero ya estaba alejándose con las mejillas encendidas, murmurando un tímido "nos vemos" antes de dirigirse apresuradamente hacia el resto del equipo de Miyagi-Do.
Kwon se quedó allí, observándola con una leve sonrisa y pensando que definitivamente tendría que buscar otro momento para esa invitación.
—Debías venir hace 15 minutos —dijo Johnny en cuanto la vio llegar.
—Buscaba a mi papá. ¿Lo has visto?
—No vendrá. Se atrasó con unas cosas. Quizá es mejor así.
La castaña apretó los labios mientras se posicionaba junto a su hermana, con Miguel a su otro lado dirigiéndole una leve sonrisa de labios cerrados. Ella asintió, tomando aire y enfocándose en las palabras de la mujer que explicaba las reglas del evento.
—En esta ronda final por puntos, intentarán derribar de las plataformas a sus oponentes. Quien caiga será eliminado. Los puntos se asignan según triunfos, pérdidas y tiempo. La clasificación tras este evento determinará la posición en las eliminatorias de esta noche. Ahora llamaremos al primer grupo de karatecas.
—Muy bien, escuchen. —Johnny llamó la atención de todos, reuniéndolos en un pequeño círculo—. Como parece que estoy a cargo, haremos algunos cambios. Ya no esperaremos como cobardes a que nos ataquen. ¿Sí? Ataquen ustedes. Sean agresivos. Derríbenlos primero.
—Las plataformas son angostas —dijo Sam, cruzándose de brazos—. Nuestro papá priorizaría el equilibrio.
—Bueno, pero su papá no está aquí, ¿verdad? Es hora de empezar a sumar puntos.
—Sora Haruto, de Hirobukan, a la plataforma uno. Devon Lee, de Miyagi-Do, a la plataforma dos —anunció la mujer.
Johnny se giró hacia la chica.
—No me decepciones, Lee.
—Sí, sensei.
Rory observó cómo Devon caminaba hacia la plataforma con pasos algo tensos. Cruzándose de brazos, trató de concentrarse en el enfrentamiento.
Sin embargo, aunque recibió gritos de aliento del grupo, su oponente, María, fue claramente más hábil y la tiró de la plataforma en menos de veinte segundos.
Cuando Devon volvió con el equipo, Rory le dedicó una leve sonrisa de apoyo, pero la otra chica evitó su mirada, demasiado avergonzada como para responder.
El patrón se repitió.
Tanto Hawk como Robby cayeron rápidamente, sus combates durando menos de dos minutos y uno, respectivamente.
La única que había logrado una victoria había sido Sam, quien mantuvo su equilibrio hasta derrotar a su rival.
Finalmente, solo quedaban Rory y Miguel.
La chica ajustó su cinturón, dando pequeños saltos en el lugar mientras esperaba su turno. Iba a enfrentarse a una chica del equipo ruso, conocida mayormente por su fuerza.
Por el rabillo del ojo, vio a su hermana acercarse a ella.
—Oye, tranquila —Sam le dio un apretón en el hombro, sonriendo con dulzura—. Sé que no es lo mismo sin papá aquí, pero mírame a mí. Estoy aquí, y te apoyo como él lo haría. Haz lo que mejor sabes hacer. Confío en ti.
La menor tragó saliva y asintió, sintiendo un poco más de seguridad al escuchar esas palabras.
Subió a la plataforma, respirando profundamente para calmar sus nervios. Antes de que el combate comenzara, su mirada se cruzó con la de Kwon.
Él estaba a un costado, acompañado de Tory, quien la miraba con una expresión seria. Aunque estaban en una situación complicada, Rory sabía que, en el fondo, ese gesto era su forma de apoyarla.
Por otro lado, Kwon parecía completamente relajado. Cruzado de brazos y con una sonrisa, alzó la barbilla, manteniendo esa actitud despreocupada y segura que siempre mostraba.
La chica sintió que el aire le faltaba por un momento, pero rápidamente apartó la mirada. Tragó saliva y centró toda su atención en su oponente.
El combate comenzó, y Rory se movió con precisión, usando su velocidad y equilibrio para esquivar los ataques de la chica rusa. Fue intenso, pero con un movimiento rápido, logró desequilibrar a su oponente.
En apenas treinta segundos, la chica cayó de la plataforma.
Rory, aún sin poder creérselo del todo, respiró hondo y alzó la vista hacia su equipo, que celebraba su victoria. También se permitió una mirada de reojo hacia donde estaban ambos capitanes de Cobra Kai.
Kwon le dedicó una sonrisa más amplia, como si no hubiera esperado menos de ella, mientras Tory asintió ligeramente con aprobación.
No pudo evitar sentir un deje de orgullo, aunque rápidamente volvió con su equipo para acompañar a su cuñado en su combate.
—¿De verdad no piensas decirme nada sobre ella? —preguntó el coreano hacia su compañera, mientras avanzaban hacia su equipo—. ¿Lo que le gusta, lo que no le gusta? ¿O algún consejo para acercarme sin que salga corriendo?
—No.
—¿No? ¿Eso es todo? Vaya, qué gran amiga eres.
—No soy tu amiga.
—Me has hablado sin insultarme. Creí que lo éramos.
—Voy a ser clara, Kwon —dijo ella deteniéndose, mirándolo con seriedad—. No quiero que lastimes a Rory.
Él frunció ligeramente el ceño, su sonrisa burlona desapareciendo por un momento.
—¿Y por qué asumes que voy a lastimarla?
—Porque conozco tu tipo —dijo Tory con tono cortante—. Chicos engreídos, acostumbrados a que las chicas caigan rendidas. Pero Rory no es como las demás. Ella no sale con chicos malos.
Él levantó las cejas, intrigado.
—Entonces, ¿qué? ¿Me estás diciendo que sea aburrido?
—Te estoy diciendo que seas real. Si quieres una oportunidad con Rory, deja de actuar como si el mundo girara a tu alrededor.
Kwon parpadeó, sorprendido por su franqueza.
—Está bien, lo entiendo. Seré... real. Pero ¿sabes qué? —se inclinó un poco hacia la chica—. No creo que me odie tanto como crees.
Tory bufó, girándose nuevamente para seguir caminando.
—Tal vez no te odie, pero eso no significa que confíe en ti. Haz algo para ganar su confianza.
﹙• • •﹚
El combate de Miguel había sido bueno, demostrando su habilidad al derribar a su oponente en tan solo 40 segundos.
Había sumado puntos para el equipo, pero lamentablemente, no fue suficiente para mejorar su posición en la tabla.
Miyagi-Do estaba en el puesto número 12, dos puntos por debajo de Los Escorpiones Voladores.
La frustración del sensei era evidente. Su expresión era severa y ni siquiera ofreció palabras de reconocimiento al chico.
Al llegar a los vestuarios, Johnny los hizo sentarse en las bancas mientras él empezaba a hablar.
—Lo que acabo de presenciar no fue karate. Fue debilidad. Parecían corderitos que iban al matadero. Si seguimos así, esta noche nos eliminarán. Algunos podrán superarlo, pero a otros los atormentará el resto de sus vidas. Sabrán que pudieron haber tenido éxito, pero que la presión los venció. Y tendrán una vida de mierda, un departamento de mierda y un trabajo de mierda. Y vivirán con este fracaso. Así que, para ahorrarse la humillación, ¿por qué no abandonan y regresan a casa?
Ninguno decía nada.
La menor de las hermanas LaRusso tenía la cabeza apoyada contra los casilleros, jugando con su botella de agua mientras su mirada se perdía.
Por más que intentara convencerse de que estaba dando su mejor esfuerzo como capitana, la frustración la carcomía.
No solo por los resultados, sino porque sentía que sus compañeros dejaban que sus problemas personales interfirieran con el desempeño del equipo.
—¿Qué les pasa? ¿No dirán nada? ¿No se defenderán?
Sam, apoyada en el casillero junto a su hermana, cruzó los brazos, su voz cargada de molestia al hablar.
—Usted también es responsable. Con papá, no habríamos perdido así.
—Pero no apareció.
—Seguro que fue por su culpa. —El enojo era evidente en las palabras de Rory, sorprendiendo a todos—. No lo respeta e intenta demostrar que su método es mejor. Pero usar ahora el Miyagi-Do habría resultado mejor.
Sam desvió la mirada.
—No debería estar usando ese gi.
Devon se levantó de golpe, mirando con enojo a las hermanas.
—¡Oye! ¡No le hablen así a mi sensei!
—Por él te derribaron en diez segundos, así que mejor siéntate. No aportas nada. No sé cómo llegaste al equipo.
La chica de rasgos asiáticos parpadeó, sin saber qué responder, antes de volver a sentarse con el ceño fruncido.
—Solo llegó aquí porque Tory se fue del equipo —Hawk, quien había estado evitando el contacto visual, habló.
La mirada de Rory se giró hacia él como un rayo.
—¿Y tú qué? —preguntó. El chico la miró a los ojos, pero no respondió—. Te comportas como cuando eras de Cobra Kai. Alardeas y tampoco es como que hayas hecho mucho. ¿No aprendiste lo malo que es comportarte como un idiota, después de que Robby te haya cortado el cabello?
Robby, al escuchar su nombre, alzó la cabeza.
—Deberíamos calmarnos. Esto no ayuda. Debemos concentrarnos.
Una risa baja y apenas contenida salió de Miguel, quien estaba sentado a su lado. Negó con la cabeza.
—Tú deberías seguir ese consejo.
Robby se giró hacia él con las cejas levantadas, su postura tensa.
—¿Quieres decir algo?
Miguel lo miró directamente.
—Ya lo dije.
Sin esperar respuesta, se levantó y caminó hacia la salida. Sin embargo, Johnny lo interceptó antes de que pudiera irse.
—Sin ofender, ya fue suficiente.
Suspiró y salió del vestuario, dejando el ambiente aún más pesado. Poco a poco, los demás lo siguieron.
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