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⠀𝟭𝟮. ❛ SUMMERTIME SADNESS ❜


CAPÍTULO DOCEᅠ✶ᅠtristeza estival .


JAYLENE SE ATÓ UNA GOMA DE PELO ALREDEDOR DE LOS RIZOS SUELTOS PARA EVITAR QUE EL CABELLO LE CAYERA EN LA CARA MIENTRAS BAJABA DEL BARCO Y SEGUÍA A LOS PASAJEROS QUE CAMINABAN POR EL MUELLE DE MADERA EN DIRECCIÓN A CAROLINA DEL NORTE. El aire era igual de pegajoso que en Outer Banks, lo que hizo que arrugara la cara con disgusto. A menudo venía a la ciudad teniendo en cuenta que sólo hacía falta un viaje en ferry, pero normalmente sólo lo hacía con amigos o familiares para gastar algo de dinero en restaurantes de cinco estrellas o recorrer la ciudad, que se parecía a las que aparecen en las películas antiguas.

⠀⠀En general, sabía moverse, pero eso no ayudaba a aliviar la sensación de nerviosismo que sentía en la boca del estómago. Le resultaba extraño poder vagar sola por una vez. No estaba acostumbrada a estar en una ciudad donde no conocía a nadie, pero también tenía miedo de encontrar los diarios de los que le habían hablado sus abuelos. Parecía que le iban a arrancar el corazón del pecho cuando leyera lo que Marleen había escrito en sus páginas.

⠀⠀Sólo que no estaba segura de qué tipo de emoción sentiría hacia alguno de sus padres cuando por fin leyera las palabras manchadas escritas en los trozos de papel.

⠀⠀Y como no había forma de que pudiera volver a la isla ese mismo día, decidió que lo mejor sería reservar una habitación en un hotel cercano y pasar allí la noche.

⠀⠀—¡Jaylene! —Una voz familiar la devolvió a la realidad, haciendo que se detuviera en seco y cerrara los ojos. El sonido de la alegre voz de Sarah Cameron no era nada nuevo, pero no esperaba que nadie más en Outer Banks estuviera exactamente en el mismo lugar que ella al mismo tiempo. Eso hacía que su pequeña aventura no pareciera tan aventurera.

⠀⠀Jaylene forzó una sonrisa en su rostro mientras se daba la vuelta, dejándola caer instantáneamente de su cara cuando se dio cuenta de que Sarah no estaba sola.

⠀⠀—¿Qué demonios hacéis vosotros dos aquí? —Lanzó una mirada mordaz a John B, divertida en general con la inesperada combinación. Ella nunca habría esperado que los dos se hicieran amigos—. ¿Y por qué diablos oléis a mierda? ¿Habéis oído hablar de una ducha? —Una mirada de asco se abrió paso en su rostro mientras el horrible hedor llegaba a sus fosas nasales. Apestaban a sudor.

⠀⠀Sarah olfateó el aire, arrugando la cara por el sudor que le cubría el cuerpo por el incómodo viaje en ferry que habían hecho ella y John B.

⠀⠀—Nos dirigimos a los archivos de Chapel Hill.

⠀⠀—Qué coincidencia, porque yo también voy a Chapel Hill —Jaylene enarcó las cejas mirando a Sarah, evitando la mirada de John que la miraba fijamente—. ¿Entonces qué? ¿Te estás preparando para lo que te depara el futuro? Porque eso es un poco deprimente.

⠀⠀—No me lo recuerdes —Sarah gimió, sabiendo que su familia tenía algún tipo de legado en la universidad de Carolina del Norte y que se vería obligada a asistir allí una vez terminada la secundaria—. Este está con lo de Denmark Tanny o lo que sea. No tengo ni idea de por qué. No me lo quiso decir —hizo un gesto hacia John B, que torpemente se puso de pie a un lado.

⠀⠀Jaylene miró a John B, imaginando que esto tenía algo que ver con el oro que buscaba, así que lanzó a Sarah una mirada de disculpa antes de apartar de un tirón al chico moreno hacia un lado y darle una fuerte palmada en el brazo.

⠀⠀—Me estás tomando el pelo. ¿En serio sigues con eso? ¿No aprendiste nada del discurso que os di a ti y a JJ el otro día? —Se aseguró de bajar la voz, dándose cuenta de que no le había contado a Sarah lo del oro.

⠀⠀—¿Se supone que debo seguir el consejo de la chica que tuvo una sobredosis? —Habló antes de pensar en lo mal que sonaba comparar su encuentro cercano con la muerte con su búsqueda del oro.

⠀⠀Sin dudarlo, le dio una bofetada en la cara en el acto, recibiendo a cambio miradas preocupadas de numerosas personas que pasaban por allí, incluida Sarah, que observaba divertida al dúo que discutía.

⠀⠀—Está bien. Sólo es un mosquito —Jaylene hizo un gesto con la mano para que la gente se alejara, volviendo a dirigir su atención hacia el chico, que se aplicaba presión en la mejilla palpitante—. Intento protegerte porque me importas, imbécil. Tu padre murió buscando ese oro. ¿Qué te hace pensar que saldrás vivo de esta?

⠀⠀El chico de pelo castaño trató de evitar la culpa que sentía por hacer una comparación tan cruel cambiando el foco de atención hacia ella: —¿Qué hay de ti? ¿Qué haces aquí?

⠀⠀—Estoy recogiendo algunas cosas para la fiesta estival —mintió, llevándose la mano a la cara para limpiar las partículas oscuras que había bajo sus ojos—. Vosotros dos no estabais en el ferry. ¿Cómo llegasteis aquí? —Jaylene sabía lo terriblemente mentirosa que era y no quería que la pillaran in fraganti, así que volvió a centrar la atención en él

⠀⠀—Nos colamos porque ya no quedaban billetes —le informó, confundido por cómo su conversación había cambiado rápidamente de ambiente.

⠀⠀—¿Sabéis qué? Voy a fingir que no os he visto a ninguno de los dos aquí y voy a reservar una habitación en un hotel cercano. Luego, voy a llegar a Chapel Hill antes de que oscurezca. Te veré en el ferry de vuelta a casa —le dio una palmadita en la mejilla, caminando delante de él antes de darse la vuelta una vez más, señalando la chaqueta amarilla que llevaba—. Bonita chaqueta, por cierto. Me encantan las vibes de pescador.

SI HABÍA ALGO QUE JAYLE AGRADECÍA ERA EL PEQUEÑO APARATO QUE LA GUIABA POR LA CIUDAD DE WILMINGTON HASTA CHAPEL HILL. Había reservado una habitación de hotel en Wilmington, pensando que lo mejor sería dormir en un hotel cercano al muelle de donde saldría el ferry que la llevaría a casa a la mañana siguiente. También estaba muy agradecida a los conductores de Uber. Era la única forma de encontrarse delante del almacén del que le había hablado su abuelo.

⠀⠀Se le revolvió el estómago al entrar en el pequeño espacio y suspiró al ver las cajas apiladas en todas direcciones. No estaba abarrotado, pero le dolía la cabeza de solo mirarlo todo.

⠀⠀Como todo estaba etiquetado, le resultó fácil averiguar qué cajas contenían cada cosa. Si no hubiera sido así, probablemente habría estado allí durante horas, pero sólo en cuarenta minutos consiguió localizar una caja en la que se leía: Marleen H. R.

⠀⠀La caja contenía cuatro diarios, algunas cartas de amor que Marleen y Henderson se habían escrito cuando eran adolescentes, joyas, pañuelos, fotos, perfume y muy pocas prendas de ropa.

⠀⠀Jaylene rebuscó un par de minutos más después de localizar la caja, pero no encontró nada más que le llamara la atención. Todo lo demás era un montón de trastos que supuso que Florence había ido acumulando a lo largo del tiempo y que, al final, había decidido tirar al almacén. Bueno, técnicamente, Mark había decidido guardarlo, como le había informado ese mismo día. Pero algo que aún la confundía era por qué esos objetos en particular estaban en Chapel Hill. No creía que fuera porque los almacenes fueran más resistentes por aquí.

⠀⠀Sin embargo, en lugar de darle vueltas a aquel extraño hecho, cogió la caja, la acunó en sus brazos como haría con un niño, salió de allí y regresó a Wilmington.

⠀⠀Tardó tres horas enteras en volver debido al tráfico, pero una vez que lo consiguió, se fue directa a la habitación del hotel y empezó a rebuscar en la caja, examinando cada pequeño objeto que se llevaría a casa mañana por la mañana.

⠀⠀La mayor parte del tiempo lo pasó leyendo los diarios personales que Marleen había empezado a escribir a una edad temprana. En ellos documentaba sus experiencias de vez en cuando. Todo parecía ser arco iris y mariposas hasta que Jaylene llegó al cuarto diario: los últimos meses de vida de Marleen. Los párrafos eran cada vez más cortos, pero contenían más detalles que los demás. La emoción escrita en las páginas indicaba que Marleen era feliz en su mayor parte, pero eso dio un giro enorme en octubre de 2007. Fue entonces cuando todo se fue completamente al traste en el cuento de hadas que había estado viviendo.

27 de octubre, 2007

El peso del mundo se siente como si estuviera encima de mí mientras estoy aquí sentada, sola en mi habitación, escribiendo esto. Me decía que me quería, me mostraba constantemente tanto afecto, siempre me hacía sentir que yo era la única mujer a la que amaba. Pero yo estaba equivocada. Tan equivocada.

La imagen de él encima de ella me persigue, sonando en mi cabeza como un disco rayado, amenazando con volverme loca a cada segundo que pasa.

Se suponía que ella debía ser mi amiga. Confié en ella más de lo que nunca he confiado en nadie porque sé lo difícil que es que te traten como basura sólo porque no vives en el lado más rico de esta maldita isla.

Quizás fue ingenuo por mi parte confiar en ella después de conocerla desde hace sólo dos años, pero es con él con quien estoy en shock. Era la última persona que esperaba que hiciera algo tan cruel. Pasamos ocho años juntos, reviviendo ese tipo especial de amor cada día de nuestras vidas. O eso creía yo.

Ahora, me siento en mi habitación y pienso para mis adentros: ¿No fui lo suficientemente buena? ¿Ya no le satisfacía? ¿Qué hice para merecer este dolor?

Construimos una familia juntos después de todas las opiniones negativas que la gente tenía sobre nuestra relación, pero supongo que no fue suficiente. Supongo que yo no era suficiente.

10 de noviembre, 2007

Siento que me asfixio en esta casa día tras día. Su cara es un recordatorio constante de todo el dolor que he tenido que soportar desde que descubrí su aventura oculta con la mujer en la que confiaba con cada hueso de mi cuerpo. No sé cuánto más podré aguantar hasta que finalmente me rompa. La familia que creamos se desmoronará si me enfrento a él. La culpa de separar a Jaylene y Nathaniel de su padre me consumirá y me hará enloquecer. Puede que sea un cabrón infiel, pero me siento incapaz de hacer algo tan horrible. Él los quiere. Sé que los quiere. Por eso no puedo encontrar en mi corazón la forma de huir de la isla con esos dos preciosos ángeles y no volver nunca atrás.

⠀⠀Jaylene se tragó el nudo que tenía en la garganta al leer las palabras manchadas que habían garabateado en la página. Ya le habían insinuado que su padre había engañado a su madre con su actual madrastra, pero nunca se lo habían confirmado. Hasta ahora. Las anotaciones del diario contribuían a demostrarlo. Quería dejar de leer, pero no podía. Sólo le daban ganas de hacerse un ovillo y llorar.

15 de noviembre, 2007

Al final he decidido que ya es hora. No puedo soportar otro día de tormento mientras veo a los dos compartir miradas secretas cuando creen que no estoy mirando. A estas alturas es insoportable.

Hoy se ha llevado a los niños al yate a navegar por el océano, pero no voy a permitir que me utilice como una especie de marioneta a la que puede manipular cuando le plazca. Esta noche me enfrentaré a él y le exigiré que solicitemos el divorcio. La batalla por la custodia será difícil porque no tengo la misma cantidad de dinero que él, pero que me aspen si le permito la custodia total de nuestros hijos. Se merecen algo mejor que un padre mentiroso que acabará rompiéndoles el corazón y decepcionándolos constantemente.

Me duele el corazón sabiendo lo que me espera, pero saldré de esta situación tóxica y viviré lo mejor que pueda. Haré todo eso mientras crío a las dos adorables criaturas que parí. Vamos a estar bien. Tenemos un futuro brillante por delante.

⠀⠀Con los ojos llorosos, Jaylene dejó escapar un sollozo de sus labios temblorosos. Tenía la vista nublada mientras apretaba el diario contra su pecho. Le dolía el corazón al descubrir al hombre al que llamaba padre. Se suponía que debía protegerla y guiarla por este mundo desordenado, pero en lugar de eso, había sido el primer hombre en arrancarle el corazón del pecho y aplastarlo en la palma de la mano como si no significara nada. Le había fallado en todo lo que un padre puede fallarle a un hijo.

⠀⠀Toda su vida podría haber tenido un desenlace distinto si las cosas hubieran ido de otra manera aquel día. Habría crecido en otro lugar del mundo, lejos de Rafe Cameron, lejos de la isla maldita que era Outer Banks. Nunca se hubiera drogado ni casi hubiera sufrido una sobredosis aquella noche. Jaylene habría sido criada por la mujer que la había dado a luz el 30 de noviembre de 2002. Habría apreciado más la vida. Pero lo más importante es que ahora no estaría allí, sollozando desconsoladamente en una habitación de hotel.

⠀⠀Le temblaban las manos y le corrían lágrimas saladas por las mejillas mientras Jaylene pasaba frenéticamente las páginas en blanco, con la esperanza de que hubiera algo más que leer, pero se sintió decepcionada cuando no apareció ningún otro escrito. Aquellas eran las últimas palabras que Marleen había escrito. Y después de leer esas últimas entradas del diario, una cosa había quedado muy clara: Marleen no había sufrido una sobredosis. Sufría depresión, pero los antidepresivos que le habían recetado la habían ayudado a seguir adelante cada día. Estaba más que claro que tampoco estaba metida en drogas duras. Escribir cada emoción que sentía habría sido la menor de sus preocupaciones si ese hubiera sido el caso. Ese día ocurrió algo más. Alguien estaba ocultando la verdad. Y a Jaylene le aterrorizaba averiguar qué había ocurrido en realidad.

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