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six. required reading

six ;

Theo miraba alrededor desde el segundo piso.

—¿Estamos buscando conductas anormales?

—Alguien que esté actuando raro —respondió Scott, observando a los estudiantes.

—Pero ¿no todos en esta escuela son raros?

Hope soltó una risa nasal.

—Admito que esa fue buena —dijo, negando levemente con la cabeza, divertida.

Theo le dedicó una sonrisa de lado.

—Sí, buen punto —asintió Scott, sin notar el intercambio entre ellos.

Los tres comenzaron a bajar las escaleras.

—¿Recuerdan que Tracy comenzó la matanza después de leer ese libro? —preguntó Theo, señalando los ejemplares que los amigos llevaban en las manos.

—¿Crees que es una mala idea? —preguntó el chico, arqueando una ceja.

—Que Hope casi haya sido atropellada después de salvar a Malia pudo haber sido peor.

—Nosotros no estamos locos —aseguró la chica, rodando los ojos—. Tracy ya tenía problemas antes de eso.

—¿Entonces por eso no lo han terminado?

—Lo haremos —respondió el pelinegro con convicción.

—Chicos, vine aquí buscando una manada —dijo el azabache—. No esperaba ver una desmoronarse.

—Pues búscate otra —replicó la pelirroja—. Esta puede estar bien un día, pero al siguiente todo se va al carajo.

—¿Hope diciendo una grosería? Vaya novedad —el alfa ironizó, soltando un suspiro después—. Además, el libro es lo único que tenemos.

—Entonces yo también lo leeré —dijo el hombre lobo.

—Genial. Será esta noche.

Hope se detuvo de repente, haciendo que los demás también lo hicieran.

—Pero, Scott —se quejó, haciendo un puchero—. Hoy había una maratón de Harry Potter.

Su mejor amigo hizo una mueca.

—Lo siento, mi querida Hermione. Pero esto es más importante.

La mujer lobo lo miró fijamente, haciendo que él tragara saliva. Theo observaba la escena con el ceño fruncido.

—Mejor olvida lo último —murmuró Scott.

—Claro que lo haré —respondió Hope, girando los ojos.

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Esa noche, en la casa de Scott, todos estaban reunidos.

—El club de lectura de mi mamá normalmente tiene más vino —comentó Lydia, mirando el libro en sus manos.

—Probablemente tampoco leen libros que causan alucinaciones —respondió Stiles, sarcástico.

—Por eso Malia está aquí —intervino Scott.

—Para asegurarnos de que nadie corra hacia el tráfico —añadió Kira.

—O algo peor —dijo Hope—. Oigan, parecemos un grupo de autoayuda.

Stiles sonrió, divertido.

—Como lo que le pasó a Judy —comentó Malia.

Todos la miraron confundidos.

—Capítulo 14 —explicó ella, sin comprender sus reacciones.

Hope bufó, echando la cabeza hacia atrás.

—Acabas de hacer un spoiler.

—Perdón.

—Quizá debería hacer que mi mamá lo lea —comentó Lydia, observando la portada—. Tal vez recuerde a una chica con cola saltando del techo... y atacándonos.

—Claro, si funciona —replicó Stiles, ladeando la cabeza.

—Tiene que funcionar.

—¿Qué significa eso? —preguntó Scott, frunciendo el ceño.

—Creo que los vi durante mi operación. Cuando veo la portada... es casi como...

—Un recuerdo tratando de salir —dijo Theo, captando la atención de todos.

—Sí.

—¿No es eso lo que Valack quería cuando escribió el libro? —preguntó la kitsune.

—Si me hicieron algo, quiero saber qué fue —dijo la banshee con firmeza.

Stiles tomó uno de los libros, seguido por Scott, Theo y Hope. Las otras dos chicas hicieron lo mismo.

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Scott empezaba a cansarse; las letras frente a él ya no eran claras. Kira, a su lado, estaba igual. Lydia bostezaba constantemente. Hope, con los ojos pesados, apenas podía mantenerse despierta.

Soltó un largo bostezo mientras pasaba a la página siguiente, notando que apenas iba en la 20. Frustrada, dejó escapar un quejido que llamó la atención de Theo, sentado junto a ella.

—¿Alguien siente algo? —preguntó Scott.

—Cansancio —respondió Kira, recostando su cabeza sobre una almohada.

—Hambre —dijo Lydia.

—Sueño —añadió Hope.

—Creo que se refería al libro —aclaró Theo, lanzándole una mirada divertida.

—Ah, entonces no, no siento nada.

Malia y Stiles estaban en la cocina, preparando café. Scott observó cómo su novia cerraba los ojos, intentando "descansar".

—¿No te rendirás, verdad?

—Solo estoy descansando un poco los ojos...

—Bien. Yo no puedo más —se quejó Hope, dejando el libro a un lado con fastidio—. Scott, me voy a la habitación de huéspedes. Estoy muriendo de sueño y, honestamente, cuando estoy así me dan ganas de matar a alguien. Adiós.

Se levantó y subió las escaleras, aliviada de dejar el libro. Theo la observó levantarse y pareció tener la intención de seguirla.

—Ve con ella —le dijo Scott sin apartar la vista del libro.

—¿Qué? —Theo lo miró con el ceño fruncido.

—Que vayas. Dejaré que te quedes aquí para que duermas con ella.

Theo soltó un suspiro, dejó su libro y subió al segundo piso, guiado por el aroma de Hope. Al abrir la puerta de la habitación, la encontró sentada al borde de la cama, mirando el suelo. Cerró la puerta suavemente y se sentó junto a la chica.

Ella lo miró de reojo pero no dijo nada. Pasaron unos segundos en silencio.

—¿No te gustó el libro? —preguntó el chico.

—No, está bien. Solo estoy cansada —respondió ella, encogiéndose de hombros.

—Te preguntaría más, pero no me importa —dijo Theo con sarcasmo, provocando una leve sonrisa en la pelirroja.

Hope bajó la mirada, un poco dudosa.

—¿Te molestaría si te pido... que duermas conmigo? —preguntó en voz baja, sintiéndose un poco avergonzada.

—Esperaba que me lo pidieras.

Hope se acomodó nerviosa en la cama, mientras Theo, al asegurarse de que estuviera cómoda, se acostó a su lado. Permanecieron en silencio un momento más.

—¿Te molestaría si te abrazo? —preguntó él—. A veces necesito una almohada para dormir, y... Bueno, si no quieres, está bien.

Hope asintió ligeramente, aunque su corazón latía más rápido de lo que admitiría. Theo se acercó despacio y la abrazó por la espalda. Minutos después, ambos se quedaron dormidos.

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Alrededor de las 3:20 a.m., Theo despertó. Seguía abrazando a Hope, pero ahora ella estaba girada hacia él, abrazándolo por el torso. Una pequeña sonrisa se formó en sus labios, pero se desvaneció al escuchar una voz extraña en la distancia.

Con cuidado de no despertarla, se levantó de la cama y caminó hacia la puerta. Hope se movió un poco, abriendo los ojos apenas.

—¿Theo? —susurró, adormilada.

—Solo voy al baño. Sigue durmiendo, ¿sí?

Ella extendió una mano para tocar la suya, enviándole un pequeño escalofrío.

—Volverás, ¿verdad?

—Claro que sí —respondió en un susurro, colocándole su chaqueta sobre los hombros antes de acariciar un mechón de su cabello y dejar un beso en su frente.

Al salir, se movió con sigilo para no despertar a nadie más. Siguió el sonido de la voz hasta el cuarto de Scott, donde encontró a Kira hablando en japonés mientras dormía. Theo sacó su teléfono y comenzó a grabar con la grabadora de voz, capturando el extraño murmullo hasta que ella guardó silencio.

Suspiró y guardó el teléfono antes de regresar al cuarto. Al entrar, encontró a Hope medio dormida en la misma posición. Sonrió y se volvió a acostar junto a ella, rodeándola nuevamente con sus brazos.

Hope se acurrucó contra su pecho, y Theo, sin pensarlo demasiado, cerró los ojos y volvió a dormir.

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—¿Y si necesitamos algo que lo active? —preguntó Scott al día siguiente—. ¿Malia no estaba manejando cuando recordó el accidente?

—Sí, pero ¿cómo se supone que activemos un recuerdo que ni siquiera tenemos? —dijo su mejor amiga con obviedad.

—Quizá tenga algo de retraso. Tal vez tengamos que esperar un par de horas para ver qué pasa.

De pronto, las luces de la escuela parpadearon, haciendo que los cuatro se detuvieran. Los tres amigos miraron a la asiática.

—Esa no fui yo. Lo juro —dijo Kira, sacudiendo la cabeza con rapidez.

—Cuídense unos a otros hoy —recomendó el alfa.

—Sí. Y estén atentos por si ven otras ocho quimeras homicidas —añadió Stiles.

—O por si ven a los Doctores del Miedo —dijo la kitsune.

—Algo me dice que nos arrepentiremos de haber leído el libro —la pelirroja suspiró.

Los tres sobrenaturales se alejaron, dejando al humano ahí parado.

—Empiezo a ver el valor de tener un tercer ojo.

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—¿Por qué tengo que entrar yo y decírselo yo? —protestó Hope con una mueca mientras caminaba hacia el gimnasio junto a su amiga coyote—. Tú deberías hacerlo.

—Sabes que no me cae bien, y a Stiles tampoco —respondió Malia. Ambas se detuvieron frente a la puerta.

—Con más razón no tengo que entrar yo —insistió Hope, girándose hacia ella—. Hazlo tú.

—Oh, vamos —dijo Malia con impaciencia—. Entra y yo te compro unos chocolates.

Hope suspiró resignada.

—Hecho.

—Gracias.

La castaña se dio media vuelta y empezó a alejarse. La pelirroja, soltando otro suspiro, abrió la puerta y entró al gimnasio, algo nerviosa.

Theo, que estaba haciendo ejercicio, sonrió al escucharla entrar. No necesitaba voltear para saber que era ella. Hope apartó la mirada, aunque no pudo evitar observarlo de reojo al verlo quitarse la camiseta. Sin duda, había trabajado su cuerpo.

—¿Por qué no dices nada? —se cruzó de brazos, tratando de mantener su firmeza—. Conociéndote, sé que dirás algo.

—¿Acerca de qué? —preguntó Theo, levantando una pesa sin detenerse.

—Del recuerdo de Malia. De la Loba del Desierto —respondió Hope, sin rodeos—. ¿Por qué no le contaste a Scott? Ya que estabas tan desesperado por entrar a la manada.

—Asumí que no quería —contestó Theo, mirándola a través del espejo mientras seguía con su ejercicio.

—No quiere. Pero ¿no te interesa el por qué?

Theo dejó la pesa a un lado y se acercó a ella con calma, disfrutando del sonido de su acelerado corazón.

—No, realmente no.

El chico se sentó en otra máquina y continuó con su entrenamiento, bajo la mirada de la pelirroja, quien intentaba no fijarse demasiado en su abdomen marcado.

Harta de que la ignorara, la chica avanzó hacia él y agarró la máquina que estaba usando.

—¿De verdad crees que fingiendo ser el buen chico vas a conseguir algo? ¿Piensas que te debemos algo?

—No necesito favores.

—Entonces, ¿qué demonios quieres?

—Quiero entrar en la manada —dijo Theo con total tranquilidad.

—Eso lo decide Scott, no yo. Y aunque lo hiciera, no te aceptaría —contestó Hope, fría.

—Si Malia quiere contarle a Scott lo que vio, no me importa —dijo él, manteniendo su tono calmado—. Si tú tienes algo en mente para que no diga nada, tampoco tengo problema.

El hecho de estar solo con sus shorts y sin camiseta, con Hope tan cerca, hacía que Theo pensara en cosas que no debía. Y su lobo interior, rebelde, no estaba ayudando.

Hope se dio cuenta del doble sentido en sus palabras y soltó la máquina, dándose media vuelta para irse.

—¿Acaso no recuerdas lo que pasó esa noche? ¿Lo que dijiste?

Ella se detuvo en seco. Claro que lo recordaba, pero prefería no hacerlo.

—Algo...

Theo se levantó de la máquina, su respiración algo agitada, y caminó hacia ella.

—Básicamente, por fin te soltaste un poco conmigo. Incluso dejaste que te abrazara para dormir.

—No sé de qué hablas —respondió Hope, intentando no sonar nerviosa, aunque era casi imposible con él tan cerca.

—¿Vas a negar que todavía sientes algo por mí? —preguntó Theo, con una sonrisa satisfecha—. ¿O vas a seguir fingiendo que me odias? —se inclinó un poco más hacia ella.

Hope retrocedió hasta chocar contra una máquina. Theo apoyó uno de sus brazos a un lado, acorralándola.

Ella tragó saliva, sintiendo cómo su mirada bajaba hasta los labios de él. El hombre lobo hizo lo mismo, y ambos se quedaron en silencio.

El momento fue interrumpido cuando la puerta se abrió. Ambos giraron la cabeza al mismo tiempo.

—Hope, no había M&M’s, pero te traje un chocolate de... —Malia se quedó en silencio al verlos—...trencito.

Se hizo un incómodo silencio.

—Dios, ¿saben qué? Me voy —dijo, dejando el chocolate en una máquina cercana—. Apesta a hormonas aquí.

Salió cerrando las puertas detrás de ella. Theo miró a Hope con una sonrisa.

—¿En qué estábamos?

—En que yo te apartaba bruscamente de mí.

—¿Qué?

Antes de que Theo pudiera reaccionar, Hope lo empujó con fuerza, tomó su chocolate y se dirigió rápidamente hacia la salida.

—Esto no se quedará así —murmuró Theo, frustrado, asegurándose de que lo escuchara.

Hope fingió no prestarle atención y salió corriendo hacia Malia, que la esperaba más adelante.

Caminaron juntas por los pasillos. Su amiga tenía algo que decir, y ella lo sabía.

—No digas nada.

—Bien. No lo diré.

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Las amigas se encontraron con Scott y Theo en la escuela más tarde. La chica Stilinski evitó mirar a Raeken a toda costa.

—¿Dónde está Kira? —preguntó su amigo.

—En la biblioteca —dijo la castaña—. Lydia está en el hospital.

—¿Haciendo qué? —interrogó el azabache.

—Tratando de averiguar qué pasó... durante su operación —contestó la pelirroja.

—¿Cuánto tardarán? —preguntó Scott mientras caminaban hacia la salida.

—Dicen que están esperando a que vuelva la electricidad —volvió a decir Malia.

Scott, Malia, Hope y Theo salieron de la escuela, dirigiéndose al hospital.

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Los cuatro entraron juntos al hospital.

—Ustedes encuentren a mi hermano y a Lydia —dijo Hope, dirigiéndose a la coyote y al lobo.

—Nosotros iremos a buscar a mi mamá —añadió Scott.

—¿No puede venir Hope conmigo y Malia contigo?

Hope lo miró directamente.

—No se aceptan sugerencias.

Ella comenzó a caminar. Scott lanzó una mirada de disculpa hacia Theo antes de seguirla.

Theo gruñó en voz baja, resignado, y siguió las instrucciones de la pelirroja, al igual que Malia.

Los dos amigos subieron al segundo piso. Salieron del elevador y, de repente, se toparon con algo que los dejó sin aliento.

Uno de los Doctores del Miedo había atrapado a Scott y Hope. Los sujetaba por el cuello, inmovilizándolos contra la pared.

Levantó su grotesca mano, y empezó a electrocutarlos mientras continuaba estrangulándolos. Scott intentó sacar el inhalador de Liam de su bolsillo, pero este cayó al suelo.

El Doctor los arrojó al suelo con fuerza. Scott estiró la mano hacia el inhalador, pero el Doctor lo pisó, aplastándolo y dejándolo inutilizable.

El Doctor los sujetó nuevamente por el cuello, intentando ahorcarlos.

Las puertas del elevador se abrieron, y Malia gruñó, visiblemente molesta. El Doctor los soltó, haciéndolos caer al suelo un poco lejos de él.

Con un rugido propio de un coyote, Malia corrió hacia él, lanzándole una patada. Mientras tanto, Melissa se apresuró hacia Scott y Hope. Ambos estaban en el suelo, tratando de recuperar el aire.

—Vamos, chicos. ¡Vamos! —les instó Melissa, ayudándolos a levantarse y guiándolos hacia el elevador, mientras Malia seguía luchando contra el Doctor.

—Vamos... bien.

Hope notó algo en las manos de la mujer y frunció el ceño.

—Espera un minuto. ¿Qué es eso?

—Un broncodilatador —respondió, preparándolo rápidamente—. Funcionará.

Sin perder tiempo, Melissa lo usó primero con Scott. Hope se sobresaltó al ver a su amigo quejarse por el pinchazo, antes de que Melissa no dudara en hacerle lo mismo a ella.

—¡Malia, vamos! ¡Corre!

El Doctor intentó sujetar a Malia por el cuello, pero ella logró zafarse de su agarre y corrió hacia el elevador. Las puertas se cerraron justo antes de que él pudiera alcanzarlos.

—Nunca debimos haber leído ese libro —murmuró Scott, aún recuperándose.

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