five. a novel approach
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Hope llegó rápidamente a la escuela. Aunque su pierna seguía herida, no le quedó más remedio que seguir el rastro de su hermano a través del olor.
Stiles estaba en la biblioteca, observando el cuerpo de Donovan, atravesado por una vara metálica.
Se sobresaltó al escuchar pasos acercándose. Su respiración se aceleró y sus manos comenzaron a sudar, temiendo que fuera alguien más. Sin embargo, suspiró aliviado al ver que se trataba de su hermana.
La pelirroja se detuvo en seco al ver el cuerpo. Miró a su hermano con el ceño fruncido, aún agitada por la carrera hasta allí.
—Stiles... —murmuró, pero antes de poder decir algo más, el chico la abrazó con fuerza. Por un momento, él sintió que todo podría estar bien.
—Hope, tienes que ayudarme —dijo rápidamente al separarse—. No fui yo, ¿okey? Yo no... No sé. Él intentaba atraparme, y yo... yo solo...
—Shh, tranquilo. Lo vamos a resolver, ¿de acuerdo? —respondió Hope, intentando calmarlo.
—S-sí, claro —Stiles asintió rápidamente, pero entonces miró su pierna—. ¿Qué te pasó?
—Ese imbécil me atacó mientras venía para acá. Estoy bien, ya me estoy curando. Ahora tenemos que salir de aquí. Vamos al Jeep y pensamos qué hacer.
—Bien, pero primero necesito hacer algo.
Stiles se acercó con cautela al cuerpo de Donovan y, temblando, sacó su teléfono del bolsillo. Miró la pantalla y vio que Malia lo estaba llamando, pero simplemente lo guardó de nuevo, incapaz de contestar.
Ambos salieron de la biblioteca y se dirigieron al estacionamiento. Stiles revisó rápidamente el Jeep y, tras asegurarse de que todo estaba bien, bajó el capó. Los dos se subieron al auto con prisa.
Stiles encendió el motor, pero sus manos temblaban tanto que no podía conducir. La culpa y el miedo lo paralizaban, aunque sabía que había actuado en defensa propia.
Hope, mientras tanto, notó un auto de policía acercándose a la escuela. Cruzaron una mirada, y Stiles apagó las luces de inmediato.
El chico retrocedió el Jeep lentamente para evitar ser visto. Por suerte, el oficial entró al edificio sin notar su presencia. Sin embargo, eso no los tranquilizó del todo, temiendo que pudiera encontrar el cuerpo.
Hope cerró los ojos y agudizó el oído para escuchar.
—Central, soy diez-noventa y siete. Aquí no hay nada. Es un seis-cinco-tres.
—Entendido. Llamada de broma. Regrese a patrullar.
—¿Qué?
—¿Qué? ¿Qué escuchaste? —preguntó Stiles, ansioso.
—Dice que... no hay nada —dijo ella, confundida. Cuando el auto se marchó, supieron que debían regresar—. Vamos.
Ambos bajaron del Jeep y corrieron de vuelta a la biblioteca. Al llegar, se quedaron sin aliento al descubrir que el cuerpo ya no estaba.
Donovan había desaparecido. Tampoco había rastros de sangre en el suelo.
Los hermanos intercambiaron una mirada desconcertada. La pelirroja pasó su mano por una de las varas y sintió la sangre seca en ella.
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En su cuarto, Stiles estaba escribiendo frenéticamente en su pizarra. Hope, por su parte, caminaba de un lado a otro en su habitación, incapaz de calmar su mente.
No podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Donovan no solo había atacado a su hermano, sino también a ella. Aún podía oler la sangre en su hombro.
Cuando llegó a buscar a Stiles, encontró a Donovan muerto, atravesado por una vara. Sabía que su hermano estaba allí, pero también sabía que no había sido él. Conocía a Stiles, y estaba segura de que no sería capaz de algo así.
Si alguien lo acusaba, Hope no dudaría en estar de su lado.
El sonido de su teléfono la sobresaltó. Suspiró y lo sacó de su bolsillo. Al ver que era Kira, contestó.
—¿Hola? ¿Kira?
—Hope, alguien se está llevando los cuerpos —dijo Kira, preocupada. Ante el silencio de la pelirroja, volvió a hablar—. ¿Hope? ¿Estás ahí?
—Sí, sí. ¿De qué hablas?
—Estoy en la clínica con Scott. El cuerpo de Tracy desapareció. El candado está roto —explicó Kira—. Melissa le dijo a Scott que el cuerpo de Lucas tampoco está en la morgue. Lo están buscando por todo el hospital. Alguien está robando los cuerpos.
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A la mañana siguiente, las tres amigas entraron juntas a la escuela.
—"Los Doctores del Miedo" por T.R. McCammon —leyó Lydia, observando el libro que les había dado Malia.
—¿Qué? —preguntó esta al verla examinarlo.
—No sé. Hay algo extraño en él —dijo Lydia mientras caminaban.
—¿Alguien ya lo leyó? —preguntó Hope, curiosa.
—Solo yo —respondió Malia—. Pero no entendí nada.
—Tal vez todos deberíamos leerlo, ¿no? —sugirió la banshee.
—Kira ya está trabajando en eso —añadió la coyote.
—Tengo el presentimiento de que me dormiré mientras lo leo —comentó la mujer lobo con una mueca.
Llegaron al casillero de Malia, y esta guardó sus cosas mientras Lydia se apoyaba en el casillero de al lado. Hope hojeaba el libro.
—Stiles no encuentra nada sobre el autor. Cree que es un seudónimo.
—"En un pequeño pueblo, los jóvenes son enterrados vivos. Días después, reaparecen transformados, sembrando caos y terror... dirigidos por una orden de científicos conocida como Los Doctores del Miedo" —Hope leyó en voz alta.
—Me suena familiar —comentó Lydia—. ¿Cómo termina?
—No termina —respondió Malia—. Parece que es el volumen uno.
—Déjame adivinar: no existe el volumen dos.
—Creo que estamos viviendo el volumen dos.
—Qué reconfortante —murmuró Hope.
—Entonces la pregunta es... ¿es una novela o una predicción?
Hope sacó su teléfono al recibir un mensaje. Bufó al leerlo.
𝗦𝗰𝗼𝘁𝘁
𝖵𝖾𝗇 𝖺 𝗅𝗈𝗌 𝗏𝖾𝗌𝗍𝗂𝖽𝗈𝗋𝖾𝗌
𝖬𝖾 𝖺𝖼𝗈𝗆𝗉𝖺𝗇̃𝖺𝗋𝖺́𝗌 𝖺 𝖽𝖾𝖼𝗂𝗋𝗅𝖾 𝖺 𝖳𝗁𝖾𝗈 𝗊𝗎𝖾 𝗅𝖾𝖺 𝖾𝗅 𝗅𝗂𝖻𝗋𝗈 𝗍𝖺𝗆𝖻𝗂𝖾́𝗇
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—Lo siento, pero ni siquiera sabía de los kanima hasta ahora —dijo Theo cuando llegaron a los vestidores—. ¿Quieren que lea esto?
—Aún no —respondió Scott—. Yo voy en el capítulo uno.
—Yo ni siquiera lo he leído —se encogió de hombros Hope.
—Debes leerlo —le dijo Scott, mirando a la pelirroja, quien rodó los ojos.
—¿Hacen esto muy seguido? —preguntó Theo.
—¿Hacer qué?
—Involucrarse.
—Las cosas del grupo siempre atraen problemas. Nos acostumbramos —dijo Hope, cruzándose de brazos.
—¿Y el autor? —preguntó Theo, hojeando el libro—. Si sabe tanto, ¿no deberíamos preguntarle?
—Ya lo intentamos. Es un callejón sin salida —dijo Scott con seriedad.
—¿Y qué hay de este tipo? —preguntó el chico al encontrar un nombre al final del libro.
La chica se puso junto a él para leer mejor. Su amigo levantó una ceja, divertido por lo rápido que ella se había acercado.
El azabache la observó por un momento y, a diferencia de Scott, pudo captar el leve olor a sangre en su cuerpo.
—"Por su perspectiva científica y valiosa colaboración, este libro está dedicado al doctor Gabriel Valack".
Scott y Hope intercambiaron miradas significativas.
—¿Lo conocen? —preguntó Theo, notando el gesto.
—Sí. Y sé dónde encontrarlo.
Scott salió rápidamente. Hope se dispuso a seguirlo, pero Theo la sujetó del brazo.
—¿Qué quieres? —ella se soltó de inmediato, con una mirada molesta.
—¿Por qué tienes sangre en la pierna? —preguntó Theo, mirándola fijamente.
Mierda, pensó. Todavía no terminaba de curarse, y aunque había limpiado la herida antes de salir, aparentemente seguía sangrando.
—¿Quién te hirió? —insistió Theo, con una idea de quién podría ser. Solo pensarlo lo irritaba, especialmente porque había dejado claro que a ella no la tocaran.
—No te importa.
Hope salió apresurada de los vestidores, pero no pudo evitar rodar los ojos al ver que Theo la seguía.
—Deberías ir con la enfermera si estás sangrando —comentó al alcanzarla.
—Voy a dejar que se infecte hasta que me muera —respondió la pelirroja con sarcasmo.
—¿No me agradecerás lo de ayer? —preguntó el azabache—. Si no hubiera sido por mí, te habrían visto las garras.
—Oh —la chica Stilinski se detuvo para mirarlo con una expresión exagerada—. Perdón, lo olvidé por completo. Gracias, pareja de cuarto grado. El que quiere ser parte de la manada de Scott. Por salvar a la pobre e indefensa mujer lobo de Beacon Hills. ¿Cómo podré pagártelo? Ya sé... Mirándote como enamorada, igual que las otras niñas estúpidas.
Raeken la miraba fijamente mientras ella hablaba, sin molestarse en interrumpir.
De alguna manera, esa actitud borde lo atraía aún más.
Ella le mostró el dedo del medio antes de darse la vuelta y seguir caminando. El chico negó levemente con la cabeza mientras la veía alejarse.
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Esa noche, Hope y Malia se quedaron en la biblioteca para estudiar.
Mientras tanto, Stiles, Lydia, Scott y Kira habían ido a Eichen House para ver a Valack y obtener respuestas sobre el libro.
—¿Por qué las matemáticas son tan difíciles? —se quejó Malia, marcando algo con su destacador rojo—. Encima la profesora no explica bien, pero Lydia dice que sí.
—Te diría que dejes esa materia, pero es esencial para la vida —respondió Hope, sin despegar la vista de un libro de historia.
Frunció el ceño al ver que alguien dejaba otro libro sobre la mesa y se sentaba frente a ellas.
—¿Interesante? —preguntó Theo, observándolas. Había notado sus expresiones frustradas desde lejos, especialmente la de Malia.
—No exactamente —dijo la castaña, sosteniendo su destacador amarillo.
—Tampoco este —comentó él, mostrándoles su libro de historia.
—¿Sabes? Para mí, Historia es una de las materias más fáciles —dijo la pelirroja, alzando la vista—. No entiendo qué te cuesta.
—Tal vez para ti, pero a mí me aburre. Aunque necesito una buena nota si quiero pasar de año conti... con ustedes.
Hope le dedicó una sonrisa falsa y volvió a concentrarse en su lectura. Theo, rodando los ojos, imitó su gesto en un tono burlón antes de mirar su propio libro.
Malia los observaba divertida. Disfrutaba ser testigo de las miradas furtivas que Theo lanzaba a Hope cuando creía que nadie lo notaba.
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Después de estudiar un rato más, las dos amigas empezaron a recoger sus cosas para marcharse.
—¿Quieren que las lleve? —preguntó el chico al verlas levantarse.
—Podemos tomar el autobús —dijo Hope sin mirarlo.
—El último ya se fue hace rato.
—Caminaremos —dijo Malia. Además de desconfiar de él, no quería ser un "mal tercio" entre los dos.
—Hope tiene la pierna lastimada, y a ti te vi salir de clases de manejo —comentó Theo con una sonrisa que apenas disimulaba su burla.
—Espero que no.
—Te vi destruir unos conos de tránsito el otro día... y casi atropellar a un novato.
Hope arqueó una ceja al mirar a su amiga.
—El novato no debió estar ahí —se excusó torpemente ella.
—Tal vez deberías practicar un poco más —dijo el azabache, sacando las llaves de su auto.
—Si no fuera porque Stiles tiene el Jeep, ya me habría ido hace rato —bufó la mujer lobo mientras comenzaba a caminar.
—¿No tienes tu patineta en el casillero? —preguntó su amiga.
—Sí, pero necesito descansar la pierna —respondió Hope, deteniéndose un momento para mirar a Theo—. Dijiste que tengo la pierna lastimada, ¿no? Pues así me sirve.
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Malia iba conduciendo. Theo iba de copiloto. Hope estaba en los asientos traseros, viendo una película en su teléfono.
Tal vez no era la mejor forma de pasar el tiempo, pero funcionaba. Estaba viendo Harry Potter y el Prisionero de Azkaban.
—¿Qué ves? —preguntó el chico, mirando de reojo.
—No te importa —dijo sin apartar la vista de la pantalla, justo cuando aparecía la escena de Lupin en el tren.
Ese "no te importa" se estaba convirtiendo en la típica respuesta de ella hacia el chico.
—Seguro está viendo algo de Harry Potter —dijo Malia para molestarla un poco. Hope la miró mal.
—¿Te gusta Harry Potter? —preguntó Theo, volviendo la cabeza hacia ella.
—¿A qué clase de persona no? —respondió Hope con tono obvio—. La gente que dice que odia esa saga es la que más la ve. O eso creo.
—A mí también me gusta. Mi favorita es la cuatro.
—¿En serio? La mía es la seis.
—Seguro lo es porque es donde sale más Draco —se burló Malia. Aunque no había visto las películas, sabía suficiente como para hacer el comentario.
—Cállate —rodó los ojos Hope, soltando una pequeña risa al final.
Theo no pudo evitar sonreír un poco al escucharla.
—Podemos ir más rápido, si quieres —dijo el hombre lobo, mirando a la castaña, que iba conduciendo algo lento.
—Voy al límite de velocidad.
—Bueno, nadie respeta el límite —contestó la mujer lobo—. Al menos, cuando es luz amarilla, acelera antes del rojo.
—Discrepo contigo. Hay que ir más lento —respondió Theo, como si fuera obvio.
—Me gusta sentir la adrenalina. Además, papá hace que no me den multas —se encogió de hombros la pelirroja.
—Como sea —el azabache suspiró—. Nadie agarra el volante así —comentó, señalando la postura rígida de la chica a su lado.
Malia dudó un poco, pero terminó relajando las manos y aflojando el agarre del volante. Sin embargo, de repente empezó a aumentar la velocidad.
—Dije un poco más rápido, no Mach cinco —comentó Theo, frunciendo el ceño.
Hope puso pausa a la película y dejó el teléfono a un lado. Se inclinó hacia los asientos delanteros.
—Malia, ¿qué sucede? ¿Estás bien? —preguntó, preocupada al ver a su amiga con la mirada perdida.
Theo notó cómo casi chocaban contra otro vehículo.
—Malia, baja la velocidad —intentó agarrar el volante, pero la chica giró bruscamente, mareándolos a todos.
La coyote aceleró aún más, con la mirada fija al frente.
—¡Malia, para!
—¡Detén el auto! ¡Detén el auto ahora!
Malia frenó de golpe y salió del auto, dando un par de pasos antes de caer de rodillas al suelo.
—¡Malia! —gritó Hope, bajándose rápidamente del auto. Corrió hacia ella y se agachó a su lado, agarrándola por los hombros.
Theo también bajó rápidamente del auto.
—¿Malia? —intentó llamar su atención Hope, moviéndola un poco—. Oye, ¿qué pasa?
Pero no reaccionaba. Hope la levantó con dificultad del suelo. Ninguna de las dos notó que un auto se acercaba rápidamente.
—Chicas —dijo Theo con voz preocupada.
Hope frunció el ceño y lo miró, pero al ver la expresión de Theo, rápidamente giró la cabeza hacia el frente.
—Mierda... —susurró—. Malia, muévete.
Pero Malia seguía inmóvil.
En un acto de desesperación, Hope empujó a su amiga hacia un lado de la carretera. Malia reaccionó por fin al golpear el suelo.
Hope intentó moverse, pero no pudo. El auto se acercaba peligrosamente.
Theo corrió hacia ella, la agarró del brazo y la apartó a tiempo.
Ambos cayeron al suelo, junto a Malia, mientras el auto pasaba de largo. Hope miró a Theo, quien aún sostenía su brazo.
—Gracias...
—De nada...
—Fue ella —dijo Malia, interrumpiendo el silencio y haciendo que ambos apartaran la mirada.
—¿Qué? —frunció el ceño Hope, confundida.
—Fue ella. Ella estuvo aquí —repitió Malia, con una mirada fija en ellos.
—¿Quién? —preguntó Theo.
Malia los miró a los dos.
—La Loba del Desierto.
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