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Estoy aquí, estoy junto a ti.

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Estaba recostado de aquella silla, sintiendo mi párpado pesado, mientras veía la luz del sol meterse a través de las cortinas, dando iluminación a la habitación. Estire mis brazos, arquee mi espalda y me levante de la silla, sintiéndome algo más aliviado, había estado rato en esa silla e incluso, había tenido una corta siesta. Visualicé la camilla, observando como aquella mujer estaba recostada y cubierta entre calientes sábanas. Veía sus raspaduras y sus ojos hinchados, las ojeras estaban oscuras y podía ver lo pálida que estaba. Su cabello estaba largo, suelto y se veía por toda la almohada. Me acerqué con cuidado sin deseo de hacer algún ruido para no levantarla y asustarla. Me senté en aquella camilla con cuidado, sintiéndome incapaz de aferrarme a la idea de lo que sucedía, del nuevo mundo que estaba viviendo. Miraba sus facciones, me parecía irreal su presencia pero aquí estaba, era más real de lo que alguna vez pude soñar. Ya no era una niña, y no se cómo fue capaz de criar a dos niños, cómo fue capaz de criar a nuestros hijos, incluso eso se escuchaba irreal en mi cabeza. Sus ojos cerrados, durmiendo como alguna vez la llegue a visualizar.

Pero algo había cambiado, y era el brillo que un día me mostró. No podía creer en la mujer que se había convertido y estaba aterrado de escuchar cómo había sobrevivido, como le costó sobrevivir con dos niños. Lleve mi mano a su rostro, mis dedos acariciaron con suavidad su mejilla mientras experimentaba aún sus facciones, lo hermosa que estaba. Juraba que mi corazón aún palpitaba como la primera vez que la vi, como la primera vez que sentí ese cosquilleo, ahí estaban esas emociones que alguna vez pensé haber dejado ir pero después de todo, nadie es capaz de olvidar al amor de su vida, que fue el más que te impacto y el que querías tener para siempre pero el destino, decidió esto pero ahora por alguna razón ella estaba aquí junto a mi. Era capaz de ver esas pecas, esos lunares que solía contar, que me enloquecía y tenía estas ansias de explotar las emociones tan confusas que tenía pero no era capaz, no sentía dolor o tristeza, después de todo me aferré a la idea de haberlos perdido hace mucho pero ahora tenía una luz de esperanza y eran mis hijos. Mi palma toco complemente la mejilla de Aliana, mientras veo su pecho subir y bajar con una respiración normal pero mi corazón se detuvo un instante cuando vi sus párpados moverse, abriéndose lentamente y mostrándome esos verdosos ojos.

—Mhm... —hizo un sonido ronco con su garganta mientras que con cuidado me distancié de ella cuando vi sus ojos abiertos por completo, cuando vi como su mirada me erizo la piel. Ella parecía nuevamente confundida pero no alterada, me miraba, me miraba fijamente.—¿Carl?—la pronunciación de mi nombre hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo enteró, no supe cómo reaccionar ante ver como ella arqueaba su espalda contra él espaldar de la camilla, mirando la habitación confusa.

—Aliana, soy yo. No quiero que te alteres, por favor.—instantáneamente esas palabras salieron de mi boca, deseaba un ambiente de tranquilidad en estos momentos para ambos.—Se que estás confundida, pero puedo explicar todo.—me distancié de ella, dándole espacio cuando la observé mirar a su alrededor, cuando observe cómo ella me miraba detenidamente.

—¿Cómo puedes estar aquí? Yo vi como morías.—su voz se escuchaba ronca ante estar recién despertada, veía calma en su semblante y cómo continuaba observándome, observándome con un gran temor.—Eres producto de mi cabeza, no es la primera vez que alucino con que estás aquí.—me decía, con cuidado me acerqué viendo como ella arqueó más su espalda al espaldar con miedo, distanciándose.

—Aliana, nunca me viste morir. Ninguno de ustedes lo vio, solo se aferraron a esa imagen para poder estar seguros de que había muerto, para que no les doliera más pero no morí. Estoy aquí, y tengo una gran explicación para eso.—le dije pero simplemente me quedé aterrado, me quede aterrado cuando vi a Aliana mirarme perpleja y observé cómo sangre salía de su cabeza, tenía un hoyuelo y su cuerpo cayó al suelo, a un suelo lleno de cadáveres.

Me quede aturdido, observándola a ella, a ella más joven en el momento en que la conocí. En sus brazos habían dos bebes tapados llenos de sangre, mientras que a su alrededor veía la fija imagen de papá, agarrado de mano con Michonne mientras que Judith estaba entre medio. Negué, negué por completo esa imagen y esbocé un gran grito, fue ahí que el aire volvió a mi, sintiendo mi corazón palpitar con rapidez y mi párpado se abrió, logrando ver el techo de mi hogar. Me senté con rapidez, sintiéndome sudado mientras visualizaba mi sala de estar. Restregué mi rostro soñoliento, tocando incluso mi cabello, el cual estaba algo corto ante haberme picado las puntas días atrás. Me levante del sofá, percibiendo a través de mis fosas nasales aquel exquisito olor provenir de la cocina. Pude visualizar desde aquí aquella cabellera rubia suelta, mientras que veía como Stefanie parecía preparar algún tipo de postre que tuviera que ver con chocolate. Con lentitud me acerque, me había quedado dormido en el sofá hace unas horas luego de haberme levantado e ir a hacer unos deberes con Manuel. Me fui acercando al margen abierto que daba entrada a la gran cocina, para así, quedar a centímetros de ella, de Stefanie.

—¿Tuviste una pesadilla?—me preguntó ella al notar mi presencia en el margen de la puerta de la cocina, asentí cuando dirigió su mirada en mi.—¿Qué soñaste esta vez?—me preguntó curiosa, mientras que sentía mi sueño algo borroso, parecía que no pudiese recordar.

—No lo sé, no recuerdo bien.—le dije, viendo como asintió desanimada y pude ver cómo preparaba una bandeja de galletas de chocolate, sonreí.—Una de mis compañeras en la comunidad solía hacerlas todo el tiempo.—sonreí nostálgico, acercándome y viendo como Stephanie llenaba las galletas con muchas chispas.

—Se que son tus favoritas, también las de Sammy.—me dijo, mientras que observe sus ojos color esmeralda y bajo de ellos sus ojeras, unos ojos hinchados que pareció haber llorado toda la noche. Acaricie su espalda y me distancié, sintiendo como ella suspiro en un hilo.

—¿Qué?—pregunté curioso, recostándome de la encimera de la cocina mientras veía como ella dejaba la bandeja de galletas aún lado. Se se giró, observándome fijamente, sabía que tenía algo que decir, la conocía.

—No puedo dormir, ni siquiera puedo cerrar un ojo sin pensar en qué es lo que está pasando por tu cabeza.—me dijo, mientras que baje la cabeza, sabiendo lo que venía.—Intento de fluir, pero me tranco al pensar en que vas a recoger tus cosas y irás en busca de tu verdadero hogar, todo este tiempo tuviste una familia, tuviste hijos, Carl. Y no quiero sentarme a pensar en que simplemente no te irás, en que continuaremos aquí juntos, viéndonos crecer y crear una familia como soñábamos días antes de que todo esto pasará.—continuo diciendo, mientras que yo tenia mi cabeza baja, escuchando su voz en un hilo.—Carl, no me besas, ni siquiera te acercas a mi. Estamos juntos en esto, amor.—alce la mirada, viendo como ella parecía más relajada con sus palabras pero no comprendía mi posición.

—Stefanie, solo pienso en cómo son mis hijos o en cuanto me han necesitado todo este tiempo. Lo demás esta en blanco, esto no se trata de nosotros, se trata de unos niños que llevan mi sangre, que no sabía que existían ¿como creo un sentimiento de amor hacia ellos cuando nunca los he visto?—pregunté en voz alta, viendo como ella me miraba fijamente.—Se que estás asustada pero créeme, yo lo estoy más. No quiero que sientas que esto debe cargar en tus hombros, porque son mis problemas, es mi pasado; no el tuyo.—ella se acercó a mi con lentitud, mientras que sentí sus manos tocar mi camiseta y acomodarla, estaba algo estrujada. Le sonreí.

—Tus problemas son mis problemas, siempre será así.—lleve mis brazos a su alrededor, abrazándola y sintiendo como suspiraba calmada.—Te amo, Carl.—asentí ante sus palabras mientras que mi mente continuaba en blanco, eran palabras muy poderosas para un cariño tan poco que provenía desde mi corazón. Acaricié el cabello de Stefanie, sintiendo sus labios rozar los míos en un beso, el cual fue interrumpido cuando la puerta de nuestra casa resonó.

—¿Si?—pregunté en voz alta, distanciándome de Stefanie quien miro curiosa la puerta principal, me acerque, observando como se abrió, mire fijamente la figura de Cole y como su mirada se puso en mi.—¿Qué ocurre?—pregunté al verlo con un semblante de preocupación.

—Alessandra te necesita.—me dijo, pero veía como parecía ocultar algo ante la presencia de Stefanie pero a este no le quedó remedio.—Amigo, escapó de la enfermería.—no tarde en bufar, sin tardar en recoger mi cinturón con mis armas para ir tras de él, este no tardo en darme paso.

—Iré por ella, luego vuelvo... —dije en voz alta para observar cómo Stefanie asintió, a lo que no tarde en cerrar la puerta y colocarme aún lado de Cole.—¿Como que se escapó?—pregunté, procesando el hecho de que Aliana se había fugado y era algo que no dudaba que fuese cierto.

—La dejamos desapercibida un momento y cuando volvimos a llevarle el almuerzo, ya no estaba. La ventana estaba abierta pero lo peor es que había rastro de sangre, su herida debió haberse abierto, no debe estar lejos.—me contaba este, mientras que negué algo ansioso ante eso, Aliana no cambiaba.—Alessandra no puede salir, esta en una reunión con el consejo y ella no nos conoce, depende de ti.—comentó.

—Mantente en él área, y dale la vuelta a este sitio, si está herida no irá lejos.—le pedí a Cole, mientras que abríamos una de las puertas delanteras para salir a las afueras de la comunidad.—Cierra la puerta, Sammy suele ser muy entrometida.—añadí a mi pedido, mientras que mire alrededor, buscando rastros de la pequeña que solía seguirme. Cole me asintió sonriente, él sabía lo traviesa que Sammy era.

—Le avise a Manuel, él está en la torre de vigilancia, me marcará por la línea de radio si la ve. No voy a retenerte, créeme si esta herida y pierde sangre, moriría.—Cole palmeo mi espalda, mientras que agradecido asentí, saliendo de la comunidad y observando el césped alto, visualizando el día soleado.

Pise el césped verdosos, viendo como atrás de mi Cole cerró la puerta. Me quede solo. Alce la mirada alrededor del césped, intentando de visualizar algo pero no veía rastro alguno de ella. Empecé a caminar, ella no debía estar tan lejos y mucho menos si estaba herida. La preocupación recorría mis venas, haciéndome revivir un sentimiento que pensé superar años atrás y más cuando Aliana estaba en a puros, siempre quería estar en primera fila para ayudarla. Lo hacía con tal de que ella viera lo que estaba dispuesto hacer por ella pero en estos momentos, no creía que eso valiera la pena, al menos para ella. La confusión que ella debía estar sintiendo me aclaraba en mi mente que ella estaba en total negación de mi presencia, al igual que yo lo estuve cuando supe que era ella. Sus características no eran similares a las que conocí años atrás pero estoy segura que el lazo que ella creo conmigo, también hará que sea capaz de reconocerme al igual que yo fui capaz de reconocerla. Miraba a todos lados, evadiendo mi punto ciego. No escuchaba quejidos o suspiros, solo el sonido de las hojas moviéndose ante el viento o los pájaros cantando a lo lejos.

Sentía mucha tensión, viendo a través del césped manchas rojizas, se veía un líquido fresco y sabía que era sangre. Continué ese rastro, con mi arma en manos mientras que visualizaba los árboles, los grandes árboles. El miedo que yo estaba sintiendo era la gran ansiedad de enfrentarla, de enfrentarme a ella como si fuese la primera vez que la conocía pero no era así, aunque así se sentía. A través de los años que ambos estuvimos desconectados, nos perdimos mayor parte de lo que pudimos haber creado juntos, lo que provocaba que la mayor parte de lo que ambos conocimos, ya no estaba. Las hojas secas resonar hicieron que me tensara, que me quedara totalmente quieto como una estatua sin moverme. Tenía mi arma en manos, mientras que los árboles estaban a mi alrededor y fui capaz de escuchar varios suspiros. Mi piel estaba tensa, mientras que aguantaba mi respiración para no crear una agitada. El seguro de un arma resonar hizo que supiera que exactamente estaba detrás de mi pasado, de un pasado que me traumo y que me desgarró soltar. Lentamente me fui girando, siendo capaz de visualizar aquella chica apuntarme con un arma, mientras que su mano derecha estaba agarrando un vendaje el cual mostraba una gran mancha de sangre.

—¿Qué broma es esta?—su voz ronca erizo mis vellos, mientras que sus ojos verdosos me observaban, yo veía como la mano con la que me apuntaba temblaba.—Vamos Carl, dime. No puedo estar tan jodida.—volvió a hablarme, como si no sintiera temor de mi presencia. Veía sus ojeras, y como se veía llena de debilidad.—¿Cómo puedes estar aquí? ¿Con vida?—veía su expresión, veía como me hablaba con un sarcástico y actitud que jamás reconocería.

—Primero debes volver, o vas a morir desangrada. Luego de eso, voy a darte cada explicación, la que quieras.—le dije, bajando mi arma y viendo cómo ella me miraba fijamente.—Créeme, todo tiene una explicación.—le dije, viendo como ella analizaba lo que decía.—Vamos Aliana, te vas a desangrar.—le dije, señalando su herida y como ella estaba pálida, pero se negaba a moverse.

—Voy a dispararte si te atreves acercarte.—su amenaza hizo que me quedara quieto, mientras veía como ella aún continuaba apuntándome, veía su mano temblar y como perdía balance.—¿Donde estuviste todo este tiempo?—me pregunto en un tono alto, en una reclamación llena de dolor que supe describir.—Te mordió un maldito caminante, te vi morir, te vi arder en fiebre y perder casi la voz.—me decía, pero rápidamente me negué acercándome pero ella alzo más su arma, apuntando mi cabeza.

—Pensé que moriría, estuve apunto. Nunca me viste morir, ni tampoco papá o Michonne. Fue una imagen que crearon en su cabeza para no aceptar que yo sería quien acabaría con mi sufrimiento, pero iba a morir.—con cuidado le hablé y alce mi camisa, dejándole ver la cicatriz de aquella mordida, viendo como ella negaba ante lo que veía.—Desperté y pensé que había muerto, pero estaba aquí. Fui parte de un experimento pero es una historia larga, y si quieres escucharla necesito que vuelvas al maldito hospital, necesito que dejes que te saturen la herida y que descanses.—le pedí, porque veía como su bata de paciente empezaba a llenarse de más líquido, pero ella aún se mantenía de pie y me apuntaba mientras me escuchaba en negación.

—No es posible que estés con vida, no es posible que estés aquí respirando el mismo aire que yo.—decía ella, mirándome y con la voz ronca, con una voz sin fuerzas.—Estoy segura que dabas tus últimos suspiros en aquella iglesia, estoy tan segura que te daría un maldito tiro y te desvanecerías.—negué ante eso, alzando las manos para poder mostrarle que estaba en busca de paz y evitar cualquier confrontación.

—Sabes que soy real, sabes que estoy aquí y te juro Aliana Alessandra que yo te voy explicar con cada detalle todo, te juro que todo tiene un por qué.—le dije, intentando de calmarla, ella debía saber el otro lado de la moneda al igual que yo.

—Seis años Carl, seis años.—masculló, mientras visualice sus ojos verdosos húmedos y como su voz estaba temblorosa.—Fueron seis años llenos de infierno, de dolor y de aceptación. Fueron años de desveladas, de miedo y de soledad. Y me levanto luego de casi morir contigo frente a mi, contigo vivo. ¿Como puedo aceptarlo?—me pregunto, mientras que bajo su arma con lentitud.—Críe a dos niños sola, no uno, A DOS.—sus dedos mostraron la señal de un número dos, mientras mi corazón palpitaba ante lo que ella decía.—Y tú estuviste aquí, ¿todo este tiempo estuviste aquí?—me pregunto, mientras sus lágrimas se deslizaban y sus manos temblaban. Estaba en blanco sin saber que pronunciar.

—Aliana, no es lo que parece.—le dije, viendo como ella aceptaba mi abandono como primera opción, viendo como sus piernas empezaban a temblar en señal de que perdían balance.—Yo no sabía que estaban con vida, no sabía que ustedes aún estaban respirando. No lo sabía, tenía la misma perspectiva que tú. Nunca hubiese sido capaz de abandonarte, nunca.—le aclaré, viendo como ambos estábamos a distancias, se sentía irreal lo que estábamos viviendo pero sólo veía como su cabello se removía con el viento.

—Carl, lo perdí todo luego de ti. ¿Qué perdiste tú estando aquí?—me pregunto, mientras que mi piel se erizo y observe como ella se desvanecía, viendo como su cuerpo cayó al césped. No tarde en correr hasta ella, tirándome al suelo para aguantar su herida, viendo sus ojos abiertos.—Tú moriste, tú moriste.—la negación llegaba a su mente mientras que negaba, veía sus ojos llorosos y como estaba llena de lágrimas.

—Estoy aquí, estoy junto a ti.—le dije, tocando su rostro mientras que intentaba de tapar su herida sintiendo su piel fría, pero su desgarrador sollozo ante mi tacto.—Te lo dije, te dije que te encontraría.—le dije alzando su cuerpo mientras escuchaba como ella sollozaba pero no se aferraba a mi, no buscaba calor en mi, como si ya no lo necesitara.

Camine con Aliana en mis brazos, con algo de prisa, sabiendo que ella sobreviviría a la herida. Pero mi corazón palpitaba con dolor pero no sentía esa emoción de llanto, no podía describir mi tristeza a través de lágrimas. Mis brazos sostenía el peso de ella, una mirada perdida era lo que sus ojos verdosos transmitían pero ya no había negación era como si supiera que siempre por alguna razón estuve vivo en sus pensamientos. Su reacción, el dolor que transmitió en sus palabras me dejó saber eso, me dejó saber que si Aliana pensó que estaba muerto por alguna razón en su corazón había la conexión de amor tan grande de que yo no lo estaba. Continué caminando con ella, observando la puerta de entrada nuevamente mientras que la sangre de Aliana se escurría y manchaba mis brazos. Avance con rapidez, intentando de evadir cada pensamiento en mi interior de la gran ansiedad que estaba empezando a sentir. Me alivie en cuanto pude ver claramente a esos dos amigos abrir la puerta y mirarme aliviados, notaron mi rostro y prestaron sus brazos para cargarla. Le asentí a Manuel y Cole como agradecimiento.

No tarde en suspirar, mientras que caí de rodillas en el césped y aguante mi cabeza cuando mi mundo empezó a girar. Mi respiración se volvió agitada, la ansiedad me carcomía, una que hace mucho no sentía y más al enfrentar esta situación. No quería asimilar el hecho de la vida que había perdido, de los momentos y de las personas que quizás hoy ya no estén, como Natasha. Negué con mi corazón bombardeándome, alzando mi mirada al cielo. Restregué mi cabello con fuerza, intentando de concentrarme para dejar de sentir esa punzada en mi cabeza que me molestabas. Cada ves que pensaba en el hecho de lo que perdí, todo era abrumador. Intentaba imaginar sus facciones, intentaba de visualizar cómo eran ellos, como eran mis hijos y con la imagen ausente que habían creado de mi. Era un vacío extremo en mi alma que no podía describir, era como si todo este tiempo ellos me hubiesen hecho falta sin saber que existían, sin saber que estaban a kilómetros de donde estaba. Quería imaginar sus ojos, sus voces y sus facciones, quería imaginar como actuaban y como pensaban pero todo estaba nublado. Estaba acorralado, pensando en cómo la niña que más ame se convirtió en una mujer, y ahora ella no era capaz de reconocer en lo que yo me he convertido pero más allá de eso, yo no podía reconocer lo que ella se convirtió.

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