3
Ya no es lo que era.
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Mis piernas se movían ante aquel nervio pillado, que provocaba que creara un mismo calambre. Miraba fijamente como aquella mujer estaba sentada en la silla frente a mi, con una taza de café, en silencio. Intentaba de calmar mi semblante, de crear un ambiente de calma para que retomara esa confianza que alguna vez tuvo en mi, que alguna vez, tuve en ella. Sus ojos verdosos me transportaban a unos que vi tanto tiempo, que cuando ya no pude verlos más, me llevo a la locura. No estaba preparada para la historia, para saber realmente lo que había ocurrido con mi gente, lo que verdaderamente había ocurrido. Era la segunda taza de café que mi cuerpo recibía, los nervios cada ves más se disminuían pero mi corazón golpeaba mi pecho con deseo de salir y no tener que enfrentar este dura realidad. El amanecer había llegado, había llegado hasta esta casa, quien en presencia estaban dos de mis compañeros más fieles en este tiempo, Manuel y Cole. Ambos en apoyo a mi postura, sentados a mi lado y acompañándome en este confuso momento. Alessandra parecía calmada, parecía dispuesta a torcer su brazo. Suspire, suspire profundamente y observe sus verdosos ojos.
—Creo que ambos están calmados para poder hablar, como personas civilizadas.—argumentó Cole, este quien estaba a mi lado izquierdo, el cual claramente no podía ver, era mi punto ciego. Alessandra frente a mi, suspiro.—Creo que primero deberías empezar por decirle como terminaste trayéndola aquí, o al menos diciéndonos, ¿donde estuviste todo este tiempo?—Cole se acomodo en su silla, lo supe ante el ruido que provocó, frente a él, frente a nosotros; Alessandra asintió.
—El día en que me fui, junto a Tom, el delegado de la otra comunidad, nos fuimos para reclutar más científicos. Una muestra de la sangre de Ralf quedó, pero Tom fue mordido el día en que el helicóptero se quedó combustible. Intento usarla pero no de una manera adecuada, murió, no funcionó con él.—nos contaba, mientras que la escuchábamos con atención.—No sé cómo sobreviví allá afuera, pero lo hice y vi muchas cosas que no hemos sido capaces de ver por cegarnos detrás de estos muros, te aseguro que no sobreviviríamos como la gente que conocí. Un grupo, son una horda. Se llaman los Susurradores, se camuflaban como caminantes, sobrevivían con ellos. Su líder era Alfa, tenías que acoplarte a sus reglas o morías. Su punto de vista era acoplarse a la naturaleza, ser como un caminante, no piensas; actúas. Si no actuabas, eras débil y debías morir. Estuve todo este tiempo con ellos, años, aprendiendo.—continuo contando, tomando un sorbo de su taza de café, ya yo había terminado la mía.
—¿Por qué no nos dijiste que tenías hijos? ¿Cómo la hallaste?—pregunto Manuel, curioso, él deseaba también saber la verdad. Alessandra suspiraba, ella sabía que queríamos saber la verdad después de todo, siempre fuimos un grupo antes de que se fuese.
—Las comunidades que Tom dijo que desaparecieron en cenizas por los fuegos, fue falso.—empezó a narrarnos, morándonos.—La manada de donde vine los hallaron, pero solo fueron tres comunidades, no cuatro como tú dijiste. Conocí al Reino, a Hilltop y Alexandria pero no a Oceanside.—me miró fijamente, a lo que asentí para que continuara.—Tu comunidad es un establecimiento moderno pero protegido, pero encontré a Aliana cuando la hija de la líder de la manada fue secuestrada en custodia de Hilltop y Alexandria. Ahí me crucé con ellos por primera vez, luego de que Alfa decidiera secuestrar a Aliana y a un joven chico que pertenecía al reino, hijo de una de las lideres, Carol.—ante la pronunciación de aquel nombre no tarde en llenarme de mucha más curiosidad, un alivio me empezaba a recorrer pero ella se detuvo.—Cuando vi a Aliana, pude reconocerla de inmediato, era como si me viera a mi misma años atrás pero todo parecía irreal, me sentía igual que como te sientes ahora y más cuando tuve que acoplarme a la realidad que ella vivía.—susurro, mirándome fijamente mientras parecía recordar ese momento, yo tan solo la escuchaba fijamente.
—Cole, démosle espacio.—Manuel se levantó de la silla con cuidado, creando un silencio mientras que Cole a mi lado se levantó, palmeando mi espalda y sonriéndome de lado.—No comentaremos nada, estaremos a los alrededores.—argumento Manuel, pasando por mi lado, mientras que Alessandra asentía alto llorosa, parecía reflexionar sobre aquel momento. La puerta atrás de mi sé cerro y un incómodo momento se creo en aquel comedor.
—Carl, se que esto es muy importante para ti pero no sé en cómo quedó tu perspectiva de estas personas cuando te sacamos de allí. Las cosas que te diré o contaré, es lo poco que sé sobre el lugar.—me adelanto, a lo que no tarde en asentirle, retomando aire y esperando una continuación pero yo estaba ansioso.
—No dormí, no pude dormir en toda la noche estando aquí en tu casa intentando de sentirme preparado para cualquier cosa que vayas a decirme pero aún así, siento miedo.—le dije, restregando mi rostro con cuidado, pasando las yemas de mis dedos por el vendaje que cubría mi cicatriz del ojo izquierdo. Ella suspiro y asintió.
—El día en que conocí a Aliana, supe también que su padre estaba vivo. Quizás lo conociste, su nombre es Negan, quizás lo sabías, por lo que sé o entendí; él está de su lado.—me quede tieso ante eso, ante esas palabras indescriptibles que ella pronunció por su boca. Mire a Alessandra, levantándome de la silla con algo de brusquedad y riendo en total negación.
—Dios, imposible. Esto es imposible.—dije una y otra vez, tapando mi boca y cerrando mi ojo derecho, suspirando gruesa mente.—Esto debe ser una maldita broma.—abrí mi ojo, observando aquella mujer sentada y con un rostro serio, sin pizca de risa. Alessandra hablaba en serio pero mi mente rechazaba la información.—¿Negan?—pregunté, viendo como ella asintió levemente.—Es imposible, él quería matarnos, era nuestro enemigo. ¿Cómo puede ser padre de Aliana...?—pregunté para mis adentros, reflejando tantos momentos que nunca pude captar o quizás, entender.
Mi mente procesaba la información, mientras que le di la espalda a esa mujer, recostándome de la baranda de su ventana y mirando a los alrededores de su casa. Negaba, intentando de evadir el hecho de que quizás muchas veces era obvio, y más cuando Nathan Johnson y aquel hombre tenían una relación inquebrantable. Podía empezar desde ahí, desde que Negan no fue capaz de matar a Natasha con su bate la primera vez que nos encontró, cuando supo la relación que había de hermandad entre los tres chicos. Fueron veces infinitas que protegió a Aliana y lo mucho que se esforzó por retenerla a su lado. Quizás de aquí, los celos fue el sentimiento que se creo en aquel joven, en Nathan y por eso, su deseo de aniquilar a sus hermanas. Las cosas llegaban a mi mente de forma veloz, la información de lo que algún día pude entender, lo entendía años después y quizás después de todo, era obvio que estos tres chicos eran hijos de aquel hombre y es que ahora, me los imaginaba a los tres y sus facciones también concordaban con Negan. Me giré levemente, observando a Alessandra aún sentada en la silla y tomando de su taza de café.
—¿Tuviste tres hijos con Negan?—fue lo primero que pregunté, viendo como ella dejó su taza aún lado y fríamente, asintió.—¿Los abandonaron?—continuaba preguntándole, haciéndola sentir incómoda pero había conocido a estos tres jóvenes, y lo único que sabía de su pasado era que ambos fueron criados por su tía, por su tía materna, lo cual sería la hermana de Alessandra.
—Abandone a mis hijos porque tenia cancer, Carl.—me contó primordialmente, lo cual me hizo caer en un estado de asombro.—Cuando Aliana nació, me encontraron los primeros síntomas y no quería que mis hijos crecieran viendo a su madre morir por una enfermedad sin cura. Cuando decidí hablarlo con Negan, se asustó en tener que criar a tres hijos solos, así que antes de que yo pudiese irme, huyó. Un día fui a casa de mi hermana con el corazón echo pedazos, le dejé una nota y me fui. Me fui lejos y empecé a estudiar la ciencia. Me convertí en una científica codiciada, y vencí el cancer años después pero no tenía valor de volver por mis hijos. De hecho, el día que iba a volver a buscarlos fue el día en que todo empezó.—río ella de forma sarcástica, como si recordara aquel momento.—El mundo parecía cobrarme el daño tan irreparable que les había hecho a esos niños, porque años después me encuentro con mi hija menor frente a frente, en diferentes bandos y con un presente doloroso. Madre de dos hijos, y sin dejar atrás, sin hermanos. Solo tengo una hija y estoy intentando de no perder la cabeza con eso.—reía ella, con sus ojos humedecidos mientras que mi corazón palpitaba con fuerza, en negación ante sus palabras.
—No.—negué, intentando de visualizar a Natasha en este tiempo, incluso a Nathan pero a mi entender años atrás, ellos también habían muertos pero la afirmación parecía doler.—¿Cómo?—pregunté, evadiendo la parte más importante de esta situación, a la que no quería acoplarme y mucho menos, procesarla. Alessandra limpiaba sus lágrimas mientras detenía su risa, y suspiraba.—Natasha era, era muy importante para mi... —susurré, recordando a esa chica, a esa ruda chica.
—Bueno, Nathan fue asesinado por Aliana. Ella lo mató con sus propias mano.—contó ella, mirando algún punto fijo como si estuviese aturdida en sus propios pensamientos mientras que yo me tragaba la información, no tenía gusto con que aquel joven haya muerto pero el proceso de que Aliana tuviera que superarlo, era lo que me amargaba.—Natasha murió hace poco, Alfa hizo una masacre, ella fue parte de eso. Por eso huí, Natasha tenía dos hijos y no pude salvarla, no pude hacerlo.—me contó, mientras que la miraba fijamente y en cómo sus lágrimas escurrían por sus mejillas.—Pero si no hubiese huido, no hubiese encontrado a Aliana una semana atrás en el río, desangrándose y muriendo lentamente. Encontré el cuerpo de su amigo, pero él ya estaba muerto.—asentí ante eso, entendiendo que quizás pudo haber sido Jayden pero lo que no entendía era como este al igual que Negan terminaron en el mismo lado con los míos.
—¿A quién más conociste?—pregunté curioso, mientras procesaba un todo lo que me decía, pues yo aún imaginaba el hecho de que Natasha Johnson después de tanto tiempo pudo realizarse como madre.—Debiste conocer a alguien más.—continúe diciendo, viendo como ella asentía.
—Sabía de algunos, Alfa solía espiarlos. La líder de la comunidad de Alexandria era una morena, siempre portaba una espada afilada y su hija, era muy valiente, así me lo describió Alfa. La niña siempre portaba un sombrero de alguacil, parecía una reliquia.—un alivio salió de mi alma, cuando pude ser capaz de describir que esas dos personas estaban vivas, Alessandra vio mi expresión y curiosa me miró.
—Es mi hermana, mi hermana y mi madrastra.—sonreí, sintiéndome aliviado y viendo como Alessandra me sonreía de una forma sincera ante eso que me narró.—No puedo creerlo, Judith debe estar gigante.—continúe sonriendo, sintiéndome aliviado mientras mis manos temblaban.
—También conocí a tus hijos, Carl.—mi sonrisa se esbozó en el momento que ella transmitió esas palabras, me quede aturdido mirándola ya que llevaba rato intentando de evadir ese pensamiento en mi mente, parecía irreal lo que ella me estaba describiendo desde el día de ayer.
—¿Hijos?—pregunté, ante su descripción plural que dejó mi mente dando vueltas. Alessandra me miró y asintió, ya no sonreía pero el tema parecía calmarla, parecía darle un brillo de esperanza.—No, no puede ser.—le dije pero ella asintió, asentía de una forma tan segura.
—Aliana tuvo dos hijos, mellizos. Se que son tuyos Carl, porque cuando conocí al niño en el bosque y vi sus ojos, se que es el mismo color del que estoy mirando ahora, idéntico. Sus facciones faciales son una mezcla de Nathan y la tuya, pero el color de sus ojos, son el mismo que el tuyo.—me quede mirándola, viendo como ella parecía describir a un primogénito mientras que no tarde en sentarme en la silla ante sentir un leve mareo.—Su nombre es Caleb, Nathan Caleb.—me quede aturdido, llevando mi mano a mi rostro y sintiendo mi corazón palpitar con fuerza, no podía ser cierto.—La niña se parece a Aliana, idéntica cuando era pequeña pero sus ojos, su color azul, la llevan a tú mismo color de ojo y es lo que los distingue de que son tus hijos Carl. Su nombre es Alanna, Alanna Adele.—miraba fijamente los verdosos ojos de Alessandra mirarme mientras que me invadía algo, me invadía un nuevo vacío en mi corazón y era el hecho de no tener conocimiento de esos niños, ni siquiera podía imaginar cómo eran.
—¿Cómo puedes estar segura de que son míos?—pregunté, pregunté aún sabiendo que eran míos, sabiendo que alguna vez tuve el miedo de que quizás por no protegerme, Aliana estaría embarazada y más cuando sabía que ella los últimos días, parecía estar extraña de salud.
—Son tuyos Carl, lo sé, porque el último día que vi a mi primogénita me dijo que sus sobrinos no tenían padre porque había muerto. Son tan tiernos, tan pequeños pero Yam valientes. Siempre están con ella, no la sueltan, la adoran. Se que son tus hijos, y ahora deben pensar que son huérfanos.—hablo ella en un hilo, mientras que se detuvo en sus palabras cuando se escucharon pisadas en el comedor, ella bajo su cabeza y cuando yo giré mi mirada, pude ver el asombro semblante de Stefanie mirarnos ante escuchar lo que Alessandra había dicho. La miré fijamente y vi como ella evadió mi mirada, como bajo su cabeza y suspiro.
—Despertó.—nos avisó ella cabizbaja, mientras que observé cómo Alessandra asintió.—Esta aturdida, no habla, es el efecto del sedante. Lo único que pronunció fue el nombre de alguien llamado "Ethan".—Alessandra volvió a sentir con más prisa, acomodando su silla para irse.
—¿Vienes?—me preguntó ella, no tarde en asentir con rapidez, mientras que se detuvo frente a Stefanie, quien alzó su cabeza.—Tú hermana y yo debemos hablar seriamente, las comunidades no fue todo lo que descubrí pero eso lo mantendremos entre nosotros, porque juro que matare al que hablé con los supervisores de la comunidad, sin importar el costo.—aclaró, a lo que quede intrigado por eso, viendo como ella se marchó de su propio hogar. Dejándome aquí, con ella, con mi pareja.
—¿Ethan es su hijo?—sus ojos esmeralda me miraron, mientras que me quede recostado de la baranda de la ventana.—¿Es tú hijo, Carl?—me preguntó ella entristecida, distanciada de mi. Negué, viendo como ella respiro de una forma aliviada.
—Sus nombres son Caleb y Alanna, son dos.—le corregí, viendo como ella me miró fijamente a los ojos, respirando de forma entrecortada.—No sabía que estaba embarazada, ni siquiera sabía que estaba con vida y pude haberlo sabido, si no me hubiesen mentido, Stefanie.—dije frustrado, teniendo una respiración agitada que no tarde en intentar de calmar para no asustarla.—Mi familia, mi grupo; todo este tiempo con vida, y yo lejos de ellos, acoplándome sin saber la realidad de las cosas. Fueron años donde no dormía, donde solo lloraba, lloré tanto que las lágrimas ya no me salen, no siento nada Stefanie.—veía como sus lágrimas se derramaban, lágrimas de tristeza ante acoplarse a una realidad que debe enfrentar, a mi lado.—No digo que esto no ha sido un privilegio, que conocerte a ti, o a los demás ha sido una pérdida de tiempo, no digo eso.—ella limpió sus lágrimas y río cínica a ante mi explicación.
—¿Y qué intentas de decir, Carl?—me preguntó, con algo de enfado.—Todos estos años, te hemos protegido, cuidado. Todos estos años, te he amado desde el principio sin importar lo duro que fue, sin importar que no podías tocarme porque solo pensabas en otra persona. Fueron años de sacrificio, de sufrimiento y superación, pienso que después de todo valieron la pena.—nos mirábamos fijamente, ambos distanciados.—Lo más que me duele es que llevo casi dos años intentando de estar embarazada de ti, y hemos perdido dos bebés Carl, que lógico que tengas dos hijos allá afuera en el mundo exterior.—deje de sostenerme de la baranda para pasar por su lado, no sin antes ver como sus lágrimas bajaban por sus mejillas pero tan solo continué mi paso y me detuve en seco en la puerta.
—Jamás vas a entender lo que es un sacrificio, porque nunca me perdiste, nunca perdiste a alguien que me amabas. Quizás perdiste a alguien, pero durante todo el camino yo perdí la mitad, esas personas que deje atrás fueron el costo más grande mi vida porque gracias a ellos, estoy aquí con vida, amándote. Eso es un sacrificio, amarte fue un sacrificio.—escuche un sollozo de su parte, mientras que cerré la puerta a mis espaldas para irme directo a la enfermería.
Me acomode mi chaqueta, mientras que veía el día nublado, el día frío que concordaba como me sentía. Visualice a varias personas mirarme, sonreírme y saludarme, pero no era igual que como lo era en mi comunidad. Cabizbajo, empecé a caminar bajo esas grises nubes mientras que intentaba de darme una idea, una idea de cómo podían ser mis hijos. Tenía sus nombres plasmados en mi mente, pero no podía imaginarme sus facciones físicas. Me sentía dentro de una burbuja, sentía en estos momentos que perdí la mitad de mi vida aquí, que no vi a las personas que me vieron crecer, superarse y continuar con sus vidas. La noticia de la pérdida de Natasha me estaban procesando ahora, fueron días en donde la extrañé y incluso, la sufrí y saber que verdaderamente murió, me remata. No quería imaginar el dolor de la mujer a quien estaría a punto de ver, perder a sus dos hermanos pero el rompecabezas más duro de armar es el hecho de que su padre siempre estuvo a la vuelta de la esquina. Me negaba, me negaba una y otra vez, era como si ellos hubiesen estado en un universo paralelo, mientras que yo, continúe. Me detuve un instante, pensando más allá, más allá de mis pensamientos. El dolor, el sufrimiento que debieron haber pasado, fue el mismo que quizás yo pase todo este tiempo, pensando que estaba solo.
La luz de esperanza que yo tenía en estos momentos, quizás no sería la misma que Aliana tendría. Respire hondo, con temor de entrar a esa enfermería y enfrentarme a desenterrar un pasado que jamás tuve el valor de enterrar pero el día en que lo hice, fue el día que hice el sacrificio más grande mi vida. Di pasos dentro de esa enfermería, viendo algunas enfermeras, hablando y sonriendo, como si nada fuera de esos muros pasará, como si todo fuese normal. Camine por los blancos pasillos, intentando de visualizar un rostro moderno de mi hermana, de como mi padre debía estar protegiéndola porque el dolor más grande que me costó superar fue pensar en que él ya no estaba en este mundo y ahora, debía estar en alguna parte de las afueras de esta comunidad, cuidando a sus nietos. Me detuve frente a la puerta de esa habitación, donde visualicé fijamente a Alessandra frente a la camilla y mi valor fue más grande cuando abrí la puerta, y un gran silencio se esbozaba. Mis manos temblaban, y más cuando visualicé aquella chica de ojos verdosos mirarme con tanta tranquilidad. Veía sus ojeras, sus marcas de rasguño en la cara y los cables a su alrededor, sus labios pálidos, no importaba, era ella. Mi corazón palpitaba como la primera vez que la vi.
—Aliana, ¿estás bien?—no mire a Alessandra ante su pregunta a su hija, quien me miraba aturdida, sus ojos estaban fijos en mi pero ella no parecía reaccionar a mi presencia.
—¿Qué haces aquí?—su voz gruesa, me erizo la piel a ella dirigirse a mi pero yo sabía que ella debía verme como un simple sueño.—No eres real, eres producto de mi cabeza.—dejo de mirarme, como si no creyera que estuviese aquí, cerré la puerta a mis espaldas viendo como Alessandra me miraba fijamente.
—Aliana, se que estás confundida y te sientes débil, perdiste mucha sangre y los sedantes te quitan fuerza.—le explicó Alessandra a su hija, quien ya no me miraba, era como si se esforzara en pensar que yo no estaba aquí pero mis deseos de tocarla eran demasiados, me acercaba a ella.—Ahora, estás en un hospital. Debes estar consiente de que Carl es real, pero hay una explicación para eso, debes calmarte y pensar con claridad, por favor, Aliana.—aquella chica en la camilla recostada negó rápidamente, y su cabeza se giró hacia mi, mirándome con los ojos abiertos como platos.
—No, él no es real. Que tiene este suero, que me pusieron.—ella me miraba, negando y veía sus manos temblar, alzándose para pedirme que no me acercara más.—¿Donde esta Jayden? Él estaba conmigo, estaba conmigo.—preguntaba algo ansiosa, ignorando mi presencia.—Debo buscarlo, debo llevarlo con Rosita, se lo prometí.—ella se quitó la cobija, Alessandra con rapidez actuó y la cubrió nuevamente, sentándose en la camilla y agarrando sus brazos.
—Te encontré en el río, estabas pálida y apuntó de morir, Alfa te intento matar al igual que a Jayden, pero llegue tarde. Aliana, él está muerto. No pude salvarlo, ya estaba muerto cuando llegue. Necesito, que te calmes, por favor.—Aliana negó ante la confesión que su madre narró, la chica de ojos verdosos no tardó en negar y bajar su mirada, pareciendo más nerviosa de lo usual.—Lo siento, ya era tarde.—Aliana alzó su mirada, dejándome ver sus ojos humedecidos y apunto de explotar para derramar esas lágrimas.—Te lleve lejos, porque ella mandó a su gente a buscar rastros, no podía llevarte de vuelta, te matarían.—añadió Alessandra a su comentario mientras que Aliana continuaba negando, incluso cerrando sus ojos como si fuese un sueño.
—No, él no está muerto, Jayden no murió.—Aliana apretó los brazos de su madre, esperando que esta negara pero Alessandra no se contradijo ante lo que dijo. Aliana alzó su mirada, conectando nuevamente conmigo y dando un leve brinco, asustada.—¡Tú no estás, aquí! ¡Tú estás muerto!—gritaba ella con desesperación y cubriendo su rostro, rasgándolo con sus uñas como si intentara protegerse mientras que Alessandea hizo fuerza para que dejara de hacer eso.
—Aliana, estoy aquí. Soy yo, soy Carl.—le dije, quedándome aislado de ella, viendo como sus ojos me miraban abiertos como platos, pero continuaba negando.—No estoy muerto Aliana, sobreviví, fui un experimento, una vacuna fue inyectada en mi sangre y reviví.—ella negaba, tapándose sus ojos, me acerque pero ella gritaba con fuerza mientras que Alessandra se levanto de la camilla.—Aliana, tócame. Soy yo, no tengas miedo.—le pedí, acercando mi mano pero ella continuaba gritando en llanto.
—¿Donde están mis hijos?—gritaba, gritaba de una forma desgarradora mientras veía a Alessandea parecer buscar algo en los botiquines del baño, me quede tieso viendo como Aliana tapaba su rostro en negación.—Debo ir con Caleb, estaba muriendo. ¡Estaba muriendo!—mi corazón palpitaba con fuerza, mientras veía como Alessandra apretó fuertemente a Aliana, y no tardó en inyectarle lo que parecía un sedante mientras que mi cuerpo temblaba.—Debo ir con Caleb, iba a morir... iba a morir.—susurraba ella mientras que Alessandra acariciaba su cabello.
—Ellos están bien, ellos están bien... —le susurro Alessandra en su oído, mientras que Aliana me miraba fijamente y pude ver como su mano se alzó, como si creyera por un instante que estaba aquí, pero sus ojos se cerraron y su cuerpo perdió fuerza.
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