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16

Las cosas están cambiando.

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Abrí mis ojos, sintiendo la pesadez de mis párpados por la iluminación que entraba de la cortina abierta. Me removí incómoda, para así visualizar como a mi lado, Ethan yacía durmiendo con su torso desnudo. Suspire, estirándome y así, levantándome de la cama. Aún lado de donde él dormía, pude notar las armas recostadas de la mesa de noche y sus botas de montañas desajustadas. Debió haber llegado tarde de la guardia nocturna, lo sé, porque estaba durmiendo tan profundo, que escuchaba sus leves ronquidos. Su cabello estaba removido, así que sutilmente deje la ventana media abierta y cerré la cortina para que se adentrara ventilación, a pesar de que esta casa era muy amplia, los días empezaban a sentirse calurosos. Me adentré al baño, restregué mi rostro y prendí el grifo, había mucho silencio, a pesar de que tenía la puerta abierta para tutelar a los niños, cuando salí para secarme, pude notar más lo callado que estaban los pasillos. Respire hondo y me vestí, coloqué mis mahonés y una camiseta junto a unas botas de montaña, recogí el arma que yacía aún lado de mi mesa de noche, viendo que estuviera cargada. Mire detenidamente a Ethan, lleve mi mano hasta su cabello negro azabache para acariciarlo, él no se movió, estaba dormido.

—Descansa, mi amor.—musité, saliendo de mi habitación para dejar la puerta media abierta.—¿Niños?—los llame en cuanto me paré en seco, pero no oí sus respuestas y eso me hizo mirar con recelo sus habitaciones vacías, para bajar rápidamente las escaleras.—Alanna, Caleb.—un hueco vacío se escuchaba, haciéndome salir por la puerta y mirar por el balcón, como mis hijos estaban al otro lado de la calle, corriendo junto a Noah y la pequeña rubia, Sammy.—Mierda.—esbocé, en una bocanada de aire cuando noté lo agitada que estaba.—¡Alanna, Caleb!—los llame en un tono alto, haciéndoles notar mi presencia, para así ver cómo del banco, se levantaba aquella mujer, quien me miró detenidamente.

—¡Mamá!—me llamaron, acercándose a mi con emoción, pero mi rostro de seriedad opaco inconsciente sus genuinas inocencias.

—¿Por qué no me despertaron que saldrían?—les cuestionen un tono bajo, viéndoles.—Las cosas están cambiando aquí, lo saben.—indique, firme.

—¿Todo en orden?—levante la mirada, visualizando cómo Sarah me miró, curiosa.—Ellos estaban afuera en el balcón, así que los invité a desayunar y jugar con Sam. ¿Está bien?—me preguntó, mientras que mantuve mi cercanía con ella, de una manera intimidante.

—No vuelvas a llevártelos sin mi autorización. ¿Quedó claro?—le pregunté en un tono bajo, notando su incomodidad ante mi petición.

—Si, lo lamento. Pensé que podrían jugar con Sam. No volverá a suceder.—afirmó, relajándome, para así ver cómo la pequeña rubia con dos cometas se acercaba curiosa.

—Vayan a la casa, hay que hablar unas cosas.—musité a mis hijos, quienes refutaron por lo bajo.—Sam, podrías pasar más tarde. Si tú mamá te autoriza. ¿Está bien?—le dije, viéndola sonreír.

—Si, ¡claro! Hasta luego.—ella levantó su mano, sacudiéndola en forma de despedida mientras que Sarah se acercaba a ella, aislándola.

—Mamá, ¿pero por qué?—me preguntó Alanna mientras caminaba.—Solo estábamos jugando.—detalló, pero me mantuve seria y callada.

—No me cuestiones. Solo sigue instrucciones.—le pedí sutilmente, esperando que pudiera entender que mi preocupación era por seguridad, aún no me sentía segura, a pesar de estar en casa.

—Espera, ahí está papá.—Caleb detuvo su andar, girándose en seco y no pude evitar sentir una presión en mi pecho cuando se refirió a Carl de esa manera, él quien venía acercándose a nosotros.

—¿Qué sucede?—me preguntó Carl, mientras que él extendió sus brazos para recibir a Caleb, quien tímidamente lo abrazó, igual que Alanna.—¿Como están?—se dirigió a ellos tiernamente, aunque en si, podía verlo dudoso en su actitud.

—Entren.—le pedí a los niños en cuanto se aislaron de Carl, pero ellos dudaron.—Dije que entren, por favor. Ethan está adentro, hablaremos en unos minutos.—expresé, aún con recelo, para ver cómo ellos asintieron para subir los escalones del balcón y entrar a la casa.

—¿Qué pasa?—me preguntó Carl, acercándose a mi, para así mirarme directamente a los ojos.

—Carl, no confío en Sarah.—dije sin más, viéndole de la misma manera, él llevo las manos a sus caderas y un amargo recuerdo de su padre se reflejó en mí en cuanto hizo ese gesto.

—Solo estaban jugando con Sam, los supervisé en todo momento. Pero, lo lamento. No volverá a suceder.—expresó, en una suave actitud.—Pero, también deberías considerar la posibilidad de bajarle a tu intensidad. Estás tensa.—añadió.

—Carl, te recuerdo que esa mujer les dio información a los de su comunidad sobre nuestros hijos. Nos seguían por eso. No confío en ella, no la quiero cerca. ¿Podrías entenderme?—le pregunté, señalándome, para ver cómo bajo la cabeza.

—Supongo que necesitamos estar en la misma página. ¿No, Aliana?—me preguntó, con un tono sarcástico que me hizo bufar.

—Si.—musité, con vagues, cruzándome de brazos para ver cómo él asintió.

—Entonces, deberías de considerar lo que Michonne hablo con nosotros anoche.—expresó, haciéndome reír en un tono bajo, para negar.

—No hay nada que perdonar Carl, pasaron seis años, solo pasemos la página.—dije, haciéndole una señal con la mano, manteniendo el sarcasmo, para así girarme y darle la espalda.

—No podremos hacerlo mientras sigamos amándonos.—musitó, helándome en medio del escalón que subí.

—Yo ya no te amo, no de esa manera, nunca más, Carl.—dije, mirándolo de reojo, para verlo reírse.

—¿Y por qué me miras así?—me preguntó, apreté mis dientes y lleve mi mano a restregar mis ojos.

—Aliana, ¿qué sucede?—levante la vista, visualizando cómo Ethan abría la puerta, tenía una camiseta puesta y miró a Carl con recelo.—¿Todo en orden?—le preguntó, mientras que Carl levantó sus manos en zona de paz y asintió.

—Entrará. Hay que hablar con los niños.—dije, viendo como Ethan asintió.—Puedes estar presente.—afirme, dándole paso a Carl para que pasara, a quien vi mirar a Ethan detenidamente.

—¿Qué hay que hablar?—se preguntó Carl, cruzándose de brazos para mantenerse en el margen de la puerta, mientras que Ethan se sentó en el sofá frente a los niños, quienes estaban cabizbajos.

—¿Estamos castigados?—se preguntó Alanna, levantando la mirada para verme, negué.

—No, solo quiero que entiendan que, las cosas aquí no son tan flexibles como creen y por su seguridad, quiero crear ciertos límites.—musité.—Este mundo es muy cruel. Lo entiendo y daría lo que fuese porque no vivieran de esta manera, pero necesito que consideren mi preocupación, necesito que mis hijos sepan, que no pueden confiar en cualquiera.—expresé, viéndoles.—No quiero que salgan de esta casa sin mi autorización, o sin la de su padre, inclusive necesito que sepan que Ethan también tiene acceso a ustedes, porque él es parte de sus vidas y lo respetan, ¿no es así?—les pregunté, viéndoles asentir.—Como también deberán respetarnos a mi, y a su papá.—añadí, firmemente.

—No los estamos regañando. Solo queremos cuidarlos, no sientan que los privamos.—musitó Ethan, apoyando mi comentario, para ver cómo los niños nos escuchaban en silencio.

—Solo basta un segundo, y todo puede acabar.—indagó Carl, mirándolos.—Deben estar alerta, siempre.—decía, pero escucharlo, era sin duda escuchar a Rick, un escalofrío me recorrió y más, cuando escuché disparos.

—¿Qué fue eso?—me pregunté, arisca para abrir la puerta del balcón, viendo el portón abrirse.—¡Quédense aquí!—pedí, tomando mi arma.

—¡Aliana, no puedes salir, vuelve aquí!—me pidió Ethan, pero no lo escuché, brinque los escalones del balcón y empecé a correr , visualizando como Daryl y Michonne también lo hacían.

—¿¡Son ellos!? ¡¿Los vieron?!—pregunte, pero nadie me dijo nada, mientras que los guardias en la torre de vigilancia apuntaban.—¡¡Michael!!—llame al joven establecido en la torre, esperando una respuesta de su parte.

—¡¡Eran caminantes, pero se escabulleron por el bosque!!—me aviso Michael.—¡¡Aliana, espera!!–pidió, notando como corría hacia las afueras del portón, con mi arma en manos.

—¡Aliana vuelve, no salgas! ¡Aliana!—gritaba Michonne, pero no pude detenerme, tenía que encontrarla, tenía que matar a esa mujer.

No podía olvidarlo. El hecho de que ella aún siguiera allá afuera, no podía olvidarlo. Sostenía mi arma con fuerza, como alguna ves me enseñaron a usarla, con recelo miraba cada árbol del bosque que al bordaba alrededor de la comunidad donde crecí, pero no escuchaba nada. Se sentía helado. El ambiente se sentía como ese día en la colina, con una tensión recorriendo mis hombros, pero aún así, continué corriendo. Ella arruinó mi vida, en un momento, me quitó todo. Mis ojos se humedecieron, continué corriendo, pero veía sus ojos, veía los ojos de Jayden. Todo se volvió lento para mi, no supe como reaccionar ante lo que mis ojos veían. Los ojos de él me miraron, me miraron fijamente mientras seguía dando pasos atrás. Mi cabeza negaba, pero sus labios transmitieron su mayor deseo. "Dile". Mi garganta transmitió un terrible y estruendoso grito de dolor cuando intente de estirar mi brazo para sostener su cuerpo, pero él se desvaneció por el acantilado, cayendo. Mis lagrimas se desprendieron por mis mejillas, mientras sentía un vacío en mi alma y como mi pecho, dolía. Negué con un terrible dolor en mi corazón, mis manos temblaron viendo la imagen de como Jayden caía al vacío, perdiendo su vida y dando sus últimos suspiros. Parpadeé, ese recuerdo tan amargo y frío se desvaneció, cuando caí enredada contra un cuerpo frío que me sostuvo, gruñéndome en el oído.

Gemí, aguantándolo con mis manos, era un caminante real, pero mi arma voló y no sé a donde. Sujetando el caminante, no pude soportarlo y solloce, solloce de rabia para atascar mi mano contra su garganta, desprendiendo las impurezas de su cuerpo. Mi garganta se calento, más con la imagen de la cabeza de Natasha incrustada en aquel palo, mientras que gruñía en medio de su transformación tan injusta. Arrastre mi mano por el suelo fangoso, sosteniendo una roca que lleve fuertemente contra la cabeza de aquel caminante a quien saque de encima. Furiosa, llena de ira empecé a incrustarle la roca en su craneo, una y otra ves, brotando la sangre que salpicaba en todo mi rostro, en toda mi ropa. No era ella, maldita sea. Deseaba tanto tenerla de frente, deseaba tanto incrustarle una espada y matarla, desearía que mi padre allá enjaule como un perro, por eso, deseo tanto que Negan la haya encontrado antes que yo. Si, es por eso que él no está aquí, es por eso que no puedo abrazar a mi amargado padre, porque él fue a vengarnos, él se fue a vengarnos. Fue a pelear, como el vil demonio que es, fue a luchar para que respetaran el honor de sus hijas, de su hija mayor a quien no pudo decirle adiós. Volví a sollozar, porque no sabía que aún me dolía la ausencia de mi hermana.

—¡¡Me la quitaste, me la quitaste!!—gritaba, aplastando al caminante que se hizo pólvora en su cabeza, él craneo explotado, pero no importaba.—¡¡Hija de puta, estoy aquí!!—exclame, cayendo arrodillada, explotada de una tristeza que desconocía que aún seguía.—Estoy ... —solté una bocanada de aire cuando sentí unos fuertes brazos abrazarme, reconociendo su olor varonil, no tarde en aferrarme a su cuerpo.

—Estoy aquí. Estoy aquí.—repitió Ethan, abrazándome con fuerza, mientras miró el cuerpo del podrido caminante.—¡No vuelvas hacer eso, no quiero perderte Aliana!—me pidió, sosteniendo mi rostro humedecido, me abalancé abrazarlo con fuerza para ver cómo Carl sobresalía del bosque, apuntando con el arma, para así, mirarnos detenidamente.

¿Y si Carl tenía razón? ¿Y si aún lo amaba?

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