
𝟮𝟳 𝗍𝗁𝖾 𝗆𝖺𝗂𝖽 𝗈𝖿 𝗀𝖾𝗏𝖺𝗎𝖽𝖺𝗇
Maya cojeaba con dificultad, apoyándose en Brett mientras avanzaban. Detrás de ellos, Hayden y Stiles ayudaban a Liam, quien parecía ser el más herido.
Entraron casi corriendo en la escuela, pero tuvieron que detenerse abruptamente cuando un grupo de estudiantes pasó corriendo frente a ellos, gritando y empujándose en su prisa por escapar.
Cuando el camino quedó despejado, se apresuraron a entrar a un salón vacío. Hayden despejó el escritorio tirando todo lo que había sobre él, mientras Stiles ayudaba a Liam a acostarse con cuidado. El menor dejó escapar un quejido de dolor, pero no protestó.
Brett guio a Maya hacia una de las mesas y la ayudó a apoyarse, su mirada preocupada al ver la herida en su tobillo. Ella apenas podía mantenerse en pie.
Mientras tanto, Hayden y Stiles rompieron la camiseta de Liam para inspeccionar su herida. El rostro de la chica se contrajo en una mueca, al igual que el de Brett, mientras que el de lunares palidecía.
—¿Qué? ¿Es malo? —preguntó el rubio, intentando mirar su propio abdomen, pero el dolor se lo dificultaba.
—No —su novia negó rápidamente, tratando de tranquilizarlo, aunque en realidad la herida era repugnante.
Los bordes de la piel estaban desgarrados, dejando al descubierto huesos y tejidos internos.
Era peor de lo que quería admitir.
—Qué asco —comentó Brett con una expresión de disgusto.
—Mucho —añadió Stiles, aún evitando mirar directamente la herida.
—Vas a morir —soltó Maya con los ojos cerrados, pero un quejido de dolor al final del comentario la delató.
Liam frunció el ceño, sin encontrar consuelo en ninguna de las respuestas, y especialmente no en la de su hermana.
—De acuerdo —murmuró Hayden, tratando de mantener la calma—. Usualmente, ¿qué hacen cuando esto pasa?
Stiles, todavía evitando mirar, habló:
—Usualmente, me desmayo —respondió con sinceridad—. Y creo que seguiré haciendo eso.
Maya, a pesar del dolor, frunció el ceño al verlo tambalearse ligeramente.
—¡Stiles! —lo llamó, alarmada.
Él sacudió la cabeza, obligándose a mantenerse firme.
—De acuerdo, de acuerdo. Scott hizo esto una vez. Habló sobre usar el dolor... puede ayudar. El dolor te hace humano.
Hayden lo miró con incredulidad.
—Ya siente dolor.
—Está bien, sí, pero tal vez... añadir un poco más podría contrarrestarlo.
Brett rodó los ojos, cansado.
—Es una mierda —dijo mientras presionaba su mano contra la herida de Maya, intentando detener la sangre. Sin decir nada más, rompió parte de su propia camiseta para improvisar un torniquete alrededor de su tobillo—. Hay una forma más rápida.
Dirigiéndose a Hayden, Brett señaló hacia Liam antes de centrarse nuevamente en su novia.
—Puedes quitarle el dolor tú misma —le dijo, volviendo la mirada hacia su amiga—. Solo mira.
Sin previo aviso, Brett sujetó las mejillas de Maya con delicadeza, atrayéndola hacia él. Antes de que pudiera reaccionar, sus labios se encontraron en un beso suave y deliberado.
Mientras sus labios se movían con cuidado, venas negras comenzaron a aparecer en la piel de Maya, transfiriéndose lentamente hacia Brett. Cuando finalmente se separaron, ella dejó escapar un suspiro aliviado, respirando más calmada.
Hayden, tras observar la escena, suspiró profundamente antes de girarse hacia su pareja.
—Que se vaya el dolor —murmuró antes de inclinarse para besarlo.
El mismo proceso ocurrió. Las venas oscuras pasaron de Liam a Hayden, y el chico dejó de quejarse de dolor.
—Está bien, la próxima vez yo los besaré —dijo Stiles con sarcasmo.
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A pesar de las protestas de su novia, su cuñado y sus dos amigos, Brett había salido del salón, decidido a investigar lo que ocurría en el pasillo.
Dobló una esquina y vio cómo una chica tropezaba y caía al suelo, su rostro pálido de miedo. Aunque se levantó rápidamente, quedó paralizada mirando hacia la puerta de donde provenían rugidos espeluznantes.
Brett suspiró con resignación, caminó hacia ella y la agarró del brazo. Ella dio un respingo, sobresaltada por el contacto, pero él no dijo nada. Simplemente la guió hacia un salón cercano y cerró la puerta tras ellos con rapidez.
La chica, sentada en el suelo, miraba con terror hacia la puerta. Brett olió su miedo. Su mandíbula se tensó mientras se asomaba por la pequeña ventana de la puerta.
Podía escuchar cómo la Bestia se acercaba, sus pasos resonando como un eco.
—Vete —dijo sin apartar la vista de la puerta. Su tono fue firme, pero no agresivo—. Que te vayas.
La chica vaciló por un momento, pero finalmente obedeció, trepando por la ventana justo cuando un golpe violento sacudió la puerta.
Brett intentó sostener la puerta con todas sus fuerzas, pero no fue suficiente. Con un rugido ensordecedor, la Bestia lanzó la puerta hacia el pasillo, y Brett fue arrastrado con ella, chocando contra los casilleros con un impacto.
Dejó escapar un gemido de dolor mientras alzaba la mirada. El miedo lo mantenía pegado a los casilleros mientras veía cómo la Bestia se acercaba.
Sin embargo, antes de que la criatura pudiera alcanzarlo, Scott apareció corriendo. Sin decir una palabra, lo tomó del brazo y lo ayudó a ponerse de pie. Ambos se alejaron corriendo rápidamente, dejando atrás el rugido ensordecedor de la Bestia.
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El alfa y el hombre lobo chocaron violentamente contra una estantería. Ambos cayeron al suelo con un estruendo, el impacto dejándolos momentáneamente aturdidos.
La Bestia los arrastró como si fueran muñecos de trapo y los lanzó contra una mesa cercana, destrozándola bajo el peso de sus cuerpos. Los dos soltaron gemidos de dolor, respirando con dificultad mientras intentaban recuperarse.
A pesar del impacto, ambos se levantaron como pudieron, con las rodillas temblorosas y los rostros marcados por la determinación.
Cuando la Bestia se acercó de nuevo, sus rugidos resonaron en el lugar, cargando juntos hacia la criatura en un último intento por frenarla.
Pero la criatura no titubeó. Con un movimiento los lanzó contra una escalera cercana. Brett dejó escapar un quejido, pero aun así logró ponerse en pie, tambaleándose.
Scott y Brett giraron rápidamente para enfrentar a la Bestia una vez más, sus gruñidos resonando. Sin embargo, ambos se detuvieron al notar a Liam y Maya detrás de la criatura.
Los mellizos aprovecharon la distracción y golpearon a la Bestia con toda su fuerza, logrando hacerla retroceder brevemente.
Desde la puerta, Braeden apareció con su arma en mano, disparando sin pausa hacia la Bestia. A su lado, Malia emitió un gruñido, sus ojos brillando con un color azul eléctrico mientras se preparaba para atacar.
Los disparos constantes y la presencia de los demás obligaron a la Bestia a retroceder. Con un rugido final, saltó por la ventana y desapareció en la noche.
Maya corrió rápidamente hacia Brett, ayudándolo a mantenerse en pie, mientras Malia hizo lo mismo con Scott. Ambos lucían exhaustos pero aliviados.
Braeden se acercó, guardando su arma, y los miró a todos con un poco de incredulidad.
—En serio no pensaron que tendríamos oportunidad contra esa cosa, ¿o sí? —dijo, arqueando una ceja.
Brett hizo una pequeña mueca, apoyándose más en su novia.
—No —admitió con honestidad.
Scott, respirando con dificultad, esbozó una ligera sonrisa.
—Pero tenemos su aroma.
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—Chicos, esperen —llamó Liam al ver que ambos chicos se dirigían apresurados hacia la salida.
Maya, acercándose a su hermano, añadió:
—Están heridos. Tienen que desacelerar.
Sin embargo, ninguno de los dos hizo caso. Ambos se apresuraron hacia el estacionamiento, ignorando sus propios dolores.
Al llegar frente a un auto negro, los dos se detuvieron en seco. Intercambiaron una mirada rápida antes de abrir el maletero con un solo movimiento, usando su fuerza.
Dentro encontraron unas zapatillas, las cuales estaban salpicadas de sangre seca. Lo que realmente los dejó en shock no fue solo la evidencia, sino el reconocimiento inmediato de a quién pertenecían.
Scott cerró el maletero con firmeza y levantó la mirada. Allí estaba Mason, mirándolos con confusión.
—¿Chicos? —preguntó él, frunciendo el ceño—. ¿Qué le hacen a mi auto?
Brett lo miró fijamente, sus ojos llenos de incredulidad.
—Eres tú —dijo, su voz baja.
—¿Qué? —Mason retrocedió un paso, su expresión incrédula—. ¿De qué hablan? —Su mirada buscó a Liam y Maya, sus mejores amigos, pero solo encontró el mismo silencio. El peso de las miradas lo hizo suspirar—. Chicos...
Liam y Maya no podían creer lo que escuchaban, su sorpresa reflejada en sus rostros.
Antes de que alguno pudiera responder, Corey apareció de repente, volviéndose visible detrás de Mason. En un instante, lo tomó del brazo.
—¡Corey! ¡Espera! —gritó Scott, tratando de detenerlo.
Pero Corey los envolvió a ambos en su habilidad y los hizo invisibles antes de que alguien pudiera reaccionar. En cuestión de segundos, se habían desvanecido.
Los cuatro se quedaron en silencio, sus ojos llenos de desconcierto. No había nada más que decir.
Mason era la Bestia.
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